ALBERTO CRUZ / Tercera Información- China es el
incuestionable nuevo actor de la política internacional. No sólo es
cortejado el país para que acuda en auxilio de la economía agonizante de
los países europeos, sino que su política está siendo cada vez mejor
acogida en un mundo que observa cómo se acelera el declive
estadounidense y occidental.
La política exterior china es la puesta en práctica de un modelo
político y diplomático que prefiere desarrollar el “poder blando”
–diplomacia, no injerencia y multipolaridad- en contraposición al modelo
tradicional estadounidense y europeo de intervención militar,
unipolaridad e interferencia política (1).
Lo que viene ocurriendo en el
Magreb y Oriente Próximo en los últimos tiempos, o lo sucedido con los
procesos emancipatorios que se vienen desarrollando en América latina en
los últimos años lo pone claramente de manifiesto.
Esta política, basada en lo que los académicos chinos denominan “el
consenso de Beijing”, está siendo desarrollada a gran escala a partir
del año 2007 aunque desde mucho antes China ya venía tejiendo una
cautelosa red de influencia en todo el mundo –de forma especial en
África, Asia y América Latina- que ya preocupa de forma oficial a
instituciones como el Banco Mundial.
Este organismo acaba de hacer
público un informe tremendamente esclarecedor sobre cómo América Latina
está soportando la crisis económica mucho mejor que EEUU y Europa (2) en
el que se afirma: “El fuerte crecimiento en la última década en América
Latina y el Caribe ha tenido un nuevo impulsor clave, China, que ha
demostrado ser una fuente importante de estabilidad, tanto durante la
crisis económica mundial de hace dos años, la más grande desde la Gran
Depresión, como durante la actual crisis del mercado que está ocurriendo
en Europa y Estados Unidos”.
Sin embargo, junto a esta evidencia que parece a primera vista un
elogio, de inmediato aparece la gran preocupación: “el crecimiento en
los países de América Latina y el Caribe parece estar cada vez más atado
a los desarrollos en China y menos al de los países desarrollados”, un
hecho que no gusta lo más mínimo al BM que insiste en ello una y otra
vez.
Tomemos otro ejemplo: “a pesar de la desalentadora imagen de la
actual conexión de América Latina y el Caribe con China, existen algunas
señales esperanzadoras [para una política económica menos dependiente
de las relaciones con China].
Las mejoras institucionales y en los
marcos de políticas económicas de América Latina y el Caribe aumentan
las oportunidades de evitar la maldición de los recursos naturales [en
los que según el BM se asienta la presencia china en el continente
americano] y aumenta las esperanzas de que se convierta en bendición.
Además existe creciente evidencia de casos específicos en la producción
de productos agrícolas de la región de amplia modernización tecnológica,
efectos de agrupación y vínculos con otros sectores (por ejemplo,
Argentina, Brasil, Chile y Uruguay)” que alejarían a los países
latinoamericanos de los chinos.
Como no se puede tapar el sol con el dedo, todo el informe del BM
ofrece una palada de cal y otra de arena. Así, mientras que se certifica
que “China es lo suficientemente grande y crece lo suficientemente
rápido para ejercer una influencia importante sobre la región”, de
inmediato se afirma que “todavía sigue siendo menos desarrollada que
América Latina y el Caribe y por lo tanto no puede ser una fuente
significativa de aprendizaje para la región”. ¿Dónde, entonces, tienen
que aprender estos países?
Pues donde siempre: “el aprendizaje (producir
más y mejor de lo mismo, y producir cosas nuevas) en una economía
globalizada puede provenir de cualquier lado, no sólo del país al cual
se exporta, siempre y cuando se tengan las instituciones y políticas
adecuadas.
La ausencia de estas últimas explica en parte porque América
Latina y el Caribe no pudo capitalizar la estrecha relación que mantenía
con los EE.UU. (una economía rica e innovadora operando en la frontera
tecnología) durante la mayor parte del período posterior a la Segunda
Guerra Mundial”.
El que fuese precisamente EEUU quien impidiese el
desarrollo de esas instituciones apoyando y fomentando los golpes de
estado y las dictaduras militares no está dentro de los parámetros del
BM. No hay ni una sola referencia a ello en las 67 páginas del informe.
Se dirá que no es el cometido del BM. Pero da la casualidad que es
justo con la desaparición de las dictaduras militares y la restauración
de las incipientes democracias –que no se atrevieron a romper del todo
con el legado de los golpistas- cuando se inició el crecimiento
económico de América Latina, ahora tan alabado.
Traducido en datos del
BM, el continente ha aumentado un 25% su Producto Interior Bruto desde
entonces, con un “brillo especial en los últimos 10 años” (sic). Es
decir, con la llegada de los chinos al continente.
21 de 33
En apenas diez años China ha establecido relaciones diplomáticas y
económicas con 21 de los 33 países latinoamericanos y caribeños y la
inversión china en ellos es ya de 50.000 millones de dólares (unos
35.000 millones de euros). Pero China ha hecho algo especial con América
Latina: ha comenzado a otorgar créditos al desarrollo. Eso implica un
compromiso profundo y a largo plazo con el continente latinoamericano
que no aparece en el informe del BM.
En una época de débil crecimiento económico, de caída de los precios
de los productos básicos y con restricciones en el acceso a créditos la
presencia china ha sido recibida con alborozo en países como Venezuela,
Brasil, Bolivia, Paraguay, Colombia, Ecuador y Argentina. Los casos de
Venezuela, Brasil y Argentina son especialmente significativos.
En estos
países, China está invirtiendo en el área de exploración de recursos
naturales y de explotación de los mismos. China se ha convertido,
además, en el mayor socio comercial de Brasil, superando a los EEUU.
Más
del 60% de las importaciones chinas de soja provienen de Brasil y
Argentina, principalmente; la harina de pescado llega en un 80% de Perú y
Chile (en este último país la industria del salmón es de matriz china) y
los vinos y las uvas también llegan desde Chile en un 45%.
La magnitud de las inversiones chinas en América Latina es asombrosa.
Principal socio comercial de Brasil y Chile, segundo socio comercial de
Perú y Argentina según el Banco Interamericano de Desarrollo.
Las
importaciones chinas de América Latina aumentaron el 1.153% en la década
de 2000-2010, mientras que las exportaciones lo hicieron en un 1.800%.
Sólo en los diez primeros meses de 2010 el volumen de operaciones chinas
en América Latina y el Caribe alcanzó la cifra de 22.740 millones de
dólares (16.844 millones de euros), también según el BID.
Entre esas
exportaciones hay electrodomésticos, teléfonos y aparatos de aire
acondicionado que muy pronto tendrán fábricas de ensamblaje en Cuba y
Venezuela.
Este último país ha abierto una línea de crédito de 20.000 millones
de dólares (14.890 millones de euros) a cambio de petróleo: 200.000
barriles diarios en 2010, 250.000 barriles en 2011 y 300.000 en 2012.
Esto significa que en una década Venezuela estará en condiciones de
exportar a China un millón de barriles diarios, más o menos la cantidad
que exporta a EEUU (el total de la producción de petróleo de Venezuela
es de 3 millones de barriles diarios).
De ahí la importancia de las
elecciones presidenciales recientemente adelantadas por Chávez a ese
año.
Su triunfo garantizará una aceleración de todo este proceso y un
significativo avance de la independencia económica de Venezuela respecto
a EEUU.
Otro tanto ocurre con Bolivia, país con el que China ha llegado a un
acuerdo para construir un satélite de comunicaciones que va a
proporcionar cobertura en todo el país y que tiene de los nervios a las
hasta ahora grandes corporaciones como Intelsat o Hispasat, por
mencionar sólo algunas.
El no depender de las estaciones occidentales es
vital para la supervivencia del gobierno de Evo Morales, que evita así
injerencias descaradas en su política interna.
Como es lógico, no todo es un camino de rosas.
En países como
Argentina las críticas a los acuerdos con China se han producido, en
especial en la provincia de Río Negro, al firmar un acuerdo para la
compra de unas 320.000 hectáreas de la mejor tierra de cultivo para
producir maíz, trigo, cebada, soja, cebolla, patata, frutos secos y
vides para la exportación a China.
En otros países (Ecuador, Perú en
menor medida) también hay críticas similares que no son objeto de este
artículo.
Sin entrar en tantas cifras concretas el BM recoge esta
realidad, a su manera, al afirmar que el aumento del PIB fue
“considerable” en países como Argentina, Brasil, Bolivia, Chile,
Paraguay, Perú y Uruguay añadiendo en el mismo grupo a Panamá, República
Dominicana, Guyana y Surinam, aunque matizando que en el caso de estos
últimos países haya habido otro factor, además del chino: “tal vez
aprovechando su proximidad con Brasil”.
Estos países suponen el 71% del
PIB de América Latina y el Caribe y serían el motor del crecimiento
económico del continente.
El BM establece con el resto dos grupos, uno
digamos intermedio, en el que estarían El Salvador, México, Venezuela y
los países del Caribe y en la parte más baja se situarían la mayoría de
los centroamericanos que tenderían un crecimiento más moderado, de un 7%
inferior al que tenían antes de lo que el BM denomina pre-crisis (años
2003-2007).
No obstante, para el BM “los países de crecimiento alto, que están
cada vez más conectados con China, se encuentran actualmente chocando
contra las restricciones de capacidad para un crecimiento no
inflacionario” y, en consecuencia, alerta sobre las consecuencias de la
inflación de cara al sobrecalentamiento económico y al aumento en los
precios de los alimentos y combustibles en un futuro no lejano si, a su
juicio, no se corrige la política macroeconómica actual y se evita una
“excesiva apreciación” de las monedas locales de cara al aumento y alta
volatilidad en los precios de las materias primas e ingresos de capital.
Es decir, un argumento muy similar al que se difunde desde EEUU sobre
el “redimensionamiento” de la moneda china, a quien se presiona para que
baje su valor y de esta manera facilite la exportación y así se
recupere la economía estadounidense.
Al mismo tiempo, el tener un dólar
fuerte –fortaleza que pierde cuando otras monedas se revalorizan- otorga
a EEUU una ventaja considerable para lidiar con los problemas actuales y
le permite endeudarse a un bajo costo incluso en circunstancias de alta
incertidumbre para el sistema capitalista como las actuales.
La relación China –América Latina y Caribe es cada vez más estrecha y
de difícil vuelta atrás. Los gobiernos más conservadores y proclives a
los intereses imperialistas (con el caso más paradigmático de Colombia)
están buscando reforzar sus vínculos económicos con China.
De ahí que el
rol chino como una fuente independiente de influencia sobre las
economías latinoamericanas se refuerce día a día, a medida que se
acentúa el declive de EEUU y sus aliados europeos.
La realidad es que
América Latina crece y Europa decrece, razón por la cual el BM establece
que hay un “desacoplamiento” de la economía del sur del continente
americano respecto de las “economías avanzadas” y, por el contrario,
unos lazos cada vez más fuertes con las “economías emergentes”.
A pesar de las evidencias, el BM discute la relación “no muy
alentadora” entre China y América Latina para la promoción del
crecimiento a largo plazo de la región y establece una comparación entre
Japón y la parte este de Asia, donde el país nipón fue el motor del
desarrollo de los denominados “tigres asiáticos”. El BM juzga como un
factor negativo para la continuidad del crecimiento latinoamericano el
alejamiento geográfico de China.
Por eso contrapone el caso chino al
japonés y hace constantes referencias a que los latinoamericanos
tendrían que tener más presente a EEUU, aunque la situación económica
que atraviesa este país no ayuda y eso lo reconoce el BM. Esta es la
razón por la que, una y otra vez, a lo largo del informe se vierten las
críticas junto con los elogios.
Si bien se concluye afirmando que China
se ha convertido en la última década en un importante polo de
crecimiento para América Latina y el Caribe y que no se han cumplido las
preocupaciones iniciales –se supone que del propio BM- sobre que la
producción China desplazaría la producción de América Latina y el Caribe
a mercados terciarios (reconociendo que la relación con China se ha
caracterizado por la gran complementariedad entre la abundancia de
recursos naturales de América Latina y el Caribe y el modelo de
desarrollo chino, altamente dependiente de los recursos naturales), se
afirma que “la conexión con China no debe tomarse con complacencia”
porque al estar basada “en gran medida” en la exportación de recursos
naturales y productos agrícolas, “plantea la incertidumbre de si esta
conexión puede convertirse en una maldición para el crecimiento de largo
plazo en lugar de la bendición que representa en el corto plazo”.
El BM acusa a China de beneficiarse de los recursos naturales en
América Latina, pero no invertir lo suficiente en la región, que sería
de unos 4.000 millones de dólares anuales (2.900 millones de euros).
Una
“cuantía modesta”, para el BM comparada con la que realizan EEUU y la
UE a pesar de la crisis que sufren.
Pero China refuta dichos datos
afirmando que la inversión directa no financiera es el triple de la que
dice el BM, 11.000 millones de dólares (8.100 millones de euros), el
3’5% de lo que destina en Inversión Directa Exterior en todo el mundo
(3). La cifra total de la inversión china en el exterior es de 317.200
millones de dólares (235.000 millones de euros), muy por encima de
países como Japón y Gran Bretaña.
Notas:
(1) Alberto Cruz, “China inicia el cambio en la geopolítica internacional”, http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article793
(2) Banco Mundial, “Crecimiento a largo plazo de América Latina y el Caribe. ¿Hecho en China?”, septiembre de 2011. http://siteresources.worldbank.org/LACINSPANISHEXT/Resources/Annual_Meetings_Report_LCRCE_Spanish_Sep17F.pdf
(3) Hong Lei, portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores, 22 de septiembre de 2011. Agencia Xinhua.
Alberto Cruz es periodista, politólogo y escritor. Su último
libro, actualmente en imprenta, es “La violencia política en la India.
Más allá del mito de Gandhi””, editado por La Caída con la colaboración
del CEPRID.
albercruz@eresmas.com
Fuente: CEPRID