Consciente de que la producción industrial de alimentos naturales, frutas y verduras, es cada vez menos sana y que los precios de los alimentos orgánicos son en ocasiones inaccesibles para la mayoría de la población, Julie Bass decidió comenzar a cultivar algunos vegetales en su jardín.
“El precio de los alimentos orgánicos está por los cielos [...].
Así que pensamos que sería muy bueno hacerlo (crecer verduras) para que los vecinos pudiesen ver.
Los niños lo aman.
Todos los niños del barrio venían y ayudaban”.
Pero al parecer para las autoridades de la ciudad de Oak Park, en Michigan, este tipo de prácticas no son las apropiadas o suficientemente comunes para un jardín delantero, así que, tras llamar la atención a Bass y luego enviarle una multa, ahora la amenazan con una pena carcelaria de hasta 92 días.
“Eso no es lo que queremos ver en un patio delantero”, afirma Kevin Rulkowski, planeador urbano de Oak Park.
La primitiva postura de las autoridades locales nos hace preguntarnos cuál puede ser la verdadera causa detrás de esta ridícula actitud.
Por un lado tal vez solo quieren ver jardines llenos de flores, monótonamente sintonizados entre todos los hogares de la ciudad, o tal vez lo que les molesta es que las personas están acercándose a la posibilidad de hacerse alimentariamente autónomos.
En cualquiera de los dos casos, este incidente no deja de ser caricaturesco y altamente condenable.