Los “disidentes” pro derechos humanos no acabaron con la URSS ni con el llamado Bloque Socialista del Este, pero sí fueron utilizados para la presión política internacional.
Hernando Calvo Ospina
La Agencia Central de Inteligencia, CIA, fue fundada oficialmente en julio 1947. Como parte de su primera gran estructuración, en enero de 1952 se creó a su interior la Office of National Estimates, ONE, compuesta por académicos provenientes de las más importantes universidades.
Según Ray S. Cline, quien escalara a subdirector de la CIA, la ONE teorizaba y proponía acerca de los aspectos más delicados de la política exterior estadounidense, principalmente sobre la Unión Soviética y sus aliados. [1] Con este u otro nombre, la ONE funcionó durante más de treinta años.
Uno de sus primeras elaboraciones, y quizás la más estratégica, fue “Ofensiva Psicológica contra la URSS. Objetivos y Tareas”, redactado en 1953, desclasificado en 1976, y depositado en los archivos del presidente Harry Truman. Este documento se constituyó en el manual teórico para la creación de “disidentes” en el ámbito académico, intelectual y científico.
Hacia 1958 los estadounidenses encontraron al “disidente” ideal para montar su primera gran campaña de propaganda: Alexander Solzhenitsyn. Según cuenta Jacob D. Beam, embajador estadounidense en Moscú de 1969 a 1973, Solzhenitsyn les entregaba sus escritos para que fueran difundidos en el exterior.
Ellos eran “una voluminosa, locuaz y cruda masa, a la que había que organizar y redactar en un todo coherente.” [2] Beam describe cómo ellos hicieron de Solzhenitsyn el “gran escritor” que recibió el Nóbel de Literatura en 1970.
Cuando el presidente Jimmy Carter llega a la presidencia, enero de 1977, Estados Unidos era acusado de ser cómplice de los principales gobiernos violadores de los derechos humanos en el mundo. Por tanto, al interior del país, "derechos humanos" eran dos palabras que decían bien poco.
Este gobierno se apropió de ellas para utilizarlas a su favor, como nueva y poderosa arma de la Guerra Fría. Se recogía la vieja recomendación del documento de la ONE: “Toda nuestra propaganda debe dirigirse al deseo de restablecer los derechos humanos, presentados como herencia del pueblo ruso.”
Zbigniew Brzezinski, consejero de Seguridad Nacional de Carter, y experto en asuntos soviéticos, fue el cerebro de la manipulación política de esos conceptos. Siendo profesor en la Universidad de Columbia, dirigió el Research Institute on International Exchange, el cual publicaría en 1975 “Disidencia en la URSS: Política, Ideología y Pueblo”. Contenía los análisis de varios académicos, donde se reconocía que los "disidentes" no eran alternativa política para el pueblo soviético, por lo tanto no servían para erosionar al sistema.
Se afirmaba que el tema de los derechos humanos sería lo ideal contra la URSS y demás países del campo socialista. Urgía, decía el documento, una “campaña internacional por los derechos humanos”; encontrar y apoyar “luchadores por los derechos humanos”; y crear “un gran movimiento por los derechos humanos”.
Aunque no era compartido por el secretario de Estado, Cyrus Vance, esto fue lo que se hizo durante el gobierno Carter. Además de las Unión Soviética, las baterías se enfilaron hacia Alemania del Este y Polonia, principalmente. Brzezinski, de origen polaco, convenció al presidente de apoyarse en la Iglesia Católica en ese país para la labor de zapa, cuyos resultados le dieron razón varios años después.
Mientras Washington vendía el discurso sobre la importancia de una distensión con la URSS, lanzaba una agresión ideológica, sicológica y propagandística contra ese adversario.
Los “disidentes” pro derechos humanos no acabaron con la URSS ni con el llamado Bloque Socialista del Este, pero sí fueron utilizados para la presión política internacional. Así unos tuvieran razón, fueron manipulados.
Triste es su epílogo. Al día siguiente del derrumbe del Muro de Berlín, hasta las ONG que los financiaron y vanagloriaron, empezaron a lanzarlos al oprobioso desprecio. La mayoría de estos hombres y mujeres terminaron en la delincuencia o pidiendo limosna para sobrevivir.
Notas:
[1] Ray S. Cline. Secrets, Spies and Scholars, Acropolis Books, Washington, 1976.
[2] Beam, Jacob. Multiple exposure: un American ambassador’s unique perspective on East-West issues. Norton, New York, 1978.