Además de entrañable orgullo patrio, las acciones de Carlos Serpa Maceira y Moisés Rodríguez, los agentes Emilio y Vladimir de la Seguridad del Estado Cubana, respectivamente, infiltrados en los grupúsculos anticubanos, nos hacen brotar francas carcajadas, por el ridículo en que pusieron a los enemigos.
Sentimos todos emoción cuando vimos el reciente programa de la televisión nacional “Las razones de Cuba” y apreciamos la valentía de estos hombres, quienes por décadas recibieron el desprecio de muchos de sus compatriotas, que los consideraban connotados traidores.
Ahora, cuando el pueblo les agradece tamaño sacrificio y los riesgos que corrieron, la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) los honró, al entregarles la condición de Miembros de Honor, en un modesto acto pleno de camaradería y alegría.
La chispa criolla dejó su huella en el salón de la Casa de la Prensa, con un mural donde se anunciaban los puestos vacantes que dejó Emilio en las filas de la gusanera: vocero de Las damas de blanco, director de Biblioteca Independiente, mercenario independiente, coordinador nacional del proyecto cívico cultural Julio Tang y presidente de la Unión de Periodistas Libres de Cuba, entre otros.
Las condiciones para ocupar tales “cargos”, detallaban la nómina de ignominias que requieren los mercenarios, a quienes no importa que una potencia extranjera invada la Patria, con tal de lograr sus espurios intereses.
Un coro de carcajadas acompañó la lectura de tales avisos, al imaginar a los amos yanquis pescando -en la fétida morralla apátrida- los posibles sustitutos del agente Emilio, quien -con su limpio accionar- sacó nuevamente a flote la crisis moral de aquellos que atentan contra la Revolución.
Octavio Borges Pérez
La Habana