Según documentos obtenidos por The Nation, en los últimos años, entidades estrechamente vinculadas a la empresa privada de seguridad Blackwater han dado servicio de inteligencia, entrenamiento y seguridad al gobierno estadounidense y a otros gobiernos, además de diversas corporaciones multinacionales, como Monsanto, Chevron, The Walt Disney Company, Royal Caribbean Cruise Lines y los gigantes bancarios Deutsche Bank y Barclays.
Los servicios de Blackwater para corporaciones y entidades gubernamentales se contrataron a través de dos empresas propiedad de Erik Prince, dueño y fundador de Blackwater:
Total Intelligence Solutions y The Terrorism Research Center (TRC). Prince aparece como presidente de ambas empresas en documentos internos, lo que muestra la manera en que la red empresarial funciona como una operación altamente coordinada. Ningún funcionario de Total Intelligence, TRC y Blackwater (que ahora se denomina Xe Services) respondió a las numerosas solicitudes de comentarios para la redacción del presente artículo.
Uno de los detalles más incendiarios en los documentos es que Blackwater, a través de Total Intelligence, buscó convertirse en el “brazo de inteligencia” de Monsanto al ofrecer operativos para infiltrar a grupos activistas organizados en contra de esta multinacional de biotecnología.
Entre los gobiernos que han contratado servicios de inteligencia y entrenamiento contra el terrorismo de las empresas de Prince se encuentran el Reino de Jordania, el Ejército de Canadá y la Policía de los Países Bajos, así como varias bases militares estadounidenses, entre ellas Fort Bragg, sede del comando de élite de operaciones especiales conjuntas (JSOC) y Fort Huachuca, donde se lleva a cabo el entrenamiento de interrogadores militares, según se lee en los documentos. Además, Blackwater trabajó, a través de sus empresas, para la Agencia de Inteligencia del Ministerio de Defensa, la Agencia para la Reducción de Amenazas del Ministerio de Defensa y el Comando Europeo de Estados Unidos.
El 3 de septiembre pasado el New York Times reportó que Blackwater había “creado una red de más de 30 empresas o subsidiarias fantasma en parte para obtener millones de dólares en contratos con el gobierno estadounidense después de que la empresa de seguridad recibiera fuertes críticas por su imprudente conducta en Iraq”. Los documentos que llegaron a The Nation revelan detalles previamente omitidos de varias de esas empresas y abren una mirilla a las confidenciales operaciones de inteligencia y seguridad que Blackwater lleva a cabo para un abanico de poderosas corporaciones y entidades gubernamentales. Las nuevas pruebas también arrojan luz sobre las funciones clave de varios ex funcionarios de alto nivel de la CIA que pasaron a colaborar con Blackwater.
Enrique Prado, conocido por el sobrenombre “Ric”, coordinador de las operaciones encubiertas de Blackwater con la CIA y ex oficial paramilitar de la CIA, estableció una red mundial de agentes extranjeros y, según documentos de la empresa, ofrecía su “capacidad de negación” como una “gran ventaja” para los posibles clientes de Blackwater. Hace mucho que la CIA recurre a fuerzas intermediarias para la consecución de acciones ilegales o para proteger al gobierno estadounidense de la difusión y el análisis de operaciones sucias. En algunos casos, estas fuerzas extranjeras “que pueden negarse” ni siquiera saben para quién trabajan. Prado y Prince crearon una red de pantallas extranjeras mientras Blackwater era el centro del programa de asesinatos de la CIA a partir de 2004.
Entrenaron unidades para misiones especiales en una de las propiedades de Prince en Virginia con la intención de cazar sospechosos de terrorismo alrededor del mundo, casi siempre en colaboración con agentes extranjeros. Un ex funcionario de alto nivel de la CIA dijo que la ventaja de recurrir a los agentes extranjeros de Blackwater en operaciones de la CIA era “dejar fuera del asunto las huellas estadounidenses”.
Si bien la red fue originalmente creada para operaciones relacionadas con la CIA, los documentos muestran que Prado preveía su posible valor a los ojos de otras entidades gubernamentales. En un mensaje electrónico que data de octubre de 2007 con el asunto “Posible oportunidad en la DEA—Leer y borrar”, Prado envía a un ejecutivo de Total Intelligence un discursito para convencer a la DEA de hacerse su cliente. El ejecutivo en cuestión había trabajado en la DEA durante 18 años, contaba con amplios contactos en el gobierno y hacía poco que formaba parte de la empresa.
En su mensaje Prado explicaba que Blackwater había desarrollado “una red mundial en constante expansión de personas capaces de cualquier trabajo, desde vigilancia hasta operaciones de realidad del terreno y perturbación”. Añadía: “Todas estas personas son extranjeras (excepto por unos cuantos casos en los que gente estadounidense opera como conducto, pero no sobre el terreno), de manera que el margen de negación es intrínseco a la red y debe ofrecerse como una gran ventaja”.
El ejecutivo respondió dejando ver que “podría haber interés” en esos servicios.
Apuntó también que “uno de los mejores sitios para empezar podría ser la División de Operaciones Especiales (SOD), ubicada en Chantilly, Virginia”, y dio a Prado el nombre del agente especial a cargo. La SOD es un hermético comando conjunto dentro del Departamento de Justicia, cuya gestión es responsabilidad de la DEA. Opera como centro de control y mando para algunas de las operaciones más delicadas para contrarrestar el narcotráfico y hacer cumplir la ley, operaciones realizadas por fuerzas federales.
El ejecutivo también dijo a Prado que los agregados estadounidenses en México, Bogotá y Bangkok podrían tener interés en la red que él había creado. No puede confirmarse si la red se activó y para qué clientes. Un ex empleado de Blackwater que trabajó en el programa de la empresa para la CIA declinó hacer comentarios sobre el trabajo de Prado para Blackwater argumentando que se trataba de información confidencial.
En noviembre de 2007 varios funcionarios de las empresas de Prince crearon una estructura de fijación de precios para servicios de seguridad e inteligencia para empresas privadas y personas acaudaladas. Un funcionario escribió que Prado estaba facultado para “desarrollar infraestructuras” y “llevar a cabo actividades de realidad del terreno y seguridad”. Según la lista de precios, los clientes interesados podían contratar a Prado y a otros funcionarios de Blackwater para trabajar en Estados Unidos o en cualquier lugar del mundo: Latinoamérica, el norte de África, países francófonos, el Medio Oriente, Europa, China, Rusia, Japón, Asia central y el sudeste asiático.
Un equipo de cuatro hombres con Prado a cargo para operaciones de contravigilancia en Estados Unidos tenía un costo semanal de $33.600; podían establecerse “casas de seguridad” por $250.000 y había otros costos operativos. Se ofrecían idénticos servicios alrededor del globo. Por $5.000 diarios, los clientes podían contratar a Prado o a los ex funcionarios de alto nivel de la CIA Cofer Black y Robert Richer como “representantes” ante “responsables nacionales de la toma de decisiones”.
Antes de trabajar con Blackwater, Black, veterano de la CIA con 28 de trabajo para la agencia a cuestas, estuvo a cargo del centro de contraterrorismo de la agencia, mientras que Richer fue director adjunto de operaciones. (Ni Black ni Richer siguen con la empresa).
A medida que Blackwater se vio implicada en controversias después de la masacre en la Plaza Nisour, Prado creó su propia empresa con el nombre Constellation Consulting Group (CCG) y, aparentemente, se llevó parte del trabajo encubierto de Blackwater con la CIA, aunque mantuvo estrechos vínculos con su antiguo empleador. En un mensaje electrónico enviado a un ejecutivo de Total Intelligence en febrero de 2008, Prado escribió “recientemente tuve un éxito muy importante en el desarrollo de capacidades en Malí [África] que son de sumo interés para nuestro principal patrocinador, el cual pronto emprenderá una iniciativa sustancial por medio de mi pequeño negocio”. Solicitó ayuda a Total Intelligence para analizar “la cuestión terrorista entre el norte de Malí y Níger”.
En octubre de 2009 los ejecutivos de Blackwater enfrentaron una crisis al no poder responder por su unidad telefónica segura, expedida por el gobierno y usada por la CIA, la Agencia de Seguridad Nacional y otros servicios militares y de inteligencia con fines de comunicación confidencial. Sobrevino una oleada de mensajes electrónicos a medida que el personal de diversas entidades de Blackwater trataba de ubicar el dispositivo. Un ex funcionario de Blackwater escribió “ese no es asunto mío”, puesto que había dejado de formar parte de la empresa; otro declaró “no tengo vela en ese entierro”.
Finalmente Prado intervino y envió un mensaje a los funcionarios de Blackwater solicitándoles “pasen mi número a la OGA POC”, es decir, al punto de contacto (Point of Contact) de la otra agencia del gobierno (Other Government Agency), eufemismo para referirse a la CIA.
No se sabe qué relación tiene el CCG de Prado con la CIA. Una versión anterior del sitio web de la empresa presumía que “los profesionales de CCG han realizado operaciones en los cinco continentes y cuentan con probada capacidad para satisfacer las necesidades de los clientes más exigentes” y que la empresa “puede manejar contratos de extrema confidencialidad”. Según el sitio, “CCG goza de una posición estratégica que le permite ofrecer servicios que ninguna otra empresa tiene a su alcance y es capaz de entregar resultados en las áreas más remotas con escaso o nulo apoyo externo”.
Entre los servicios publicitados destacaban “inteligencia y contrainteligencia (humana y electrónica), operaciones militares no convencionales, operaciones contra el narcotráfico, servicios de aviación, inteligencia competitiva, acceso a áreas prohibidas... y entrenamiento paramilitar”.
The Nation ya ha dado cuenta del trabajo de Blackwater para la CIA y el JSOC en Pakistán. Los nuevos documentos revelan un historial de actividades de Blackwater en relación con ese país. En ellos se afirma que Benazir Bhutto, ex primera ministra paquistaní, trabajó con la empresa al volver a Pakistán para organizar su campaña política con miras a las elecciones de 2008. En octubre de 2007, cuando los reportajes en los medios comentaban que Bhutto había contratado “seguridad estadounidense”, el directivo de Blackwater Robert Richer escribió a los ejecutivos de la empresa:
“Tenemos que observar este asunto con sumo cuidado desde diversos ángulos. Si nuestro nombre ve la luz, la reacción de la prensa paquistaní será muy importante. También hay que estar alerta a la manera en que la noticia pese en el mundo musulmán”. Además, Richer escribió: “Debemos de estar preparados para [sic] un comunicado de alguien afiliado a Al Qaida si nuestro nombre (BW) sale a colación. Eso influirá en el perfil de seguridad”.
Sin duda falta una palabra o hay una falta en el mensaje que obstaculiza entender a qué se refería Richer al mencionar el comunicado de Al Qaeda. Bhutto fue asesinada dos meses después. Los funcionarios de Blackwater programaron después una reunión con representantes de su familia en Washington, en enero de 2008.
A través de Total Intelligence y The Terrorism Research Center, Blackwater también hizo negocios con muy diversas corporaciones multinacionales. Según las comunicaciones internas de Total Intelligence, el gigante biotecnológico Monsanto, principal proveedor de semillas genéticamente modificadas en el mundo, contrató a la empresa en el período 2008–2009. Parece que la relación entre ambas empresas se concretó en enero de 2008, cuando Cofer Black, presidente de Total Intelligence, viajó a Zúrich para reunirse con Kevin Wilson, gerente de seguridad para asuntos internacionales de Monsanto.
Después de la reunión en Zúrich, Black envió un mensaje electrónico a otros ejecutivos de Blackwater; incluyó las direcciones de Prince y Prado en Blackwater. Black escribió que Wilson “entiende que podemos ampliar la colección y pasar de solo Internet a trabajo de comunicación y acercamiento, e incluso operativos y presencia militar con fundamentos legales para proteger el nombre [comercial] de Monsanto... información anticipada y alertas/perspicacia, eso es lo que busca”. Además, dijo que Total Intelligence “podría llegar a asumir el papel de brazo de inteligencia de Monsanto”.
Black también destacó la preocupación de Monsanto por los activistas que protegen los derechos de los animales y comentó que habían hablado de cómo Blackwater “podía hacer que alguien (o varios) de los nuestros se uniera legalmente a esos colectivos [activistas]”. Black señala que los pagos iniciales para Total Intelligence podrían salir del “generoso presupuesto destinado a protección” de Monsanto, pero que con el tiempo constituirían una línea específica dentro del presupuesto anual de la empresa. Según sus cálculos, los pagos para Total Intelligence alcanzarían entre $100.000 y $500.000. Los documentos evidencian que Monsanto pagó a Total Intelligence $127.000 en 2008 y $105.000 en 2009.
Contactamos a Wilson por teléfono y le preguntamos por la reunión con Black en Zúrich, a lo que en un principio respondió: “No voy a hablar de eso con ustedes”. En un posterior mensaje electrónico enviado a The Nation, Wilson confirmó haberse reunido con Black en Zúrich, dijo que Monsanto había contratado a Total Intelligence en 2008 y que la colaboración había durado hasta principios de 2010. Negó que él y Black hubieran hablado de infiltrar a grupos de protección de los derechos de los animales con la frase: “no se habló de eso”.
Aseveró que Total Intelligence únicamente entregó a Monsanto “informes acerca de las actividades de grupos o personas que pudieran representar un riesgo para el personal o las operaciones de la empresa alrededor del mundo, informes elaborados a partir del monitoreo de reportajes en los medios locales y otra información pública. El contenido de los informes incluye desde información sobre incidentes terroristas en Asia o secuestros en Centroamérica hasta el análisis del contenido de blogs y sitios web de activistas”. Wilson afirma que Black le dijo que “Total Intelligence era una entidad completamente independiente de Blackwater”.
Claro que Monsanto no fue el único emporio en contratar los servicios de la constelación de empresas de Blackwater. The Walt Disney Company contrató a Total Intelligence y a TRC para realizar una “evaluación de amenazas” ante la posible filmación en locaciones de Marruecos. Para ello, los ex funcionarios de la CIA Black y Richer solicitaron información a sus antiguas contrapartes marroquíes.
El trabajo representó “una buena oportunidad para impresionar a Disney”, según el informe de un ejecutivo. La magnitud de la impresión no está del todo clara; en 2009 la empresa pagó la magra cifra de $24.000.
Total Intelligence y TRC también realizaron evaluaciones de inteligencia en China para el Deutsche Bank. “La contrainteligencia técnica china es una de las principales amenazas en el mundo”, escribió un analista de TRC. Su informe añade: “Hay monitoreo en vivo en audio y video en muchas habitaciones y restaurantes en hoteles de cuatro y cinco estrellas”.
Además, señala la posibilidad de que se clonen las computadoras, las agendas digitales personales y otros dispositivos electrónicos que los huéspedes dejen en las habitaciones, y que es posible activar a distancia los micrófonos de los teléfonos celulares que usen las redes chinas, es decir, los aparatos podrían funcionar como escuchas permanentes. Concluye que los representantes del Deutsche Bank “no deben llevar equipo electrónico a China”.
En cuanto a las agentes chinas, el analista recomienda: “Si usted no resulta tremendamente atractivo a las mujeres en su país de origen, sospeche de su ‘éxito’ en China”. El banco pagó un total de $70.000 a Total Intelligence en 2009 por este y otros servicios.
TRC también investigó los antecedentes de empresarios libios y saudíes para el gigante bancario británico Barclays. En febrero de 2008 un ejecutivo de TRC envió un mensaje electrónico a Prado y Richer en el que revelaba que Barclays había solicitado a TRC y a Total Intelligence la investigación de antecedentes de altos ejecutivos del Saudi Binladin Group (SBG) y sus posibles “asociaciones/vinculaciones con la familia real, y sus vínculos con Osama bin Laden”.
En su informe, Richer señala que Bakr Mohammed bin Laden, presidente de SBG, “es conocido y goza de buena reputación entre los servicios de inteligencia árabes y occidentales” por su cooperación en la caza de Osama bin Laden. Otro ejecutivo de SBG, Sheikh Saleh bin Laden, aparece en el informe de Richer como “un empresario sumamente hábil, comprometido a operar con plena transparencia ante los servicios de seguridad saudíes”.
Además, se le considera “el más vehemente dentro del clan bin Laden en lo que respecta a criticar las acciones y convicciones de Osama bin Laden”.
En agosto Blackwater y el Departamento de Estado llegaron a un acuerdo de $42 millones por cientos de violaciones de reglamentaciones para controlar las exportaciones estadounidenses. Entre las violaciones citadas se encuentra la exportación no autorizada de datos técnicos al Ejército de Canadá.
Mientras tanto, los tratos de Blackwater con oficiales jordanos son la causa detrás de la acción penal federal emprendida contra cinco ex altos ejecutivos de Blackwater. El gobierno jordano pagó a Total Intelligence más de $1,6 millones en 2009.
Parte del entrenamiento que Blackwater dio a las fuerzas militares canadienses se realizó mediante el curso Mirror Image de Blackwater/TRC, en el que los participantes simulan formar parte de una célula de Al Qaeda a fin de comprender la mentalidad y la cultura de los insurgentes.
Los folletos de la empresa describen el curso como “un programa con sesiones en aula y entrenamiento de campo diseñado para simular el reclutamiento, la capacitación, las técnicas y las tácticas operativas de los terroristas”. Los documentos muestran que en marzo de 2009 Blackwater/TRC gastó $6.500 en ropas de uso común en Afganistán y diversos “materiales de propaganda: carteles, mapas de Pakistán en urdu, etc.” para el curso Mirror Image, y otros $9.500 en materiales similares el pasado enero en Pakistán y Afganistán.
Según documentos internos, tan solo en 2009 el Ejército de Canadá pagó a Blackwater más de $1,6 millones a través de TRC. Un oficial militar canadiense alabó al programa en una carta dirigida al TRC en la que agradece “la sensibilidad cultural única y pertinente, así como el entrenamiento para despliegues militares para distintas misiones de nuestros soldados en Afganistán”, y añade que “el programa de entrenamiento fue operativamente muy efectivo y actual, benéfico para nuestra misión”.
El pasado verano Erik Prince puso Blackwater en venta y se mudó a Abu Dhabi, capital de los Emiratos Árabes Unidos, pero eso no significa que haya abandonado el sinuoso mundo de la seguridad y la inteligencia. Dice haberse mudado a Abu Dhabi por su “gran proximidad a una mina de oportunidades en todo el Medio Oriente, además de su excelente logística”.
Dice también que “la ciudad es agradable desde el punto de vista empresarial, los impuestos son bajos o nulos, hay libre comercio y no hay sindicatos ni abogados litigantes fuera de control. Todo es propicio a los negocios y las oportunidades”. Por cierto, el país tampoco tiene tratado de extradición con Estados Unidos.
Jeremy Scahill es periodista independiente. Sus investigaciones aparecen frecuentemente en el programa de radio y televisión Democracy Now!, tiene una larga experiencia como corresponsal en Iraq y Yugoslavia, y actualmente disfruta de una beca para escritores Puffin otorgada por The Nation Institute. Scahill es autor de Blackwater: The Rise of the World's Most Powerful Mercenary Army. Sus textos y reportajes se encuentran en línea en RebelReports.com.
© 2010 The Nation All rights reserved. View this story online at: http://www.alternet.org/story/148202/
The Nation