Como saben, este mes de agosto el monarca teocrático de la modestamente
llamada “Santa Sede”, el teólogo anteriormente conocido como Joseph
Ratzinger, va a estar unos días en Madrid, España, en medio de la
organización de la Jornada Mundial de la Juventud
(JMJ), una especie de revival católico.
El gobierno español, al que los
obispos consideran apenas un poco menos que un instrumento de Satanás,
generosamente ha concedido todos los favores que la ley permite, y
algunos más, a la Iglesia Católica, de manera que Benedicto XVI pueda ir
por donde desee con toda la pompa de un rey medieval, sin pagar un
céntimo de euro.
Ahora bien, como en la católica España en realidad es una minoría decreciente la que asiste a misa, cree en los dogmas y cumple con las represiones afectivo-sexuales exigidas para ser católico de pro, no es de extrañar que muchos españoles sean indiferentes a la venida del vicario de Cristo, y unos cuantos estén de hecho molestos.
Ahora bien, como en la católica España en realidad es una minoría decreciente la que asiste a misa, cree en los dogmas y cumple con las represiones afectivo-sexuales exigidas para ser católico de pro, no es de extrañar que muchos españoles sean indiferentes a la venida del vicario de Cristo, y unos cuantos estén de hecho molestos.
Para empezar
está la crisis económica: en un tiempo de abundancia el principio sería
válido igualmente, pero en un momento de estrecheces no parece correcto
que el estado financie los gastos de una gira de Benedicto XVI.
La
visita costará bastante dinero y nadie sabe cuánto exactamente, o si el
turismo compensará el gasto; lo único seguro es que la Iglesia no la pagará.
Entre los defensores de la religión siempre algunas figuras no creyentes que, a fuerza de ser moderadas, terminan justificando lo injustificable.
Entre los defensores de la religión siempre algunas figuras no creyentes que, a fuerza de ser moderadas, terminan justificando lo injustificable.
Como Felipe Muñoz, que escribe en Diario Siglo XXI un artículo titulado “La visita del Papa y el espantoso silencio”,
en el que se despacha con tantas tangentes irrelevantes al tema que me
he visto obligado a desmenuzarlo párrafo por párrafo.
Muñoz es un ateo
de los que le gustan al Papa: reflexivo, moderado, balanceado, a todas
luces un candidato al ridículo Patio de los Gentiles.
Parafraseo levemente en lo que sigue. Comenzamos, como quien dice, con el pie izquierdo.
Parafraseo levemente en lo que sigue. Comenzamos, como quien dice, con el pie izquierdo.
La mayor parte de los españoles aún cree a pies juntillas en la leyenda negra sobre la Iglesia Medieval…
En España existe cierta tradición política anticlerical, de la que los sectores de la Memoria Histórica se sienten todavía orgullosos (ignorando que, en su tiempo, la tradición se convirtió en matanza).
La “leyenda negra” es por definición un invento, pero los hechos no
legendarios siguen ahí.
Que los protestantes hayan inventado crímenes de
los católicos, y que los hayan cometido ellos también, no quita que la
Iglesia Católica medieval haya sido una institución que empleaba
torturadores profesionales y que cada tanto hacía quemar viva a una
persona.
En cuanto a la tradición anticlerical, ¿tendremos que creer que
surgió de la nada, así porque sí, porque a los españoles de un día para
el otro les empezaron a caer mal los curas?
¿No habrá tenido nada que
ver con siglos de oscurantismo coronados por cuarenta años de dictadura
fascista bajo palio?
Pero incluso borrando la Inquisición y el
franquismo, hay muchas otras razones para oponerse al papado.
Pasemos, también, de la constatación de que muchos medios de comunicación […] manipulan por sistema todos los escritos y todas las tomas públicas de posición eclesiásticas […]
hasta el punto de que, por ejemplo, la moral sexual católica es reducida a la prohibición del preservativo.
Muy mal, porque la moral sexual católica es mucho más: es el rechazo a
toda forma de sensualidad que no tenga como objetivo explícito la
producción de futuros católicos dentro de una unión matrimonial
sacramental.
Y esta moral íntegramente antisensual y antisexual debería
ser más estudiada por los medios. La Iglesia no sólo condena el
preservativo: en tanto es imposible (salvo patológicamente) no sentir
deseo y no desear placer, nos condena a todos.
España, como país, debe hospitalidad a Benedicto XVI, como la debe a cualquier mandatario, y a cualquier persona en general, que visite nuestro país.
Quisiera obviar el tema de los inmigrantes ilegales, pero no puedo.
Darle “hospitalidad” a Benedicto XVI durante unos días cuesta tanto como
lo que consume un inmigrante ilegal en varios años (si es que no
trabaja y se dedica a vivir del estado).
Y un inmigrante ilegal somalí
que huye del hambre necesita mucho más esa hospitalidad que Benedicto
XVI.
El Papa es gobernante de un país con el que España mantiene relaciones diplomáticas amistosas. Y, a su vez, además de ser uno de los filósofos más importantes de la actualidad…El Vaticano es un país porque hace siglos un emperador romano decretó que el catolicismo (fundado por uno que dijo “mi reino no es de este mundo”, si mal no recuerdo) sería la única religión permitida, y los líderes de esa religión, con prerrogativas de príncipes, se asignaron un territorio en la Península Itálica, que luego se vio reducido hasta menos de la mitad de un kilómetro cuadrado, acordados con un dictador fascista con el cual no tuvieron empacho en acordar para preservar sus tesoros y una sede para su poder terrenal.
Todos los países son
accidentes históricos, pero el Vaticano es casi una broma histórica.
El Papa es un hábil teólogo, es decir, un retórico.
Dudo que muchos filósofos actuales lo consideren un referente importante.
La filosofía busca la verdad; la teología prescinde de la verdad al asumir a priori una entidad incomprobable como base de toda la existencia.
De más está decir que aunque fuera el filósofo más importante del planeta, eso no justificaría paralizar una ciudad y gastar millonadas en un evento de fans para homenajearlo.
El Vaticano hace lobby contra la anticoncepción, desinforma sobre los medios de prevención de enfermedades de transmisión sexual, sobre el aborto y sobre la abstinencia, y promueve la discriminación hacia los homosexuales.
Hay un par de párrafos sobre el relativismo, con los que estoy completamente de acuerdo. La verdad no se vota. Es una tontería pedir que la Iglesia se democratice.
Dudo que muchos filósofos actuales lo consideren un referente importante.
La filosofía busca la verdad; la teología prescinde de la verdad al asumir a priori una entidad incomprobable como base de toda la existencia.
De más está decir que aunque fuera el filósofo más importante del planeta, eso no justificaría paralizar una ciudad y gastar millonadas en un evento de fans para homenajearlo.
Si hubiéramos de tener en cuenta la historia de cada país o de cada institución a la hora de recibir a sus mandatarios, no existirían las relaciones diplomáticas en absoluto.Quizá no. Pero un objetivo de mínima deseable sería no recibir a líderes de instituciones que obstruyan sistemáticamente iniciativas globales y locales de salud o de lucha contra la discriminación, por ejemplo.
El Vaticano hace lobby contra la anticoncepción, desinforma sobre los medios de prevención de enfermedades de transmisión sexual, sobre el aborto y sobre la abstinencia, y promueve la discriminación hacia los homosexuales.
Hay un par de párrafos sobre el relativismo, con los que estoy completamente de acuerdo. La verdad no se vota. Es una tontería pedir que la Iglesia se democratice.
La Iglesia es una asamblea (eso significa
la palabra) pero sus miembros no se reúnen para decidir, sino para
someterse en conjunto.
Por eso me causan un poco de lástima los
progresistas de la Iglesia, que dicen querer cambiarla desde adentro.
El breve interludio de sensatez se interrumpe con esta patética justificación de la imposición religiosa:
Imagínense, por un momento, que ustedes están convencidos, fuera de toda duda, de que el mundo (todas las personas que lo componen), está en peligro.E imagínense que ustedes, a su vez, conocen, fuera de toda duda, la manera de salvar la vida a todos.
Y, por último, imagínense que se encuentran con otras personas que creen lo mismo que ustedes y organizan una institución para comunicar más eficazmente, a todo el mundo, la forma de salvarse.
En ese caso, ¿aceptarían tranquilamente que se les pidiera que mantuvieran sus creencias en privado, por “respeto” a los demás?
¿Qué clase de respeto es ésa?
¿No es más respetuoso, a la par que más noble, comunicar a todo el mundo que está en peligro y lo que tiene que hacer para salvarse?
Aunque uno contemplase la posibilidad de estar equivocado, ¿no seguiría adelante, de todos modos?
¿No contaría lo que sabe a todo el que quisiera escucharle y aún al que no quisiera?
Con este argumento es posible justificar cualquier cosa, incluyendo la tortura hasta lograr que el no creyente se convierta.
Al fin y al cabo,
el cuerpo es sólo una envoltura temporal para nuestra alma: que el
cuerpo sufra para que el alma se salve es racional, ¿no?
Pero aquí ya
nos desviamos del tema. Porque claramente esto no es un asunto de
libertad religiosa.
Tiene que ver con los lugares que uno toma y hasta
dónde la sociedad se lo permite.
La Iglesia ocupa muchos lugares de
privilegio en España (como en la mayor parte de los países de Occidente)
y resiste fieramente, no digamos el sometimiento a las mismas leyes que
cualquier ONG, sino la mera equiparación con el resto de las religiones
e ideologías —privilegiadas pero no tanto— que también creen, cómo no,
que tienen la verdad que salva al mundo y la obligación de proclamarla.
Esa discusión es otra.
Aquí se plantea si está bien que un estado laico
le ceda el control de una ciudad capital a una organización religiosa y
le pague los gastos a su líder, que viene a proclamar sus verdades, con
dinero de los impuestos de ciudadanos que en su mayoría no concuerdan
con esas verdades.
(Y si concordaran, podrían pagar ellos los gastos.)
La cita final da nombre al artículo:
“La voz del Papa ha dado ánimo a muchos hombres y a pueblos enteros; en los oídos de muchos ha sonado también dura y cortante, e incluso ha suscitado odio; pero, si enmudece, será un momento de silencio espantoso”.
Tiene cientos de miles de representantes que trabajan para transmitir su mensaje, gratuitamente, en todo el planeta.
El Vaticano es propietario de escuelas y medios de difusión, y sus fieles más ricos aportan a la Iglesia cantidades ingentes de dinero.
La voz del Papa no corre peligro.
No sé a quiénes puede dar ánimo un mensaje de sumisión, antiintelectual,
de supresión de los placeres y de las libertades, como el de Benedicto
XVI.
Pero no hace falta que ningún ateo de principios se preocupe por el
acallamiento de esas voces odiosas.
Las ideas reaccionarias y
antihumanistas no son patrimonio exclusivo del Papa, y aunque les ayuda a
propagarse, no necesitan (lamentablemente) que estados soberanos
supuestamente aconfesionales les den más lugar del que ya tienen.
Que
esas ideas, las ideas de Benedicto XVI y de sus acólitos, se defiendan
solas, por sus propios méritos.