Es tres veces mayor que el cráter de Chicxulub, en el Golfo de México, donde cayó el meteorito de 10 km. que extinguió a los dinosaurios hace 65 millones de años.
El cráter tiene 500 km. de diámetro (contra los 170 del de Chicxulub) y se formó hace 250 millones de años tras el impacto de un objeto de unos 50 km.
El nuevo cráter, que se encuentra bajo una capa de más de un km. de hielo, fue observado por primera vez en 2006 con los radares de gravedad y subsuelo de los satélites GRACE, de la NASA, y desde entonces ha despertado el interés de los científicos.
Los datos obtenidos sobre el terreno indican que la impresionante roca espacial cayó hace unos 250 millones de años, coincidiendo con la gran extinción que tuvo lugar en la frontera de los periodos Pérmico y Triásico. Durante aquél trágico episodio, desapareció cerca del 90% de todas las formas de vida del planeta.
Su localización geográfica, al este de la Antártida y debajo de Australia, en la región conocida como Tierra de Wilkes , sugiere a su vez que el enorme meteorito también tuvo algo que ver con la ruptura del supercontinente Gondwana, creando o acelerando la falla tectónica que desde entonces empezó a empujar Australia hacia el norte.
Los paleontólogos están convencidos de que fue precisamente la gran extinción del Pérmico-Triásico la que hizo posible el desarrollo y posterior dominio de los dinosaurios, cuyo reinado en la Tierra duró cerca de 80 millones de años.
Más tarde, tras el impacto que abrió el cráter de Chicxulub, la historia volvió a repetirse. Los dinosaurios (y cerca del 70% de la vida en la Tierra) se extinguieron y dejaron el campo libre para que los primeros mamíferos se desarrollaran y tomaran el control.
"El impacto de Tierra de Wilkes -explica Ralph von Frese, profesor de Ciencias Geológicas en la Universidad Estatal de Ohio y uno de los descubridores del cráter- es mucho mayor que el que mató a los dinosaurios, y probablemente causó en aquella época daños catastróficos".
A pesar de todo, por sí sola, la enorme estructura de 500 km. no prueba gran cosa. Pero tras largos años de estudio y de comparación con otros cráteres (en la Tierra y en la Luna), han conseguido despejar una buena parte de las dudas. "Existen en la Luna -afirma von Frese- por lo menos veinte cráteres de impacto de este tamaño o incluso mayores, por lo que no resulta sorprendente encontrar uno aquí".
Sin embargo, a diferencia de lo que sucede en la Luna, la intensa actividad atmosférica y geológica de la Tierra ha conseguido borrar o enterrar (como es el caso), la mayor parte de estas viejas cicatrices.
Pese a su convicción, von Frese y Laramie Potts (el otro descubridor del cráter) admiten que sus datos están abiertos a otras interpretaciones. De hecho, e incluso con las modernas técnicas basadas en radares de gravedad, los científicos apenas si están empezando a comprender lo que sucede en el interior de nuestro planeta.
"Basándonos en lo que sabemos sobre la historia geológica de la región -asegura von Frese- la estructura se formó probablemente hace cerca de 250 millones de años".
Algo más tarde, hace unos cien millones de años, Australia se separó de Gondwana e inició su larga y solitaria marcha hacia el norte, que continúa en la actualidad. La falla que provocó la ruptura cruza el gran cráter casi por su centro, lo que sugiere que, como mínimo, el impacto aceleró su formación.
Con todo, opina el científico, las pruebas definitivas de la hipótesis del impacto descansan aún bajo tierra, en antiguas rocas que están a la espera de futuras expediciones científicas que las desentierren.