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La historia de Claude Eatherly

 El día 6 de agosto de 1945 un bombardero B-29 llamado "Enola Gay", y pilotado por Paul Tibbets, despegó de la base de Tinian. Junto a él volaban dos bombarderos auxiliares más bautizados como "Great Artiste" (cargado con material de medición) y "#91" o "Necessary Evil" (cargado con cámaras fotográficas y de cine).

Las tres naves cumplimentaron la primera parte de su misión alcanzando las costas de Iwo Jima y encontrándose a 2440 metros de altura con otros tres bombarderos: el "Straight Flush" comandado por Claude Eatherly y otras dos aeronaves encargadas de darle cobertura a esta.

Si el "Enola Gay" iba a ser el encargado de culminar la misión expulsando de su vientre a Little boy, el inofensivo nombre con el que se bautizó a la primera bomba atómica que se lanzaría sobre población civil, la del "Straight Flush" no era menos importante: 
 
Eatherly era el encargado de seleccionar el objetivo sobre el que caería la bomba atómica.
 
Lo encontró en un claro de nubes de dieciseis kilómetros cuadrados que se abría encima de Hiroshima.
 
El Piloto informó a Tibbets de la velocidad del aire en la zona y de la temperatura para que la bomba no fallara su objetivo designado en la ciudad escogida: El puente Aioi.

Eatherly hizo su trabajo y vio como los tres B-29 se elevaban surcando el aire para alcanzar la ciudad. 
 
Un poco antes de las 8.15 de la mañana Enola Gay sobrevuela el área urbana de Hiroshima a 8995 metros de altura y suelta la carga que, sólamente media hora antes, había sido cargada para la misión.
 
En menos de 55 alcanza la altura prevista para su explosión, unos 500 metros sobre el cielo de Hiroshima, y estalla produciendo una bola de fuego que eleva la temperatura hasta el millón de grados centrígrados en menos de un segundo. 
 
El hongo nuclear se eleva y se eleva y el artillero de cola Bob Caron registra con su cámara el momento temiendo que Little Boy los arrastre con él hacia ese infierno de fuego y humo violaceo que ha desencadenado allí abajo. 
 
Exactamente Little Boy ha fisionado un 1.38% del material con la que va cargado, los suficientes para deflagar 13 kilotones de TNT y destruir unos doce kilómetros del área urbana de la ciudad.

La aeronave está completamente en silencio y solo Robert Lewis, copiloto de la nave, dice: "Dios mío ¿Qué hemos hecho?".

El Enola Gay se aleja del lugar mientras que la Cadena Nacional de Radio japonesa, NHK, ha detectado que la ciudad de Hiroshima ha desaparecido de la emisión. Simplemente se ha esfumado.

Días más tarde ya se saben las brutales cifras: 70.000 muertos y otros 100.000 heridos de diferente gravedad que han emergido de las ruinas como muertos vivientes en medio de un paisaje arrasado y por el que son incapaces de orientarse. 
 
Muchos de ellos, los que están mejor, buscan el Hospital de Shima, el más grande de la ciudad, sin saber que Eatherly, ha hecho mal los cálculos de viento y la bomba no ha caído sobre el puente de Aioi si no sobre el edificio del hospital que se encuentra a menos de 300 metros. 
 
La mayoría de los médicos y enfermeras destacados en la ciudad han muerto, los que están vivos se enfrentan al caos y la falta de medios que ahoga a Japón en las últimas fechas de la guerra pero también al desconocimiento de la naturaleza a la que se enfrentan: la radioactividad liberada por la bomba.

En la base de Tinian Claude Eatherly, el piloto del "Straight Flush" se siente mal y no puede dormir: Es atendido en la enfermería y se le suministran analgésicos porque se queja de que le duele la cabeza.

El 9 de agosto el B-29 bautizado como "Bocks Car" parte hacia Kokura portando consigo una nueva bomba atómica conocida como "Fat man". Kokura está completamente cubierta por las nubes y hay cierto desconcierto en el aire porque uno de los bombarderos de cobertura se retrasa.
 
Cuando la misión lleva ya dos horas de retraso Charles Sweeny, piloto del aparato principal, decide poner rumbo hacia el segundo objetivo: 
 
Nagasaki. Antes de las 11 descubren un hueco entre las nubes y a las 11.01 la bomba cae sobre el centro neurálgico de la ciudad liberando, esta vez, una fuerza de 22 kilotones.

Eatherly, a lo lejos, cree sentir la enorme deflagración y, por primera vez, despierta gritando y pensando que el cerebro se le fríe dentro del cráneo. 
 
No lo sabe pero a seiscientos kilómetros de distancia de la zona cero un niño llamado J. G. Ballard,prisionero del campo de prisioneros que está pegado al aeródromo de Lunghua, también cree ver dicho destello, una luz blanca iridiscente que lo estremece.
 
Días después alguien le cuenta que aquella es la bomba atómica que los americanos han lanzado sobre dos ciudades. 
 
Las define como "dos pedazos de sol". J.G. Ballard sobrevive a la II Guerra Mundial, a su cautiverio, al ejército japonés como niño y, como adolescente, tiene que sobrevivir a la indiferencia de sus padres y al abandono en una institución escolar inglesa que, cuenta, le hubiera recordado al campo de prisioneros si no fuera porque la comida allí era peor.
 
Después se hace aviador y después escritor de éxito de ciencia ficción. Ballard, en 1984, publicaría "El Imperio del Sol" contando su cautiverio y en 1991 la segunda parte titulada "La bondad de las mujeres". Entre tanto Spielberg lo hizo famoso adaptando su novela al cine.

Pero Eatherly murió seis años antes de que todo eso ocurriera y jamás conoció a Ballard.

Eatherly se hace famoso por su conducta errática y abandona el ejército en 1947 con una condecoración, la Air Medal, colgando del pecho. 
 
El abandono es forzoso y se le acusa de haber falsificado una prueba escrita. Algo absurdo porque es licenciado con honores.

Los norteamericanos han ganado la Gran Guerra, la que parece la guerra definitiva demostrando que lidera el Mundo Libre y que puede manejar con una sola mano al mundo que, al otro lado del charco, se está construyendo Stalin. 
 
Los episodios gloriosos se han multiplicado desde Normandía a Guam y los veteranos son recibidos y tratados como héroes, cobran pensiones vitalicias, ventajas a la hora de reiniciar sus estudios, se les da prioridad a la hora de ocupar cualquier puesto de trabajo para el que estén cualificados y todas las empresas del país se pegan, literalmente, por contar con algún héroe condecorado por haber saltado sobre un nido de ametralladoras japonesas o que haya pertenecido a la Compañía Easy.

El subconsciente norteamericano intenta pagar con comodidades el complejo de culpa que siente por haber mandado a una generación de jóvenes al matadero.
 
La visión del horror no mutila miembros pero ha dejado a muchos para el arrastre, al mismo ritmo que avanza la cómoda postguerra se multiplican los episodios de veteranos aquejados por stress postraumático o sentimiento de culpa.
 
Es el caso de Claude Eatherly que no consigue calmar sus demonios interiores.

Muchos veteranos han tomado la carretera, comprado coches viejos o motocicletas Harley y vestidos con la ropa de batalla de sus viejos uniformes, a los que convenientemente han arrancado galones e insignias, y se dedican a recorrer un país que defendieron pero que no conocen. 
 
Jack Kerouac inmortaliza a algunos de estos personajes en "El camino", la novela que inauguraría a la generación Beat, algunos de ellos constituirían los primeros club de motos, conocidos como el "1%" por ser los peores pendencieros borrachos y forajidos de las carreteras de la Gran América. 
 
Años más tarde aquellos clubes cristalizarían con la fundación en Oakland del primer capítulo del club de motos de los Hells Angels capitaneados por un jovenzuelo Sonny Barger.

Eatherly, nacido en Texas, intenta regresar a casa pero se pierde por el camino. 
 
Sólo camina erráticamente buscando acomodo. Reside un tiempo con su hermano y le confiesa que pasa las noches despierto por miedo a que vuelvan las pesadillas en las que el cerebro se le fríe dentro del cráneo.
 
Se siente responsable de la muerte de todas y cada una de las víctimas del bombardeo porque, al fin y al cabo, él fue el que eligió Hiroshima, el que erró en el cálculo del viento para que la bomba cayera sobre el hospital (aunque 300 metros más o menos no hubieran evitado la tragedia) y, lo que es pero, le perturba que la segunda ciudad elegida, Nagasaki, fuera el refugio elegido por las autoridades japonesas para albergar a algunos de los supervivientes de Hiroshima que fallecieron o vieron pasar ante sus ojos el terror nuclear por segunda vez como si el Emperador Hiro Hito estuviera pagando una especie de karma instantáneo por las atrocidades cometidas en el Pacífico.

Eatherly, completamente colgado, comienza a remitir parte de los cheques de sus pagas de veterano a la ciudad de Hiroshima acompañadas por lacrimógenas y desesperadas cartas de disculpa que nadie quiere contestar.
 
Las autoridades militares se enteran de que un héroe condecorado está haciendo mucho escándalo y deciden ingresarlo. 
 
Es en el manicomio para veteranos donde cuenta que "ve a todas aquellas personas perecer en un cementerio ardiente". Se le diagnostica "sentimiento de culpa extremo" y "stress de combate". 
 
Al parecer la conciencia se le ha despertado por completo. Su actitud no gusta porque cuestiona el ideal del "héroe de guerra".

Liberado y diagnosticado como enferme mental el ejército se encarga de hacer que su vida se olvide y de que pase lo más desapercibo posible. 
 
Sus cheques de disculpa son interceptados y devueltos a la familia. 
 
Contacta con grupos pacifistas yconsigue colar uno de esos cheques entre la correspondencia internacional y es recibido por una asociación de ayuda a los niños de Hiroshima sita en Tokyo.

Deambula por todo el Sur haciendo el papel de forajido. 
 
Atraca bancos con pistolas de juguete, coge el botín y lo tira a pocos metros del lugar de los hechos desesperado porque nadie le ha disparado, asalta gasolineras para llevarse algo de comida que devuelve arrepentido y es detenido unas cuantas veces y metido en diferentes celdas de todos los estados del Sur. 
 
Paradójicamente su condición de veterano le libera rápidamente de cumplir ni un solo minuto de condena por todos los actos desesperados o chiflados que, nadie tiene duda, son los actos de un pobre loco.
 
Pero la paciencia, incluso la del ejército, tiene un límite y de cuando en cuando lo obliga a pasar unas vacaciones de baños helados y electroshocks a costa de los fondos del Hospital de veteranos de Waco (Texas) donde bien se podría haber desarrollado la acción de "Alguien voló sobre el nido del cuco".
 
Allí se le vuelve a diagnosticar: trastorno ansioso y esquizofrenia.

Ser esquizofrénico y tendente a la ansiedad en unos tiempos como los de la Guerra Fría debió de ser una tortura para Earthley que vio la Guerra de Corea como una nueva señal de un inminete Apocalipsis.

Se lanza de nuevo a la carretera y es pillado por falsificación en Nueva Orleans cuando intenta cobrar un cheque falso muy burdamente manipulado.
 
Le cuesta un año en la cárcel que cumple entre 1954 y 1955. 
 
Nada más salir atraca dos tiendas en la zona deprimida de Texas, las tiendas elegidas por Claude son, además, oficinas de correos con lo que su delito se convierte en un delito federal perseguido más duramente por la ley pero su condición clínica de "chiflado" le exime de ir la la cárcel y es declarado culpable en 1957 para volver al hospital de Waco. 
 
Sale y sigue dando problemas por lo que en 1961 su mayor aliado, su hermano, lo denuncia ante los tribunales de Texas para que lo inhabiliten y le permitan tener su guardia y custodia pero Eatherly gana de nuevo y se queda en el hospital.

El caso de Eatherly llega a oídos del filósofo austriaco Günther Anders que comienza a cartearse con el ex piloto que le cuenta su caso y le transmite todos su terrores. 
 
Anders hace público el caso ante el mundo y, rápidamente, comienza a extenderse por todo Estados Unidos una campaña de descrédito que parece bastante medida: Eatherly es un peligroso elemento, un alcohólico y ludópata que ha enfermado por sus propios vicios. 
 
Es más, sus alucinaciones, que son consecuencia de su esquizofrenia tienen su raiz en el rencor que el piloto alimentó contra el ejército después de no ser elegido para pilotar el Enola Gay.

La esquizofrenia de la Guerra Fría se escenifica en el caso de Eatherly, una esquizofrenia dolorosa y grotesca y muy militar que Thomas Pynchon representaría luego en su novela más grande titulada "El Arco Iris de gravedad" y que estuvo a punto de ganar el Pulitzer si no fuera porque todavía en 1973 Estados Unidos era una nación complejosa a la que la obra de Pynchon le pareció demasiado moderna como para convetirse en un clásico. 
 
Para limpiar su conciencia le concedieron el otro, el National Book Award.
 
Muy dolido por ese enjuague Pynchon no atracó una tienducha con una pipa de mentira y luego devolvió el botín. 
 
No.
 
Contrató a un payaso para ir a recoger su premio.

Eatherly siguio escribiendo cartas respetuosas, pidiendo la atención para explicar por qué detestaba la guerra, procuró mil vces formar parte de algún acto de contricción que le permitiera pedir perdón a los japoneses, a los vecinos de Hiroshima pero siempre se le trató de loco pese a que muchos de los que le conocieron dijeron de él que era "la persona más cuerda y sensible que habían conocido en su vida". 
 
Sin embargo el ejército sigue desacreditándole con el testimonio de su primera mujer (que dice que Claude era un bicho raro y vengativo) y con los de algunos ex compañeros de vuelo que sacan pecho diciendo hasta el día de su muerte que ni se arrepienten, ni se arrepentirían jamás de haber lanzado esas bombas y que, si el gobierno se lo pedía, volverían a lanzarlas.
 
Claude Eatherly era un chiflado, un vicioso y ahora, además, un cobarde.
 
Tibbets y Sweeny mantendrían hasta el final de sus vidas la pose de cowboy del cielo que Slim Pickens, haciendo de Mayor "King" Kong, intepretaba en "Telefono rojo: Volamos hacia Moscú" (1964). 
 
Otra obra que reproduce en forma de comedia el terror de morir achicharrado en una guerra nuclear.

Evidentemente nadie mueve un dedo ni pide la liberación de un hombre que es tratado como un preso político y que vive apresado por un sentimiento de culpa enorme, inaprensible, que de liberarse alcanzaría los sesenta o setenta kilotones. 
 
Son tiempos dificiles, extraños, de conflagración y la disidencia no está ni siquiera demasiado permitida a la neutral Suiza porque todos los seres humanos, de pronto, tienen que militar en cualquiera de los dos bloques y la guerra soterrada que no se vive en frentes abiertos y que trata de mantener el delicado equilibrio entre dos potencias armadas hasta los dientes con bombas cien veces más potentes que las liberadas en Hiroshima no pueden permitir el crecimiento de disidencias, ni de, claro está, desequilibrados dispuestos a sentir compasión o ser seducidos por algo que no sea el patriotismo y la razón de estado. 
 
Acallado y aún más loco Claude Eatherly, piloto condecorado con la Air Medal, parte de la tripulación de la superfortaleza del aire "Straight Flush", que decidió el lugar exacto en el que cayó la primera bomba atómica lanzada sobre población civil y que pasó toda la vida torturado por esa decisión (que costó cerca de 200.000 vidas) muere en el Hospital para veteranos de Waco (Texas). Recibiendo el castigo de morir sin castigo.

Nota del Insustancial: La foto que acompaña esta entrada fue tomada por Richard Avedon en 1963 al propio Claude Eatherly. 
 
http://mividainsustancial.blogspot.com/2009/09/la-historia-de-claude-eatherly.html

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