Pablo Gonzalez

El lobby israelí en Estados Unidos I

Relaciones peligrosas


La política exterior estadounidense determina acontecimientos en todos los rincones del globo. En ningún sitio es esto tan cierto como en Oriente Medio, una región de inestabilidad recurrente y de una importancia estratégica enorme. Recientemente, el intento de la administración Bush de transformar la región en una comunidad de democracias ha ayudado a crear una insurgencia resistente en Irak, una fuerte subida en el ámbito de los precios del petróleo y ataques terroristas en Madrid, Londres y Ammán.

Con tanto en juego para tantos, todos los países necesitan entender las fuerzas que dirigen la política de los Estados Unidos en Oriente Medio. Los intereses nacionales de los Estados Unidos deberían ser el primer objetivo de la política exterior estadounidense. Durante las últimas décadas, sin embargo, y especialmente desde la Guerra de los Seis días en 1967, el asunto principal de la política estadounidense en Oriente Medio ha sido su relación con Israel. La combinación de apoyo inquebrantable de los EEUU a Israel y el consiguiente esfuerzo para extender la democracia por toda la región ha inflamado a la opinión pública árabe e islámica y ha puesto en peligro la seguridad de los EE. UU.

La situación no tiene parangón en la política americana. ¿Por qué los EEUU están dispuestos a dejar de lado su propia seguridad anteponiendo los intereses de otro estado? Podríamos suponer que el vínculo entre los dos países se basa en intereses estratégicos comunes o en imperativos morales muy convincentes. Como veremos más adelante, sin embargo, ninguna de esas dos explicaciones justifica la importante cantidad de material y apoyo diplomático que los EE. UU. proporcionan a Israel.

En lugar de eso, el empuje de la política estadounidense en la región se debe casi totalmente a la política interna de los EEUU, especialmente a las actividades del "Lobby israelí". Otros grupos con intereses particulares han conseguido desviar la política exterior estadounidense en direcciones que les favorecían, pero ningún lobby ha conseguido desviarla hasta el punto de que el interés nacional norteamericano está siendo descuidado mientras se intenta, simultáneamente, convencer al pueblo estadounidense de que los intereses de los EEUU e Israel son esencialmente idénticos.

Más adelante describiremos cómo el Lobby ha conseguido esta hazaña y cómo sus actividades han dado forma a las acciones estadounidenses en esta zona tan crítica. Dada la importancia estratégica de Oriente Medio y su potencial impacto en otras zonas, tanto los norteamericanos como los que no lo son deben entender y abordar la influencia del Lobby en la política estadounidense.

Algunos lectores encontrarán este análisis preocupante, pero los hechos aquí mencionados no se ven discutidos seriamente por los expertos. Nuestro informe se basa sobre todo en el trabajo de expertos israelíes y periodistas que merecen mucha credibilidad por echar luz sobre estos temas.

También nos basamos en pruebas aportadas por organizaciones para los derechos humanos muy respetadas, internacionales e israelíes. Del mismo modo que nuestras afirmaciones sobre el impacto del Lobby se basan en testimonios de miembros del propio Lobby y también de políticos que han trabajado con ellos. Los lectores pueden rechazar nuestras conclusiones, por supuesto, pero las pruebas en las que se basan no admiten polémica.

El gran benefactor

Desde la Guerra de Octubre de 1973, Washington ha dado a Israel una cantidad de apoyo que eclipsa las cantidades ofrecidas a cualquier otro estado. Es el mayor receptor anual de ayuda directa estadounidense tanto militar como económica desde 1976 y el mayor receptor total desde la Segunda Guerra Mundial.

 La ayuda directa total de los Estados Unidos a Israel supera los 140.000 millones de dólares de 2003. Israel recibe unos tres mil millones de dólares anuales en asistencia externa directa, lo que es, aproximadamente, un quinto del presupuesto estadounidense para ayuda externa.

En términos per cápita los EEUU dan a cada israelí un subsidio directo de unos 500 dólares al año. Esta generosidad sorprende especialmente cuando uno se da cuenta de que Israel es hoy en día un estado industrializado rico con una renta per cápita similar al de Corea del Sur o España.

Israel recibe además otros tratos especiales de Washington. Otros receptores de ayuda reciben su dinero en plazos trimestrales, pero Israel recibe su asignación total al principio de cada año fiscal y de este modo obtiene intereses extra.

La mayoría de los receptores de ayuda militar estadounidense deben gastar esa ayuda en los EEUU, pero Israel puede usar casi el 25% de su asignación para subvencionar su propia industria defensiva. Israel es el único país receptor que no tiene que dar cuentas de cómo gasta la ayuda, una excepción que hace que sea casi imposible impedir que el dinero se use para fines a los que se opongan los EEUU, como la construcción de asentamientos en la Orilla Oeste.

Aun más, los EEUU han concedido a Israel unos tres mil millones de dólares para el desarrollo de sistemas armamentísticos como el avión Lavi que el Pentágono no quería ni necesitaba, mientras daba a Israel acceso a armas estadounidenses de alto nivel como los helicópteros Blackhawk y los jet F-16. Además los EEUU dan a Israel acceso a secretos de la OTAN que niega a sus aliados en la Organización y hace la vista gorda con respecto a la adquisición por parte de Israel de armas nucleares. Washington también da a Israel un apoyo diplomático constante.

Desde 1982 los EEUU han vetado 32 resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que eran críticas para Israel, un número muy superior a los vetos totales dados por todos los otros miembros del Consejo de Seguridad. También bloquea los esfuerzos de los países árabes para poner el arsenal nuclear de Israel en la agenda de la Agencia Internacional de la Energía Atómica.

Los EEUU también acuden al rescate de Israel en tiempos de guerra y se ponen de su lado en las negociaciones de paz. La administración Nixon abasteció a Israel durante la Guerra de Octubre y protegió a Israel de la amenaza de la intervención soviética.

Washington estuvo profundamente implicado en las negociaciones que acabaron con esa guerra así como en el largo proceso "paso a paso" que la siguió, jugando al mismo tiempo un papel clave en las negociaciones que precedieron y siguieron a los Acuerdos de Oslo de 1993.

Hubo fricciones ocasionales entre representantes estadounidenses e israelíes en ambos casos, pero los EEUU coordinaron sus posiciones con Israel y apoyaron constantemente el planteamiento israelí en las negociaciones. Claro que un participante americano en Camp David (2000) dijo después: "...demasiado a menudo actuamos como abogado de Israel".

Como veremos más adelante, Washington ha dado a Israel mucha libertad en el trato de los territorios ocupados, (la Orilla oeste y la Franja de Gaza), incluso cuando sus acciones estaban en desacuerdo con la política estadounidense establecida. Aun más, la ambigua estrategia de la administración Bush para transformar Oriente Medio -empezando por la invasión de Irak- tiene como fin parcial mejorar la situación estratégica de Israel.

Aparte de las alianzas en tiempos de guerra, se hace difícil pensar en otra situación en la que un país haya dado a otro un nivel similar de ayuda material y diplomática durante un periodo tan extenso.

El apoyo estadounidense a Israel es, en resumen, único. Esta generosidad extraordinaria podría ser comprensible si Israel fuera un punto de estrategia vital o si hubiera un caso moral convincente para un apoyo estadounidense ininterrumpido. Pero ninguno de esos motivos es convincente.

Una responsabilidad estratégica

Según la página web del Comité Americano-Israelí de Asuntos Públicos (AIPAC), "los EEUU e Israel forman una alianza única para enfrontarse a las cada vez mayores amenazas estratégicas de Oriente Medio. Este esfuerzo colaborador ofrece beneficios importantes tanto para los EEUU como para Israel".

Esta afirmación es un artículo de fe entre los partidarios de Israel y lo repiten constantemente los políticos israelíes y los americanos pro-Israel. Israel quizá fuese un punto estratégico durante la guerra fría.

Pero al actuar como apoderado americano durante la Guerra de los seis días (1967), Israel ayudó a contener la expansión de la Unión Soviética en la región e infligió derrotas humillantes a estados satélites soviéticos como Egipto y Siria. Israel ha llegado a ayudar en otras ocasiones a proteger a otros aliados de los EEUU (como el rey Hussein de Jordania) y su capacidad militar obligó a Moscú a gastar más para ayudar a sus aliados perdedores. Israel también dio a los EEUU información secreta útil sobre la capacidad soviética. Pero no se debe exagerar el valor estratégico de Israel durante ese periodo.

Apoyar a Israel no resultó barato y complicó las relaciones estadounidenses con el mundo árabe. Por ejemplo, la decisión norteamericana de dar a Israel 2,2 mil millones de dólares como ayuda para una urgencia militar durante la Guerra de Octubre provocó un embargo de crudo de la OPEC que causó daños considerables en las economías occidentales.

 Aun más, los ejércitos israelíes no pudieron proteger los intereses estadounidenses en la región.

 Por ejemplo, los Estados Unidos no pudieron apoyarse en Israel cuando la revolución iraní de 1979 hizo aparecer preocupaciones sobre la seguridad de las reservas petrolíferas del Golfo Pérsico y hubieron de crear su propias "Fuerzas de despliegue rápido" (Rapid Deployment Force).

Aunque Israel fuese un punto estratégico durante la guerra fría, la primera guerra del Golfo (1990-91) reveló que Israel se estaba convirtiendo en un peso estratégico. Los EEUU no podían usar las bases israelíes durante la guerra sin romper la coalición anti-Iraquí y se vieron obligados a desviar fuerzas (por ejemplo, baterías de misiles Patriot) para impedir que Tel Aviv hiciera algo que pudiese fracturar la alianza contra Saddam. La historia se repitió en 2003: a pesar de que Israel estaba deseando que los EEUU atacasen a Saddam, el presidente Bush no podía pedirle ayuda sin disparar la oposición árabe. Así es que Israel volvió a quedarse a un lado.

A principios de los 90, especialmente después del 11 de setiembre (11S), el apoyo a Israel se ha justificado con la afirmación de que ambos estados se ven amenazados por grupos terroristas provenientes del mundo árabe o del musulmán y con una serie de "estados matones" que apoyan a esos grupos y con la búsqueda de armas de destrucción masiva. Estos razonamientos implican que Washington debería dejar carta blanca a Israel en sus negociaciones con Palestina y no presionar a Israel para que haga concesiones hasta que todos los terroristas palestinos estén en prisión o muertos. También implica que los Estados Unidos deben ir tras países como la República Islámica de Irán, el Irak de Saddam Hussein y la Siria de Bashar al-Assad.

Israel es, de este modo, un aliado crucial en la guerra contra el terror, porque sus enemigos son los enemigos de los EEUU. Estos nuevos razonamientos parecen convincentes, pero Israel es, de hecho, una responsabilidad en la guerra contra el terror y el esfuerzo más duro a la hora de tratar con los estados matones. Para empezar, el "terrorismo" es una táctica empleada por un amplio abanico de grupos políticos, no es un adversario simple y unificado.

Las organizaciones terroristas que amenazan Israel (por ejemplo, Hamás o Hezbollah) no amenazan a los EEUU, excepto cuando actúan en su contra (como en el Líbano en 1982). Aun más, el terrorismo palestino no es violencia aleatoria dirigida contra Israel u "Occidente", es, en gran medida, una respuesta a la prolongada campaña israelí para colonizar la Orilla Oeste y la Franja de Gaza.

Más importante aún, decir que Israel y los EEUU están unidos por una amenaza terrorista común invierte la base de la relación: es decir, los EEUU tienen un problema de terrorismo en buena parte porque tienen una alianza con Israel, no al revés.

El apoyo de los EEUU a Israel no es la única fuente de terrorismo antiamericano, pero es una muy importante, y hace que ganar la guerra del terror sea más difícil. No hay duda, por ejemplo, de que muchos líderes de al Qaeda, incluyendo a Bin Laden, se ven motivados por la presencia israelí en Jerusalén y la grave situación palestina. Según la Comisión del 11S, Bin Laden buscaba explícitamente castigar a los EEUU por su política en Oriente Medio, incluido su apoyo a Israel e incluso intentó programar los ataques para remarcar ese punto.

Igual de importante es que el apoyo incondicional de los EEUU a Israel hace más fácil para extremistas como Bin Laden conseguir apoyo popular y atraer reclutas. Encuestas de opinión pública confirman que la población árabe se muestra muy hostil contra el apoyo estadounidense a Israel y el Grupo consejero del departamento de los EEUU de diplomacia pública para el mundo árabe y musulmán descubrió que "los ciudadanos de estos países están muy angustiados por la grave situación de los palestinos y por el papel que perciben que juegan los EEUU"

Por lo que respecta a los denominados "estados matones" de Oriente Medio éstos no suponen una amenaza alarmante para los intereses estadounidenses, aparte del compromiso de los EEUU con Israel. A pesar de que los EEUU tienen ciertas desavenencias con estos regímenes, Washington no debería estar tan preocupado por Irán, Irak o Siria si no estuviese tan ligado a Israel. Aunque estos estados consiguiesen armas nucleares -algo que obviamente no es deseable- no supondría un desastre estratégico para los EEUU. Ni los EEUU ni Israel podrían ser chantajeados por una amenaza nuclear porque el chantajista no podría llevar a cabo la amenaza sin recibir represalias arrolladoras. El peligro de un "traspaso nuclear" a terroristas es igualmente remoto ya que un estado matón no podría estar seguro de que ese traspaso no sería detectado o de que no sería acusado y castigado después.

Aun más, en realidad la relación de EEUU con Israel les hace más difícil tratar con estos estados. El arsenal nuclear de Israel es una de las razones por la que algunos de sus vecinos quieren armas nucleares y amenazar a estos estados con un cambio de régimen aumenta ese deseo. Israel ni siquiera es valioso en el caso de que los EEUU contemplasen usar la fuerza contra estos regímenes porque no puede participar en la lucha. En resumen, tratar a Israel como el aliado más importante de los EEUU en la campaña contra el terrorismo y las diferentes dictaduras de Oriente Medio exagera la capacidad de Israel de ayudar en esos aspectos e ignora la manera en la que la política de Israel hace más difíciles los esfuerzos estadounidenses.

El apoyo incondicional a Israel también debilita la posición de los EEUU fuera de Oriente Medio. Élites extranjeras opinan constantemente que los EEUU apoyan en demasía a Israel y creen que su tolerancia hacia la represión israelí en los territorios ocupados es moralmente obtusa y una desventaja en la guerra contra el terrorismo.

 En abril de 2004, por ejemplo, 52 antiguos diplomáticos británicos enviaron al primer ministro Tony Blair una carta en la que le decían que el conflicto palestino-israelí había "envenenado las relaciones entre Occidente y los mundos árabe e islámico" y le advertían que la política de Bush y del primer ministro Ariel Sharon era "partidista e ilegal".

Una última razón para cuestionar el valor estratégico de Israel es que no actúa como un aliado leal. Los funcionarios israelíes ignoran a menudo peticiones de los EEUU, faltan a su palabra en promesas hechas a altos líderes estadounidenses (incluyendo compromisos anteriores para detener la construcción de asentamientos y para frenar los "asesinatos fijados" de líderes palestinos).

Además, Israel ha proporcionado importante tecnología militar estadounidense a rivales potenciales de los Estados Unidos como China, en lo que el Inspector General del Departamento de Estado de los EEUU llamó "un sistema de traspasos sin autorizar sistemático y creciente". Según la Oficina General de Contabilidad de los EEUU, Israel también "lleva a cabo las operaciones más agresivas de espionaje contra los EE. UU. por encima de cualquier aliado".

Además del caso de Jonathan Pollard, que dio a Israel grandes cantidades de material reservado a principios de los 80 (que Israel supuestamente pasó a la Unión Soviética para conseguir más visados de salida para judíos soviéticos), una nueva polémica surgió en 2004 cuando se descubrió que un funcionario clave del Pentágono (Larry Franklin) había entregado información secreta a un diplomático israelí supuestamente ayudado por dos funcionarios del AIPAC. Desde luego Israel no es el único país que espía a los EEUU, pero su gran deseo de espiar a su principal benefactor pone más en duda su valor estratégico.

Un caso de moralidad menguante

Aparte de su presunto valor estratégico, los partidarios de Israel también afirman que merece apoyo incondicional de los EEUU porque

 1) es débil y está rodeado de enemigos;

2) es una democracia, que es una forma preferible de gobierno;

 3) el pueblo judío ha sufrido crímenes en el pasado por los que merece un tratamiento especial y

4) la conducta de Israel es moralmente superior al comportamiento de sus adversarios. Inspeccionados más de cerca cada uno de estos argumentos es poco convincente. Hay un caso moralmente fuerte para apoyar la existencia de Israel, pero eso no está en peligro. Visto objetivamente, las conductas pasadas y presentes de Israel no ofrecen una base moral para darles más privilegios que a los palestinos.

¿Apoyo al más desvalido?

A menudo se describe a Israel como débil y asediado, como un David judío rodeado por un Goliat árabe. Esta imagen ha sido cuidadosamente alimentada por los líderes israelíes y escritores simpatizantes con la causa, pero la imagen opuesta está más cerca de la verdad.

Contrariamente a lo que se suele creer, los Sionistas tenían fuerzas mayores, mejor equipadas y mejor mandadas durante la guerra de independencia de 1947-49 y las Fuerzas de Defensa Israelíes (IDF) consiguieron unas victorias rápidas y fáciles en 1956 y contra Egipto, Jordania y Siria en 1967 -antes de que la ayuda a gran escala de los EEUU empezase a llegar a Israel.

 Estas victorias dan pruebas evidentes del patriotismo israelí, de su capacidad organizadora y de su capacidad militar, pero también dejan claro que Israel nunca estuvo indefenso, ni siquiera en los primeros tiempos. Hoy en día, Israel es la fuerza militar más importante de Oriente Medio.

 Su ejército convencional es muy superior a los de sus vecinos y es el único estado de la región que tiene armas nucleares. Egipto y Jordania firmaron tratados de paz con Israel y Arabia Saudí también se ofreció a hacerlo.

Siria ha perdido a su benefactor soviético, Irak está diezmado por tres guerras desastrosas e Irán está a cientos de kilómetros. Los palestinos casi no tienen una policía eficaz, mucho menos un ejército que pudiese amenazar a Israel.

 Según un estudio de 2005 del Jaffee Center for Strategic Studies (Centro Jaffee para estudios estratégicos) de la Universidad de Tel Aviv, "el balance estratégico favorece decididamente a Israel, que ha continuado ampliando la distancia cualitativa entre su propia capacidad militar y su poder de disuasión y la de sus vecinos". Si favorecer al más desvalido fuese un razonamiento convincente, los EEUU deberían apoyar a los oponentes de Israel.

¿Ayuda a una democracia amiga?

El apoyo americano a menudo se justifica afirmando que Israel es una democracia amiga rodeada por dictaduras hostiles. Este razonamiento suena convincente, pero no justifica el nivel de apoyo actual. Después de todo, hay muchas democracias por el mundo, pero ninguna recibe el suntuoso apoyo que recibe Israel.

Los EEUU han derrocado gobiernos democráticos en el pasado y han apoyado a dictadores cuando esto resultó beneficioso para los intereses norteamericanos y tienen buenas relaciones con un buen número de dictaduras actuales. Así pues, ser una democracia no justifica ni explica el apoyo estadounidense a Israel.

El razonamiento de "democracia compartida" se ve debilitado también por aspectos de la democracia israelí que van en contra de valores norteamericanos. La de los EEUU es una democracia liberal donde se supone que la gente de cualquier raza, religión o grupo étnico goza de los mismos derechos. Como comparación, Israel fue fundado explícitamente como un estado judío y la ciudadanía se basa en el principio de afinidad sanguínea.

Dado este concepto de ciudadanía, no nos sorprende que a los árabes de Israel, un millón tres cientos mil, se les trate como a ciudadanos de segunda clase o que una reciente comisión del gobierno de Israel declarase que Israel se comporta de forma "negligente y discriminatoria" con ellos.

De forma similar Israel no permite que los palestinos que se casan con ciudadanos israelíes pasen a ser también ciudadanos israelíes y no les concede a estas esposas el derecho a vivir en Israel. La organización israelí para los derechos humanos B'tselem denominó esta restricción "una ley racista que determina quién puede vivir aquí según criterios racistas". Tales leyes pueden ser comprensibles dados los principios fundamentales de Israel, pero no están de acuerdo con la imagen de democracia norteamericana.

 El estatus democrático de Israel también está minado por su negativa a otorgar a los palestinos un estado viable propio. Israel controla la vida de unos 3,8 millones de palestinos en Gaza y en la Orilla Oeste, mientras coloniza tierras en las que los palestinos han vivido durante mucho tiempo. Israel es una democracia formal, pero los millones de palestinos que controla tienen negados sus derechos políticos y, por lo tanto, el razonamiento de "democracia compartida" se ve correspondientemente debilitada.

Compensación por los crímenes del pasado

La tercera justificación moral es la historia del sufrimiento judío en el occidente católico, especialmente el trágico episodio del Holocausto. Como los judíos fueron perseguidos durante siglos y sólo pueden estar a salvo en una patria judía, muchos creen que Israel merece un tratamiento especial por parte de los EEUU.

Está claro que los judíos han sufrido mucho debido al despreciable legado del antisemitismo y que la creación de Israel fue una respuesta adecuada a una larga lista de crímenes. La historia, como hemos dicho, nos ofrece un caso moralmente fuerte para la defensa de la existencia de Israel. Pero la creación de Israel llevó consigo crímenes adicionales contra un pueblo completamente inocente: el palestino.

El desarrollo de estos acontecimientos está claro. Cuando el Sionismo político comenzó en serio en el siglo XIX, en Palestina sólo había unos 15.000 judíos.

 Incluso cuando se fundó Israel, los judíos eran sólo el 35% de la población de Palestina y poseían el 7% de las tierras.

La dirección de la principal corriente sionista no estaba interesada en establecer un estado binacional o en aceptar una partición permanente de Palestina. La dirección sionista deseaba a veces aceptar la partición como primer paso, pero esto sólo era una maniobra táctica y no su objetivo real.

Como dijo David Ben-Gurion a finales de los años 30: "Después de la formación de un gran ejército en la debilidad del establecimiento de un estado, aboliremos la partición y nos expandiremos por toda Palestina". Para alcanzar esa meta los sionistas debían expulsar a un gran número de árabes del territorio que acabaría siendo Israel. Era la única forma de conseguir su objetivo. Ben-Gurion vio el problema con claridad y escribió en 1941: "es imposible imaginar una evacuación general (de la población árabe) sin usar la fuerza de forma brutal".

O como dice el historiador israelí Benny Morris: "La idea de traslado es tan vieja como el sionismo moderno y ha acompañado a su evolución y praxis durante el último siglo". Esta oportunidad llegó en 1947-48 cuando las fuerzas israelíes llevaron a 700.000 palestinos al exilio.

 Los israelíes han afirmado durante mucho tiempo que los árabes se fueron porque sus líderes se lo mandaron, pero estudios cuidadosos (muchos de ellos hechos por historiadores israelíes como Morris) han echado abajo este mito. De hecho, la mayoría de los líderes árabes pidió a la población palestina que se quedase en casa, pero el miedo a una muerte violenta a manos de las fuerzas sionistas hizo que la mayoría huyese. Después de la guerra Israel prohibió el regreso de los palestinos exiliados.

El hecho de que la creación de Israel suponía un crimen moral contra el pueblo palestino estaba claro para los líderes israelíes. Como Ben-Gurion le dijo a Nahum Goldmann, presidente del Congreso judío mundial, "si yo fuese un líder árabe nunca haría las paces con Israel.

Es natural: hemos ocupado su país. Procedemos de Israel, pero de eso hace dos mil años, ¿qué tiene eso que ver con ellos? Ha habido antisemitismo, los nazis, Hitler, Auschwitz, pero, ¿fue por su culpa?

Ellos sólo ven una cosa: hemos llegado aquí y les hemos robado su país. ¿Por qué tienen que aceptarlo?".

Desde entonces, los líderes israelíes han buscado repetidamente negar las ambiciones nacionalistas de los palestinos. La primera ministra Golda Meir dijo una frase que llegó a ser famosa: "no existe nadie que sea un palestino". Incluso el primer ministro Yitzhak Rabin, quien firmó en 1993 los Acuerdos de Oslo, nada menos que se opuso a la creación de un estado palestino de derecho.

 La presión de extremistas violentos y el aumento de población palestina ha obligado a los líderes israelíes posteriores a retirarse de algunos de los territorios ocupados y a explorar compromisos territoriales, pero ningún gobierno israelí ha estado dispuesto a ofrecer a los palestinos un estado propio viable.

Incluso la supuestamente generosa oferta del primer ministro Ehud Barak en Camp David en julio de 2000 sólo les daba a los palestinos una serie de "Bantustans" desarmada y desmembrada bajo el control de facto de Israel.

Los supuestos "crímenes" europeos contra los judíos ofrecen una "justificación moral" para Israel existir, pero la supervivencia de Israel no está en duda -aunque algunos extremistas islámicos hagan referencias escandalosas y poco realistas a "borrarlo de la faz de la tierra" - y la trágica historia del pueblo judío no obliga a los EEUU a ayudar a Israel sin importar lo que hace en la actualidad.

Los "virtuosos israelíes" contra los "malvados árabes"
El argumento moral definitivo describe a Israel como un país que ha buscado la paz constantemente y que siempre ha mostrado contención incluso cuando era provocado.

De los árabes, al contrario, se dice que siempre han actuado con gran maldad. Esta narración -que repiten hasta la saciedad líderes israelíes y apologistas norteamericanos como Alan Dershowitz- es otro mito. En términos de comportamiento actual, la conducta moral israelí no es moralmente distinguible de las acciones de sus oponentes.

Estudios israelíes demuestran que los primeros sionistas estaban muy lejos de ser benevolentes con los árabes palestinos.

Los habitantes árabes se resistieron a la usurpación sionista, lo que no puede sorprender a nadie dado que los sionistas estaban intentando crear su propio estado en territorio árabe. Los sionistas respondieron vigorosamente y ninguno de los dos bandos tiene moralmente la razón durante este periodo.

Este mismo estudio revela también que la creación de Israel en 1947-48 implicó actos explícitos de limpieza étnica incluidas ejecuciones, masacres y violaciones por parte de judíos.

Además, la conducta posterior de Israel hacia sus adversarios árabes y hacia los palestinos ha sido, a menudo, brutal, sometiendo cada reivindicación a una conducta moralmente superior. Entre 1949 y 1956, por ejemplo, las fuerzas de seguridad israelíes mataron entre 2.700 y 5.000 infiltrados árabes, la gran mayoría de los cuales estaba desarmada.

Las IDF llevaron a cabo numerosos ataques transfronterizos contra sus vecinos a principios de los 50 y a pesar de que estas acciones fueron descritas como respuestas defensivas, en realidad eran parte de un amplio esfuerzo por expandir las fronteras de Israel. Las ambiciones expansionistas de Israel le llevaron a unirse también a Gran Bretaña y Francia en el ataque a Egipto de 1956, Israel sólo se retiró de las tierras conquistadas tras la intensa presión ejercida por los EEUU.

Las IDF también mataron a cientos de prisioneros de guerra egipcios en las guerras de 1956 y 1967. En 1967 expulsaron entre 100.000 y 260.000 palestinos de la recién conquista Orilla Oeste y echaron a 80.000 sirios de los Altos del Golán.

 También fue cómplice de la masacre de 700 inocentes palestinos en los campos de refugiados de Sabra y Shatila después de la invasión del Líbano en 1982 y una comisión de investigación israelí declaró al ministro de defensa de aquel momento, Sharon, "personalmente responsable" de estas atrocidades.

El personal israelí ha torturado a numerosos prisioneros palestinos, humillándolos sistemáticamente y ha molestado a civiles palestinos y usado la fuerza indiscriminadamente contra ellos en numerosas ocasiones. Durante la Primera Intifada (1987-1991), por ejemplo, las IDF distribuyeron porras entre sus tropas y las animaron a romper los huesos de los protestantes palestinos.

La organización sueca "Save the Children" estimó que "entre 23.600 y 29.000 niños habían necesitado atención médica por heridas de golpes en los dos primeros años de la intifada"', aproximadamente un tercio tenía huesos rotos'. 

Casi un tercio de los niños golpeados tenía diez años o menos.

 La respuesta de Israel a la Segunda Intifada (2000-2005) ha sido más violenta, llevando a Ha'aretz a declarar que "las IDF se están convirtiendo en una máquina de matar cuya eficacia es impresionante, casi espantosa".

 Las IDF dispararon un millón e balas en los primeros días del levantamiento, lo que está muy lejos de una respuesta comedida. Desde entonces Israel ha matado a 3,4 palestinos por cada israelí perdido, la mayoría de los cuales eran testigos inocentes; la relación de niños palestinos muertos contra niños israelíes es superior (5,7 contra 1). Las fuerzas israelíes han matado también a varios activistas extranjeros por la paz, incluida la joven a norteamericana de 23 años que fue aplastada por un bulldozer israelí en marzo de 2003.

Estos hechos sobre la conducta israelí han sido ampliamente documentados por numerosas organizaciones pro derechos humanos -incluyendo destacados grupos israelíes- y no admiten discusión por los observadores internacionales. Por esto mismo cuatro antiguos miembros del Shin Bet (la organización de seguridad interna de Israel) condenaron la actuación israelí durante la Segunda Intifada en noviembre de 2003. Uno de ellos declaró: "nos estamos comportando de una forma vergonzosa", y otro tachó la conducta de Israel de "claramente inmoral". ¿Pero no tiene derecho Israel a hacer lo que sea necesario para proteger a sus ciudadanos? ¿No justifica el mal del terrorismo el apoyo continuo de los EEUU aunque Israel responda con dureza?

De hecho este argumento tampoco es una justificación moral convincente. Los palestinos han usado el terrorismo contra los ocupantes israelíes y su disposición a atacar civiles inocentes está mal. Ese comportamiento no sorprende, sin embargo, porque los palestinos creen que no tienen otra manera de forzar concesiones israelíes. Como admitió una vez el primer ministro Barak, si hubiese nacido palestino "se habría unido a una organización terrorista". Tampoco debemos olvidar que los sionistas usaron el terrorismo cuando se vieron en una situación de debilidad similar y estaban intentando conseguir su propio estado. Entre 1944 y 1947 varias organizaciones sionistas usaron ataques terroristas con bombas para expulsar a los británicos de Palestina y por el camino se llevaron muchas vidas de civiles inocentes. Terroristas israelíes también asesinaron al mediador de la ONU, el conde Folke Bernadotte, en 1948 porque se oponía a su propuesta de internacionalizar Jerusalén.


Los autores de estos actos no eran extremistas aislados: los jefes del plan de asesinato consiguieron la amnistía del gobierno israelí y uno de ellos fue elegido para el Knesset. Otro líder terrorista que aprobó el asesinato, pero que no fue juzgado, fue el futuro primer ministro Yitzhak Shamir. Es cierto, Shamir admitió públicamente que "ni la ética judía ni la tradición judía pueden rechazar el terrorismo como medio de combate". Al contrario, el terrorismo tenía "un gran papel que jugar, en nuestra guerra contra el ocupante (Gran Bretaña)". Si el uso del terrorismo por parte de los palestinos es moralmente censurable hoy en día, también la dependencia que de él tenía Israel en el pasado, por lo tanto no puede justificarse el apoyo de EEUU a Israel basándose en que su conducta en el pasado había sido moralmente superior.

Quizá Israel no haya actuado peor que muchos otros países, pero está claro que no ha actuado mejor. Y si ni los argumentos morales ni los estratégicos son válidos para el apoyo estadounidense a Israel, ¿cómo lo explicamos?

La explicación reposa en el incomparable poder del Lobby israelí. Si no fuera por la habilidad del Lobby para manipular el sistema político norteamericano, la relación entre Israel y los EEUU sería mucho menos íntima de lo que es en la actualidad.

¿Qué es el Lobby?

Usamos "el Lobby" como término breve y cómodo para referirnos a la amplia coalición de individuos y organizaciones que trabajan activamente para dar forma a la política exterior de los EEUU en una dirección pro-israelí. Que usemos este término no tiene como finalidad sugerir que "el Lobby" es un movimiento unificado con un liderazgo central o que individuos integrados en él no difieran en ciertos puntos.

El corazón del Lobby está formado por judíos norteamericanos que hacen un esfuerzo significativo en sus vidas diarias para inclinar la política exterior estadounidense de forma que beneficie los intereses de Israel. Sus actividades van desde simplemente votar candidatos pro-israelíes hasta la escritura de cartas, contribuciones financieras y el apoyo a organizaciones pro-israelíes. Pero no todos los judíos norteamericanos son parte del Lobby, porque Israel no es un tema importante para muchos de ellos.

En un estudio de 2004, por ejemplo, apenas el 36% de los judíos norteamericanos afirmó que no estaban "muy" o "nada en absoluto" atados emocionalmente a Israel.

Los judíos norteamericanos también difieren en políticas israelíes específicas. Muchas de las organizaciones clave del Lobby, como el AIPAC y la Conferencia de presidentes de grandes organizaciones judías (CPMJO) están motivadas por líneas duras que generalmente apoyan las políticas expansionistas del Likud israelí, incluyendo su hostilidad hacia el proceso de paz de Oslo. La mayoría de los judíos norteamericanos, por otra parte, estaría favorablemente dispuesta a hacer concesiones a los palestinos y algunos grupos -como la Voz judía por la paz- abogan con fuerza por esos pasos. A pesar de estas diferencias, tanto los moderados como la línea dura apoyan firmemente el apoyo de los EEUU a Israel.

No sorprende que los líderes judío-norteamericanos consulten a menudo con funcionarios israelíes para así poder ejercer la máxima influencia en los EEUU como un activista de una importante organización judía escribió "para nosotros es rutina decir: 'ésta es nuestra política en cierto tema, pero debemos comprobar lo que dicen los israelíes'.

Como comunidad lo hacemos constantemente". También hay una norma muy dura en contra de criticar la política israelí y los líderes judío-norteamericanos rara vez apoyan que se ejerza presión sobre Israel. Así que Edgar Bronfman padre, presidente del Congreso judío mundial, fue acusado de "perfidia" cuando escribió una carta al presidente Bush a mediados de 2003 pidiéndole que presionase a Israel para que frenase la construcción de su polémica "valla de defensa". Los críticos declararon que "sería obsceno en cualquier momento que el presidente del Congreso judío mundial presionase al presidente de los EEUU para que se opusiera a políticas llevadas a cabo por el gobierno de Israel".

De forma similar, cuando el presidente del Foro político de Israel, Seymour Reich, aconsejó a la secretaria de estado Condoleezza Rice que presionase a Israel para que reabriese un paso fronterizo crítico en la Franja de Gaza en noviembre de 2005, los críticos denunciaron sus acciones como "comportamiento irresponsable" y declararon que "no hay lugar en absoluto en la corriente principal judía para actuaciones contrarias a la política relacionada con la seguridad de Israel". Huyendo de estos ataques, Reich declaró que "la palabra presión no existe en mi vocabulario cuando nos referimos a Israel".

Los judíos-norteamericanos han formado una impresionante serie de organizaciones para influir en la política exterior estadounidense, de las cuales el AIPAC es el más poderoso y conocido. En 1997 la revista Fortune pidió a los miembros del Congreso y a sus plantillas que hiciesen una lista con los lobbies más poderosos en Washington. El AIPAC era el segundo detrás de la Asociación Americana de personas retiradas (AARP), pero por encima de lobbies de peso como el AFL-CIO y la Asociación Nacional del Rifle.

Un estudio del National Journal de marzo de 2005 llegó a una conclusión similar, colocaba al AIPAC en segundo lugar (igualado con la AARP) en la "lista de poder político" de Washington. El Lobby también incluye a importantes cristianos evangélicos como Gary Bauer, Jerry Falwell, Ralph Reed y Pat Robertson, así como a Dick Armey y a Tom DeLay, antiguos líderes de grupo en la Cámara de Representantes.

Creen que el renacimiento de Israel forma parte de las profecías bíblicas, apoyan su actividad expansionista y opinan que presionar a Israel es contrario a los deseos divinos. Además, entre los miembros del Lobby también hay no judíos como John Bolton, el ex-editor del Wall Street Journal Robert Bartley, el ex-secretario de educación William Bennet, la ex-embajadora en la ONU Jeanne Kirkpatrick y el columnista George Will.

Fuentes de poder

Los EEUU tienen un gobierno dividido que ofrece muchas formas de influir en el proceso político. Como resultado, grupos con intereses concretos pueden manejar esa política de muchas formas diferentes -presionando a representantes electos y miembros de la parte ejecutiva, haciendo campañas de contribuciones, votando en elecciones, moldeando la opinión pública, etc.

Además, los grupos con intereses especiales gozan de un poder desproporcionado cuando están ligados a un tema particular y la mayoría de la población es indiferente. Los hacedores de política tienden a acomodarse a aquellos que se preocupan por el tema en cuestión, aunque sea un número pequeño, confiando en que el resto de la población no los castigará.

El poder del Lobby israelí mana de su incomparable habilidad para jugar a este juego de la política de los grupos con intereses particulares.

 En sus operaciones básicas no se diferencia de otros grupos como el Lobby de granjeros, del acero o de los trabajadores textiles y otros lobbies étnicos. Lo que distingue al Lobby israelí es su extraordinaria eficacia.

Pero no hay nada impropio en que los judíos-norteamericanos y sus aliados cristianos intenten llevar la política de los EEUU hacia Israel. Para la mayoría, los individuos y grupos que comprende el Lobby hacen lo que otros grupos similares hacen, pero mucho mejor. Curiosamente los grupos de intereses árabes son entre débiles e inexistentes, lo que hace que la tarea del Lobby sea aún más fácil.

Estrategias para el éxito

El Lobby persigue dos grandes estrategias para promover la ayuda estadounidense a Israel. La primera, ejercer una influencia significativa en Washington presionando tanto al Congreso como a la rama ejecutiva para que apoyen a Israel. Sin importar cuáles sean las opiniones de un legislador o un político, el Lobby intenta que vean que apoyar a Israel es la "mejor" opción política.

La segunda, el Lobby procura asegurarse que el discurso público sobre Israel refleje una luz positiva repitiendo mitos sobre Israel y su fundación y dando publicidad a la opinión de Israel en los debates políticos diarios.

El objetivo es evitar comentarios críticos sobre Israel que surjan de una vista objetiva del ruedo político. Controlar el debate es esencial para garantizar el apoyo de los EEUU, porque una discusión sincera sobre las relaciones entre los EEUU e Israel podría llevar a los norteamericanos a optar por una política diferente.

Influencia en el Congreso

Un pilar clave en la eficacia del Lobby es su influencia en el Congreso de los EEUU donde Israel es prácticamente inmune a las críticas. Esto es por sí mismo una situación extraordinaria ya que el Congreso casi nunca se asusta de los temas conflictivos. Tanto si el tema es el aborto, la acción afirmativa, la atención sanitaria o el bienestar social, seguramente habrá un debate animado en el Capitolio. Cuando se trata de Israel, sin embargo, los críticos potenciales permanecen en silencio y prácticamente no hay debate.

Una de las razones del éxito del Lobby en el Congreso es que algunos miembros clave son cristianos sionistas, como Dick Armey, quien dijo en setiembre de 2002 que "mi primera prioridad en política exterior es proteger a Israel". Cualquiera pensaría que la primera prioridad de cualquier congresista debería ser "proteger a los EEUU", pero eso no fue lo que dijo Armey. También hay senadores judíos y congresistas que trabajan para conseguir que la política exterior estadounidense apoye los intereses israelíes.

Los empleados pro-israelíes del Congreso son otra fuente del poder del Lobby. Como una vez admitió un ex-líder del AIPAC, Morris Amitay, "hay mucha gente, trabajadores de aquí (del Capitolio) que resulta que es judía y que está deseando poder mirar ciertos temas desde el punto de vista de su carácter judaico... Toda esa gente está en una posición en la que puede influir en la decisión de esos senadores.. Se puede conseguir muchísimo sólo desde el nivel de los empleados".

El AIPAC en sí mismo es el que forma el corazón de la influencia del Lobby en el Congreso. El éxito del AIPAC se debe a su capacidad para premiar a legisladores y candidatos al Congreso que apoyen sus prioridades y castigar a los que lo desafíen.

El dinero es un punto importantísimo en las elecciones norteamericanas (como el reciente escándalo sobre los varios tratos en la sombra del cabildero Jack Abramoff nos recuerda), y el AIPAC se asegura de que sus amigos reciban un fuerte apoyo económico de la miríada de comités de acción política pro-israelíes. Por otra parte, los que sean vistos como hostiles contra Israel, pueden estar seguros de que el AIPAC dirigirá contribuciones de campaña contra sus oponentes políticos. El AIPAC también organiza campañas de envío de cartas y anima a los editores de periódicos a respaldar a los candidatos pro-israelíes.

No cabe duda de la potencia de estas tácticas. Por coger sólo un ejemplo, en 1984 el AIPAC ayudó en la derrota del senador Charles Percy de Illinois quien, según una importante figura del Lobby, había "manifestado insensibilidad e incluso hostilidad contra nuestros intereses". Thomas Dine, presidente del AIPAC en aquel momento explicó lo que pasaba:

"Todos los judíos de los EEUU, de costa a costa, se unieron para echar a Percy. Y los políticos norteamericanos -los que tienen puestos públicos ahora y los que aspiran a ellos- entendieron el mensaje". La reputación del AIPAC lo define como un adversario formidable, por supuesto, porque desanima a cualquiera a oponerse a su programa.

Sin embargo la influencia del AIPAC en el Capitolio va aún más lejos. Según Douglas Bloomflield, antiguo miembro del personal del AIPAC, "es normal que los miembros del Congreso y su equipo se dirijan al AIPAC en primer lugar cuando necesitan una información, antes de llamar a la biblioteca del Congreso, al Servicio de Investigación del Congreso, a miembros del comité o a expertos de la administración". Lo que es más importante, señala que al AIPAC "se recurre a menudo para que redacten discursos, trabajen sobre legislación, aconsejen sobre tácticas, reúnan patrocinadores y votos".

Lo fundamental es que el AIPAC, que es un agente de un gobierno extranjero de facto, tiene un dominio completo en el Congreso de los EEUU. Allí no hay debates abiertos sobre la política estadounidense hacia Israel, a pesar de que esa política tiene consecuencias importantes para todo el mundo.

Por todo esto una de las tres ramas principales del gobierno de los EEUU está firmemente comprometida con el apoyo a Israel. Como dijo el ex-senador Ernesto Hollines (Demócrata, Carolina del Sur) cuando dejó su cargo, "No se puede tener una política hacia Israel que no sea la marcada por el AIPAC".

Así que no sorprende que una vez el primer ministro israelí Ariel Sharon dijese al público norteamericano: "Cuando la gente me pregunta cómo puede ayudar a Israel, le digo -Ayude al AIPAC".

Influencia en el ejecutivo

El Lobby también tiene una influencia significativa en la rama ejecutiva. Ese poder se deriva en gran medida de la influencia que los votantes judíos tienen en las elecciones presidenciales.

 A pesar de ser un pequeño porcentaje de la población (menos del 3%), hacen grandes donaciones a las campañas de los candidatos de los dos partidos.

El Washington Post estimó que los candidatos demócratas a la presidencia "dependen de los apoyos judíos hasta en un 60% del dinero recibido".

Aun más, los votantes judíos tienen un índice muy alto de votantes y están concentrados en estados clave como California, Florida, Illinois, Nueva York y Pensilvania. Como son importantes en elecciones muy reñidas, los candidatos a la presidencia procuran no contrariar a los votantes judíos.

Organizaciones clave en el Lobby también apuntan directamente a la administración que esté en el poder. Por ejemplo, las fuerzas pro-israelíes se aseguran de que los críticos con el estado judío no puedan conseguir cargos importantes relacionados con la política exterior. Jimmy Carter quería que George Ball fuese su primer secretario de estado, pero sabía que Ball estaba visto como crítico con Israel y que el Lobby se opondría al nombramiento.

 Esta prueba de fuego obliga a cualquier aspirante a diseñador de políticas a convertirse en un gran partidario de Israel, por eso los abiertamente críticos con la política de Israel se han convertido en una especie en extinción entre el personal que se ocupa de la política exterior de los Estados Unidos.

Estas fuerzas siguen operando hoy en día. Cuando en 2004 el candidato a la presidencia Hosard Dean pidió que los EEUU pasaran a un papel más "imparcial" en el conflicto árabe-israelí, el senador Joseph Lieberman lo acusó de traicionar a Israel y dijo que su declaración era "irresponsable".

Prácticamente todos los altos cargos demócratas de la Cámara firmaron una carta contundente dirigida a Dean en la que criticaban sus comentarios y el Chigago Jewish Star informó de que "atacantes anónimos, están atascando los buzones de líderes judíos por todo el país avisando -sin muchas pruebas- de que Dean podría ser de algún modo malo para Israel".

Esta preocupación era absurda, dado que Dean, de hecho, es de la línea dura a favor de Israel. El director de su campaña era un antiguo presidente del AIPAC y Dean dijo que sus propias opiniones sobre Oriente Medio eran más cercanas a las del AIPAC que a las del moderado Americanos por la Paz Ahora. Dead sólo había sugerido que para "acercar a las partes", Washington debería actuar como un negociador honrado.

 Esto difícilmente se puede considerar una idea radical, pero es algo inaguantable para el Lobby que no está dispuesto a tolerar la idea de la imparcialidad en lo que respecta al conflicto árabe-israelí.

Las metas del Lobby también se ven beneficiadas cuando individuos pro-israelíes ocupan puestos importantes en el ejecutivo. Durante la administración Clinton, por ejemplo, la política sobre Oriente Medio la conformaban sobre todo gente con fuertes lazos de unión con Israel o con importantes organizaciones pro-israelíes -incluido Martin Indyk, antiguo director adjunto de investigación del AIPAC y cofundador del Instituto Washington de Política para Oriente Próximo (WINEP) pro-israelí; Dennis Ross, que se unió al WINEP después de dejar el gobierno en 2001 y Aaron Miller, que vivió en Israel y que va a menudo de visita.

Estos hombres estaban entre los consejeros más próximos al presidente Clinton en la cumbre de Camp David de julio de 2000. A pesar de que los tres apoyaban el proceso de paz de Oslo y estaban a favor de la creación de un estado palestino, sólo lo hacían dentro de los límites de lo que sería aceptable para Israel.

En particular, la delegación norteamericana seguía el ejemplo del primer ministro israelí Ehud Barak, coordinaban las posiciones negociadoras con anterioridad y no ofrecían sus propias propuestas independientes para la resolución del conflicto. No es sorprendente que los negociadores palestinos se quejasen de que estaban "negociando con dos delegaciones israelíes -una bajo bandera israelí y la otra bajo bandera de los EEUU."

La situación es incluso más marcada en la administración Bush cuyas filas incluyen individuos que apoyan fervientemente a Israel como Eliot Abrams, John Bolton, Douglas Feith, I. Lewis ("Scooter" Libby, Richard Perle, Paul Wolfowitz y David Wurmser. Como veremos, estos miembros del gobierno promueven políticas favorecidas por Israel y respaldadas por las organizaciones del Lobby.

Manipulación de los medios

Además de influir directamente en la política del gobierno, el Lobby procura determinar las percepciones del público sobre Israel y Oriente Medio. No quiere que surja un debate abierto sobre temas relacionados con Israel porque un debate abierto podría llevar a que los estadounidenses se cuestionen el nivel de ayuda que actualmente aportan. Según esto, las organizaciones pro-israelíes trabajan duro para influir en los medios, en grupos de expertos y en el mundo académico porque estas instituciones son decisivas a la hora de dar forma a la opinión popular.

La perspectiva del Lobby sobre Israel se ve ampliamente reflejada en los principales medios en buena medida porque la mayoría de los comentaristas son pro-israelíes. El debate entre expertos en Oriente Medio, según escribe el periodista Eric Alterman, está "dominado por gente a la que nunca se le ocurriría criticar a Israel". Da una lista de 61 "columnistas y comentaristas con los que se puede contar para que apoyen a Israel reflexivamente y sin reservas". En el lado contrario, Alterman sólo encontró cinco expertos que critican sistemáticamente el comportamiento Israel o que respaldan posiciones árabes. De vez en cuando los periódicos publican artículos de invitados que desafían la política israelí, pero el balance favorece claramente al otro bando.

Esta predisposición pro-Israel se refleja en los editoriales de los principales periódicos. Robert Bartley, último editor del Wall Street Journal, señaló una vez que "Shamir, Sharon, Bibi -sea lo que sea lo que quieren estos tíos, para mí está bien". No es sorprendente que el Journal, junto con otros periódicos importantes como The Chicago Sun-Times y The Washington Times, publiquen regularmente editoriales marcadamente pro-Israel. Revistas como Commentary, la New Republic y la Weekly Estándar también defienden celosamente siempre a Israel.

También encontramos esta predisposición editorial en periódicos como el New York Times. El Times rara vez critica la política israelí y a veces reconoce que los palestinos hacen reivindicaciones legítimas, pero no es imparcial. En sus memorias, por ejemplo, el ex-director ejecutivo del Times, Max Frankel reconoció el impacto que sus propias actitudes pro-israelíes tenían en sus elecciones editoriales. En sus propias palabras: "Era mucho más devoto de Israel de lo que me atrevía a reconocer". Y sigue: "Fortalecido por mis conocimiento de Israel y por mis amistades allí, yo mismo solía escribir muchos de los comentarios sobre Oriente Medio. Como más lectores árabes que judíos reconocen, los escribía desde una perspectiva pro-israelí".

Las informaciones de los medios de nuevos acontecimientos referentes a Israel son de algún modo más imparciales que los comentarios editoriales, en parte porque los reporteros procuran ser objetivos, pero también porque es difícil cubrir sucesos en los territorios ocupados sin reconocer cuál es el comportamiento actual de Israel. Para desalentar las informaciones desfavorables sobre Israel, el Lobby organiza campañas de cartas, manifestaciones y boicots contra distribuidores de noticias cuyo contenido se considera anti-israelí. 

Un ejecutivo de la CNN ha dicho que a veces recibe 6.000 mensajes de correo electrónico en un solo día en los que se quejan de que una historia es anti-israelí. De forma similar, el Comité norteamericano para la información fiel sobre Oriente Medio (CAMERA), también por-israelí, organizó manifestaciones ante las emisoras de 33 ciudades de la Radio Nacional Pública (NPR) en mayo de 2003 y también intentó convencer a los patrocinadores de que retirasen su apoyo a la NPR hasta que su información sobre Oriente Medio fuese más comprensiva con Israel. La sede de la NPR en Boston, WBUR, informó que había perdido más de un millón de dólares en aportaciones como resultado de aquellos esfuerzos.

La presión sobre la NPR también llegó desde los amigos de Israel en el Congreso, quienes pidieron a la NPR una auditoría interna así como más supervisión en su información sobre Oriente Medio.

 Estos factores ayudan a explicar por qué los medios norteamericanos contienen pocas críticas a la política de Israel, por qué pocas veces cuestionan la relación de Washington con Israel y por qué sólo ocasionalmente se discute la marcada influencia del Lobby en la política estadounidense.

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