Luis Posada Carriles debería ser procesado como un criminal y extraditado a Venezuela. Asesinó a 73 personas a bordo de un avión civil, incluyendo a una niñita de 9 años llamada Sabrina y una esgrimista cubana, Nancy Uranga, de 23 años, que esperaba un bebé. Sin embargo, la Casa Blanca de Obama, como lo hizo la administración Bush, lo protege porque no es un terrorista cualquiera. Es su terrorista. El hombre de la CIA en Venezuela en los años 70. El hombre de la CIA en Centro América en los 80 y 90, y el autor intelectual de múltiples actos terroristas contra Cuba por décadas. Como expresó su abogado ante un tribunal federal recientemente, todo lo que hizo Posada en América Latina lo hizo a nombre de Washington.
Posada no está preso. Goza de plena libertad en Miami. La presión internacional que siente Washington para “hacer algo” contra Posada es grande. Venezuela pidió su extradición en junio de 2005, como lo hizo unánimemente el Movimiento de Países No Alineados. Él mismo le confesó al New York Times haber sido el autor intelectual de una serie de explosiones en La Habana en 1997 que mataron a un italiano de 22 años, Fabio Di Celmo, en el Hotel Copacabana. Para dar la apariencia de estar “haciendo algo” contra el terrorista, Washington lo encausa por mentiroso, pero no por asesino. Así garantiza que si un jurado lo condena, el castigo será suave. Por supuesto es importante asegurarse de que el terrorista no se enoje, porque si se siente acorralado, habla. Posada tiene muchos secretos que contar y hay muchos esqueletos escondidos en los pasillos de la CIA.
Cuando Venezuela pregunta por la aún pendiente solicitud de extradición, Washington pide paciencia. “Lo estamos procesando penalmente”, dicen. “Pronto tendrán una respuesta. Cuando se acabe el proceso penal”. El litigio contra Posada por mentiroso comenzó el 11 de enero de 2007. Todavía está pendiente. La próxima audiencia no será hasta el 1ro de marzo de 2010. Chomsky tiene razón. La ley en los Estados Unidos es un asunto “solemne y majestuoso”.
El saldo de los ataques terroristas contra Cuba en los últimos 50 años, son más de 3 400 personas asesinadas. Sin tregua alguna. Para contrarrestar el terrorismo, Cuba envió varios hombres a Miami con la tarea de infiltrar a los grupos terroristas del llamado “exilio” cubano. El equipo no trató de infiltrar a las agencias gubernamentales de Estados Unidos, y tampoco obtuvo ningún documento clasificado. Su único propósito era acumular las evidencias necesarias para que el FBI arrestara a los terroristas. Pero no fue así.
El 12 de septiembre de 1998, el FBI arrestó a los que luchaban contra el terrorismo. Los Cinco cubanos que detuvieron ese día fueron procesados en Miami. Una ciudad con empotrada hostilidad hacia Cuba. Un panel de tres jueces que revisó posteriormente el récord del Tribunal de primera instancia, dijo que el juicio contra ellos ocurrió en medio de una perfecta tormenta de prejuicios. Ese era el propósito. La Casa Blanca sabe perfectamente que Miami es un mundo virado al revés. En Miami, lo bueno es malo, y lo malo magnífico. En Miami, los terroristas son patriotas, y los patriotas son terroristas. En Miami, el Presidente constitucional de Honduras es un comunista, y los golpistas son héroes de la República.
En Miami, la música es buena si suena en Miami, pero mala si la tocan en La Habana. Solamente en Miami pueden oponerse furiosamente a un concierto musical en La Habana, como el que organizó Juanes y que reunió en la Plaza de la Revolución a 1 150 000 cubanos.
Las imágenes de las manifestaciones miamenses contra el concierto “Paz sin fronteras” son impactantes. “Juanes traidor: amigo de Fidel Castro”, decía una de las pancartas. Con una enorme aplanadora destruyeron, frente al restaurante Versailles de Miami, los discos de Juanes, de Olga Tañón, de Miguel Bosé y de otros cantantes que participaron en el concierto.
Miami es la única ciudad de los Estados Unidos capaz de aplastar los discos de los que canten en La Habana, y de condenar a cinco personas inocentes por haber conspirado para cometer espionaje contra el gobierno de los Estados Unidos, a pesar de que ninguno tenía el más mínimo documento clasificado, ni había tratado de penetrar alguna agencia gubernamental.
Pero en Miami la falta de evidencia no importa, siempre y cuando los acusados sean cubanos que no sean hostiles al gobierno de la Isla. Los Cinco fueron sentenciados a largas sentencias: cuatro cadenas perpetuas y 77 años de prisión.
Cuando se emplaza a Washington por la injusticia de condenar a los Cinco, la Casa Blanca responde cínicamente que los acusados disfrutaron de un “debido proceso de la ley”. Que fueron los tribunales los que establecieron la condena y no la Casa Blanca. Que no es un caso político, sino legal. Chomsky tiene razón. La ley en los Estados Unidos es un asunto “solemne y majestuoso”.
Jose Pertierra es abogado y representa al gobierno de Venezuela en el caso de extradición de Luis Posada Carriles. Su bufete está en Washington DC.