A pesar del acuerdo alcanzado entre el presidente
estadounidense Barack Obama y sus opositores en el Congreso que supone
una reducción de los gastos del Pentágono durante los próximos diez
años, los contribuyentes siguen pagando por las campañas militares.
Muchos expertos señalan que esto deteriorá drásticamente a la economía
de la nación.
Por su parte, los representantes de El Pentágono ya criticaron esta
decisión que, según ellos, causaría un “verdadero daño” a la seguridad
nacional.
“Somos una nación en medio de la guerra.
Hacemos frente a un amplio
abanico de las amenazas a la seguridad y retos, desde redes terroristas
hasta naciones marginadas que pretenden obtener armamento nuclear o
estados emergentes, que siempre nos miran para comprender si estamos
dispuestos a mantener una defensa fuerte aquí y en todo el mundo”, dijo
el Secretario de Defensa, Leon Panetta.
Los gastos en defensa han sido siempre uno de los principales pilares
del Estado, acaparando cada año el 20% de los fondos federales.
Sin
embargo, hoy en día, con una deuda nacional que supera los 14 billones
de dólares, y algunos economistas declaran que ha llegado la hora de
olvidar el dominio mundial en aras de la estabilidad nacional.
“Tenemos que pensar seriamente en reducir los cientos de bases
militares que tenemos en el extranjero.
Tomando en consideración la
gravedad de los problemas económicos y el crecimiento de la deuda
nacional.
Es evidente que el presupuesto militar debe ser acortado y tal
vez más de lo que se propone”, señala por su parte el profesor de
economía del New School University de Nueva York, Max Wolff.
Y es que hay muchos argumentos que apoyan la opinión de los
especialistas estadounidenses.
Sin ir más lejos, una cuarta parte de los
puentes en el país se encuentra en un estado técnico deficiente.
Casi
la mitad de los residentes no tienen acceso al transporte público.
Por
recortes anunciados se cerrarán miles de escuelas, cuarteles de bomberos
y otras instalaciones importantes.
Todo esto fue lo que llevó a George
Carllin, uno de los comediantes estadounidenses más populares a decir:
“Es lo que esperan los propietarios de este país.
Que los ciudadanos
ignoren lo que está pasando.
Porque los dueños saben la verdad. Se llama
el “sueño americano”.
Porque uno tiene que estar durmiendo para creer
en este”.
Sin embargo, El Pentágono sigue insistiendo en que se cubran sus
necesidades financieras.
Este año los contribuyentes tendrán que pagar
unos 122.000 millones de dólares por la campaña de Afganistán.
La misma
suma con la que se podría prestar asistencia médica a 25 millones de
norteamericanos de bajos ingresos.
“El imperio cuesta muy caro. Uno tiene que gastar mucho dinero en
defenderlo y promocionarlo.
Hay que mantener a un gran número de
personas que se ocupe de las aventuras imperiales alrededor del mundo.
La consecuencia es que Estados Unidos derrocha mucho dinero, y no se
destina a aquellos lugares del país donde más falta hacen”, confiesa por
su parte el economista neoyorkino Danny Schechter.
Y mientras tanto, los que quedan entre la espada y la pared son los
ciudadanos del país, que parecen ver al sueño estadounidense
convirtiéndose en una pesadilla.