Palestina: Masacre de Hebrón de 25/02/1994

Palestina: Masacre de Hebrón de 25/02/1994

¡Recordemos las incubadoras kuwaitíes!



En la guerra, los informes sobre atrocidades deben tratarse con escepticismo. 
Al revisar un campo de batalla en el que había combatido, el gran general confederado Stonewall Jackson se volvió hacia un ayudante y preguntó: 
“¿Pensó alguna vez, señor, qué oportunidades ofrece un campo de batalla a los mentirosos?” 
Quería decir que en la guerra, la gente, motivada por el frío, su propio interés o un simple deseo de encontrar algún sentido en una situación confusa y aterradora, inventa cosas. 

En medio de un conflicto en rápido movimiento es más difícil demostrar que se equivocan que en circunstancias normales. 

En el primer conflicto del Golfo de 1990-91 dos actos tristemente célebres de propaganda y desinformación ayudaron considerablemente a sumar apoyo para la guerra ya que parecían demostrar el salvajismo y la duplicidad del gobierno iraquí. 

El primero fue la aparición de una muchacha kuwaití de 15 años ante un comité del Congreso de EE.UU. para testificar que ella, enfermera hospitalaria voluntaria, había visto a soldados iraquíes que arrancaban bebés de las incubadoras y los dejaban muriendo en el suelo.

Su informe causó indignación hasta que cierto tiempo después, se reveló que la niña era la hija bien adoctrinada del embajador de Kuwait en Washington, que nunca había salido de EE.UU. durante la invasión de Kuwait por parte Iraq. 

[El coeditor de CounterPunch, Alexander Cockburn, fue el primero que puso en duda la historia de las incubadoras debido a la obviedad de las patrañas sobre el hospital y la realización de la supuesta masacre. [Nota de los editores]. 

La segunda historia tuvo lugar unos meses después, durante el bombardeo y los ataques con misiles contra Bagdad. 

Peter Arnett de CNN informó de que EE.UU. había destruido una fábrica de leche para bebés en los suburbios occidentales de Bagdad, mientras el Pentágono sostenía que la instalación producía armas biológicas. 

Visité la planta el mismo día que Arnett y recuerdo haber leído cartas sobre el negocio de la leche para bebés que encontré en escritorios demolidos en la oficina de la fábrica. 

Muchas eran sobre los esfuerzos infructuosos de salvar la fábrica de la bancarrota, evidencia convincente que las autoridades iraquíes no podrían haber fabricado de un día al otro. 

Los gobiernos no se han vuelto más honrados en los 20 años entre la guerra en Iraq en 1991 y la de Libia en 2011. 

La historia que ilustra de modo más irresistible la naturaleza maligna de Muamar Gadafi en la actualidad es la afirmación de que ordenó a sus soldados que violaran a las mujeres de la oposición y que suministró medicinas del tipo Viagra para alentarlos a hacerlo. 

Este cuento ha estado circulando desde hace algún tiempo, pero ganó credibilidad cuando el fiscal de la Corte Penal Internacional, Luis Moreno-Ocampo, dijo que tiene evidencia de que el líder libio ordenó personalmente violaciones masivas.

Esta semana, la secretaria de Estado de EE.UU. Hillary Clinton, dijo que está “profundamente preocupada” por las informaciones de que los soldados de Gadafi están involucrados en violaciones generalizadas como arma de guerra. 

Sin duda ha habido violaciones individuales. La más famosa fue cuando Iman al-Obeidi irrumpió en un hotel con periodistas extranjeros en Trípoli el 26 de marzo y presentó un relato verosímil de que había sido violada por hombres de la seguridad favorables a Gadafi, antes de que se la llevaran precipitadamente.

Pero a pesar de las afirmaciones de la CPI, hasta ahora Amnistía Internacional y Human Rights Watch no han encontrado evidencia de semejantes violaciones masivas ordenadas por el gobierno a pesar de amplias investigaciones. 

Diana Eltahawy, experta en Libia de Amnistía Internacional, me dijo que los investigadores de Amnistía en Libia no habían encontrado pruebas de una política semejante. 

¿Podría ser que las mujeres guarden silecio sobre lo que les ha ocurrido por vergüenza o por miedo a que las maten para preservar el “honor familiar”?

La señora Eltahawy dijo: 

“Hablamos con mujeres sin que nadie más estuviera presente, en toda Libia, incluida Misrata y en la frontera entre Túnez y Libia.

Ninguna de ellas sabía de alguna que hubiera sido violada. También hablamos con muchos doctores y psicólogos con el mismo resultado.” 

Liesel Gerntholtz, jefa de derechos de las mujeres en Human Rights Watch, que también ha investigado las acusaciones de violaciones en masa, dice:

“No hemos podido encontrar evidencias.

No hemos podido verificarlo.” 

Subrayó que las investigaciones de su grupo continúan. 

El único retazo de evidencia de violación masiva llegó el mes pasado en la forma de un estudio de la doctora Seham Sergewa, una psicóloga infantil que ha estado trabajando con niños traumatizados por los combates. Distribuyó 70.000 cuestionarios a los libios en campos de refugiados y recibió 59.000 respuestas. 

Dice. “Encontramos a 10.000 personas con PTSD (desorden de estrés post traumático), 4.000 niños que sufren problemas psicológicos y 259 mujeres violadas”. 

Dijeron que habían sido violadas por milicianos de Gadafi, a veces ante sus familias. 

La doctora Sergewa dice que entrevistó a 140 mujeres que habían sido violadas. 

Pero dice la señora Eltahawy que cuando Amnistía Internacional le preguntó si podía encontrar a alguna de ellas, la doctora Sergewa respondió “que había perdido el contacto y que ella fue la única que se había realacionado directamente con víctimas”. 

En vista de la declaración de Amnistía Internacional de que no ha podido encontrar evidencia de violaciones en masa, parece que la organización no considera que las investigaciones de la doctora Sergewa sean fidedignas. 

Algunos soldados pro Gadafi capturados, que afirmaban que sabían de violaciones como política oficial han aparecido en televisión. 

Pero Amnistía descubrió que cuando un investigador que habla árabe visitó las instalaciones de detención sin que hubiera un control oficial en la habitación no repitieron la afirmación. 

Como en Iraq, los periodistas han sido demasiado crédulos y los gobiernos occidentales demasiado interesados en producir historias de atrocidades sobre el gobierno libio sin que importe si existe o no alguna evidencia al respecto. 

Otra historia de Libia, creída universalmente por los rebeldes, es que muchos de los combatientes de las unidades favorables a Gadafi son mercenarios de África central u occidental.

La señora Eltahawy dice que Amnistía no ha encontrado evidencia al respecto. 

La única masacre del régimen de Gadafi, con cientos de víctimas, que está muy bien comprobafa es la de las muertes en la prisión Abu Salim en Trípoli en 1996, cuando murieron hasta 1.200 prisioneros, según un testigo creíble que sobrevivió. 

Los frentes de batalla siempre están plagados de rumores sobre inminentes masacres o violaciones que se propagan rápidamente entre personas aterrorizadas que podrían ser las futuras víctimas. 

Es bastante comprensible que no quieran esperar hasta descubrir cuanto tienen de verídico esas historias. 

Anteriormente, en este mismo año, estuve en Ajdabiyah, una ciudad en el frente a una hora y media en coche al sur de Bengasi y vi coches repletos de refugiados en pánico que huían por la carretera. 

Solo habían escuchado un informe totalmente falso en Al-Jazeera en árabe de que las fuerzas pro Gadafi se habían abierto paso. 

De la misma manera, Al-Jazeera presentaba informes no corroborados sobre ataques contra hospitales, bancos de sangre destruidos, mujeres violadas y heridos ejecutados. 

La verificación de atrocidades es tan importante porque si se espera que la gente las detenga tiene que estar segura de que lo que se le dice es verdad y no propaganda. 

Un impacto tóxico de las mentiras contra Alemania que difundieron los propagandistas de la Primera Guerra Mundial fue que cuando 20 años después los nazis se lanzaron a matanzas masivas, la evidencia de sus crímenes se trató al principio con un escepticismo extremo.



Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Patrick Cockburn es autor de Muqtada: Muqtada Al-Sadr, the Shia Revival, and the Struggle for Iraq  

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