Los Yanomami son un pueblo indígena de Suramérica de aproximadamente 27.000 personas.
Viven en la frontera Brasil-Venezuela, cerca a la Sierra Parima, donde nacen ríos que desembocan luego en el Río Negro, en la cuenca amazónica y en el Orinoco venezolano.
Los Yanomami que viven en el territorio brasilero son unos 15.000. Se les asignó una región enorme de unos 94.000 kilómetros cuadrados. Este último dato es extraño: ¿cómo es posible que 15.000 personas, que son incluso sedentarias, necesiten un territorio tan grande como la totalidad de Portugal?
Los Yanomami viven en aldeas en forma ovalada llamadas shabono, cuyo techo es comunitario. Practican una agricultura de subsistencia, basada sobre todo en cultivos de mandioca y bananos, además de caza, pesca y cosecha de fruta selvática.
La dieta de los Yanomami es particularmente pobre en sal y su presión sanguínea es muy baja. Por esta razón, fueron sometidos a estudios médicos para intentar comprender si hay una relación entre la hipertensión y el consumo excesivo de sal.
Algunos de ellos practican el endocanibalismo, o bien la costumbre de comer los restos incinerados de sus seres queridos. La ceremonia de la cremación de la persona fallecida es muy compleja, pero el objetivo final es el de liberar el alma del cuerpo de manera que pueda vivir una tranquila vida espiritual eternamente. Después de haber quemado el cuerpo, se trituran los huesos y luego se efectúa el endocanibalismo, o bien, la ingestión de las cenizas de los huesos de los parientes difuntos.
También todos los objetos personales del muerto se queman, porque se cree que pueden albergar algunos espíritus malignos.
Según algunos lingüistas, la lengua de los Yanomami hace parte del grupo Macro-jê, pero según otros estudiosos, es un idioma totalmente distinto, del cual hacen parte cuatro dialectos (Ianomans, Sanumá, Ianan y Ianomamo).
El hecho de que la lengua de los Yanomami se haya considerado por mucho tiempo como un idioma aislado, llevó a algunos antropólogos a definir a los Yanomami como una raza pura, descendientes directos de los asiáticos que llegaron al continente americano por el estrecho de Bering hace 14 milenios.
En mi opinión, esta tesis está errada, tanto porque los Yanomami históricamente invadieron las tierras de los Macu (llamados también Borowa) y se mezclaron con mujeres pertenecientes a diferentes tribus, como porque algunos de ellos tienen los ojos verdes y la piel clara, típicos rasgos caucásicos y por consiguiente, resultado de cruces con los europeos, muy probablemente españoles que buscaban la mítica ciudad de Manoa (o El Dorado), a partir de 1540, o con otros caucásicos que llegaron ocasionalmente a America.
Si se observan con atención los rostros de los Yanomami se nota, por tanto, que su origen es mixto: principalmente asiático, pero también negroide y caucásico, como lo comprueban la forma de la nariz y los ojos verdes de algunas personas.
En los últimos años hubo varias disputas y controversias respecto a los indígenas Yanomami. En particular, en el 2000, los científicos Napoleón Chagnon y James Néel tomaron muestras de sangre de algunos indígenas y las enviaron al exterior sin informarles que se mantendrían por tiempo indefinido en aquellos laboratorios. Dicha práctica, contraria a las creencias Yanomamis, que consideran tabú la conservación de sangre o partes del cuerpo de un difunto, fue denunciada y se pidió la devolución de la sangre obtenida, pero hasta hoy no se ha hecho nada para intentar solucionar lo ocurrido.
Los dos científicos fueron acusados también de haber introducido virus y bacterias (inconscientemente), en las tierras Yanomami y de haber indirectamente facilitado la entrada de garimpeiros (buscadores de oro), en la zona.
La entrada de aproximadamente 40.000 garimpeiros a partir de 1990 en el territorio indígena Yanomami es un problema serio. En efecto, los buscadores de oro son violentos y resueltos en su objetivo, sin preocuparse por el ambiente y sin respetar la vida de los indígenas.
Otros opinan, en cambio, que las demarcaciones de inmensas áreas indígenas (mucho más grandes de lo que una pequeña población autóctona pueda necesitar) son muy extrañas.
No sólo el área indígena Yanomami, sino también otras áreas indígenas amazónicas, desproporcionadas respecto a la escasa población de nativos, cerradas a cualquier periodista o investigador externo, serían, de esta manera, zonas controladas no por el gobierno federal sino más bien por organizaciones externas que podrían efectuar investigaciones de todo tipo (mineras, biodiversas, de explotación hídrica), sin interferencias externas, siempre con la dócil aprobación de indígenas ingenuos y fácilmente corruptibles.
YURI LEVERATTO
Copyright 2010
Este articulo se puede reproducir indicando el nombre del autor y la fuente www.yurileveratto.com
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Se agredece Luis Margarido para las fotos.