En la década de los 70 salió a la luz pública, en los Estados Unidos, el programa secreto conocido como el COINTELPRO
Éste fue creado por el FBI, y puesto en práctica en las décadas de los 50 y 60, para investigar y boicotear, mediante la infiltración de agentes secretos, todas aquellas organizaciones que pudieran poner en riesgo la estabilidad del sistema capitalista norteamericano.
Una de estas organizaciones masivamente infiltradas fue la Nación del Islam, en la que militó Malcom X, entre 1952 y 1964.
Malcom X fue especial objeto de preocupación para los servicios secretos yanquis, debido no sólo a su enorme influencia sobre la población afroamericana, sino también sobre los movimientos antiimperialistas internacionales que en aquellos momentos luchaban por liberarse de la opresión occidental.
Documentos secretos desclasificados han revelado que Malcom X fue considerado como un “problema de seguridad nacional”, durante toda su época como activista político.
Es también un hecho probado que John Ali, secretario nacional de la Nación del Islam, fue un agente encubierto del FBI. John Ali, según palabras del propio Malcom, fue el principal responsable del agravamiento de las tensiones entre el líder de la Nación del Islam, Elijah Muhammad, y él. Mientras Malcom X abogaba por el diálogo y la colaboración con otras organizaciones de derechos civiles, Elijah Muhammad, influenciado por John Ali, defendía una estrategia más sectaria.
Estas diferencias irreconciliables fue lo que llevó a Malcom X, a principios de 1964, a abandonar la Nación del Islam y a fundar la Organización de la Unidad Afroamericana, una organización que desplegó desde el principio un fuerte discurso anticapitalista y antiimperialista, algo que inmediatamente despertó los temores de los servicios secretos yanquis.
El propio John Ali, llegó a decir públicamente, en relación a las críticas realizadas por Malcom X contra la Nación del Islam, que “cualquiera que se oponga al Honorable Elijah Muhammad pone en peligro su vida”.
Además múltiples testimonios implican a Ali, de una forma más directa, en la muerte de Malcom X, pues, según éstos, la noche antes de que fuera asesinado, Ali se reunió con Talmadge Hayer, uno de los supuestos asesinos (todos ellos miembros de la infiltradísima Nación del Islam).
Lo que está fuera de toda duda es que el FBI, cuanto menos, podría haber impedido el asesinato de Malcom X, pues desde hace años mantenía una estrecha vigilancia sobre el líder afroamericano, y sin embargo no fue capaz de impedir ninguno de los tres intentos de asesinato que sufrió, especialmente el último que pondría fin a su vida.
El Imperio yanqui resultó el principal beneficiado con la muerte de Malcom X, pues de esta forma se truncaba la más que anunciada alianza entre los dos principales líderes negros de la época: Martin Luther King y Malcom X, ambos con un profundo discurso anticapitalista y antiimperialista, además de antirracista, que podría haber puesto en serias dificultades el deshumanizante modelo económico de explotación capitalista que sometía (y somete) a unas condiciones de vida semiesclavas a la mayor parte de la población norteamericana (especialmente a la población negra), en beneficio de una oligarquía reinante.
Además, con la desaparición del líder afroamericano, los países tercermundistas y sus causas, perdían uno de sus principales baluartes dentro de las entrañas del Imperio, pues era de sobra conocida la admiración que Malcom sentía por líderes revolucionarios como Fidel Castro, Ernesto “Che” Guevara o el egipcio Nasser.
El asesinato de Malcom X debe de ser una lección para todas aquellas organizaciones que tratan de conseguir una sociedad más justa y humana, considerando la infiltración de agentes provocadores en sus filas, como el primer mal a combatir.