Respuesta a Pascal Bruckner, Bertrand Delanoë, Alain Finkielkraut, Bernard-Henri Lévy, Yvan Attal, Pierre Arditi, Michel Boujenah, Patrick Bruel y cía
«El boicot a Israel es un arma indigna», escriben ustedes el lunes 1 de noviembre en Le Monde. Con una certidumbre asombrosa, afirman que «la Justicia francesa no tardará en confirmar» la ilegalidad del boicot. Según ustedes, todos los que quieren ayudar así a los palestinos a obtener sus derechos estarían fuera de la ley.
¿Su argumento?
No se puede aplicar «un trato así a la democracia israelí».
¿Pero cómo pueden llamar «democracia» a un Estado que se ha construido con la violencia, expulsando a los palestinos de sus casas y sus tierras en 1948? Un Estado que siempre ha tenido la limpieza étnica entre sus planes:
«Debemos expulsar a los árabes y ocupar su lugar» (David Ben Gurión, 1937).
«Entre nosotros: debe quedar claro que en este país no hay sitio para dos pueblos. Lo único que se puede hacer es transferir a los árabes de aquí a los países vecinos; a todos. No debe quedar ni un pueblo, ni una tribu» (Joseph Weitz, 1940).
«Los palestinos no han existido nunca» (Golda Meir, 1969). «Cada cual debe espabilar, correr y apoderarse de todas las colinas que pueda para ampliar las colonias, porque todo lo que tomemos ahora será nuestro… Lo que no tomemos se lo quedarán ellos» (Ariel Sharon, 1998).*
¿Cómo pueden llamar ustedes «democracia» a un Estado que todavía hoy rechaza el retorno de las personas a las que expulsó y sigue robando sistemáticamente las tierras para crecer, mientras hace creer que negocia?
Seamos claros: un Estado colonial, basado en el robo de la tierra y la expulsión de un pueblo, nunca será una democracia.
Aunque tenga un parlamento, aunque los ladrones discutan democráticamente entre ellos sobre la mejor manera de robar, sigue siendo un Estado de ladrones que se imponen por la fuerza.
¿El boicot es ilegal?
En absoluto, ya que su finalidad es que se respete la ley. Lo realmente ilegal es esto…
Haber echado a los palestinos de su país en 1948 y negarse a que vuelvan, afirma la ONU. Conquistar más territorios por la fuerza, es ilegal. Impedir que los palestinos vivan en sus tierras, trabajen, estudien o circulen, es ilegal. Destruir sus casas y sus olivares, es ilegal. Encarcelar a niños de doce años, es ilegal.
Construir un muro de separación, robar el agua y las tierras de los territorios ocupados, es ilegal. Utilizar armas de fósforo y láser, es ilegal. Bombardear casas, colegios, hospitales, ambulancias y edificios de la ONU, es ilegal. Torturar es ilegal. Asesinar a los dirigentes palestinos es ilegal. Matar a los defensores de la paz en aguas internacionales, es ilegal.
Frente a estas ilegalidades, ¿qué hace la ministra francesa de Justicia? ¿Pide que se sancione al Estado que las comete? ¿Impide la importación en Francia de los productos procedentes de esas tierras robadas? No: ataca a quienes denuncian esa ilegalidad. Y ustedes apoyan a esa ministra que se mofa del derecho internacional. ¡Asombroso!
Ustedes escriben: «Somos firmemente contrarios al boicot porque somos partidarios de la paz». ¡Pero el boicot ya existe! Desde hace sesenta años Israel boicotea a los palestinos y ustedes no hacen nada contra eso. Dado que los dirigentes israelíes actúan según la relación de fuerzas, el boicot es un arma perfectamente digna para imponerles la paz. Como lo fue contra el apartheid de Suráfrica.
Ustedes escriben: «Una cosa es la crítica y otra el rechazo, la negación y, en definitiva, la deslegitimación». Pero Israel lleva sesenta años rechazando, negando y deslegitimando a los palestinos: ¿eso no les indigna?
Ustedes escriben: «Ceder al llamamiento al boicot equivale a decir que ya no se puede negociar». No es cierto. La solución existe, es muy sencilla, como acaba de recordar el músico Gilad Atzmon: «Los israelíes pueden acabar con el conflicto en un abrir y cerrar de ojos: mañana por la mañana, al levantarse, Netanyahu les devuelve a los palestinos las tierras que les pertenecen».
¿Es mucho pedir? En 1968 las grandes organizaciones palestinas hicieron grandes concesiones al proponer que se formase un solo «Estado democrático, progresista y no confesional, donde los judíos, los cristianos y los musulmanes vivan juntos en paz y disfrutando de los mismos derechos».
Es Israel el que se negó y sigue negándose, es Israel el que se aferra a su obsesión de un Estado étnicamente puro, reservado a los judíos. ¿Cómo es que no firman grandes llamamientos contra eso?
¿También es mucho pedir? Los palestinos han aceptado, incluso, conformarse con el 22% de su territorio inicial, pero Israel también rechaza esta propuesta y sigue robando las tierras, poco a poco; y ustedes no hacen nada contra eso.
En definitiva, lo «indigno» no es el boicot.
Es su actitud. Porque todo lo que acabo de escribir lo saben ustedes muy bien y, al ocultárselo a la opinión pública, la están desinformando. ¿Qué intereses se esconden detrás?
Sospecho que lo verdaderamente indigno en su escrito son sus motivaciones. En mi libro Israël, parlons-en!, señalo que los tres grupos mediáticos más poderosos de Francia ―Lagardère, Dassault y Bouygues― están en manos de familias riquísimas que hacen grandes negocios con Israel y le suministran sus armas y sus instrumentos de colonización.
De modo que si un artista o un intelectual francés se atreve a oponerse a estos grupos y a decir la verdad, ¡adiós carrera, adiós fortuna! Como decía Bertolt Brecht, «Disgustar a los poseedores es renunciar a poseer».
Quienes les leen, quienes les escuchan, deberían hacerse esta pregunta fundamental: «¿Qué intereses se ocultan detrás de este planteamiento?».
* Fuentes de las citas: Michel Collon, Israël, parlons-en!, Couleur Livres, Investig’Action, Bruselas, 2009, pp. 297-299.
Fuente: michelcollon.info
«Debemos expulsar a los árabes y ocupar su lugar» (David Ben Gurión, 1937).
«Entre nosotros: debe quedar claro que en este país no hay sitio para dos pueblos. Lo único que se puede hacer es transferir a los árabes de aquí a los países vecinos; a todos. No debe quedar ni un pueblo, ni una tribu» (Joseph Weitz, 1940).
«Los palestinos no han existido nunca» (Golda Meir, 1969). «Cada cual debe espabilar, correr y apoderarse de todas las colinas que pueda para ampliar las colonias, porque todo lo que tomemos ahora será nuestro… Lo que no tomemos se lo quedarán ellos» (Ariel Sharon, 1998).*
¿Cómo pueden llamar ustedes «democracia» a un Estado que todavía hoy rechaza el retorno de las personas a las que expulsó y sigue robando sistemáticamente las tierras para crecer, mientras hace creer que negocia?
Seamos claros: un Estado colonial, basado en el robo de la tierra y la expulsión de un pueblo, nunca será una democracia.
Aunque tenga un parlamento, aunque los ladrones discutan democráticamente entre ellos sobre la mejor manera de robar, sigue siendo un Estado de ladrones que se imponen por la fuerza.
¿El boicot es ilegal?
En absoluto, ya que su finalidad es que se respete la ley. Lo realmente ilegal es esto…
Haber echado a los palestinos de su país en 1948 y negarse a que vuelvan, afirma la ONU. Conquistar más territorios por la fuerza, es ilegal. Impedir que los palestinos vivan en sus tierras, trabajen, estudien o circulen, es ilegal. Destruir sus casas y sus olivares, es ilegal. Encarcelar a niños de doce años, es ilegal.
Construir un muro de separación, robar el agua y las tierras de los territorios ocupados, es ilegal. Utilizar armas de fósforo y láser, es ilegal. Bombardear casas, colegios, hospitales, ambulancias y edificios de la ONU, es ilegal. Torturar es ilegal. Asesinar a los dirigentes palestinos es ilegal. Matar a los defensores de la paz en aguas internacionales, es ilegal.
Frente a estas ilegalidades, ¿qué hace la ministra francesa de Justicia? ¿Pide que se sancione al Estado que las comete? ¿Impide la importación en Francia de los productos procedentes de esas tierras robadas? No: ataca a quienes denuncian esa ilegalidad. Y ustedes apoyan a esa ministra que se mofa del derecho internacional. ¡Asombroso!
Ustedes escriben: «Somos firmemente contrarios al boicot porque somos partidarios de la paz». ¡Pero el boicot ya existe! Desde hace sesenta años Israel boicotea a los palestinos y ustedes no hacen nada contra eso. Dado que los dirigentes israelíes actúan según la relación de fuerzas, el boicot es un arma perfectamente digna para imponerles la paz. Como lo fue contra el apartheid de Suráfrica.
Ustedes escriben: «Una cosa es la crítica y otra el rechazo, la negación y, en definitiva, la deslegitimación». Pero Israel lleva sesenta años rechazando, negando y deslegitimando a los palestinos: ¿eso no les indigna?
Ustedes escriben: «Ceder al llamamiento al boicot equivale a decir que ya no se puede negociar». No es cierto. La solución existe, es muy sencilla, como acaba de recordar el músico Gilad Atzmon: «Los israelíes pueden acabar con el conflicto en un abrir y cerrar de ojos: mañana por la mañana, al levantarse, Netanyahu les devuelve a los palestinos las tierras que les pertenecen».
¿Es mucho pedir? En 1968 las grandes organizaciones palestinas hicieron grandes concesiones al proponer que se formase un solo «Estado democrático, progresista y no confesional, donde los judíos, los cristianos y los musulmanes vivan juntos en paz y disfrutando de los mismos derechos».
Es Israel el que se negó y sigue negándose, es Israel el que se aferra a su obsesión de un Estado étnicamente puro, reservado a los judíos. ¿Cómo es que no firman grandes llamamientos contra eso?
¿También es mucho pedir? Los palestinos han aceptado, incluso, conformarse con el 22% de su territorio inicial, pero Israel también rechaza esta propuesta y sigue robando las tierras, poco a poco; y ustedes no hacen nada contra eso.
En definitiva, lo «indigno» no es el boicot.
Es su actitud. Porque todo lo que acabo de escribir lo saben ustedes muy bien y, al ocultárselo a la opinión pública, la están desinformando. ¿Qué intereses se esconden detrás?
Sospecho que lo verdaderamente indigno en su escrito son sus motivaciones. En mi libro Israël, parlons-en!, señalo que los tres grupos mediáticos más poderosos de Francia ―Lagardère, Dassault y Bouygues― están en manos de familias riquísimas que hacen grandes negocios con Israel y le suministran sus armas y sus instrumentos de colonización.
De modo que si un artista o un intelectual francés se atreve a oponerse a estos grupos y a decir la verdad, ¡adiós carrera, adiós fortuna! Como decía Bertolt Brecht, «Disgustar a los poseedores es renunciar a poseer».
Quienes les leen, quienes les escuchan, deberían hacerse esta pregunta fundamental: «¿Qué intereses se ocultan detrás de este planteamiento?».
* Fuentes de las citas: Michel Collon, Israël, parlons-en!, Couleur Livres, Investig’Action, Bruselas, 2009, pp. 297-299.
Fuente: michelcollon.info