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La “gran” prensa no se hizo la pregunta: ¿Por qué no hubo indignados en Venezuela, Ecuador, Bolivia?

http://www.contrainjerencia.com/wp-content/uploads/2011/10/pedrosantander.jpg PEDRO SANTANDER / EL CIUDADANO.CL – Es bueno recordar que tan importante como lo que la prensa publica es también lo que los medios –por diversas razones- deciden no publicar.
 
En estos días, por ejemplo, hemos podido ver crónicas, editoriales, columnas de opinión, reportajes, etc., acerca del movimiento de indignados en el mundo entero. Madrid, Nueva York, Bruselas, Atenas, El Cairo, Tel Aviv, y, por supuesto, Santiago de Chile han sido ciudades donde la indignación de las personas se ha expresado con fuerza y, a ratos, con furia.

Es una indignación que efectivamente carece de una articulación orgánica (un partido, un sindicato, etc.) que la unifique, antes bien, vemos movimientos, agrupaciones, ciudadanos que conforman y dan forma al malestar. Pero sí que tienen en común un punto: el rechazo a cómo se genera y se reparte la riqueza y el bienestar en las sociedades a las cuales se pertenece.

Este movimiento se ha expandido por el mundo, hasta llegar al centro financiero: Wall Street. Sin embargo, lo que los medios no han señalado es que en algunos países de Sudamérica este movimiento no ha tenido importancia alguna, o sólo de manera marginal.

Porque mientras en Santiago de Chile marchaban unas 70 mil personas, en Caracas, en La Paz o en Quito no pasaba nada y el llamado de los “indignados del mundo” para el sábado 22 de octubre no encontraba suelo fértil en esas ciudades. Parecida cosa ocurrió en Buenos Aires, donde apenas 800 personas se sumaron a la marcha mundial o en Uruguay, donde, según la prensa, sólo 90 personas marcharon por Montevideo.

¿Qué tienen en común Argentina, Uruguay, Venezuela, Ecuador y Bolivia que nos pudiera explicar esta aparente inmunidad al movimiento internacional de los indignados? Claramente no son países con sus problemas económicos y sociales resueltos, pero sí son naciones que han enfrentado esos problemas con una visión y con medidas distintas a los demás.

Se trata de países que muestran altas tasas de crecimiento económico (igual que Chile), pero que (a diferencia de Chile) han dejado atrás el dogma neoliberal y quieren resolver de otro modo lo que el vicepresidente boliviano, Álvaro García Linera llama “la apropiación de la riqueza y el control del excedente”. En esa línea, estos países sudamericanos han realizado diversas medidas –con intensidades y velocidades distintas- para que la apropiación de la riqueza comience a ser colectiva y no –como ocurre en Chile- fundamentalmente privada.

Mayor presencia del Estado, renacionalización de los recursos naturales (lo que ha permitido la generación de excedentes), independencia de los dogmas y recetas del dúo diabólico FMI/BM; independencia de EE.UU. (por ejemplo, en el comercio y en la política internacional); democratización de las tomas de decisiones (en Venezuela, Ecuador y Bolivia se redactaron nuevas Constituciones); democratización de la comunicación (Argentina aprobó una nueva Ley de Medios que es antimonopólica y Uruguay tiene un ley de radiodifusión que le asigna un tercio del espectro a las emisoras comunitarias) y creación de espacios regionales propios.

Todo eso ha sido posible ya que antes hemos tenido nuestra propia historia de indignados y luchas populares: el Caracazo en 1989, los piqueteros argentinos en 2002, la Guerra del Agua y del Gas en Bolivia (2001-2003), los “forajidos” ecuatorianos (2005), etc.

Le llevamos, pues, casi una década de ventaja al los países centrales en la reflexión crítica sobre el capitalismo y la democracia y en las medidas que deben tomarse para enfrentar el lado oscuro de ese binomio.

Sin duda que, por lo mismo, la crisis económica que golpea a Europa y EE.UU. se siente menos en gran parte de Sudamérica y los indignados hoy se pronuncian en otras partes del mundo.

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