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El terremoto en Haití y las réplicas sísmicas desde Washington

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Gustavo Herren (especial para ARGENPRESS.info)

El terremoto en Haití es una oportunidad para que el Pentágono a través del Comando Sur de EEUU pruebe su operatividad militar, en vistas a que EEUU reafirme su influencia continental en el marco de la conflictividad intercapitalista global. Para los intereses geopolíticos estadounidenses y la escala de valores capitalista, la ayuda humanitaria juega un rol secundario.

En algo más de una semana EEUU realizó unilateralmente una operación de alta movililidad militar sobre Haití, con un despliegue masivo de 20.000 soldados.

Las tareas de transporte masivo de tropas y materiales por aire y mar fueron parte de la 'Operación Respuesta Unificada'. La operación militar comenzó a horas del terremoto con una oleada de aeronaves militares Hercules C-130 del Escuadrón 41 de Transporte Aéreo, que despegaron desde la base Little Rock (Arkansas). A las 72 horas, partieron desde la base aérea militar de Dover (Delaware) aeronaves a reacción C-17 Globemaster para transportar carga pesada, trasladando además al personal para soporte de comunicaciones conjuntas (Joint Communications Support Element (JCSE)), que actuó como vanguardia habilitando las 'operaciones de espectro completo'. Mientras tanto, una compañía de la 82 División Aerotransportada arribaba a Puerto Príncipe, tomando el control del aeropuerto y el espacio aéreo. Posteriormente cuatro C-17 más, salieron desde la base aérea de Elmendorf (Alaska), y otras aeronaves militares desde las bases de Charleston (Carolina del Sur) y Scott (Illinois). Todas ellas, salvo Elmendorf, forman parte del Comando de Movilidad Aérea (AMC), denunciado en agosto de 2009 en la reunión extraordinaria de UNASUR como integrante de los planes de Washington para incluir a América del Sur y el Caribe en la llamada Estrategia de Ruta Global (Global En Route Strategy), para el despliegue rápido y masivo de fuerza militar de choque en todo el mundo (1).

Sincronizadamente a los tres días de la hora cero del trágico terremoto, también llegó a Haití el portaaviones nuclear USS Carl Vinson junto con una flota naval de apoyo del Comando Sur (USSOUTHCOM). Entre otras, naves de desembarco como el USS Fort McHenry y el USS Carter Hall que desembarcaron efectivos de la Unidad Anfibia de la Marina de EEUU, de asalto anfibio como el USS Bataan, naves lanzamisiles, barcos y helicópteros de la Guardia Costera y un buque hospital, el USNS Comfort.
 
En cuanto al plano político-económico, al cuarto día arribó a Puerto Príncipe la secretaria de Estado, Hillary Clinton, junto con Rajiv Shah director de la controvertida doble Agencia Estadounidense para el Desarrollo Internacional (USAID). Aplicando el doble rasero del poder inteligente, el presidente Obama anunció el establecimiento del Fondo Clinton-Bush para coordinar la ayuda al país caribeño, liderado por la dupla bipartidaria relevante en la destrucción previa de Haití, Bill Clinton y George W. Bush. 
 
Este último, recordado por sus propuestas neoliberales para mercantilizar la catástrofe del huracán Katrina y presentarlas como ayuda a los damnificados, siendo también uno de los artífices de la activación de la IV Flota con su misión humanitaria, y la doctrina de intervención militar en las catástrofes naturales tratadas como si fueran desastres terroristas. Por su parte el FMI, que con sus condicionamientos estructurales para asegurarse el pago de deuda externa había contribuído enormente al empobrecimiento y la miserria del pueblo haitiano, volvió a facilitar un préstamo para 'ayuda humanitaria'.

Durante mas de 3 siglos las potencias coloniales España, Francia e Inglaterra se enfrentaron duramente por la isla La Española (República Dominicana-Haití) con su posición geográfica estratégica. Pero desde principios del siglo XX, en que desembarcaron en Haití sus multinacionales, es EEUU el que no ha cesado en su intervención mas o menos encubierta, incluída una ocupación militar por casi 20 años (1915-34). 
 
Hay evidencias de que EEUU y Francia participaron en el derrocamiento del presidente constitucional (anti-imperialista) Jean Bertrand Aristide, la primera vez (1991) en un golpe militar clásico, y en la segunda (2004) fue acusado de dictador y traficante de drogas, virtualmente secuestrado en el palacio presidencial por Fuerzas especiales de EEUU y exiliado a Africa, en lo que sería un 'un golpe de estado moderno’ que tiene puntos en común con el de Honduras (2009). 
 
Inmediatamente la situación fue avalada por la ONU que envió una Fuerza multilateral internacional que permanece hoy (MINUSTAH; Mission des Nations Unies pour la Stabilisation en Haïti), y en la que los países de la Comunidad del Caribe (CARICOM) rehusaron participar.
 
Varios son los objetivos para que Washington haya desplegado nuevamente una inusitada operación militar sobre Haití. Uno de ellos, indica la ocupación preventiva de territorio haitiano dada su posición estratégica próxima al territorio continental de EEUU (CONUS), y a Cuba. La intervención se anticipa a cualquier intento de otras potencias como Brasil, Rusia o China de utilizar la crisis para incrementar su influencia en el marco de la conflictividad inter-capitalista.

Con el anillo naval que rodea Haití, el Comando Sur controla la entrada y salida del país y consolida su presencia en la zona de catástrofe. Sin embargo el Comandante de la Guardia Costera, Christopher O'Neill, manifestó que el objetivo '...es interceptar en alta mar a los haitianos que intenten salir del país y repatriarlos'.

Por otro lado, Washington marca 'su' territorio a Brasil como potencia emergente, y hace una advertencia sobre su comportamiento en el reciente golpe de estado en Haití. Si bien Brasil estaba cumpliendo satisfactoriamente su rol en la actual ocupación, en función de su experiencia de guerra urbana en las favelas y las ciudades miseria. Los Cascos Azules de la misión de paz de la ONU liderada por brasileños, quedaron en los hechos sobrepasados por la autoridad militar del Pentágono con un control directo sobre el gobierno de Préval.


Las operaciones militares estadounidenses en Haití van poniendo en funcionamiento la red de bases conjuntas en Colombia, participando esta vez los aeropuertos y bases de la Fuerza Aérea en Bogotá, Cali y San Andrés como puntos intermedios de transbordo. EEUU y sus socios justifican la ofensiva contra Chávez y los países bolivarianos que afectan sus intereses afirmando entre otras cosas, que los acuerdos comerciales de Venezuela con Irán representan una potencial amenaza para la región, aunque en realidad el problema se extrapola a la lucha intercapitalista entre EEUU-UE y Rusia-China. 
 
La propaganda negra acusa a Chávez de intentar desestabilizar la isla La Española con el tráfico de cocaína desde las costas de Venezuela, justificando así la actual intervención militar estadounidense en Haití.

Otro objetivo de la intervención de EEUU en Haití es comprometer a su gobierno en situación de debilidad, según los próximos cambios políticos que espera en América Latina, utilizando el impacto de la catástrofe para imponer políticas que no serían posibles en condiciones normales. La ofensiva política y la profundización de la ofensiva militar (imbricada sobre la previa de George W. Bush) lanzada sobre Latinoamérica por el gobierno Obama, tiene relación con la perspectiva de que varios de sus gobiernos se alinearán con Washington en un futuro próximo, como había advertido Fidel Castro: '...
 
Sostengo que antes de que Obama concluya su mandato habrá de 6 a 8 gobiernos de derecha en América Latina que serán aliados del imperio. Pronto también el sector más derechista en EEUU tratará de limitar su mandato presidencial a un solo período... y un Nixon, un Bush o alguien parecido (como el ex vicepresidente Dick Cheney) será el nuevo presidente. Entonces se vería con toda claridad lo que significan esas bases militares en Colombia absolutamente injustificables, que hoy amenazan a todos los pueblos de Suramérica.'

Uno de los roles que cumplió el golpe de estado en Honduras con su ruptura con los países bolivarianos impulsores de la integración de América Latina, fue dar señales de un punto de inflexión hacia el aumento de la influencia regional de EEUU. El nuevo gobierno de Chile confirma la tendencia. Entre los próximos países con mayor probabilidad de subordinación al imperio están Brasil y Argentina. Para que desde una democracia capitalista, un gobierno revolucionario con poder político pueda cambiar las estructuras al punto de salir del capitalismo, deberá enfrentar necesariamente al poder económico del gran capital local y extranjero, para así cambiar las relaciones de producción. 
 
Para ello, una interacción fuerte entre el gobierno y la componente popular es fundamental, ya que deberá apoyarse en ésta, con una participación y movilización de masas suficiente como para que tomen el poder político, y a partir de éste avanzar en las transformaciones económicas. Parte de la complejidad actual que dificulta el proceso, tiene que ver con la carga cultural conservadora y la alta diversificación existente en los sectores populares, y que para conservar su condición el poder económico capitalista recurrirá a cualquier medio, incluido todo el espectro de violencia extrema.

En las últimas elecciones en Chile, el poder económico capitalista acaba de tomar el poder político. En los capitalismos de Brasil y Argentina, el poder político del gobierno poco confronta en los hechos con la mayor parte del poder económico, y su compromiso con las masas es débil al punto que, no se configuren para una transformación de estructuras por fuera del capitalismo. Las condiciones de desgaste interno de los gobiernos reformistas y la presión de la nueva ofensiva imperialista externa, hacen muy probable que ambos procesos evolucionen hacia una profundización capitalista, mas que en el sentido inverso.

El hecho que la 'ayuda humanitaria' en Haití esté principalmente orientada por el Pentágono a través del Comando Sur y no por agencias civiles del gobierno, así como la rapidez de la movilidad militar que contrasta con la menor velocidad para el rescate y el envío de ayudas, indica que el nivel de prioridades de Washington es militar antes que humanitario.

En tiempos de paz las potencias aplican las guerras políticas, que a menudo pueden ser peores que la militar ya que son invisibles para las poblaciones. Una de ellas es la guerra psicológica y cultural. Los grandes multimedios internacionales y los organismos de información del Departamento de Defensa y del Departamento de Estado, dan una representación de la realidad centrada en la ayuda a la población y el orden que está llevando EEUU a Haití con sus fuerzas militares. 
 
La amplificación mediática de los focos de violencia callejera justifica la presencia militar estadounidense y una potencial permanencia mediante futuros puestos militares locales. El énfasis mediático en las tareas humanitarias de los infantes de marina estadounidenses '...llevando agua y alimentos a los haitianos', lava su imagen ante la opinión pública internacional, aunque los marines también hayan entrado para proteger los intereses estratégicos de EEUU, y la propiedad privada de los capitalistas locales que no fue afectada por el sismo.

Con la catástrofe telúrica en Haití, EEUU muestra su nueva imagen, la del 'cambio' inteligente. Un cambio que en realidad nunca existió...
Nota:
1) Libro Blanco: 'Global En Route Strategy', Air Mobility Command (AMC), 2009, http://www.argenpress.info/2009/08/colombia-y-la-movilidad-militar-de.html

Foto: Haití, Terremoto - Soldados de la 82 División Aerotransportada del Ejército norteamericano arriban al Aeropuerto Internacional de Toussaint L’Ouverture la Capital haitiana Puerto Príncipe. / Autor: Chad Chisholm – USAF - DOD


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