José Antonio Vera (especial para ARGENPRESS.info)
Aunque invadida por una masiva y vulgar producción de entretenimientos, la población latinoamericana aplaude su folklore y baila sus danzas, pero raramente valora la filosofía simple que contienen muchas de las obras más valiosas de sus artistas.
Hay infinidad de piezas musicales y poesía gauchesca, algunas más sabias y profundas que otras, jamás consideradas por la educación formal, volcada por sumisión a la producción foránea, de más ruido que música y de cacofónicos versos repetidos en una triste y aburrida limitación creativa que afecta deseos y pensamientos emancipadores, contribuyendo a desvalorizar lo auténticamente telúrico.
Esa invasión y esa inconsciencia, obedecen y sirven, sin duda, a la estrategia imperial de dominación cultural, cuyas mechas de penetración son los mayores medios de comunicación, el universo educativo, las conductas corporativas y la politiquería.
En Paraguay y desde este país católico, invadido por cientos de sectas evangélicas de todo pelo aunque de similares métodos y objetivos, la coyuntura actual da la oportunidad de apreciar un hermoso canto de Violeta Parra, que resuena muy a tiempo.
“¿Qué dirá el Santo Padre, que vive en Roma, que le están degollando a su paloma?”, se preguntaba ese látigo chileno de miel dialéctica, como la definía Pablo de Rokha.
Varios elementos permiten pensar que el paciente Vaticano nunca estuvo ausente en la postulación de su Obispo Fernando Lugo a las altas responsabilidades políticas, a partir del proceso que se inició en marzo del 2006, con la marcha multitudinaria que cubrió toda Asunción, convocada por los movimientos sociales y organizaciones no gubernamentales.
Desde ese día, Lugo surgió como el hombre que podría sacar el país de su mísera y triste situación política, económica, social y cultural. Tras meses de consultas con dirigentes de todos los ambientes y con la población más humilde del país, el cura de sandalias, decidió solicitar permiso al Papa Ratzinger, para abandonar la sotana, la cual acostumbraba levantarse pero no quitarse.
Esa iniciativa de las organizaciones progresistas rápidamente despertó el interés de los grupos empresariales y partidarios que, muchos por mezquinos cálculos, querían desplazar del gobierno al vetusto Partido Colorado, cuyo predominio del Estado y sus beneficios, excluía desde hacía 60 años a todos los impugnadores.
Durante un largo año, circuló mucho ruido mediático acerca de la negativa papal de licenciar a una de sus figuras de mayor prestigio, reticencia que, por estricta motivación ideológica, apoyaba la rama católica más conservadora y bonapartista, aliada a los grupos civiles y militares continuadores del estronismo.
Ratzinger, sin embargo, comenzó a escuchar las pocas voces de ideas avanzadas que hay en la Conferencia Episcopal Paraguaya, al tiempo que la candidatura de Lugo se iba afianzando y permitía visualizar réditos indirectos para la santísima sede, de secular oficio en influir y beneficiarse en los conflictos políticos occidentales.
Ahora, el Obispo-Presidente está llegando al año y medio de su mandato, en uno de los ejercicios de administración nacional que, en una Sudamérica rebelada, más expectativa produjo a nivel internacional, incluso desde antes de asumir el 15 de agosto del 2008, aupado en una inmensa esperanza interna que, lamentablemente, comienza a devorar una decepción popular que se va acumulando.
Ante ello, la cúspide católica aparenta tranquilidad y cierta conformidad, en una actitud muy diferente al nerviosismo que expresaba antes de la victoria electoral de Lugo, cuando temía enfrentamientos sociales, generados por la aplicación del programa de cambios económicos que prometía la propaganda.
Ello se verifica en la actitud asumida por conservadores de la curia, a excepción de un Obispo que escandaliza con críticas a Lugo, en particular por su inconducta amorosa, no muy diferente a la de muchos miembros del clero, dolido porque el mandatario le retiró las prebendas que su diócesis recibía de la corrupta dirección de la Represa de Itaipú.
El pueblo, en cambio, y por ende franjas de la feligresía, manifiesta disconformidad y va perdiendo ilusión, circulando de manera creciente los comentarios de que “es lo mismo de siempre” y que, “al igual que los colorados y los liberales, la justicia es sólo para ellos”. Además del hambre, por delitos banales miles purgan, en apestoso hacinamiento, años de cárcel sin siquiera recibir condena.
Es evidente que el gobierno se ha dejado aprisionar por el gatopardismo enseñoreado en la política paraguaya desde hace más de un siglo, coincidente con la edad de los dos grandes partidos, el Colorado y el Liberal que, con leves paréntesis de decencia, han sido actores en la cabalgata conjunta con oligarcas de Brasil y de Argentina, para parir la degradación moral y la corrupción administrativa aún reinante.
Los enemigos de los cambios comienzan a salir de la terapia intensiva a la que los sometió la pérdida del Ejecutivo, pero su insaciable apetito de poder se refuerza con las grietas que padece la alianza que, tras ganar las elecciones, desapareció como cuerpo político, acusando fuerte división los sectores de izquierda.
La derecha y su franja radicalizada, pese a su extrema mediocridad en el análisis de situación, está mamando de los errores del gobierno y de su incapacidad para atacar los más acuciantes problemas sociales, a los que responde con los mismos métodos de represión policiaco-militar, con campesinos asesinados y cientos presos sin condena, con actos comprobados de torturas en comisarías.
Es una suma de inoperancia, ineptitud, falta de ideas, ausencia de un equipo de inteligencia estratégica, y de la mentalidad caritativa que aplica paliativos a la pobreza extrema de un millón y medio de paraguayos, que son un cuarto de la población total.
En un parlamento que un sondeo reciente califica de putrefacto, otorgándole apenas dos puntos en una escala de cinco, los colorados, golpeados y fraccionados, están haciendo grandes esfuerzos para sumar votos e impulsar un juicio político a Lugo, intentona que acompaña la rancia Asociación Rural, militares jubilados, nostálgicos del General Alfredo Strossner y fracciones liberales, en una doble traición al pueblo.
Uno de los más interesados en el juicio político a Lugo es su Vicepresidente Federico Franco, Presidente, con licencia, del Partido Liberal, quien pretende valerse del imperativo constitucional de reemplazo. Si eso ocurriera, significaría un simple Golpe de Estado, diferenciándose del ocurrido en Honduras, sólo por un detalle legal.
Los males del país son graves y progresivos y el pueblo, cuya paciencia se acorta, entiende que se requiere cirugía mayor. Días atrás miles de campesinos llegaron a Asunción a manifestar su apoyo a Lugo contra la amenaza de juicio político, pero condicionando ese sostén al cumplimiento del programa electoral de gobierno.
Recuperar la soberanía energética, haciendo que respeten los tratados Argentina y Brasil, socios en las represas de Itaipú y Yaciretá, fue una de las prioridades, junto con la reforma agraria. En el primer punto algo se ha avanzado, pero en el segundo el gobierno se muestra incapaz de elaborar un proyecto viable de transformación rural.
Hay impotencia para recuperar siete millones de hectáreas ocupadas ilegítimamente desde hace décadas, mediante la complicidad de los gobiernos anteriores que legalizaron algunas compras hechas a precio vil a labriegos que, frente al dinero o a la amenaza de capangas armados, optan por vender e irse a engrosar los cinturones de miseria de las ciudades.
Poderosos productores, mayoría sojeros de origen brasilero, se han adueñado de tres cuartas partes del territorio paraguayo, al punto que algunos se permiten negar la entrada a los establecimientos a las comitivas fiscales que tienen la misión de medir las propiedades, para confeccionar un Catastro Nacional.