Pablo Gonzalez

Religión y homosexualidad: Amor de Dios, odio de los hombres


Jerarcas de diversas religiones han manifestado opiniones directas de la homosexualidad como una aberración de la conducta humana. Aunque el principal promotor de la homofobia religiosa es el catolicismo, otras religiones no han escapado a su alcance.

Principales religiones del mundo rechazan a los gays

Adelaido Martínez Huitrón 

La homosexualidad y la religión están unidas en una relación con muchos altibajos, puesto que siempre se ha tachado a la atracción de un individuo hacia otro de su mismo sexo como algo antinatural, desagradable, incluso de una repulsión hacia Dios.

Las manifestaciones de rechazo suelen ser variadas y por lo general muy contundentes: desde su rechazo verbal, hacia una campaña de satanización por parte de una institución cuyo propósito inicial es el de salvaguardar la paz de un individuo con una divinidad.

A continuación, una pequeña biografía de la concepción de la homosexualidad por parte de algunas de las principales religiones que lideran el planeta. Pareciera que tienen sus diferencias, pero todas se encaminan hacia un punto en particular: el rechazo.

El inflexible Catolicismo

Bajo el argumento de que Dios creó al hombre y la mujer para que se produjeran, y como base de la familia, el Catolicismo ha condenado desde siempre la homosexualidad. Este rechazo se ha manifestado a través de la historia del mundo de diversas maneras, desde la Santa Inquisición en la época Colonial, hasta la satanización de los gays y lesbianas.

La Biblia, el libro que recoge la palabra de Dios desde el punto de vista católico, ha señalado paisajes atribuibles completamente hacia la homosexualidad, aunque en muchos de ellos ni siquiera se menciona esta palabra.

Por ejemplo, en el libro del Génesis del Antiguo Testamento, se menciona el caso de las ciudades de Sodoma y Gomorra, donde se cometían actos considerados como lujuriosos, y en castigo, Dios mandó destruir estas ciudades.

Dichos actos, de acuerdo con estudiosos de la Biblia, eran entre personas del mismo sexo, sin embargo, no fueron actos homosexuales propiamente dichos, sino que se trataba de una violación a hombres con fines de sometimiento.

De ahí, que a prácticas sexuales como el sexo anal se le conozca también como “sodomización”.

El libro del Levítico, que narra algunos pasajes de la vida del profeta Moisés, menciona en una parte lo siguiente, relativo hacia la homosexualidad:

“Y cuando un hombre se acuesta con un varón igual a como uno se acuesta con una mujer, ambos han hecho una cosa detestable.

Deben ser muertos sin falta.

Su propia sangre está sobre ellos” (Levítico 20, 13-14).

Eso de “su propia sangre” se refiere a que los familiares de los sorprendidos en “pecado” debían aplicar la justicia sobre ellos.

Cabe señalar un asunto importante: Jesucristo no emite ninguna opinión, ya sea favorable o desfavorable, sobre la homosexualidad, al menos, así lo refieren los cuatro evangelistas que narraron su vida (San Mateo, San Marcos, San Lucas y San Juan); sin embargo, es el apóstol San Pablo que vuelve a referir el tema con la siguiente cita:

¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios?

 No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones (sodomitas), ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios" (1ª. Corintios 6, 9-10)”.

Es más, algunos escritores y estudiosos están convencidos de que Jesús era homosexual; así lo han hecho patente en artículos y libros que incluso, lo presentan como un transexual.

A lo largo de la historia, diversos sacerdotes se han referido a la homosexualidad como “algo” abominable, refiriéndose a las enfermedades venéreas, particularmente al Sida, como un “castigo divino” para los homosexuales.

Recientemente, y dado el auge que ha tenido en varios países la creación de figuras jurídicas en pro de los derechos humanos de gays y lesbianas, el Vaticano, la máxima institución católica en el planeta, ha manifestado que estas leyes van “contra la ley de Dios”.

Joseph Ratzinger , mejor conocido como el Papa Benedicto XVI, , desde siempre se ha manifestado en contra de todo lo relacionado a la homosexualidad. La siguiente cita, forma parte de una carta escrita por él en 1986, durante una Congregación para la Doctrina de Fe:

“Así como la Cruz es el centro de la manifestación del amor redentor de Dios por nosotros en Jesús, así la conformidad de la auto-renuncia de los hombres y de las mujeres homosexuales con el sacrificio del Señor constituirá para ellos una fuente de auto-donación que los salvará de una forma de vida que amenaza continuamente de destruirlos. Las personas homosexuales, como los demás cristianos, están llamados a vivir la castidad”.

Cobijadas bajo este fundamento, han aparecido instituciones que bajo terapias de varios tipos, garantizan que “curan” la homosexualidad, pues aseguran que se trata de un trastorno emocional o (peor) de una enfermedad contagiosa.

La garantía radica en que, en un periodo corto de tiempo que no rebasa el año, la persona en tratamiento deja de manifestar conductas homosexuales y está preparada para “funcionar para la sociedad”, es decir, casarse y formar una familia.

Esto surge para tratar de contrarrestar la base científica que explica el origen de la homosexualidad, la cual es atribuida a un cromosoma específico, la región Xq28 del cromosoma X.

Asimismo, un estudio reciente reveló que un hombre con varios hermanos varones mayores tiene mayor tendencia a ser homosexual en el sentido de que conforme van pasando los partos, este hijo va adquiriendo una masculinización física mayor, misma que influye en el desarrollo del feto.

Incluso, rompiendo con el laicismo que tiene que imperar sobre las decisiones políticas del país, la Iglesia Católica, en voz del arzobispo primado de México, Norberto Rivera Carrera, ha expresado su rechazo hacia legislaciones como la Ley de Sociedades de Convivencia o el Pacto Civil de Solidaridad, bajo el argumento de equiparar la unión entre personas del mismo sexo con matrimonios, cuando esa no fue la intención de ninguna de las dos legislaciones mencionadas.

El debate se radicaliza cuando se compara cómo se abordan diversas cuestiones alusivas a la sexualidad y la reproducción humana, la homosexualidad incluida, en la Biblia.

Por ejemplo, generalmente se está de acuerdo en rechazar conductas como el incesto, la violación, el adulterio y la zoofilia.

Las diferencias comienzan con prácticas prohibidas por el catolicismo que se practican comúnmente en la sociedad, como las relaciones sexuales durante la menstruación, el celibato, la endogamia, el dar nombre a los órganos sexuales, la desnudez (bajo ciertas circunstancias), la masturbación, el control de la natalidad y el uso de anticonceptivos.

La situación se torna más álgida cuando se trata de cuestiones como la prostitución, la poligamia, el casamiento por levirato, el sexo con esclavos (y el esclavismo en sí), el concubinato, el trato de la mujer como propiedad, el casamiento prematuro (para la niña de 11 a 13 años) y el divorcio en algunos casos, que son rechazadas por la sociedad pero hasta cierto punto eran toleradas en las Sagradas Escrituras.

 Además, la eyaculación y la menstruación para la Biblia eran sinónimo de impureza para el hombre y la mujer respectivamente.

Aún así, existen dentro del mundo diversas congregaciones católicas que, lejos de generar y crear odio hacia los homosexuales, ofrecen un espacio en donde la persona, independientemente de su orientación sexual, se puede encontrar consigo mismo y con una divinidad en específico.

En México se cuenta con la Iglesia de la Reconciliación, ubicada en Norte 77 # 3218, Col. Obrero Popular, en Azcapotzalco, que recientemente cumplió 25 años de haber sido fundada, tiempo durante el cual ha luchado en pro de los derechos de homosexuales y lesbianas, consolidándose como la primer iglesia LGBT de Latinoamérica; además, también se encuentra la Congregación Cristiana Evangélica GLBTH, que además incluye a heterosexuales, la cual se encuentra en Sinaloa # 199, en la Colonia Roma.

A nivel mundial, en Dallas, Texas se encuentra la Catedral de la Esperanza, que se jacta de ser la mayor iglesia gay del mundo, de acuerdo con la rectora del centro religioso, Jo Hudson: “Dado que estamos en el cinturón bíblico, contamos con mucha gente de una tremenda fe, pero muchos de ellos han sido alienados y rechazados por sus comunidades, que son fundamentalistas, de modo que anhelan un lugar donde puedan encontrar a Dios”.

El autoritario Islam

Además del Catolicismo, otra religión que históricamente se ha consolidado como una gran enemiga de las cuestiones homosexuales es el Islamismo, que tiene una opinión sobre la homosexualidad todavía más dura que la anterior, tan es así, que las personas gays, hombres o mujeres, cuando son descubiertas o sorprendidas en actos considerados impuros, son sometidos a duras penas de cárcel, latigazos e incluso la pena de muerte.

Y es que las legislaciones en territorio islámico están basadas en el libro sagrado de esta religión, el Corán.

Cabe recordar que este libro sagrado basa el funcionamiento de la sociedad islámica en el matrimonio entre un hombre y una mujer, otorgándoles diversos roles a ambos sexos, lo que en algún momento dio paso a la segregación de la mujer y una considerable crueldad hacia las minorías, entre ellas los homosexuales.

Uno de los casos más estremecedores ocurrió en julio de 2005, cuando dos jóvenes iraníes, Mahmoud Asgari y Ayaz Marhoni, de 18 y 16 años de edad, respectivamente, fueron ahorcados en una ejecución pública al ser acusados y encontrados culpables del “delito” de homosexualidad en perjuicio de un menor, cargo que nunca fue comprobado. Antes de ser ejecutados, ambos recibieron 228 latigazos.

 Sin embargo, Irán es tan sólo un caso en medio de los países que tienen como principal religión al Islam.

De los 83 países donde la homosexualidad es penada, 26 son islámicos; de éstos, la gran mayoría pertenece a la región árabe.

Un ejemplo, Arabia Saudita, Mauritania, Irán, Yemen, Sudán y Afganistán condenan las prácticas homosexuales con la pena de muerte.

En otros, la pena es de cárcel, en Malasia suele ser de hasta 20 años; en Pakistán y Bangla Desh, donde la homosexualidad es equiparada con la zoofilia, la pena es de hasta 10 años; en Siria y Jordania, de cinco, y en Marruecos, Túnez, Argelia, Irak y Kuwait, de tres. Aún con todo, en muchos de estos países se aplica la “tolerancia de facto”, es decir, no todos los casos han ameritado pena.

Curiosamente, en Indonesia, el país con más musulmanes en el mundo, la homosexualidad no está prohibida.

Si bien en las leyes el Islam es duro con los gays, la cultura islámica aún es más estrcita, y es que la prohibición de la práctica de esta preferencia ha significado un fuerte aumento de la homofobia, al grado que los homosexuales islámicos viven en la clandestinidad, con una cierta repulsión al matrimonio.

Y es que una consideración es cierta, no por el hecho de que sea prohibida la homosexualidad en el territorio de Mahoma, va a dejar de practicarse.

Lo que sucede en otras religiones

El Budismo (práctica religiosa de la región oriental de Asia, como China y Corea del Norte), considera que la homosexualidad es un conflicto entre el cuerpo y el alma de una persona, lo cual es una falla de la reencarnación.

 Sin embargo, estudios han afirmado que Buda aceptó la ordenación de monjes budistas homosexuales, con la excepción de los llamados pandakas, que son aquellas personas que tienen obsesiones muy explícitas por las cuestiones sexuales y la lujuria.



En cuanto al Judaísmo se refiere, ciertas condiciones se presentan para que exista un respeto hacia los homosexuales, pero eso no significa que tengan libertades.

Antes bien, suelen ser un poco más radicales que los católicos en el sentido de que la manifestación física del acto homosexual está más que prohibida, y como única forma de salvación, se ofrece la superación (o mejor dicho, represión), de su conducta.

En alguna ocasión, el cantante Elton John dijo:

 “Creo que la religión siempre ha promovido el odio y el rencor hacia los gays”.

A final de cuentas, aquellas religiones que condenan la homosexualidad olvidan lo que dijo Jesucristo en alguna ocasión:

“Ámense los unos a los otros como yo los he amado”.

¿O qué es peor, que un hombre sea condenado por amar a otro, o por odiarlo?

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