Hace unos años lo narraba mi admirado amigo, traductor, médico y escritor, Manuel Talens, cuando junto a él y una veintena más de intelectuales y artistas, venidos de casi todos los continentes, tuvimos la inmensa satisfacción de compartir más de ocho horas junto al Comandante Fidel Castro, a las pocas semanas de su mil veces reproducida caída en Villa Clara (octubre de 2004), y unos meses antes de una complicada intervención quirúrgica a la que fue sometido (diciembre de 2006).
Tanta polvareda mediática levantaron ambos sucesos, que los falsos videntes y agoreros, anclados en el odio que genera el capitalismo salvaje, salieron a las calles de Miami a mostrar una malsana alegría, saludando alborozados a las cámaras de los enemigos de la democracia (con Prisa al frente), pero regresaron a sus cubículos con el rabo entre las piernas.
Son unos diez mil cubano-americanos que apoyan el terrorismo contra la Revolución, pagados y sostenidos por los mismos personajes que defienden y premian a blogueras que creen que la sintaxis es un problema de transporte público, o a las Damas del Cheque en Blanco y lengua de serpiente.
Por fortuna, el resto de los ciudadanos nacidos en la Mayor de las Antillas, emigrados a EEUU y Europa, fundamentalmente por motivos económicos y familiares, permanecía en sus hogares, con inquietud no disimulada, pero con cierto temor a la reacción de la poderosa Mafia del estado de la Florida, esperando que en los medios de comunicación locales, se diera una información, al menos objetiva, sobre el caso. Naturalmente, en Miami, y por extensión en los EEUU, es una esperanza poco realista.
En el siglo XXI, puedo afirmar que, exceptuando los benditos casos de la TV cubana, y los de Telesur y Venevisión, no hay en el mundo un solo canal, diario o periódico de amplia cobertura, que cumpla los mínimos exigidos por una facultad de periodismo, que respete aquella añorada deontología profesional que durante una temporada mantuvo (hoy es una sombra en el recuerdo) el servicio internacional de la BBC.
Aquellos grupos de personas vociferantes, manipuladas sabiamente por la USAID y todos los políticos del régimen norteamericano, además de las agencias de desestabilización social en América Latina, gritaban las consignas que sus superiores de la Florida dictaban, en tanto aguardaban en vano que la desaparición de Fidel fuera el prolegómeno de la caída en picado del sistema cubano.
Nada más lejano a sus lamentables deseos de muerte y desesperación, de descontrol y pánico, de movimientos militares o tanques en las calles. Toda Cuba fue esos días un digno y magnífico ejemplo de sosiego, lógica preocupación y firmeza ante un desenlace fatal.
Hoy, pasado más de un lustro de ambos acontecimientos, la Revolución (o sea, la sociedad cubana) sigue firme, pero exigiendo los cambios que el gobierno de Raúl Castro anunció en su toma de posesión; mejoras que van paulatinamente siendo tangibles, avanzando en dirección correcta, aunque fuera deseable una velocidad algo mayor, sobre todo en el mundo rural; cambios en estructura que se palpan ya en varias capitales, donde puede comprobarse visitando establecimientos como peluquerías, gimnasios y salones de belleza, que se comienzan a gestionar como en los años 70-80, al estilo de pequeñas cooperativas de las que son responsables sus propios trabajadores, permitiendo que la inagotable imaginación y sentido de la responsabilidad del ciudadano/a cubano/a, adquiera una dimensión nueva, fresca y de menor enjundia burocrática, secuela de origen muy español que habría que ir agilizando en lo posible, para diseñar un estado moderno y dinámico, como sus propios ciudadanos son hoy en día, además de ser un pueblo amante de la paz y la solidaridad universal.
Los viejos errores de las llamadas ofensivas revolucionarias, que protagonizaron compañeros con buenas intenciones pero con resultados penosos, van diluyéndose en el tiempo como ejemplo de lo que debe ser corregido, encarando una nueva etapa que yo mismo comencé a llamar hace ya diez años la Re-Evolución, antes incluso de mi añorada estancia en Cuba, trabajando en un centro poético y musical dependiente del Ministerio de Cultura.
En un país asediado militarmente, con parte del enemigo dentro y bien pagado, cual es la práctica totalidad de la corresponsalía extranjera de los medios de comunicación del primer mundo económico (primer mundo en torturas y malos tratos, en crímenes y violencia policial, primer mundo en corrupción generalizada, en condenas a muerte, en ejecuciones, primer mundo en número de prisioneros políticos), se dio el caso de que determinados dirigentes cometieran yerros, emprendieran estrategias erróneas, pero la Revolución siguió adelante, incluso cuando ya nadie confiaba en su recuperación, tras la lamentable entrega al capitalismo salvaje de la URSS y sus aliados.
Hoy, sin embargo, aquellas naciones y sus contritos ciudadanos viven bajo un régimen que ha consagrado el miedo como principal elemento de control social. Inquietud y zozobra diarias, que se han apoderado de una sociedad indefensa ante esos primeros síntomas de la llegada de una democracia avalada por las multinacionales. Un régimen en el que las bombas destrozan teatros, cines, autocares, servicios de transporte urbano; un régimen en el que el terrorismo más salvaje se ceba con niños, ancianos o mujeres, en el que la vida diaria transcurre y se percibe a golpe de bala, de loterías, máquinas tragaperras, oropel, anuncios de neón, automóviles de lujo, prostitución en los periódicos y en la televisión, manipulación mediática, y demás lacras defendidas ¿en nombre de la libertad? La dictadura del proletariado sustituida, de golpe y porrazo, por la del empresariado.
En la primavera de 2010, quienes defendemos el sistema más democrático del orbe, no podemos callar ante las mentiras que se urden contra el pueblo cubano, mientras la violación de los derechos humanos en España, Colombia, EEUU (no sólo en su territorio, sino con sus mesnadas en Irak, Afganistán y medio mundo), México, Perú, Honduras, Italia, Alemania, sigue ocultándose a la opinión pública, llegando al aberrante extremo de que un millón de iraquíes masacrados por la violencia del ejército de mercenarios de Obama, son tratados por Falsimedia como pecata minuta, al lado de la lamentable muerte de un delincuente habitual cubano.
En aquella cena a la que me refería en el primer párrafo, en la que pude charlar, además de con mi amigo Talens, con intelectuales de la talla de Stella Caloni, Atilio Borón, Gilberto López-Rivas, Aram Arahonian, Alicia Hermida, Genaro Carotenutto, Pablo González Casanova, Thiago de Melo o François Houtart, en un ambiente relajado y sin protocolo, se habló de lo divino y lo humano, hasta las 4 de la madrugada, hora en la que Fidel nos acompañaba hasta el final, no sin antes hacernos una foto colectiva. Él, como si se hubiera levantado hacía 10 minutos; nosotros, agotados pero con una alegría en el cuerpo que no puedo definir.
Aprovecho para dar las gracias más expresivas a Fidel, y cómo no al ministro de Cultura de la República, Abel Prieto, por aquella cena inolvidable en la que durante los pocos minutos de que dispuse para hablar del mundo, advertí al Comandante de que el actual Papa era sospechoso de todo, menos de ser una buena persona.
Cuando finalizó la larga reunión, Castro me tomó del brazo y me dijo: ¡”Qué duro tu hablaste del Papa, Carlos¡”. El tiempo me ha demostrado, admirado combatiente, que me había quedado corto. ¡Cuidado con Benedicto, cristianos del mundo¡
¡Viva Cuba¡ ¡ Viva la Revolución¡ ¡Viva Fidel¡ Viva Raúl¡