La muerte y su cercanía es catarsis, para uno y para muchos. En estos días, hemos palpado las implicaciones concretas de un abrupto cambio de escenario en Venezuela. Todos, en la cercanía y en la lejanía.
Tito Pulsinelli
Hoy que el presidente venezolano Hugo Chávez enfrenta una situación humana trascendente para su vida, la de su pueblo, la de los trabajadores de América Latina y del mundo entero, siento envidia de la buena por el pueblo venezolano.
Que ese pueblo haya parido a un hombre sencillo que ha puesto en vilo al mundo entero en relación a si vive o muere, es algo digno de una epopeya.
Que un militar de orígenes humildes y provincianos, de ancestros indios y negros, un zambo auténtico de nuestra América, quien encarna a un pueblo que lo sigue y apoya, tenga a todo el mundo – amigos y enemigos – pendientes de su enfermedad, es de verdad un hecho singular.
Es parte de la historia que los pueblos y trabajadores estamos escribiendo desde siempre.
Quienes le temen a esa fuerza popular que Chávez personifica, intentan convertir estas circunstancias en una especie de “novelón”.
Saber dónde estaban ubicadas las células cancerígenas es muy importante para ellos.
Conocer de antemano si puede morir es algo que los deleita. Pero el morbo que les brota, los debilita ante los ojos del pueblo.
La humanidad y la sensibilidad de los humildes – en este caso y siempre – estarán muy por encima de la soberbia, lascivia y sordidez de los poderosos.
Y es realmente paradójico:
Quienes en Venezuela no soportan a su gobierno – ante su ausencia temporal –, ahora reclaman a gritos su presencia. Siempre gritaban: “¡Vete a Cuba!” y ahora claman: “¡Tiene que regresar!”
¿Quién los entiende?
Quienes ayer lo han querido asesinar, hoy temen que se muera “antes de tiempo”, porque saben que su espíritu y ejemplo se hará más potente en el alma de su pueblo.
Quienes lo odian por encabezar una revolución pacífica que ha puesto en peligro sus privilegios, hoy hacen fuerza porque no fallezca antes que ellos lo puedan derrotar “en las urnas”.[1]
Quienes recientemente lo veían como un traidor de la revolución por haber entregado a un revolucionario colombiano al gobierno neo-granadino, hoy deben recapacitar sobre sus calificativos ante la posibilidad de su ausencia definitiva.
En fin, “quiénes aplauden la muerte o desean la inhabilitación física del adversario no hacen más que revelar su impotencia supina.”[2]
“Chávez debe mucho a la ignorancia, soberbia y arrogancia ignorante de los lacayos de las elites – internas y externas – que han plasmado su mito.”
La potencialidad de su enfermedad
En medio de lo que puede ser una tragedia, Chávez y su pueblo tienen suerte. La fragilidad humana mostrada por su enfermedad, en vez de debilitar el proceso revolucionario – que desde siempre ha tenido grandes dificultades – va a unir tanto a su pueblo como a los trabajadores latinoamericanos para impulsar de verdad las rectificaciones necesarias.
Que sus enemigos deseen su muerte pero – a la vez – teman su supervivencia política, es una señal de su absoluta debilidad. Y cuando digo enemigos no sólo me refiero a la oligarquía venezolana sino a todas las oligarquías latinoamericanas y a los grandes capitalistas del planeta entero.
Pero además, éste instante en que se hace consciencia sobre la importancia del papel de un ser humano en el devenir histórico de los pueblos, en que se siente en carne propia la posibilidad de no tenerlo, nos obliga a valorar a fondo sus grandes aportes pero también, identificar sus falencias.
Potenciar su contribución a la revolución y superar sus deficiencias, es una tarea urgente.
Chávez va a superar su enfermedad. Se erguirá con mayor fuerza para continuar al frente de la revolución bolivariana.
“Asistiremos a su resurrección y será el hombre que sabrá trepar el Chimborazo. Chávez es y seguirá siendo el protagonista principal del acontecer político y social de Venezuela, así fuese como jubilado o en silla de ruedas.”
Esa eventualidad afortunada podrá tener dos tipos de evolución:
Que la fuerza simbólica que constituye un “renacer de las cenizas”, que el hecho de superar una inmensa y poderosa dificultad, lo catapulte como un “superhombre” – y él se lo crea –, lo cual puede acrecentar y reforzar sus limitaciones y errores, ó…
Que la experiencia de sentirse cerca de la muerte, la conciencia elevada de su frágil humanidad, lo forje como un hombre más sabio.
Que tal estado de iluminación lo haga más consciente de la necesidad de construir y formar procesos, equipos y personas que le den continuidad a lo que él ha realizado.
Y lo más paradójico de la situación consiste en que – a pesar de todo –, todo depende de él.
Para el pueblo él ya es un ser sublime.
Tiene la capacidad, la fuerza, la inteligencia, la habilidad, la astucia, la capacidad histriónica, el arte, de identificarse con su pueblo.
De explotar sus más altos valores y de “aprovecharse” – en el mejor sentido de la palabra – de sus crasas debilidades.
Extrañamente esa enfermedad le ha dado más autoridad a Chávez.
Podrá usarla para enseñarle a su pueblo la importancia de consolidar su poder desde los barrios y condominios, desde las ciudades y los campos, en los lugares de trabajo o de estudio, o podrá utilizarlo para convertirse en un dictador o para que otros utilicen su prestigio para ahogar la revolución.
Sabemos que será lo primero.
La catarsis
“La muerte y su cercanía es catarsis, para uno y para muchos.
En estos días, hemos palpado las implicaciones concretas de un abrupto cambio de escenario en Venezuela.
Todos, en la cercanía y en la lejanía.”
Ha sido un proceso de reflexión para “aquellos que juzgan el camino recorrido simplemente como a un prescindible ‘filantropismo social’; pero también para quienes se quedan pegados al cientificismo del ‘eterno regreso’ a 1917 o a 1959.”
“Todos, los revolucionarios sinceros y los oportunistas de ocasión, los ciudadanos de a pié o los que viven en otro mundo, los de aquí y los que habitan en otros rincones de la Patria Grande, todos hemos vislumbrado el sombrío peligro que sería una Venezuela recolocada en otra órbita, bajo el control del imperio.”
“Con la consolidación y sedimentación del CELAC[3] se debe cristalizar la Segunda Independencia.
Luchemos para que sea siempre más bajo el signo de la equidad social.”
[1] ¡En los últimos días se han lanzado 3 candidatos presidenciales opositores! ¡Una lúgubre lanzadera de propulsión de aspiraciones necróforas! (T.P.)
[2] Todas las “citas entre comillas” corresponden a un aporte de Tito Pulsinelli. Notas de ocasión.
[3] Comunidad de Estados de Latinoamérica y el Caribe.