El
intento de EE.UU. de volver a posicionarse como un partidario de la
democracia y los derechos humanos en Medio Oriente está siendo socavado
por una creciente percepción egipcia de que Washington respaldará sin
reservas a la junta militar de Egipto a pesar de la creciente represión.
Esa percepción se reforzó ayer, cuando una declaración de la Casa Blanca
sobre los choques entre manifestantes y fuerzas de seguridad parecía
culpar por igual a ambas partes de la violencia en la que murieron al
menos 29 manifestantes desde el sábado.
El portavoz de la Casa Blanca
Jay Carney dijo que EE.UU. está “profundamente preocupado” por la
violencia y la “trágica pérdida de vidas” y pidió “contención a todas
las partes, para que los egipcios puedan avanzar para forjar un Egipto
fuerte y unido”.
El
llamado a la contención de “todas las partes”, después de varios días de
uso excesivo de la fuerza por policías y soldados, se recibió con
incredulidad en El Cairo. Las fuerzas de seguridad han disparado no solo
gas lacrimógeno y balas de goma, sino también perdigones y munición de
guerra contra manifestantes que lanzaban piedras y cócteles Molotov.
“¿Quieren
que dejemos de morir? ¿Es la manera de demostrar contención?” se burló
la manifestante Salma Ahmed mientras resonaban fuertes disparos en toda
la plaza Tahrir.
En los
últimos meses, los gobernantes militares de Egipto han aumentado
gradualmente la represión –torturando con impunidad, encarcelando a
blogueros, enviando a más de 12.000 civiles ante los tribunales
militares, utilizando fuerza excesiva contra los manifestantes, matando a
docenas de personas.
Sin embargo, mientras se acumulan los abusos,
EE.UU. no ha criticado en público a los militares de Egipto, cuyos 1.300
millones de dólares de ayuda de EE.UU. podrían revisarse si prevalecen
los críticos en el Congreso.
El relativo silencio de Washington ha
creado la apariencia de que EE.UU. ha vuelto a su política de la era de
Mubarak y mira hacia otro lado ante los abusos de su aliado a fin de
preservar la relación.
“No
podemos caer en la posición en la que parece que hemos dado un cheque
en blanco al Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (SCAF)” dice Michael
Wahid Hanna, miembro de The Century Foundation en Nueva York.
“Si esto
no cambia pronto, EE.UU. se encontrará en una posición muy difícil
porque parecerá que no hemos aprendido ninguna de las lecciones de la Primavera
Árabe.
Y volveremos a estar donde estábamos, apoyando a la estabilidad
por el bien de la estabilidad, incluso a la luz de la continuación de
muchas de las mismas prácticas que provocaron el levantamiento”.
Por qué EE.UU, ha evitado una crítica pública
En
mayo, mientras las revoluciones y levantamientos se extendían por el
mundo árabe, el presidente Obama pronunció un discurso prometiendo su
apoyo para la lucha por la libertad de la región.
Dijo:
“Después de décadas de aceptación del mundo tal cual es en la región,
tenemos una oportunidad de buscar un mundo como debe ser… EE.UU. se
opone al uso de la violencia y la represión contra la gente de la
región”.
En los meses
siguientes, EE.UU. ha emitido declaraciones limitadas en las que critica
los juicios militares y el hecho de que el ejército no haya revocado la
ley de emergencia, un instrumento de represión odiado bajo Mubarak. Más
recientemente, el intento de los militares de obtener poderes de mayor
alcance y asegurar que en gran parte no tengan que rendir cuentas ante
los gobernantes civiles llevó a la secretaria de Estado Hillary Clinton a
emitir una advertencia indirecta a los generales en un discurso.
Sin
embargo, EE.UU. ha dicho poco en público para condenar la represión y
el uso de la violencia por los gobernantes de Egipto. Su reticencia está
arraigada en su temor de perder acceso e influencia sobre el consejo
militar en tiempos delicados de transición.
También parece que los
funcionarios estadounidenses han decidido que los militares son el único
cemento que mantiene firme una situación muy frágil de la seguridad en
Egipto, que tiene fronteras con el aliado clave de EE.UU., Israel, y
controla el Canal de Suez, un corredor marítimo crucial.
Algunos
egipcios dicen que la política de EE.UU. de no correr riesgos para
preservar el acceso es una escapatoria. El señor Hanna dice que EE.UU.
tiene suficiente influencia como para jugar un papel más constructivo
sin poner en peligro su relación con los gobernantes militares.
Y no
importa cuánta influencia pueda tener, EE.UU. debería dejar claro que no
aprueba la represión, dice.
“Pienso
que incluso en las circunstancias en que no podamos lograr un cambio
radical de política o influenciarla, es importante que mostremos
nuestras propias líneas rojas, porque es importante que dejemos claras
las cosas con las que no estamos de acuerdo”, dice.
¿Más influencia en conversaciones privadas?
Los
funcionarios estadounidenses tienen contacto regular con los generales,
y pueden pensar que son capaces de ejercer más influencia en privado,
donde algunos dicen que han aumentado recientemente sus advertencias.
El portavoz adjunto del Departamento de Estado, Mark Toner, dijo en una declaración escrita al Monitor,
enviada antes de los choques más recientes, que EE.UU. habla sobre los
temas de derechos en conversaciones privadas con dirigentes egipcios.
“Como
lo hacemos con cualquier otro país, presentamos regularmente
preocupaciones respecto a los derechos humanos en Egipto, tanto en
público como en privado”, dijo. “También estamos comprometidos con la
ayuda a Egipto mientras navega por un camino hacia elecciones
democráticas”.
Pero los
funcionarios de EE.UU. también han expresado consistente y públicamente
su confianza en la capacidad y desempeño del consejo militar para
controlar el período de transición.
EE.UU.
“no puede conseguir todo lo que desea”, dice Heba Morayef, una
investigadora basada en El Cairo para Human Rights Watch. “EE.UU. no
puede mantener su enfoque de los últimos meses de expresar confianza en
el SCAF y al mismo tiempo plantear temas específicos como la ley de
emergencia o los procesos militares. Enfrenta una alternativa entre el
apoyo al SCAF o a las voces a favor de la reforma”.
Calificó
la declaración del lunes de espantosa. “Pienso que esa cita muestra una
carencia total de comprensión de la situación en el terreno, o muestra
algo más siniestro, que sería, una vez más, un apoyo incondicional al
SCAF a costa de las vidas de los manifestantes”, dijo, agregando que
tiende a la primera interpretación.
Los egipcios a EE.UU: ¡Fuera las manos de nuestro país!
Por
cierto, no está claro si los funcionarios estadounidenses tienen en
cuenta la percepción popular de semejantes declaraciones. Hanna de The
Century Foundation dice que parece que no comprenden cómo se percibe la
política de EE.UU. en la calle.
“Pienso
que existe una importante brecha en la percepción que los responsables
políticos de EE.UU. no parecen superar, porque no entienden que la gente
ve su política esencialmente como una recuperación de la era de Mubarak
sustituido por el SCAF”, dice.
Para
complicar aún más la actitud de EE.UU., el humor que prevalece en
Egipto es de decidida oposición a la interferencia extranjera. Muchos
egipcios, cansados de 30 años en los que percibieron que Mubarak hacía
el juego a EE.UU. a costa del interés nacional, esperaban que sus
dirigentes plantearan un camino más independiente después del
levantamiento.
En ese terreno, hay quienes no desean oír ninguna
declaración en absoluto de EE.UU.
“Rechazamos
toda intervención extranjera”, dice Mohamed Abdullah, un manifestante
de la plaza Tahrir, cuando se le preguntó sobre la posición de EE.UU.
ante los gobernantes de su país. “Queremos que EE.UU. nos deje
tranquilos, que se mantenga afuera”.