Pablo Gonzalez

Dominique Strauss-Kahn y el clima del “Ahora o Nunca” para liquidar al adversario


El arresto de Dominique Strauss-Kahn, el Director General del FMI, revela descarnadamente el estado de situación en la administración de la globalización en varios planos, exhibiendo inconsistencias casi inconmensurables y rupturas del tejido ético.

La primera es que ningún vocero de las partes invoca el texto de la Convención de las Naciones Unidas de 1946 respecto a la inmunidad diplomática de los “Representantes de los Miembros”

“Sección 11. Se acordará a los representantes de los Miembros en los órganos principales y subsidiarios, y a los representantes a las conferencias convocadas por las Naciones Unidas, mientras éstos se encuentren desempeñando sus funciones o se hallen en tránsito al lugar de reunión y a su regreso, los siguientes privilegios e inmunidades”:

“a) Inmunidad contra detención o arresto personal y embargo de su equipaje personas y respecto a todos sus actos y expresiones ya sean orales o escritas en tanto se encuentren desempeñando sus funciones en dicha capacidad, e inmunidad contra todo procedimiento judicial”.

Mientras permanezca en misión el funcionario internacional puede ser acogido por esta normativa de inmunidad. El vocero del FMI no lo invocó por estar respondiendo al clima jurídico extremista generado por las propias fuerzas internas en Estados Unidos para una concepción unilateral de leyes que se contraponen al derecho internacional.

“Strauss-Khan no estaba en funciones. Estaba de vacaciones”, dicen las autoridades y esa es la unilateralidad porque las vacaciones comienzan cuando reside en su lugar de origen después de la misión. La excepción sería que tuviera doble nacionalidad, la estadounidense y la francesa. De esto no se escribe. Strauss-Kahn, ha sido tratado por los medios americanos y europeos con toda la batería de prejuicios y xenofobia anti francesa y por qué no, también anti-semita. La autoridad judicial no destaca que la primera quiebra en el protocolo es la entrada de la funcionaria sin autorización e inadvertida por el cliente a la habitación. Strauss-Kahn perfectamente podría decir que él fue el provocado. Sin embargo el abogado defensor del inculpado apenas levanta la voz. ¿Por qué? Porque el sistema judicial estadounidense está frenéticamente buscando justicia poniendo la propia rigurosidad del sistema en el punto de quiebre. Estados Unidos y su interpretación jurídica se encuentra en el umbral crítico de la tolerancia.

Puede ser por la escasa información inherente en un caso policial (y de alto voltaje político) o por un cerco a la información deliberado en el nuevo espacio jurídico post 11 de septiembre en Estados Unidos, lo cierto es que lo que emana del tráfago informativo es contraproducente al análisis desprovisto de la carga subjetiva de las opciones políticas o de otro tipo.

De partida, la jueza que lleva el caso se despacha con alusiones a la nacionalidad, al cargo, y a la circunstancia del aludido. (Ver cobertura del NYT). Esta información sí sale en los medios con prontitud para concitar apoyo popular a la acción legal, considerando el peso político del personaje.

Cuando los jueces hablan demasiado a los medios desnudan la brecha natural que se ha generado entre justicia civil y confianza pública.

En el caso de Strauss-Kahn, ha sido evidente una connivencia entre medios y autoridad judicial para denostar la figura del célebre político francés.

En la maraña creada por el morbo mediático, hay dos temas insoslayables.

Primero, de comprobarse su delito, con su ausencia le restará a la contienda presidencial francesa de 2012 de un formidable contendor y en el caso particular de Nicolás Sarkozy del escollo principal para su reelección.

Como que la supuesta compulsión del funcionario internacional le hubiera venido como miel sobre hojuelas a un vilipendiado presidente francés que atraviesa una de sus peores circunstancias políticas con bombardeos ilegales e impopulares sobre Libia para derrocar a Gadafi, a lo que se le agrega el descontento por políticas de estado de protección social que van contra natura en la mentalidad asistencialista del francés medio.

El segundo es una pregunta básica.

En el caso que Strauss-Kahn y sus abogados no logren comprobar su inocencia frente a las pruebas aparentes: ¿Cómo es posible que los jerarcas del gran capital corporativo se empinen a tan altas posiciones de liderazgo global con estos antecedentes conductuales?

El problema de fondo que gatilla son los múltiples factores que se desnudan en el estado de situación de la administración del actual sistema socio-económico con inconsistencias casi inconmensurables y rupturas del tejido ético.

En la revisión somera, partamos con Estados Unidos. Cualquier sistema jurídico que avala el asesinato de Osama bin Laden, tiene justificación para estimular un ambiente de fiscalización del delito como el que expresa el arresto de Dominique Strauss-Kahn.

Frente a la ambivalencia inherente de la interpretación jurídica, que por lo general depende de una letra legal con margen y latitud (¿o laxitud?) para que los sistemas de normas funcionen y no “exploten”, los juzgados locales en Estados Unidos cada vez más actúan con una alta discrecionalidad política, según sea el caso. Estados Unidos con su interpretación jurídica amenaza el umbral crítico de la tolerancia.

Tomemos como ejemplo el reciente caso del anticastrista Luis Posada Carriles, inculpado en Venezuela por un atentado contra un avión cubano que dejó 73 muertos en 1976, liberado en abril pasado bajo fianza en El Paso (Texas, sur), por una jueza federal local.

O, constatemos al mismo tiempo la situación de Guantánamo y su ilegalidad frente al derecho internacional que a estas alturas se hace insostenible.

Pareciera ser que Estados Unidos -en su ethos interno de conducción de los asuntos públicos- estuviera estirando la cuerda del 11 de septiembre de 2001 como credencial para reclamar justicia hasta límites insostenibles para la comprensión y la tolerancia.

Muchas situaciones de aplicación de juicios para ejercer jurisdicción local y asociadas al derecho internacional están siendo sobrepasadas por el ímpetu de una nueva cultura judicial surgida en Estados Unidos a raíz del atentado a las torres gemelas. Como que en función de protegerse interna y exteriormente, Estados Unidos hubiera optado por la ofensiva permanente, y en algunos casos la revancha continua.

Cuando el objetivo intrínseco y subyacente es venganza, la línea de la justicia de disipa y el capítulo no se cierra al menos se erradique el mal erradicando a casi todo el mundo.

De sí es montaje o violación efectiva, ambos casos son dramáticos y es un potente indicador del estado de situación de lo descompuesta que está la matriz ética en la administración del sistema institucional de la globalización.

El tema central se deslinda más allá de si hubo o no hubo acoso. O, de si hubo o no hubo montaje para liquidar la carrera política de un candidato socialista y probable vencedor en una contienda presidencial con un neoconservador como Nicolás Sarkozy.

Si fue montaje para destruir una carrera política habla por sí mismo y no hay que descartarlo en medio de una carrera desenfrenada por conseguir objetivos en un clima de “ahora o nunca” para liquidar al adversario. Así está el escenario de la política, cambiaron los términos de referencia.

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