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Con todo el amor del mundo, el nuevo presidente ha llevado a las naciones ricas a la negligencia en la acción de principios y a retroceder en los acuerdos sobre el clima
De todas las explicaciones del premio Nobel de la Paz a Barack Obama, la que ostenta la mayor veracidad fue pronunciada por Nicolas Sarkozy (1). “Pone el sello a la vuelta de América al corazón de todas las gentes del mundo.” En otras palabras, ésta fue la forma europea de decir a América, “os queremos de nuevo”, como estas extrañas ceremonias de renovación de votos de las parejas tras tener una áspera discusión.

Ahora que Europa y los Estados Unidos están oficialmente unidos de nuevo, parece apropiado considerar si esto es necesariamente bueno. El comité del Nobel, que adjudicó el premio por el abrazo de Obama a la “diplomacia multilateral”, está evidentemente convencido de que el compromiso de EEUU con el escenario mundial es un triunfo para la paz y la justicia. No estoy tan segura. Después de nueve meses en el gobierno, Obama tiene un claro historial como un jugador global. Una y otra vez, los negociadores de los EEUU han elegido no fortalecer las leyes internacionales y protocolos sino debilitarlos, a menudo llevando a otros países ricos a una caída libre.
Vamos a empezar donde las espadas están en todo lo alto: El cambio climático. Durante los años de Bush, las políticas europeas se distinguían de los EEUU expresando su compromiso inamovible con el protocolo de Kyoto. Así, mientras en los EEUU se incrementaban sus emisiones de dióxido de carbono en un 20% desde los niveles de 1990, los países de la Unión Europea redujeron las suyas en un 2%. No estelar, pero claramente una diferencia en donde la ruptura entre EEUU y Europa aportaba beneficios tangibles para el planeta.

Miremos hacia el futuro en la pugna de las negociaciones sobre clima que han finalizado recientemente en Bangkok (2). Se suponía que las conversaciones llevarían a un acuerdo en Copenhague (3) este diciembre que reforzaría significativamente Kyoto. En su lugar, los países desarrollados formaron un bloque pidiendo que Kyoto sea reemplazado. Donde Kyoto sentó claramente objetivos vinculantes de reducción de emisiones, el plan de EEUU haría que cada país decidiera cuanto recortar, después enviar sus planes a una monitorización internacional –con nada para hacerse ilusiones de asegurar que todos mantienen la temperatura del planeta por debajo de niveles catastróficos. Y donde Kyoto ponía la carga de la responsabilidad inequívocamente en los países ricos que han creado la crisis climática, el nuevo plan trata a todos los países como si fueran el mismo.

Estos tipos de flojas propuestas no son totalmente sorprendentes viniendo de los EEUU, lo que fue chocante fue la repentina unidad del mundo rico alrededor del plan – incluyendo a muchos países que habían previamente alabado las ventajas de Kyoto. Y hubo más traiciones: la Unión Europea, que había indicado que gastaría entre 19 billones y 35 billones de dólares al año para ayudar a adaptarse a los países en desarrollo al cambio climático, fue a Bangkok con una oferta mucho menor, una más en línea con la promesa de Estados Unidos de …nada. Antonio Hill de Oxfam resumió las charlas: “Cuando comenzaron los disparos, comenzó una caída libre, con los países ricos debilitando los compromisos actuales bajo el marco internacional.”
Esta no es la primera vez que una celebrada vuelta a la mesa de negociaciones ha resultado en un chasco, con leyes internacionales duramente ganadas y convenciones tiradas por el suelo. Los EEUU jugaron un papel singular en la conferencia sobre racismo de las Naciones Unidas en abril. Después de sacar todo tipo de borradores del texto de negociación –sin referencias a Israel o a los Palestinos, nada sobre reparaciones sobre la esclavitud- la administración de Obama decidió boicotearla de cualquier forma, apuntando al hecho de que el nuevo texto reafirmaba el documento adoptado en 2001 en Durban.
Esta fue un débil excusa, pero había algo de lógica en ella, porque que los EEUU no habían nunca firmado el acuerdo de 2001. Lo que no tenía ningún sentido fue la ola de las retiradas por imitación del mundo rico. A las 48 horas del anuncio de los EEUU; Italia, Australia, Alemania, Holanda, Nueva Zelanda y Polonia habían renunciado. A diferencia de los EEUU, estos gobiernos habían firmado todos la declaración de 2001, así que no tenían razón para objetar un documento que lo reafirmaba.

No importaba. Como con las conversaciones sobre cambio climático, alineándose detrás de Obama – con su impecable reputación- fue una forma fácil evitar pesadas obligaciones y parecer progresista al mismo tiempo: Un servicio que los EEUU nunca pudo dar durante los años de Bush.

Los Estados Unidos han tenido una influencia perversa similar como nuevo miembro del consejo de derechos humanos de la o­nU. Su primer gran test fue el valiente informe del juez Richard Goldstone sobre la matanza de Israel en Gaza, que mostró que se habían cometido crímenes de guerra por ambas partes, el ejército de Israel y Hamas. En lugar de probar su compromiso a la ley internacional, EEUU usó su influencia para desprestigiar el informe como “profundamente falto de rigor” y forzar a la Autoridad Palestina (AP) a una retirada de una resolución de apoyo. La AP, que enfrentó una furiosa reacción en casa por ceder a la presión estadounidense, podría presentar una versión nueva.

Y después, fueron los encuentros del G20, los compromisos multilaterales del tipo más alto perfil de Obama. En el encuentro de abril en Londres (4), pareció por un momento que habría algún tipo de intento de coordinar un control de los especuladores financieros internacionales y los evasores de capital. Sarzoky incluso amenazó con irse del encuentro si se fracasaba en crear un compromiso de regulación serio. Pero la administración de Obama no tuvo interés real en el multilateralismo, promocionando en su lugar que los países deberían inventarse sus propios planes (o no) y esperar lo mejor – al igual que su imprudente plan sobre el cambio climático. Sarkozy, no es necesario decirlo, no se fue a ninguna parte sino a la sesión fotográfica para tener su foto con Obama.

Por supuesto, Obama ha hecho algún buen movimiento en el escenario mundial –como no alienarse con el gobierno golpista (5) de Honduras o apoyar la agencia de mujeres de la o­nU. Pero un claro patrón ha emergido: En áreas done otros países ricos estuvieron tambaleándose entre la acción de principios y la negligencia, la intervención de los Estados Unidos los han inclinado hacía la negligencia. Si este es el nuevo área de multilateralismo, no es un premio.

Traducido por Mario Cuellar para Globalízate
Artículo original
http://www.guardian.co.uk/commentisfree/cifamerica/2009/oct/16/obama-isnt-helping
Referencias:
(1) http://www.ambafrance-uk.org/Nobel-Peace-Prize-President.html
(2) http://www.guardian.co.uk/environment/blog/2009/oct/08/bangkok-climate-change-talks
(3) http://www.guardian.co.uk/environment/2009/may/01/q-and-a-copenhagen-summit
(4) http://news.bbc.co.uk/1/hi/in_depth/business/2009/g20/default.stm
(5) http://news.bbc.co.uk/1/hi/world/americas/8125292.stm

http://www.globalizate.org/klein171009.html

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