Jorge Iván Laverde hizo macabras revelaciones sobre sus crímenes.
Así borraba 'el Iguano' los rastros de sus crímenes en una finca de Norte de Santander.
Para construir su casaquinta en Norte de Santander, el jefe paramilitar Jorge Iván Laverde, 'el Iguano', escogió un sitio macabro.
Decidió que el mejor lugar, por su estratégica ubicación en la frontera con Venezuela, era la finca Las Palmas, que hasta entonces los paramilitares venían utilizando como fosa común para sus víctimas.
Entonces, ordenó desenterrar a más de tres docenas de cadáveres.
Sobre la removida tierra de Las Palmas, ubicada en el corregimiento de Banco de Arena, municipio de Puerto Santander, levantó dos casas de habitaciones y un quiosco que se convirtieron en su guarida y centro de operaciones y de fiestas.
Entonces, ordenó desenterrar a más de tres docenas de cadáveres.
Sobre la removida tierra de Las Palmas, ubicada en el corregimiento de Banco de Arena, municipio de Puerto Santander, levantó dos casas de habitaciones y un quiosco que se convirtieron en su guarida y centro de operaciones y de fiestas.
En una celebración, reconoció Laverde, él mismo mató a otro 'para' y ordenó enterrarlo en la finca.
Hoy, después de casi 6 años de estar deshabitada, desde que se desmovilizó 'el Iguano', a Las Palmas ni si quiera los saqueadores se atreven a tocarla. Ella, dicen fiscales de Justicia y Paz que conocen la historia, retrata a la perfección las prácticas criminales usadas por los 'paras' para desaparecer a sus víctimas.
Para deshacerse de los cuerpos de la fosa común, Laverde ordenó construir un horno artesanal similar a los usados para secar el tabaco.
Ante los fiscales, el ex jefe 'para' dijo que en esa primera quema ardieron por más de 36 horas los cadáveres, hasta que quedaron convertidos en cenizas.
El encargado de la macabra tarea fue 'Jorge Colmillo Blanco', que estaba cumpliendo un castigo por la pérdida de una plata de las Auc.
"Le di la orden. Echó los cuerpos en el horno que construyó, con ladrillo le hizo la forma al hueco, y lo rellenó con llantas y leña. Metió los cuerpos en bolsas y los quemó. Tengo entendido que estas eran víctimas desde el 2001 al 2003", dijo el desmovilizado, hoy preso en la cárcel de Itagüí.
Las Palmas se convirtió en un mito en la frontera. Si alguien era citado allá, eso equivalía casi a una pena de muerte. El jefe 'para' dice que ordenó clausurar el horno para evitar que le mandaran muertos de otros grupos de las Auc en Norte de Santander.
El horno crematorio personal del 'Iguano', a quien la justicia atribuye al menos 28 masacres y 61 desapariciones, no fue el primero de la región. La práctica comenzó en el 2001 en Juan Frío, población de Villa del Rosario. Allá ardieron al menos 180 cuerpos. Los primeros 28 venían de una fosa común que la Fiscalía ya había detectado.
"Comandantes de muchos barrios de Cúcuta, de Atalaya, del centro, que capturaban a una persona la subían allí y la mataban. El horno funcionó hasta el 2003", agregó en una de sus confesiones.
La determinación de 'Gonzalo'
Por: María del Rosario Arrázola
Desde el exterior, Carlos Mario García, alias 'Gonzalo', sostiene que la discusión de la Ley de Justicia y Paz pasó por las autodefensas. Él fue interlocutor en el Congreso.
Admite que muchos empresarios apoyaron la causa y que en Barranquilla y Soledad tuvieron contratos. Su objetivo era volverse políticos, pero en su sentir el proceso fracasó.
Sus compañeros de armas viven otra realidad. ‘Jorge 40’ fue extraditado a Estados Unidos en mayo de 2008. Édgar Fierro, alias ‘Don Antonio’, sigue preso en Colombia.
“Soy de Sincelejo, me crié con comodidad en el barrio Ford y cuando terminé el bachillerato me fui a estudiar medicina a Barranquilla.
Pero siempre me gustó la política y producto de los debates que se formaban en la universidad en los tiempos del proceso de paz del presidente Andrés Pastrana, me contactaron unos líderes juveniles de las autodefensas y me propusieron conocer y compartir ideas con su máximo jefe, Carlos Castaño. Así fue como fui llegando al paramilitarismo.
Después no pude salirme y terminé convertido en el jefe político de Rodrigo Tovar Pupo, conocido como Jorge 40. Hoy tengo muchas cosas por contar y soy consciente de que es mi deber hacerlo”.
Con estas palabras, a manera de generales de ley, lejos del país pero conectado vía internet y ratificando sus aseveraciones con su voz y su rostro, Carlos Mario García Dávila, alias Gonzalo, prófugo de la justicia desde hace cuatro años, pero dispuesto a colaborar con las autoridades de Colombia y Estados Unidos, decidió romper su silencio.
El Espectador lo contactó en su sitio de residencia actual, donde vive con su familia. Dice que meterse a la guerra fue un error, pero que ya no tiene sentido lamentarlo. Por eso siente que la mejor manera de enfrentar su pasado es contando lo que hizo.
Y está dispuesto a confesarlo ante los jueces.
“Lo mío no es un acto de confesión y estoy lejos de la guerra, pero creo que la sociedad colombiana tiene derecho a saber cómo se hicieron muchas cosas. Por ejemplo, de qué manera se perfeccionó la Ley de Justicia y Paz, en estrecho contacto con los líderes políticos. Más de 10 veces me reuní con congresistas en Bogotá, primero en Residencias Tequendama y después en el Hotel Radisson.
Y debo decirlo aunque el personaje está muerto, pero el primer contertulio o receptor de propuestas, a sabiendas de quién era yo y a quién representaba, fue el representante a la Cámara del Partido Conservador Roberto Camacho. Después vinieron muchos otros”.
Carlos Mario García habla con locuacidad caribeña. Se ríe de sí mismo, pero no de los otros. Se vuelve serio cuando recuerda sus años en el hogar paterno. Se dice católico, bilingüe, deportista, aficionado al béisbol y, a sus 33 años, habla con desparpajo sobre su tiempo en las autodefensas.
Expresa que fueron ocho años y tiene fechas precisas. Desde las dos conversaciones que tuvo con Carlos Castaño o el día que se entrevistó por primera vez con Jorge 40, hasta la época en que asumió como su jefe político, mientras el ex oficial del Ejército Édgar Ignacio Fierro Flórez, más conocido como Don Antonio oficiaba como su jefe militar. Los tres fueron soporte del bloque Norte de la organización ilegal.
Fierro Flórez fue capturado el 11 de marzo de 2006 en el conjunto residencial Villa Canaria, cerca de Santa Marta, y en su poder fueron encontradas dos memorias USB, varios discos compactos, múltiples manuscritos y dos portátiles.
En su momento este hallazgo recibió el nombre de “El computador de Jorge 40”. Básicamente quedaron al descubierto nexos de las autodefensas con políticos de Sucre y Bolívar, estrechas relaciones y vínculos contractuales con alcaldes, concejales y funcionarios del Atlántico, especialmente de Barranquilla y Soledad, y hasta un informe de inteligencia de “objetivos dados de baja”, con nombres de asesinados.
En principio, Fierro Flórez o Don Antonio declaró que esos materiales no eran de su propiedad y que se los había dado a guardar uno de los secretarios de su jefe, Jorge 40. Seguramente hablaba de Carlos Mario García, aunque él habló de Jerónimo. Pero después admitió que su hermana era la jefa de control interno del Hospital Materno Infantil de Barranquilla y que su cuñado era el subgerente.
Además, aceptó que su red ilegal se extendía hasta Barranquilla, Soledad, Sabanalarga, Repelón, Sabanagrande o Baranoa. Ya con el agua al cuello, salió a relucir quién era el jefe político del bloque Norte, el mismísimo Carlos Mario García, alias Gonzalo.
La información incautada permitió establecer reuniones de Don Antonio y Gonzalo con diputados de Sucre para extender el cogobierno diseñado por Jorge 40. Además, salieron a relucir los nombres de los congresistas Jorge Visbal y Marco Alirio Cortés en extrañas conversaciones.
Más adelante la emprendió contra el ex subdirector del DAS en Santa Marta, Javier Alfredo Valle, de quien dijo los transportaba entre Santa Marta y Barranquilla. Y que además era un buen amigo de Gonzalo, al punto que fue el jefe militar de Jorge 40 quien terminó relacionándolos para acciones de mutuo apoyo.
Esta semana, escuchando a Carlos Mario García desde su refugio en el exterior, es claro que Don Antonio se quedó corto. No sólo Gonzalo ratifica que tuvieron contratos en la Alcaldía de Barranquilla durante la administración de Guillermo Hoenisgberg y que participaron en la obra de la doble calzada entre Santa Marta y Ciénaga, sino que sostuvieron cercanas relaciones con muchos empresarios.
“Sin esa gente era imposible”, insistió Carlos Mario García, al tiempo que dice saber cómo se trabajaba con diversas empresas del Estado y el sector privado. “Hasta empresarios bogotanos terminaron fortaleciendo el proyecto”, agregó sin detalles.
Lo suyo, sin embargo, fue siempre la política activa. Y lo confirman sus confesiones: “Yo estuve al tanto del trámite y negociaciones de la Ley de Justicia y Paz. Me reuní con penalistas en Córdoba y Cesar, conversé con muchos políticos en Bogotá.
Los altos mandos de las autodefensas redactaban o hacían sus aportes y yo viajaba a pedalear sus propuestas. Siempre se habló de desmovilización, pero no de sometimiento. Por eso la idea original nunca fue el régimen carcelario, sino un sistema de granjas. Aquí no hay secretos. El objetivo era la política, ser elegidos democráticamente e incluso tener nombramientos en el Poder Ejecutivo”.
El Espectador le pidió nombres de sus contactos políticos y alias Gonzalo se destapó sin tapujos. “Pongan a Zulema Jattin, a Julio Manzur, Javier Cáceres, Armando Benedetti, Dilian Francisca Toro, Vicente Blel, Álvaro García, Erick Morris, Eleonora Pineda, Miguel de la Espriella, Luis Eduardo Vives, Trino Luna, José David Name, Alfonso Campo, Jorge Castro Pacheco, Dieb Maloof, Alonso Acosta, Salomón Saade, José Gamarra y Jorge Anaya, entre otros. Pero eso sí, escriban de primero a Jorge Visbal y también a Jorge Caballero, Alfredo Arraut y Jorge Gerlein. Se lo resumo en una frase: no son todos los que están ni están todos los que son”.
Quizá lo dice porque sabe que la mayoría de los nombrados ya están en los listados de la parapolítica. Pero Carlos Mario García sostiene que aún falta la paraeconomía y se arriesga con otro catálogo: “Manuel Otero, constructor de Córdoba; José Pérez Orozco, asesor y empresario; Tarcisio Gómez, Juan Pablo González, Javier Haddad, William Vélez, Pedro Alí, Álvaro y Miguel Cotes.
Y súmele otros políticos: Lidio García, Mario Barón, Rosa Estela Ibáñez, Alfredo Noya, Robbin Otero, Mauricio Pimiento, Jorge Anaya y Carlos Gutiérrez. Con todos hablamos, pero no todos se unieron a nuestros objetivos. Hubo quienes no aceptaron nuestro proyecto”.
Y luego agrega tomando distancia: “Muchos fueron a escucharnos o correspondieron nuestras invitaciones para dialogar pero no se sumaron a la causa. En cambio otros, como los del Atlántico, fueron a buscarnos, no hubo necesidad de pasarles invitación.
Yo era el vocero político del bloque Norte y de cierta manera la voz de Jorge 40 ante el Congreso, me escucharon muchas veces.
Al final salió una ley que no resultó satisfactoria. Jorge 40 me advirtió que ese asunto iba a salir mal. Sin embargo, se desmovilizó y yo también lo hice. Pero cuando empezaron a complicarse las cosas, él mismo me dijo: váyase porque yo ya no puedo hacerlo”.
Y lo hizo. Movió sus contactos entre las autoridades y sigilosamente dejó el país. A la distancia vio cómo el proceso de paz con las autodefensas se vino a pique y la ley que ayudó a construir sólo sirvió para obligarlos a confesar sin opción de política.
Después constató cómo sus antiguos jefes se enredaron en sus propios conflictos y en divergencias con el Estado, hasta que fueron extraditados en mayo de 2008, llevándose también para Estados Unidos sus verdades a cuestas.
Las mismas que hoy carga en su conciencia alias Gonzalo, con la diferencia de que sigue libre, pero dispuesto a colaborar con la justicia porque no quiere seguir huyendo.
“Quiero salir de este enredo y que mi aporte contribuya para alejarnos de la violencia y hacer un acto de contrición sobre lo que envileció la política. El proceso de paz con las autodefensas fracasó y hay que asumirlo. Lo único positivo son las verdades que siguen saliendo a flote. No sé qué va a pasar y espero que el paramilitarismo no renazca en Colombia.
Me están buscando para que colabore y voy a hacerlo. Tengo apenas 33 años , soy médico y pertenezco a una familia sin apremios. Ellos han sufrido más que yo, pero no menos de los que hicimos daño. Estoy dispuesto a pagar por ello. Y quiero empezar con mi verdad de ocho años inmerso en la guerra”.
La desmovilización de ‘Jorge 40’
El viernes 10 de marzo de 2006, Rodrigo Tovar Pupo, alias ‘Jorge 40’, se desmovilizó en el corregimiento de La Mesa, César, junto con 4.000 paramilitares del bloque Norte. Su grupo fue el último en deponer las armas, en virtud de la Ley de Justicia y Paz.
En adelante, Tovar Pupo empezó sus delaciones en el marco de las versiones libres que debía entregar a la justicia tal como lo estipulaba la Ley 975 de 2005, sobre la cual se fundamentó todo el sustento legal para que más de 30.000 integrantes de las autodefensas cumplieran con la verdad, la justicia y la reparación a las víctimas.
Según ha documentado la Unidad de Justicia y Paz de la Fiscalía General de la Nación, el bloque comandado por ‘Jorge 40’ y sus secuaces fue uno de los más sanguinarios de las autodefensas.
Tras la extradición de ‘40’ el 13 de mayo de 2008 a los Estados Unidos, por delitos relacionados con el narcotráfico y el lavado de dinero, el ex jefe paramilitar se ha negado a seguir colaborando para reconstruir la ola de barbarie de sus hombres.
Son muchas las verdades que le debe al país y sus subalternos en buena parte de sus versiones dicen desconocer un sinnúmero de crímenes ordenados por la cúpula de la organización criminal en el departamento de Cesar.