Y la lista sigue creciendo, inexorablemente. Contiene los nombres de los que regresaron a casa desde las trincheras de la guerra contra el terrorismo pero que perdieron el control de sí mismos, una guerra que ha dejado más muertos que la misión estadounidense en Afganistán.
Las cifras del drama. Son más de 1.100 los veteranos estadounidenses que se han suicidado entre 2005 y 2009. Es lo que revelan las cifras difusas del Departamento de Defensa (Department of Defense, Dod) que precisan además que se trata de una aproximación por defecto y que no existen datos completos de un fenómeno que se ha convertido en una emergencia nacional.
Ni siquiera los talibanes y los señores de la guerra afganos han logrado infligir efectivamente al ejército estadounidense, durante los ocho años que dura el conflicto, un golpe más duro que el que han provocado una mezcla de depresión y soledad. Lamentablemente la situación no da tampoco señales de mejorar.
Los números hablan de un fenómeno en rápido crecimiento. El Dod ha contabilizado 267 suicidios en 2008 y 309 el año siguiente.
Pero el Departamento de Asuntos de Veteranos (DVA) proporciona diferentes cifras, todavía más inquietantes hasta llegar sólo en 2009 a 707 suicidios, de los cuales 98 son de veteranos al regreso de Iraq y de Afganistán.
Otros 10.675 soldados sólo llegaron al intento de suicidio de los cuales 1.868 habían combatido en los dos principales frentes abiertos por Washington en la lucha contra el terrorismo. Para generalizar, aproximadamente un 20% de las 30.000 personas que decidieron quitarse la vida en los EEUU, son veteranos. Más de 6.000 soldados por año, 18 diarios.
Las estadísticas reflejan que la tasa de suicidios entre la población civil es del 11,1% cada 100.000 habitantes y entre los militares el 12,5%
La respuesta de Washington . Hace años que suena la alarma, más precisamente desde 2003, cuando comenzaron a llegar a las oficinas de los altos jefes los primeros informes que mostraban esta preocupante tendencia dentro de las Fuerzas Armadas.
Desde entonces se puso de manifiesto el vínculo entre el aumento de suicidios y las misiones en Irak y Afganistán. Y Washington, debe decirse, reaccionó inmediatamente eligiendo el camino del tratamiento de la salud mental. En 2004 el DVA aprobó el Comprehensive Menthal Health Strategic Plan con el objeto de reducir la cantidad de soldados que decidían poner fin a su vida.
El Departamento continuó luego incorporando especialistas en salud mental contando hoy en día con 20.000 especialistas entre médicos y asistentes.
Desde julio de 2007 está instalada una línea telefónica gratuita destinada a los veteranos con intenciones suicidas que atienden expertos dispuestos a proporcionar ayuda de inmediato aunque solo a través del teléfono.
El número de la esperanza es 1 800 273 (8255), opción 1. Según lo expresado por la doctora Janet Kemp, coordinadora del programa antisuicidios del Departamento para los veteranos, todos los meses llegan a ese teléfono más de 10.000 llamados. Hasta ahora viene salvando otras 7.000 vidas.
Y desde julio de 2008, el servicio ha incorporado también sus actividades a las redes sociales, a través de la creación de un chat abierto en una sección específica del sitio de la DVA: allí los soldados deprimidos o sus amigos y conocidos pueden chatear anónimamente, alertar sobre casos y solicitar ayuda.
El perfil del suicida. Luego está la extensa red de centros médicos del Departamento de Veteranos.
El de Denver recibió del ejército este año 17 millones de dólares para poner en marcha, junto a la Universidad del Estado de Florida, la creación de un centro de investigaciones sobre suicidios de militares.
El objetivo es trazar un perfil lo más exacto posible del soldado en riesgo, de manera que se pueda atenderlo de inmediato. Ya se sabe cuáles son las víctimas potenciales: preferentemente varones, muy jóvenes entre 18 y 29 años, muchachos que no tienen aún un proyecto de vida en el que reinsertarse al regreso de la guerra.
El regreso es el detonante: los traumas que les ha infligido el conflicto se encienden y se amplían al enfrentar la nueva realidad. Entonces el soldado se halla solo, sin un grupo de apoyo y termina siendo prisionero de sus propios demonios flanqueados por el alcohol y la droga.
Pero los problemas mentales que han acosado a muchos veteranos se han visto agravados por la crisis económica, por la falta de trabajo y la pérdida de la casa.
Por tales motivos el ejército estadounidense está tratando de construir una red de asistencia destinada a acoger al soldado a su regreso de la misión.
Su importancia la conoce muy bien y la explica en palabras sencillas Eric Shinseki, héroe de Vietnam y actualmente jefe del DVA: “Se pueden curar y suturar las heridas del cuerpo pero las del espíritu no tienen la misma solución.”