Luis Paulino Vargas Solís (especial para ARGENPRESS.info)
Son como ecos muy tardíos de un trueno que estalló mucho tiempo atrás, o quizá espectros que aún no logran liberarse de sus cadenas terrenales. El caso es que, con más o menos frecuencia, todavía resuena la proclama de muerte a las ideologías, la cual renace desde las cenizas en boca de gente que se quedó encadenada a los furores triunfalistas del capitalismo, dos decenios atrás.
Hay quienes, por ejemplo, arguyen que conceptos políticos como izquierda y derecha carecen de todo contenido. A inicios de los noventas tal cosa resultaba asunto muy caché; elegante y de muy bien ver. Hoy es signo de ignorancia. Pero igual –bueno sea por la liberad de expresión- hay quienes lo repiten.
En nuestra aldeana Tiquicia, el resultado de las elecciones del pasado 7 de febrero ha venido a alimentar esa tesis. Ya Jorge Guardia nos lo advertía en La Nación (23 de febrero): el electorado costarricense es de centro-derecha, de donde deriva la inocente recomendación de que el futuro del PAC está justo ahí. Correrse a la izquierda, advierte este comentarista, no le conviene.
Esta es una versión ligeramente más sofisticada de la misma tesis. En vez del chabacano “las izquierdas y derechas no existen”, el señor Guardia, con algo más de sutileza, nos dice que, al menos en lo que a Costa Rica corresponde, todo se reduce a acomodarse –lo mismo el PAC, que los libertarios o el PLN- en un estandarizado y estático centro-derecha. Y de ahí en más, toda discusión ideológica queda cancelada.
Hay quienes –quizá por ingenuidad y hasta con recta intención- tienden a acomodarse a esa tesis. Por ejemplo, la tesis -expresada a veces desde tiendas oposicionistas- en términos de “apoyaremos todo lo que sea bueno para Costa Rica”. Esta es, con toda claridad, una típica proclama des-ideologizada y des-politizada. Para empezar, supone que hay cosas –o políticas o acciones y decisiones- que son “buenas” en abstracto para una Costa Rica igualmente abstracta.
En realidad esa Costa Rica abstracta no existe, excepto como simple especulación. Lo que existen son costarricenses de carne y hueso y, en consecuencia, realidades heterogéneas las cuales, y bajo ciertas circunstancias, pueden incluso devenir contradictorias. Precisamente esa es una poderosa razón que explica el que sigan existiendo ideologías políticas: porque realidades heterogéneas e intereses, necesidades y demandas disímiles, alimentan visiones de mundo diferentes y, a veces, contradictorias.
El caso es que las ideologías políticas se modulan a lo largo de un continuo, pleno de matices muy complejos. En general, se ubican a la derecha las ideologías conservadoras que hacen glorificación del capitalismo y el libre mercado, y que estiman la riqueza y el éxito material como lo más apreciable. Por su parte, las izquierdas se decantan a favor de la igualdad y la justicia y, justo por ello, tienden a ser críticas –en grados diversos- respecto del capitalismo.
El debate alrededor de la existencia de un estado fuerte ha dejado de ser, me parece, un criterio de demarcación realmente decisivo entre izquierdas y derechas. Lo cierto es que, alrededor del mundo, como también aquí en Costa Rica, hemos visto a las derechas favorecer la masiva intervención del Estado, aunque en beneficio de intereses capitalistas muy concentrados. Como también algunas izquierdas –las más avanzadas y renovadoras- promueven la profundización de la democracia, proponiendo, por ejemplo, una activa participación ciudadana y el más estricto escrutinio y rendición de cuentas en relación con el funcionamiento de la institucionalidad pública-estatal.
Es probablemente cierto que, en sus expresiones más extremas, izquierdas y derechas tienden a parecerse. Por ejemplo, en el inflamado ardor y la total intransigencia con que tales extremos desean imponer sus tesis respectivas. Pero cuando el debate político se mantiene dentro de límites de respeto y razonabilidad, las diferencias emergen con bastante claridad. Uno de los rasgos que entonces se evidencia, es que las ideologías de derecha se resuelven como una propuesta aparentemente pragmática, justo porque la elaboración ideológica de fondo es muy poco imaginativa. Pongámoslo así: creer que la vida ha de girar –principalmente si no exclusivamente- alrededor del dinero, constituye un excelente antídoto frente a toda tentación de debate o disquisición más profunda.
Las izquierdas generalmente –esto sin duda admite excepciones- tienden a ser más cuestionadoras y, en consecuencia, más complejas. Por ello generalmente se las percibe como más ideologizadas. En realidad, lo que acontece es que las ideologías de izquierda son más críticas, y por ello más elaboradas, y las de derecha más triviales y simplistas. Ello sobre todo refleja la posición relativa de unas y otras frente a los poderes establecidos: las primeras, desde una mirada cuestionadora; las segundas, desde una mirada de apología.
Hoy mismo, en Estados Unidos, hay un interesante debate ideológico que, con toda claridad, demarca límites entre posiciones de centro izquierda y de derecha. Menciono dos ejemplos destacadísimos: la reforma al sistema de salud y la reforma a los sistemas financieros. Y por favor recordemos que ese es un país cuya cultura política dominante es especialmente pragmática. Comentaristas de The New York Times como Paul Krugman o Bob Herbert representan muy claramente las posiciones de centro izquierda, sin duda más matizadas y argumentadas. Del otro lado, Sara Palin, el Tea Party o Fox News aportan un muestrario del chato pragmatismo de las ideologías de derechas. El centro izquierda estadounidense defiende un sistema de salud universal y establecer bridas que domen la avaricia desatada de las oligarquías financieras de Wall Street. Las derechas se decantan a favor de los intereses de las aseguradoras privadas y los grandes bancos.
Así, poco más o menos, se escribe hoy día la historia del debate entre izquierdas y derechas. Pero, sin duda, ello no agota las complejidades del asunto. Y probablemente es alrededor de los temas socio-culturales –género, diversidad cultural, juventudes, minorías por orientación sexual e identidad de género- donde el debate menos ha avanzado, justo porque es donde las izquierdas encuentran mayores dificultades para dar contenidos de realidad a sus propuestas de cambio con base en criterios de justicia e igualdad. Aquí sus tesis siguen siendo, en términos generales, conservadoras y limitadas, por lo que no logran diferenciarse suficientemente de las derechas.
Lo cual sugiere que el patriarcado –machista y adultocéntrico- es un sistema de dominación quizá más sólido que el propio capitalismo, puesto que logra atrapar y someter incluso a aquel frente político-ideológico que debería ser la avanzada para su cuestionamiento y transformación.
Cuando Guardia proclama que Costa Rica es el paraíso eterno de la centro-derecha, ofrece la típica conclusión de un ideólogo de derechas. Y ello por al menos dos razones: porque es una tesis muy conveniente al status quo y, además, porque es una tesis que elude cualquier análisis crítico de fondo. Queda por verse si el PAC querrá tragarse esa rueda de carreta.
Por otra parte, y a pesar del arraigado prejuicio frente al término izquierda (justo por ello sugiero hablar de progresismo), en cambio creo que –no obstante diversas contradicciones- nuestro pueblo tiende a ubicarse en el centro izquierda. Pero eso es material para otro artículo.