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La Madre Teresa de Calcuta: el mayor falso ídolo de la historia


Teresa de tal cutra*, o por qué la caridad debe ser secular

En el imaginario mediático de la caridad, la Madre Teresa destaca junto con el Buen Samaritano de los evangelios, San Francisco de Asís y el padre Damián de Molokai. 

Considerada entre los verdaderos altruistas de la historia, dedicó su vida a los pobres, inauguró su primer albergue en Calcuta en 1952, y luego muchos más en todo el mundo. 

Al correrse la voz de su misión, capturó la imaginación pública y millones de dólares empezaron a entrar, todos los cuales sirvieron para ayudar a quienes más lo necesitaban.

 Al menos, esa es la versión oficial. La realidad, sin embargo, es bastante diferente.

Escribe: Iván Antezana Q., Director de la SSH

Hace 18 años, Agnes Gonxha Bojaxhiu, más conocida como la Madre Teresa, murió rodeada de comodidades y el mejor cuidado médico del mundo.

 Obviamente, su aura de santidad ha tenido como principal consecuencia la casi completa falta de interés en contrastar sus acciones y declaraciones con la realidad. Afortunadamente, para llevar a cabo esa tarea existen fuentes de información (que han sido debidamente indicadas).

 En el siguiente texto, se verá cómo, al contrario de su imagen pública, tenía altos estándares de vida, sus servicios a los desamparados eran más problema que solución y sus manejos financieros daban lugar a muchas dudas. 

La impresión final es que se involucraba mucho más con el dinero y la política de lo que se esperaría de parte de quien se dedica a la caridad. 

Podemos conceder que, en sus inicios, la Madre Teresa fue movida por un auténtico ideal social. Pero también se debe conceder que terminó construyendo un tinglado de influencia política, una industria devoradora de dinero conseguido con el sufrimiento de los más desamparados, una máquina de propaganda fundamentalista maquillada con compasión. 

La polémica, en nuestra opinión, no estaría en negar una u otra etapa, sino en establecer en qué momento dio el paso de una a otra.

En este punto, las afirmaciones que se acaban de hacer podrían motivar al lector a abandonar la lectura, ya sea por estar de acuerdo y no necesitar un refrendo, o por estar en desacuerdo y preferir evitar un desafío a sus creencias. Ello sería dejarse llevar por la ley del mínimo esfuerzo, o tomar una decisión dogmática

. La otra opción es seguir leyendo. Lo que sigue es un texto largo (muy largo), cuya lectura, al margen de la opinión que se tenga de Madre Teresa, podría resultar fascinante y reveladora.

Nace una estrella

A fines de los años 60, el periodista y autor británico Malcolm Muggeridge (1903-1990) tenía muchos contactos en medios de comunicación escritos y audiovisuales, tanto del Reino Unido como de los EUA. Muggeridge era un anglicano conservador, anticomunista y antijudío para mayores señas, que en su juventud había viajado a muchos lugares, uno de los cuales fue la India. Estuvo en Calcuta en los años 30, y guardaba malos recuerdos de su estancia en esa ciudad.

 Ya sexagenario, su obsesión por los temas religiosos y el combate contra el control de la natalidad empezaban a teñir sus actividades de cada vez más fanatismo e intolerancia. 

Un día, en marzo de 1968, uno de sus contactos le preguntó si quería entrevistar a una «monja india de Calcuta» que estaba de visita en Londres, y aceptó encantado.

Sin embargo, Muggeridge encontró mucho más de lo que esperaba. Su activismo religioso lo había llevado a buscar incesantemente ejemplos de «santos simplones» que permitieran poner de relieve la agenda católica más ortodoxa y extrema.

 Descubrió, alborozado, que esa monja no era india, sino albanesa, lo que conectó con sus propias actividades como promotor del cristianismo tras la Cortina de Hierro. En esa entrevista, Madre Teresa simplemente habló de su trabajo con los desposeídos en la India, y de cómo buscaba darles alivio espiritual y material

. En una época en que británicos y otros occidentales acudían a la India en busca de «riqueza espiritual», alguna fibra especial tocó esa entrevista en los espectadores que la vieron en mayo de 1968 y su subsiguiente repetición, porque las donaciones espontáneas alcanzaron las 20 000 libras esterlinas. Muggeridge, sin embargo, había quedado disconforme porque Madre Teresa no mostraba interés en promover activamente la fe católica.

Muggeridge fue conociendo más virtudes de su recién descubierta heroína, y supo que la única manera de hacerla conocida era mediante una película para la televisión. Convenció a la BBC de filmar en locación en Calcuta, pero Madre Teresa no estaba entusiasmada por la idea. Muggeridge empleó sus influencias para presionarla, y finalmente la monja le escribió «hagamos ahora algo hermoso para dios».

En marzo de 1969, el equipo de la BBC trabajó en Calcuta por cinco días, en medio de una tensa atmósfera de enfrentamientos políticos en las calles. Muggeridge subtituló el especial, según las palabras de su estrella, como «Something Beautiful for God» («Algo hermoso para dios»), pero reservó su mayor jugada maestra para el título: «Madre Teresa de Calcuta». 

Era la primera vez, a pesar de todas las notas de prensa y los reportes escritos sobre la monja albanesa, que se asociaba su nombre a la ciudad donde trabajaba. 

Esa construcción capturó la atención de la opinión pública, tocó más fuertemente las profundas fibras que la entrevista del año anterior había revelado, y puso a Madre Teresa en el imaginario de esa caridad usada como expiación de cargos de conciencia.

Probablemente, los malos recuerdos que Muggeridge tenía de Calcuta y su ambiente de ciudad progresista y efervescente lo llevaron a darle un tratamiento en la película que ha resultado estigmatizante hasta el día de hoy: el retrato de la ciudad como un deprimente amontonamiento de basurales, pobreza y delincuencia.

 Tal atmósfera, sin duda, exaltaba el supuesto trabajo de caridad de su monja heroína, pero contribuyó también a granjearle el resentimiento de muchos de sus compatriotas.

El estreno televisivo fue el viernes 5 de diciembre de 1969, pero Muggeridge sabía que se trataba de una simple película de propaganda, como las producidas por el régimen soviético. Entonces, durante los meses previos se dedicó a promover a su pop-star en sus viajes entre el Reino Unido y los EUA, con especial mención al «primer auténtico milagro fotográfico».

 ¿A qué se refería esto? Básicamente, una de las escenas en el interior del albergue de Madre Teresa fue filmada con tan poca luz que nadie esperaba que pudiera servir. Pero luego del revelado, ocurrió que la escena se veía muy bien, con todo detalle. Y ese hecho fue explotado hasta el hartazgo por Muggeridge. 

Entrevistado en 1994 para el documental «Hell’s Angel», el camarógrafo de esa ocasión, Ken Macmillan, reveló que antes de viajar a Calcuta, había llegado una nueva película Kodak que aún no habían probado, y la pusieron en el equipaje

. Fue con esa nueva película con la cual se filmó la escena, dado que el stock de los otros rollos se había terminado. 

Cuando proyectaron el resultado en la sala de pruebas, Macmillan iba a decir «tres hurras por Kodak», cuando Muggeridge se levantó exaltado a explicarle a los presentes que esa era la luz de una santa. Al día siguiente, el camarógrafo recibió llamadas de periódicos de Londres que deseaban una explicación sobre el «milagro» en Calcuta.

La película fue bien recibida en Inglaterra, pero en los EUA casi causó histeria. Había nacido una estrella, y Muggeridge había sido el padrino y artífice del mito de Madre Teresa.

 Sin embargo, no se detuvo allí, pues al año siguiente publicó un libro con el mismo título de la película, el cual fue el inicio de todas las siguientes hagiografías y piezas de propaganda literaria publicadas sobre Madre Teresa.

 Más aún, el propio Muggeridge coordinó la muy profesional campaña (con pesos pesados de la política estadounidense incluidos) que llevó a su heroína a recibir en 1979 el premio Nobel de la Paz, luego de sus fallidas nominaciones de 1975 y 1977.

Voces disidentes

Los cuestionamientos a Madre Teresa y su trabajo en el país donde está localizado el centro de su imperio de la caridad vienen desde hace varios años.

 No se refieren únicamente al ya mencionado hecho de la pésima imagen de Calcuta que va amarrada a la exaltación de Teresa y sus Misioneras de la Caridad (MDC). Se enfocan también en lo sectario de esa labor, y su evidente sobredimensionamiento en el contexto del trabajo social, sea en Calcuta o en cualquier otra parte. 

En Occidente, sin embargo, la versión que los medios suelen rebotar es la de la propaganda católica. 

Y tal como ocurre con las imágenes labradas por la propaganda, esta no sólo se esmera en resaltar algunas facetas, sino también en ocultar otras.

Desde su salto al estrellato en 1969, Teresa gozó de complacientes hagiografías, hasta que a inicios de los años 90 algunos empezaron a investigar. Primero fue Mary Loudon, exvoluntaria de la casa de los muertos de Teresa en Calcuta, quien publicó el 3 de mayo de 1992 una fuerte crítica a sus métodos y políticas.

 El reporte, sin embargo, no generó mayor respuesta, quizás porque sus críticas no eran ideológicas, sino factuales y por lo tanto irrebatibles.

 Poco después, el Dr. Robin Fox, editor de la revista médica británica The Lancet, quien había visitadoel mismo albergue donde había trabajado Loudon, describió el cuidado de los pacientes como «caótico» («Calcutta Perspective: Mother Theresa’s care for the dying», The Lancet, Vol. 344, Núm. 8925, 17 de setiembre de 1994, pp. 807-808).

 La prensa conservadora buscó desacreditar sus observaciones, pero el velo había empezado a descorrerse.

En ese mismo 1994, las indagaciones del médico Aroup Chatterjee, nacido en Calcuta, llegaron a oídos del periodista británico de origen pakistaní Tariq Ali, quien a nombre de Bandung Productions convocó a Christopher Hitchens para ser el presentador de un documental titulado «Hell’s Angel» («Ángel del infierno: Madre Teresa de Calcuta»), que finalmente fue difundido en la televisión británica el 8 de noviembre por la señal de Channel Four. 

En 1995, sobre la base del mencionado documental, Hitchens publicó «The Missionary Position: Mother Teresa in Theory and Practice» («La pose del misionero: Madre Teresa en la teoría y en la práctica»).

 Este título fue reeditado el 2012, pero hasta la fechaninguna editorial se ha atrevido a publicarlo en castellano.

En setiembre de 1997, Walter Wüllenweber, periodista de la revista alemana Stern, viajó para asistir al funeral de Madre Teresa, y quedó impactado al ver de cerca el trabajo en sus albergues.

 Se obsesionó con contar la verdad, pero sus editores buscaron continuamente desanimarlo por implicancias de mala imagen o juicios. 

Finalmente, al año siguiente, la revista publicó el reportaje con el irónico título «Nehmen ist seliger denn geben» («Tomar es más dichoso que dar»), que incluía el testimonio de Chatterjee y de la desengañada excolaboradora norteamericana Susan Shields.

 Shields menciona, entre otras cosas, el alto ritmo de recepción de cheques enviados por donantes, muchos de ellos de US$ 50 000 como mínimo, en los locales de Nueva York, Roma y San Francisco donde ella prestó servicios durante más de nueve años.

 En el artículo, se estimaba que en 1991, sólo el 7% de las donaciones recibidas fue usado en caridad. Si el reportaje de Wüllenweber parece poderoso así como fue publicado, cabe preguntarse cómo habría sido su versión original, antes de las múltiples objeciones que recibió de sus editores.

Pero la mayor cantidad de información está sin duda en el libro que finalmente el propio Aroup Chatterjee publicó en 2003, con más de 400 páginas que relatan el nacimiento del mito de Teresa, los ingentes esfuerzos propagandísticos para mantenerlo vivo y el descarado doble discurso de su principal protagonista. Debido a su carácter de publicación independiente, esta obra no ha tenido la repercusión que debería, mucho menos traducciones a otros idiomas, y son pocas sus reseñas en la red.

Tremendamente decepcionado de su experiencia de dos meses como voluntario en 2008, Hemley González creó el año siguiente la página STOP The Missionaries of Charity, cuya versión en Facebook cuenta ya con más de 20 000 fans. 

En agosto de 2010, un crítico reportaje con información proporcionada por él y otros activistas apareció en el portal de Forbes India, con tal repercusión que las MDC tuvieron que cerrar la casa de la muerte de Nirmal Hriday para renovaciones, y no la reabrieron hasta el 2012.

 Pero González no se quedó en las denuncias, pues en 2010 también fundó su propia organización benéfica, Responsible Charity.

Más recientemente, el tema fue agitado por los académicos Serge Larivée, Geneviève Chénard (Univ. de Montréal) y Carole Sénéchal (Univ. de Ottawa), quienes en marzo de 2013 publicaron en la revista Studies in Religion / Sciences Religieuses el artículo «Les côtés ténébreux de Mère Teresa» («El lado oscuro de Madre Teresa»). Para ello, los investigadores canadienses recopilaron 502 documentos publicados sobre la religiosa, y descartaron 195 por duplicidad de información.

 De los restantes, concluyeron que la santificada imagen de la beata de Calcuta «no resiste el análisis de los hechos, fue fabricada, y su beatificación orquestada por una efectiva campaña mediática». Indicaron también que en más de su mitad, los libros y artículos sobre ella son complacientes hagiografías.

Albergues del sadismo

Cuando se ve un poco más allá de las fotos de propaganda, el cuidado brindado a los pacientes en los albergues de Madre Teresa no sólo no les proveía de alivio en sus horas postreras, sino promovía su dolor y alimentaba su sufrimiento. Varios voluntarios renunciaron a seguir apoyando debido a las malas prácticas, y algunos hicieron declaraciones muy enfáticas al respecto, incluso lo han publicado.

El ya mencionado Dr. Robin Fox observó que, debido a la falta de médicos en el hospicio, las monjas y los voluntarios, algunos sin conocimientos médicos, debían tomar decisiones sobre el cuidado de los pacientes. Fox responsabilizó a Madre Teresa de las condiciones en ese albergue, y resaltó que no se distinguía entre pacientes curables e incurables, de modo que gente que podía sobrevivir quedaba en riesgo de morir por infecciones y falta de tratamiento. 

A pesar de la limpieza, el tratamiento de las heridas y la amabilidad, Fox notó que el manejo del dolor por parte de las monjas era «perturbadoramente insuficiente».

 El listado de medicinas del local visitado carecía de analgésicos fuertes, lo que en opinión de Fox separaba claramente el servicio de Madre Teresa de la idea de un hospicio.

 Fox también anotó que las agujas eran lavadas en simple agua tibia, lo que las dejaba inadecuadamente esterilizadas, y en el local no se aislaba a los pacientes con tuberculosis.

Otros reportes han documentado la desatención al cuidado médico en los locales de la orden. El 15 de octubre de 1994, David Jeffrey, Joseph O’Neill y Gilly Burn publicaron en la misma revista The Lancet (vol. 344, núm. 8929) un artículo crítico sobre los cuidados brindados en los albergues de Madre Teresa.

 Puntos de vista similares también han sido expresados por algunos exvoluntarios que trabajaron en la orden de Madre Teresa, y vieron cómo voluntarios sin la debida capacitación atendían a pacientes con enfermedades altamente contagiosas.

 O cómo los niños díscolos eran zarandeados o golpeados. O cómo quienes operaban los albergues rehusaban donaciones de equipos y accesorios que podrían haber automatizado de modo seguro esos procesos y salvar vidas. 

El librepensador indio Sanal Edamaruku lo sintetiza muy bien: «En sus sobrepoblados y primitivos albergues, muchos pacientes deben compartir cama con otros. Aunque muchos sufren de tuberculosis, sida y otras enfermedades altamente infectantes, la higiene no es una preocupación.

 Los pacientes son tratados con buenas palabras e insuficientes medicinas (a veces vencidas). Algunos gritan por las punzadas de gusanos en sus heridas abiertas, sin recibir paliativo alguno para el dolor. En principio, los analgésicos no se administran, ni siquiera en casos extremos».

La propia Madre Teresa admitía repetidamente que no era una trabajadora social, y que sus albergues no eran hospitales, sino «casas de los moribundos».

 Dado que sus seguidores continúan afirmando lo mismo hasta el día de hoy, cabe preguntarse cuáles son sus motivaciones para atender a los pobres y desamparados. 

Y entonces, se descubre que el mantra de la organización se basa únicamente en la creencia de que la pobreza y el sufrimiento son maneras de amar a dios. Porque según la grotesca filosofía de Madre Teresa, «el más hermoso regalo para una persona es poder participar del sufrimiento de Cristo».

 En una ocasión, trató de confortar a un paciente que gritaba de dolor: «¡Estás sufriendo, eso significa que Jesús te está besando!». Furioso, el hombre respondió: «Entonces dígale a su Jesús que deje de besarme».

 Con su rechazo público a la planificación familiar, a la modernización de sus instalaciones y a cientos de iniciativas basadas en soluciones prácticas, la Madre Teresa se revelaba no como una amiga de los pobres, sino como una promotora de la pobreza. 

Sin embargo, el inmenso aparato propagandístico católico ha hecho que esta política de desprecio hacia el dolor de los más necesitados sea vista como la más pura compasión.

Dime con quién andas

Madre Teresa es vista como una peregrina de la caridad, una emisaria del amor hacia los más necesitados en sus viajes por el mundo. Se podría pensar que en esos viajes entraba en contacto con líderes políticos y de opinión adscritos a esas ideas, y comprometidos a darle todas las facilidades para cumplir con sus objetivos caritativos. 

Pero en contra de eso, el registro fotográfico de muchos de esos viajes nos muestra a Madre Teresa en grandes migas con personas de dudoso perfil, por decir lo menos, y con fines no precisamente de gran altura moral.

En enero de 1981, viajó al pauperizado y atrasado Haití para recibir la «Légion d’Honneur», junto con su respectivo sustancioso cheque, de manos de uno de los regímenes más corruptos y subdesarrollados del planeta: la dinastía fundada por Jean-François «Papa Doc» Duvalier, presidente de 1957 a 1971, y a cuya muerte le sucedió su hijo de 19 años Jean-Claude «Baby Doc». A su llegada a Haití, Madre Teresa fue recibida por Michèle, la elegante esposa del presidente y líder de la élite blanca y creole haitiana.

 Ante su anfitriona, la albanesa se prodigó en elogios como «La señora presidenta es alguien que siente, que sabe, que desea demostrar su amor no sólo en palabras, sino en acciones concretas y tangibles». Más aún, existe metraje de esa visita (mostrado en el programa «Sesenta Minutos» de la CBS), en el cual Madre Teresa sonríe ante la cámara mientras dice de Michèle Duvalier que «nunca había visto entre los pobres y sus jefes de Estado una familiaridad como la que vi con ella.

 Fue una hermosa lección para mí». Obviamente, tales declaraciones fueron repetidas una y otra vez durante una semana en la televisión estatal, y Madre Teresa jamás protestó por la difusión de esas grabaciones.

 Ni siquiera cinco años después, cuando ese hermoso pueblo se sintió tan familiarizado con sus gobernantes que los expulsó del país. Los Duvalier, claro está, se llevaron algunos cientos de millones de dólares del erario nacional para su sufrido exilio en la Riviera francesa. 

Por su parte, el Vaticano hacía mucho que tenía una postura favorable a la oligarquía Duvalier. 

Al empezar su campaña contra el régimen, que culminó con su elección como presidente del país, el padre Jean-Bertrand Aristide encontró la hostilidad de la iglesia, que terminó por suspenderlo de su orden. 

Cuando Aristide fue derrocado por un golpe militar y luego repuesto por intervención internacional, el Vaticano fue el único gobierno del mundo que todavía mantenía relaciones diplomáticas con la dictadura usurpadora.

 El activismo de Madre Teresa era, por lo tanto, consecuente con el ala más dura del catolicismo organizado. 

Y hay más ejemplos.

En mayo de 1985, el presidente norteamericano Ronald Reagan le otorgó a la monja la Medalla Presidencial de la Libertad. 

El mismo mandatario cuya política en Centroamérica había llevado unos años antes al asesinato de cuatro monjas estadounidenses y el arzobispo de San Salvador, monseñor Óscar Romero (olímpicamente basureado por Juan Pablo II, dicho sea de paso).

 Reagan había tratado de maquillar los hechos diciendo que el propio papa le había mandado un mensaje personal de apoyo a su política, pero luego tuvo que retractarse. 

Eso, más los entripados de Oliver North en la organización de los «contras» nicaragüenses, le habían causado mucha impopularidad al régimen. En ese contexto, las palabras de Madre Teresa en la Casa Blanca no podían ser más oportunas, al declararse no merecedora de la distinción:

 «Pero la acepto para mayor gloria de dios y en el nombre de millones de pobres, en cuyos corazones entrará este regalo de espíritu y de amor». Este apoyo a Reagan no era casual, pues Teresa y Juan Pablo II asumieron como una de sus causas la de combatir el socialismo con catolicismo en Latinoamérica. 

Ambos estaban particularmente preocupados por la «Teología de la liberación», promovida por el sacerdote peruano Gustavo Gutiérrez, que sirvió para nuclear el trabajo social de muchos curitas de izquierda a la luz del innombrable Concilio Vaticano II y de la Conferencia de Medellín en 1968. 

Y en ello ambos coincidían con Reagan, cuyo comité de campaña había elaborado en mayo de 1980 el Documento de Santa Fe I, donde decía que «la política exterior de los EUA debe comenzar a enfrentar (y no simplemente a reaccionar con posterioridad) a la teología de la liberación tal como es utilizada en América Latina».

 Por su parte, Madre Teresa no veía con buenos ojos a los curitas comprometidos: «Le digo a todos los sacerdotes: ustedes no se han convertido en sacerdotes para ser trabajadores sociales».

Pero eso no fue todo. En el mismo discurso de aceptación, la religiosa agregó: «Nunca me di cuenta de que usted amaba tan tiernamente a la gente. 

Tuve la experiencia, la última vez que estuve aquí, en que una hermana de Etiopía me buscó para decirme «Nuestra gente está muriendo. Nuestros niños están muriendo. Madre, haga algo». 

Y la única persona que me vino a la mente mientras ella me hablaba, era el señor presidente. Inmediatamente le escribí y le dije, «No sé, pero esto me ha pasado». Y al día siguiente, él hizo los arreglos para llevarle comida a nuestra gente. […] 

Juntos, estamos haciendo algo hermoso para dios». Aparte de elevar a Reagan a la categoría de filántropo, esas palabras eran un respaldo a su política en Etiopía, que consistía básicamente en respaldar a una junta militar que como arma contra los insurgentes de Eritrea (y cualquier otro opositor) usaba precisamente el hambre.

En el mismo período, Madre Teresa había visitado Nicaragua, donde amonestó al gobierno sandinista (que en 1979 había depuesto al dictador pronorteamericano Anastasio Somoza), pero no hizo mención de la guerra civil en curso promovida por los EUA a través de los «contras» y respaldada por el cardenal de Managua, Miguel Obando, aunque los objetivos de ese grupo armado solían ser hospitales, escuelas y lecherías. Menos aún le importaba a Teresa que las vidas que tomó la guerra «contrasubversiva» en Nicaragua fueran muchas más que las salvadas en sus albergues de Calcuta.

 No contenta con ello, también se dio el tiempo de visitar Guatemala, donde el asesinato de los indígenas en campos de exterminio era parte de la política oficial de la oligarquía y los terratenientes.

 Sin embargo, se limitó a decir que «Todo estaba pacífico en las partes del país que visitamos. 

Yo no me involucro en esa clase de política».

Una extraña conexión era el carismático psicólogo y profesor de inglés Roger Hinkins, quien en 1971, autorrebautizado como John-Roger, había fundado la iglesia new-age MSIA (Movement of Spiritual Inner Awareness, Movimiento de Conciencia Espiritual Interna). 

Proponía particulares recetas místicas tomadas de técnicas orientales de meditación y organizaba los lucrativos seminarios «Insight», al tiempo que afirmaba tener mayor «conciencia espiritual» que Jesús. 

El crecimiento de su organización fue exponencial cuando logró atraer a algunas celebridades, como la actriz Sally Kirkland. Desde 1983, consolidó su presencia mediática en ceremonias conocidas como «International Integrity Awards»(«Premios Internacionales a la Integridad»), donde seleccionaba a algunas celebridades mundiales para obsequiarles una especie de pirámide de cristal y un cheque de US$ 10 000.

 Estas ceremonias contaban con la presencia de tantas celebridades que eran cubiertas por el programa televisivo «Entertainment Tonight».

 Ello no libró a John-Roger de denuncias por oscuros manejos financieros o por haber creado una secta de culto a la personalidad, ni de acusaciones de haber «espiritualmente seducido» a algunos seguidores para tener sexo con él. 

No parecía una personalidad compatible ni con las acciones ni con las ideas de Madre Teresa, pero al parecer, un cheque de US$ 10 000 hacía ver lo demás como nimiedades.

 En 1988, John-Roger aparecía posando junto con la monja viajera en una foto tomada con un fondo en blanco, al que luego se le añadió una toma de pobres en las calles de Calcuta, como si fuera una foto en locación.

En las grandes ligas financieras

Dictadores brutales como Duvalier o místicos estafadores como John-Roger no eran los únicos que se lavaban la cara haciendo donaciones a Madre Teresa. Había otros ejemplares raros, como Robert Hanssen, el famoso espía traidor del FBI, quien vendió secretos a los soviéticos (luego rusos) entre 1979 y 2001. Hanssen era además un devoto católico, iba a misa diariamente, colgaba crucifijos en todas sus paredes y estaba obsesionado con el sexo exhibicionista. 

Mientras urgía a sus amigos a estar más cerca de dios, traicionaba a su esposa y a su país. Parte del dinero obtenido por sus infidencias lo donó a Madre Teresa, y otra parte la gastó en strippers. 

Para ser justos, Madre Teresa no tenía nada que ver con la vida ni la obra de Hanssen, ni se involucró con él ni lo avaló públicamente. Eso lo hizo con otra persona.

En 1992, la Madre Teresa envió una carta al juez Lance Ito, quien en el estado de California veía la causa abierta contra el financista Charles Keating. Escudándose en típicas excusas como «no nos mezclamos en negocios, política o juicios», o «no sé del trabajo del Sr. Keating», la misionera aseguraba que siempre había sido «amable y generoso con los pobres de dios», por lo cual escribía para interceder por él ante el juez, a quien instaba a «rezar, ver en su corazón y hacer lo que Jesús haría en esas circunstancias».

 Lo que resaltaba en la carta era el encabezado, que junto al membrete de la orden presentaba la frase evangélica «Lo que hicieron con algunos de mis hermanos pequeños me lo hicieron a mí».

 La Madre Teresa le repite esa frase al magistrado enfatizado que es el lema de su orden, pero escribe «ME LO HICIERON A MÍ» en mayúsculas, en un evidente intento de referirse a sí misma. Es decir, usaba su prestigio de estrella mediática de la caridad para influir sobre un juez en favor de un acusado.

¿Pero quién era Charles Keating? Era un banquero y financista que a inicios de los 80 transformó la casi en quiebra American Continental Corp. en la mayor constructora de viviendas unifamiliares en el valle de California.

 La compañía creció hasta los seis mil millones de dólares en activos y más de 2500 empleados. Luego, en 1984, Keating compró la inmobiliaria Lincoln Savings de Arizona en US$ 50 millones, y la llevó a superar los cinco mil millones de dólares en activos. Pero cuando el mercado inmobiliario entró en crisis a fines de la década, todos esos activos resultaron ser simples papeles, respaldados por ventas y reventas meramente especulativas, sin dinero real.

 Cuando Lincoln Savings se hundió, lo hizo con muchos millones de dólares de los bolsillos de los jubilados, quienes vieron sus ahorros convertidos en bonos sin valor.

 Keating, por supuesto, se creía un ángel del libre mercado, y no dudó en sobornar a cinco senadores, que lo ayudaron a mitigar los intentos de las entidades reguladoras de limitar las enormes inversiones directas de Lincoln Savings. 

El escándalo explotó en 1989, año en que fue llevado a juicio.

 En 1992 fue condenado a diez años de cárcel, pero en 1996 un juez anuló los cargos y lo liberó. Keating murió pacíficamente en casa el 31 de marzo de 2014, a los 90 años, sin jamás disculparse ni aceptar su responsabilidad, y más bien creyendo que si lo hubieran dejado seguir adelante, todos sus inversionistas se habrían vuelto ricos.

Pues bien, resulta que Keating también era católico, y había sido funcionario del gobierno de Nixon, donde formó una comisión para investigar los perjudiciales efectos de la pornografía. 

Ya en la cima de su carrera en las grandes finanzas fraudulentas, se labró la imagen de filántropo efectuando diversas donaciones.

 Una de ellas, por un millón y cuarto de dólares, fue a los bolsillos de la Madre Teresa, a quien en algunas ocasiones le facilitó el uso de su jet personal.

 En agradecimiento, la religiosa le permitió usar su prestigio en algunas ocasiones importantes, y le regaló un crucifijo personalizado que Keating llevaba a todas partes. Ahora debe quedar más claro por qué la albanesa se tomó la molestia de interceder por él en el juicio que se le seguía.

Pero la historia no quedó allí. Paul Turley era abogado delegado distrital de Los Angeles, y uno de los fiscales que llevaban la acusación contra Keating.

 De su propia iniciativa como ciudadano, envió una carta de respuesta a la Madre Teresa, en la cual le contaba que Keating había estafado a unas 17 000 personas por unos 252 millones de dólares.

 Personas de todo tipo, incluyendo gente modesta que no entendía de altas finanzas, y un carpintero pobre que perdió todos los ahorros de su vida.

 También le recordó que, si bien ella tenía experiencia con los pobres, él tenía experiencia con los criminales y bribones, quienes suelen donar parte de su dinero mal habido a la caridad para comprar reconocimiento, respeto y perdón.

 Y dado el énfasis de la religiosa en citar las palabras de Cristo y lo que él haría en la misma situación, la invitó a preguntarse qué haría Jesús si estuviera en posesión de dinero robado a los humildes.

 Por supuesto, Turley concluyó que Jesús inmediatamente devolvería ese dinero a sus legítimos dueños, e instó a Madre Teresa a hacer lo mismo, a no permitir que Keating obtuviera la indulgencia que deseaba, y le dio todas las facilidades para contactarse con las víctimas del fraude.

 Como es de imaginarse, Madre Teresa jamás respondió a esa carta, mucho menos devolvió un centavo.

Ahora bien, al margen de los casos expuestos, notorios por tan diversas razones, el hecho es que la gran mayoría de donantes de Madre Teresa estaba convencida del buen uso del dinero enviado. 

El mundo rico tiene una pobre conciencia, de modo que no es extraño que tantas personas pudientes se sintieran bien consigo mismas apoyando a quien creían una activista de los «pobres entre los pobres».

 Cabe preguntarse en este punto qué clase de fibra en particular logró tocar Madre Teresa para conseguir tan lucrativo negocio. 

Quizás la respuesta esté en lahipótesis Singer-Unger, que responde afirmativamente a la pregunta de si es esencial, para llevar una vida decente y moral, donar lujos y placeres innecesarios para ayudar a los hambrientos y desposeídos del mundo.

 Para sus proponentes, Peter Singer y Peter Unger, la decencia moral requiere que los pudientes donen sus excedentes para aliviar la pobreza y sus consecuencias. Singer propone el famoso ejemplo de si se está obligado moralmente a salvar a un niño que se está ahogando en un río, aunque uno se moje y embarre la ropa. 

El que casi todos respondan afirmativamente refleja cuán afirmada y reverenciada está la ideología de ayudar a los pobres, especialmente niños. Pero, sobre todo, refleja que, como toda ideología, esa afirmación y reverencia se hace sin bases críticas, apelando directamente al lado emocional.

 La justificación de esa postura ha generado polémica y debate, pero al margen de las consideraciones teóricas, da la impresión de que se trata en realidad de una receta viejísima, aplicada por el cristianismo desde sus orígenes. 

No es que el cristianismo la haya descubierto (la solidaridad y la vida social están preestablecidas biológicamente en nuestra especie), pero sí es cierto que el invento posterior, autonombrado catolicismo, supo instrumentalizarlo políticamente.

 Unos 1600 años después, el tándem Muggeridge-Teresa sólo adecuó la vieja receta católica a la sociedad de los medios globalizados. Gracias a esos medios, en palabras de Sanal Edamaruku, «Madre Teresa no servía a los pobres en Calcuta, sino a los ricos en Occidente. 

Los ayudaba a limpiar su mala conciencia recibiendo de ellos millones de dólares. … Muchos de quienes la apoyaban, sin embargo, eran personas honestas con buenas intenciones y un cálido corazón, que compraron la ilusión de que la «santa de las alcantarillas» estaba allí para secar todas las lágrimas, acabar con toda la miseria y reparar toda la injusticia del mundo.

 Aquellos enamorados de una ilusión a menudo rehúsan ver la realidad».

Pero una cosa es entender el mecanismo moral o individual del altruismo, y otra entender que del otro lado de los aportantes está quien recibe, y en ese caso las consideraciones filosóficas no son las mismas, en particular si quien recibe no es el destinatario real, sino un autonombrado intermediario.

 Hitchens concluye que las amistades que cultivaba (políticos conservadores, dictadores brutales, estafadores descarados) muestran a Madre Teresa como lo que era en verdad: una fundamentalista religiosa, una operadora política, una sermoneadora primitiva y una cómplice de poderes mundanos. 

Sus viajes por el mundo no eran el peregrinaje de una predicadora, sino una campaña acorde con los requerimientos de los poderes de turno.

Muy lejos de la transparencia

En realidad, el episodio de Keating es simplemente una gota en el mar de turbiedad de las finanzas de la organización de la Madre Teresa.

 De hecho, su sucesora Nirmala Joshi (fallecida hace unos tres meses) dijo una vez que «sólo dios sabe cuánto tenemos en donaciones».

 En sus más de sesenta años de existencia, las MDC no han reportado el monto total de fondos que han recibido en donaciones, qué porcentaje usan para administración, ni dónde y cómo se ha usado lo demás. 

El dinero va directamente a cuentas en el IOR (conocido como el Banco Vaticano), y allí se pierde todo rastro de su destino final.

 Ese control monetario del Vaticano empezó en 1965, y es más fuerte desde la muerte de Madre Teresa en 1997. Periodistas y desertores de la organización estiman su patrimonio en un global de mil millones de dólares, y contando. Actualmente, la orden tiene 5000 hermanas y 450 hermanos en todo el mundo, y opera 700 locales en 120 países sin proveer datos sobre la eficacia de su trabajo.

Sin embargo, a fines de junio se supo que el Ministerio del Interior de la India está investigando a las ONG que reciben fondos del extranjero.

 Ello involucra también a organizaciones religiosas, cinco de las cuales están entre las primeras diez. Cuatro de ellas, incluyendo a las MDC, son cristianas. Las cifras, publicadas por el gobierno indio, muestran que la organización de Madre Teresa recibió cerca de 85 millones de dólares en los períodos 2006-7 y 2013-14. Pero esas son sólo las donaciones extranjeras que se reportaron para la matriz de la India.

 No incluyen todas las donaciones internas, bienes, artículos de valor financiero, terrenos y concesiones otorgados por empresas privadas y entidades gubernamentales de la India.

 Y por supuesto, ello no incluye todas las donaciones registradas en las filiales de los demás países (cientos actualmente) en los últimos sesenta años. Sin contar, por supuesto, con que lo registrado de ningún modo reflejará las cifras totales reales de sus operaciones.

Con esta pista proporcionada por el gobierno indio, puede entenderse que las estimaciones patrimoniales de los excolaboradores de la organización no resultan en absoluto exageradas.

 Y en este punto, se hace imposible ignorar la abismal diferencia entre esos ingresos monetarios y los servicios tan deplorables que ofrecen los albergues de las MDC.

El catolicismo es funda mental

El pasado 23 de febrero, en Bharaptur, Rajastán, mientras inauguraba un albergue para mujeres y orfanato por cuenta de la organización que dirige, Mohan Bhagwat criticó la labor de las MDC. El presidente de la Rashtriya Swayamsevak Sangh (RSS, Organización Nacional de Voluntarios, una ONG de caridad nacionalista hindú, de extrema derecha) comentó que el albergue «no proveerá un servicio como el brindado por la Madre Teresa».

 Explicó que ese servicio «puede haber sido bueno, pero había un motivo detrás de él: convertir a la persona atendida al cristianismo.

 El problema no es la conversión, pero si esta se hace en nombre del servicio, entonces ese servicio se devalúa». Sunita Kumar, vocera de la orden en la India, negó todo ante la prensa, mientras Sachin Pilot, congresista por Rajastán, atribuía tales «distorsiones históricas» al sesgo derechista de la RSS.

 Sin embargo, Meenakshi Lekhi, vocera del partido de gobierno BJP, recordó que la propia Madre Teresa dijo en una entrevista que mucha gente la confundía como trabajadora social, pero que no lo era, que ella estaba al servicio de Jesús y su trabajo era difundir el cristianismo y acercar a la gente a él.

¿Entonces, estaba en lo cierto Bhagwat? Antes de morir, Madre Teresa pidió que se destruyeran todas sus cartas y anotaciones, pero el pedido no fue cumplido, y el padre Brian Kolodiejchuk (encargado del proceso de santificación de Madre Teresa) las recopiló y publicó en setiembre de 2007 con el título de «Mother Teresa: Come Be My Light» («Madre Teresa: ven, sé mi luz»). 

El padre Leo Maasburg usó una parte para, junto con sus recuerdos personales del trabajo con ella, publicar en setiembre de 2011 el libro «Mother Teresa of Calcutta: A Personal Portrait» («Madre Teresa de Calcuta: un retrato personal»). 

En su página 135, Maasburg cuenta cómo Madre Teresa le explicaba que un moribundo no tenía que conocer toda la enseñanza de la iglesia católica para poderlo bautizar. Que al momento de la muerte, era suficiente para el moribundo entender el núcleo mínimo de esa enseñanza, el amor a dios. 

Y que entonces, bastaba preguntarle al moribundo si quería ir donde el dios que le envió a las hermanas. Además del testimonio personal de Maasburg, existen registros de un discurso en la Clínica Scripps de California, en enero de 1992, donde Madre Teresa dijo: «Algo muy hermoso… es que nadie ha muerto sin recibir el boleto especial para san Pedro, como lo llamamos. Al bautismo le llamamos el boleto para san Pedro. 

Le preguntamos a la persona, ¿quieres la bendición por la cual tus pecados serán perdonados y recibirás a dios? Nunca se han negado. Ninguno de los 29 000 que han muerto en esa casa [en Kalighat] desde que empezamos en 1952».

Por supuesto, bautizar a los moribundos era sólo la punta del iceberg. Para terminar de despejar las dudas sobre su posición ideológica, baste mencionar que durante las deliberaciones del Concilio Vaticano II (1962-65), bajo el liderazgo del papa Juan XXIII, Madre Teresa estaba entre los asistentes, oponiéndose a todas las sugerencias de reforma. 

Lo que se necesitaba, según ella, era más trabajo y más fe, no revisión doctrinal. Su posición era ultrarreaccionaria, incluso en términos católicos ortodoxos. Pero no era lo único en su agenda.
El derecho de nacer

El fundamentalismo de Teresa no sólo radicaba en que su labor no se enfocaba en el pobre, sino en difundir el catolicismo. 

Además, mostraba sin miramientos una obsesión contra el aborto, los anticonceptivos y cualquier límite al crecimiento poblacional, en claro reflejo de la retorcida visión del sexo y la reproducción de la iglesia católica. 

Existen muchos casos documentados de su sostenida campaña de apoyo a esta conocida agenda. Quizás el más notorio fue su declaración, respecto de los miles de mujeres violadas por el ejército pakistaní en la guerra de independencia de Bangladesh en 1971, de que siguieran adelante con sus embarazos y tuvieran esos bebés de sus violadores.

Hasta hoy día, por otro lado, nadie sabe a tenor de qué se le concedió el premio Nobel de la Paz en 1979. De modo que ella misma lo explicó, durante su discurso de aceptación: «Hoy día, el aborto es el peor demonio, y el mayor enemigo de la paz. …

 A muchos les preocupan los niños, como aquellos en África, que mueren en grandes números por hambre u otras razones. Pero millones de niños mueren intencionalmente, por voluntad de sus madres». Su mensaje era claro: los niños que ya están en esta tierra valen menos que los que están por nacer.

 A propósito de este discurso, cabe mencionar que el economista y autor Steven Levitt demostró en el cuarto capítulo de su libro «Freakonomics» cómo la legalización del aborto contribuyó a la caída del crimen en los EUA.

 Esta idea, conocida como la «hipótesis Donohue-Levitt», fue planteada en un estudio publicado en 2001, donde se sostiene que los abortos impidieron el nacimiento de niños no deseados precisamente en familias cuyo entorno muy probablemente los habría llevado a ser criminales.

 Obviamente, tal afirmación levantó mucha polémica, pero revisiones estadísticas posteriores han confirmado el argumento central.

De cualquier manera, después del Nobel, Teresa siguió incansable con su activismo por todo el mundo: Washington en mayo de 1981 (para felicitar a su amigo el senador republicano Mark Hatfield, quien había votado en contra de una enmienda para facilitar el aborto a mujeres pobres), Japón el mismo año (para asistir a un mitin antiabortista de japoneses católicos), Dublín en agosto de 1982 (para apoyar un proyecto legislativo contra el aborto), y de nuevo Japón en abril de 1982.

 En esa nueva visita, visitó el hogar de las víctimas del bombardeo atómico de Nagasaki. No dijo una sola palabra sobre el sufrimiento de las víctimas y el horror del bombardeo, pero sí que el más grande destructor de la paz en el mundo era el aborto.

 Y la lista sigue: de visita en Londres en 1988, se suponía que su llegada se debía al creciente problema de los abandonados sin hogar, que llevó al acuñamiento de la frase «Cardboard City» debido al uso de estructuras hechas de cajas de cartón. 

Pero luego de mencionar brevemente el tema, Madre Teresa se dirigió a una reunión con la conservadora Primera Ministra, Margaret Thatcher, quien no resaltaba precisamente por sus inclinaciones sociales.

 La reunión, en realidad, tenía por objeto coordinar el apoyo a un proyecto presentado en el parlamento británico para limitar la disponibilidad del aborto.

Luego de regresar a Irlanda en 1992 (para rezar en contra de un referendo, que finalmente permitió a las mujeres abortar en otro país), recaló en Washington otra vez en febrero de 1994.

 En esa ocasión, escribió una carta a través de sus abogados en favor de Alexander Loce, quien era demandado por el Estado por haber ingresado junto con 14 personas más a una clínica de abortos en Morristown, Nueva Jersey, donde su novia iba a terminar con su embarazo de ocho semanas.

 Loce y los demás se encadenaron a las puertas de la sala de operaciones y otros ambientes del local, y retrasaron por nueve horas el aborto, que finalmente se realizó luego de la intervención policial que arrestó a Loce y los demás.

 En su carta, Madre Teresa sermoneaba a la sociedad norteamericana por haber permitido algo como Roe vs. Wade (la decisión judicial de 1973 que legalizó el aborto), y la instaba a aprender de una reciente decisión alemana que concedía al no nacido derechos de persona. 

Se suscitó un debate legal debido a una serie de tecnicismos, pero la corte condenó a Loce y los demás a una serie de pagos menores por entrada indebida al local.

Conozca el interior

Otra de las causas de Madre Teresa, ya mencionada, fue luchar contra los anticonceptivos. 

En un encuentro de oración en Washington, el 3 de febrero de 1994, decía que «Una vez que el amor viviente es destruido por los anticonceptivos, el aborto sigue muy fácilmente. …

 Nunca traigamos el peor de los problemas, que es destruir el amor. 

Eso es lo que pasa cuando le decimos a la gente que practique la anticoncepción y el aborto».

 También es fácil encontrar videos de su discurso en Knock, Irlanda, en 1992, donde rezaba para que en el país ninguna mujer practicara el aborto, y no se usaran anticonceptivos.

 Pero no la tuvo tan fácil en México, cuando en agosto de 1982 se opuso a los anticonceptivos en una conferencia en Acapulco: al ser denunciada en los diarios por desprecio a la constitución del país, prefirió huir rápidamente a Honduras. 

Y en setiembre de 1994, una carta suya fue usada por el Vaticano para sabotear la Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo de las Naciones Unidas en El Cairo: «Si una madre puede matar a su propio hijo, ¿qué nos impide matarnos entre nosotros? …

 Si hay un niño que no quieren o no pueden alimentar o educar, denme ese niño. Yo me encargaré de él». Al final, el Vaticano no firmó la declaración común, por su negativa a aceptar que las mujeres accedan a métodos anticonceptivos bajo cualquier circunstancia, incluida la violación.

 En 1996, el Vaticano retiró su aporte anual de US$ 2500 a la UNICEF porque ofreció pastillas «del día siguiente» a las mujeres que habían sido violadas en campos de refugiados en la República Centroafricana.

Por su parte, Madre Teresa no podía abrir la boca sobre ese tema en la India, pues combatir los anticonceptivos es allá considerado terrorismo. 

De modo que, por única vez en su vida, financió un estudio médico, encabezado por su propio ginecólogo, el Dr. Ajay Ghosh. Basado en el supuesto estudio de 17 000 mujeres de las barriadas de Calcuta, el documento («Symptothermia Vis a Vis Fertility Control») pretendía demostrar que la «anticoncepción natural», con la ayuda de un termómetro y el reconocimiento del moco cervical, funcionaba.

 Repleto de fallas estadísticas, se publicó en 1982 y es citado profusamente por fundamentalistas católicos como si fuera válido, a pesar de que muchas de las mujeres del estudio abortaron cuando salieron embarazadas. 

Por supuesto, eso no le importaba a Teresa, quien exageraba sus mentiras sin que alguien le reclamara sustento para sus cifras. 

En junio de 1981, en Washington, afirmaba que su «hermoso» método había resultado en siete años en 134 000 bebés menos en Calcuta. Y en 1982, en una entrevista en la televisión escocesa, afirmó sin tapujos que había sido un millón de bebés menos en diez años.

 Por si fuera poco, en 1984, el 17mo Duque de Norfolk, el católico laico de más alto rango en el Reino Unido, dijo en una conferencia: «¿Cómo se le puede pedir a una pareja casada que use termómetros? Mi esposa y yo lo hicimos, y la maldita cosa no funcionó.

 ¿Acaso todos tienen que tener ocho hijos, como mi madre?». El Vaticano presionó al Duque para que se retractara, pero él no cedió.

Cabe anotar que si causas tan enfermas como denunciar el aborto y los anticonceptivos no bastaran para indignar a cualquier defensor de derechos reproductivos mínimos, especialmente para las mujeres, Teresa tampoco se quedaba callada en cuanto a asuntos de emancipación femenina. 

Para la Cuarta Conferencia sobre la Mujer en Beijing, en 1995, reclutó a Mercedes Wilson, una ultraortodoxa de derecha norteamericana, para llevar una carta suya y leerla en el pleno: «Ningún trabajo, ningún plan, ninguna posesión, ninguna idea de «libertad» puede tomar el lugar del amor. Podemos destruir el regalo de la maternidad especialmente a través del diabólico aborto, pero también pensando que cosas como empleos o puestos son más importantes».

Para quienes en este punto aún duden de que el fundamentalismo católico es la base ideológica de la orden fundada por Madre Teresa en 1950, hace pocos díasse difundió el anuncio del cierre de sus orfanatos en la India.

 La razón es su negación a adaptarse a las nuevas normas de adopción del país, que permiten adoptar a padres y madres solteros y divorciados, y agilizan mucho más los trámites.

 Para la secretaria de Desarrollo de Mujeres y Niños, Maneka Gandhi, las MDC se oponen a registrar a sus menores en la base de datos centralizada porque «no quieren estar bajo una agenda secular uniforme».

 En su departamento están convencidos de que el antiguo sistema, caracterizado por grandes demoras, invitaba a la corrupción, la trata y el favoritismo. 

Además de su oposición ideológica a estas normas, las voceras de la organización de Madre Teresa expresaron de modo particular sus temores por el destino de los niños adoptados: «¿Y si el padre soltero que le damos a nuestro bebé resulta ser gay o lesbiana?

 ¿Qué seguridad o moral recibirán esos niños? Nuestras reglas sólo permiten adoptar a parejas casadas», declaró la hermana Amala a la prensa, antes de afirmar que tampoco le entregaría un menor a una persona divorciada. Ahí está, catolicismo puro y duro.

Teresa y el oso

Todos los líderes católicos sin excepción, sean de alto vuelo o poca monta, se esmeran en declarar que no se meten en política, aunque siempre lo hacen (en particular, para apoyar agendas conservadoras). Teresa no era la excepción, pues muchas de sus palabras y acciones tenían efectos en contextos políticos, aunque se refirieran a asuntos aparentemente religiosos o relativos a su pretendido trabajo social. Sin embargo, algunas de sus maniobras eran pura y decididamente políticas, en particular cuando había algo de comunismo involucrado.

Es conocido que Juan Pablo II trabajaba su agenda política estrechamente con la CIA, y un tema importante era el fin de la Cortina de Hierro. En junio de 1980, Madre Teresa llegó a Berlín Oriental, donde por única vez en su vida lideró una procesión de 20 000 católicos, lo que llevó a la apertura de uno de sus albergues en 1981. Pero cuando el muro de Berlín cayó en 1989, el albergue fue cerrado a los pocos días. Su existencia había dejado de ser políticamente relevante.

En 1990, luego de muchas solicitudes fallidas, Madre Teresa finalmente obtuvo en agosto una visa del gobierno de su natal Albania para visitar la capital, Tirana. Allí fue recibida el 2 de marzo de 1991 por la viuda de Enver Hoxha y varias personalidades del gobierno y del Partido Comunista. 

Hoxha, curiosa mezcla de fascismo y estalinismo, había sido el indiscutible líder del país tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. Un tiempo después, junto con sus reivindicaciones nacionalistas y expansionistas, proclamó a Albania como «el primer estado ateo del mundo». Una vez en Tirana, Madre Teresa no sólo depositó un ramo de flores en la tumba de Hoxha, sino guardó el más completo silencio sobre la brutal supresión de la religión por parte de su régimen. Todo valía con tal de expandir el catolicismo en el mundo comunista.

Lo mismo intentó repetidas veces en China, e incluso decía que había recibido pedidos de allá, cuando la verdad era que todos sus intentos de expandir su red a ese país habían sido rechazados por el gobierno. En los días previos a su muerte, manifestaba que abrir albergues en China era uno de los sueños que no había podido cumplir.

Sin embargo, no todas las causas relacionadas con el comunismo eran igual de relevantes para Teresa. Cuando todos los ganadores de los premios Nobel de 1979 decidieron enviar una carta al mandamás soviético Leonid Brezhnev en protesta por la detención de un joven científico ruso, ella fue la única persona que no firmó. Es que podría haber parecido algo muy político.
Dejad que los niños vayan a él

La estridente sonoridad de Madre Teresa en temas como los ya mencionados contrasta claramente con su absoluto silencio en otros.

 En 1995, por ejemplo, al ser confrontada por la prensa irlandesa sobre el tema de los sacerdotes pederastas, su única respuesta fue: «Recen, recen y hagan sacrificios por quienes atraviesan tan terribles tentaciones». Claro, las víctimas eran lo de menos: ella sólo expresaba compasión por los sacerdotes.

El mismo patrón enfermizo de conducta observó un año antes, en el caso de su confesor y consejero espiritual de su orden, el padre Donald McGuire.

 Descubiertas sus fechorías pederastas, fue suspendido por su superior jesuita en Chicago, para recibir tratamiento psiquiátrico. 

En su nombre, el padre John Hardon llevó hasta Calcuta una carta de pedido de intermediación, en la que Madre Teresa se enteró de «los tristes eventos» que llevaron a la destitución de McGuire. 

También de que el padre Hardon «había establecido la inocencia del padre en los alegatos en su contra». 

No dudó en escribir una carta en favor de su confesor, quien ya había admitido parte de sus delitos: «Entiendo cuán grave es el escándalo que alcanza al sacerdocio de los EUA y cuán cuidadosos debemos ser para salvaguardar la pureza y la reputación de ese sacerdocio. 

Debo decir, sin embargo, que tengo confianza en el padre McGuire y deseo ver que su vital ministerio continúe tan pronto como sea posible».

 Gracias a esa intermediación, Donald McGuire fue restituido en su cargo y así pudo continuar violando a unos cuantos niños más.

En 2006, McGuire fue convicto de abusar de dos estudiantes de la Academia Loyola en los años 60, pero el clero lo siguió encubriendo.

 Al año siguiente, se hicieron públicas las cartas de muchas familias, que demostraron que en la orden jesuita estaban muy conscientes de la conducta de McGuire y las denuncias en su contra, pero prefirieron hacerse de la vista gorda.

 Ello le permitió al sacerdote tener libre acceso a niños y jóvenes por cerca de 40 años.

 Llevado a juicio, se estableció que había sido un depredador sexual particularmente activo, y sus repulsivos métodos quedaron expuestos y detallados.

 El 11 de febrero de 2009, la jueza Rebecca Pallmeyer emitió una sentencia que excedía los límites federales, lo cual estaba permitido por lo extremo del caso. 

La magistrada añadió que los crímenes de McGuire habían sido particularmente detestables porque abusó de la confianza de los padres y perversamente sacó ventaja de sus hijos, lo que era «horrendo», «inaceptable» y «un pecado muy, muy serio». 

Él, lejos de mostrar arrepentimiento, dijo que se sentía «libre». Condenado a 25 años de cárcel, se espera que, con sólo seis servidos y 84 de edad cumplidos, termine sus días en la prisión federal de Springfield, Missouri.

  Su defensa, sin embargo, «cree fuertemente en su inocencia», califica todo como un «error de la justicia», pues «es evidente que los testigos cometieron perjurio», y sostiene que la realización de estos procesos judiciales «es un asalto directo al sacerdocio de la iglesia católica».

 Por supuesto, aprovecha también la ocasión para recolectar fondos para las apelaciones.

Para terminar este acápite, este caso no es el único donde el nombre de Madre Teresa está involucrado en esta viejísima costumbre clerical cristiana. 

Porque las MDC tienen un ala masculina, los Hermanos Contemplativos, que también ha visto denuncias por casos de sodomía entre los jóvenes de los albergues que administra.

Los pobres como pretexto

Ya hemos visto lo bien que se llevaba Madre Teresa con dictadores, políticos corruptos y estafadores de alto vuelo. ¿Pero cómo era su relación con los pobres, que supuestamente eran el fin último de su trabajo y su vida? 

La imagen pública de Madre Teresa nos llevaría a pensar que convivía con ellos la mayor parte del tiempo, que eran bien recibidos en todos los locales a disposición de la orden, y que muchos de ellos eran alimentados diariamente con los recursos disponibles.

Sin embargo, al igual que en el caso de los cuidados de salud brindados por las MDC, la imagen pública dista mucho de ser un reflejo de la realidad.

 Porque en cuanto a su permanencia en Calcuta, lo cierto es que no muchas veces se le veía por allá. Gustaba de pasar la mayor parte del año entre Europa y EUA, para lo cual contaba con cómodos lugares de alojamiento en muchas ciudades.

 Las veces que su amiga la princesa Diana viajó a Calcuta para darle el alcance, nunca la encontró, por lo cual sólo pudieron entrevistarse en ciudades europeas. Claro está, una de sus principales líneas cuando la prensa occidental le daba la bienvenida, era «extraño Calcuta», o «quiero regresar pronto a Calcuta».

 En 1984, públicamente rechazó un tratamiento de cataratas del Centro Médico San Francisco de Pittsburgh, EUA, porque no podía aceptar un tratamiento de US$ 7500.

 Pero al año siguiente, recibió la misma cirugía, aunque a mayor costo, en el hospital Saint Vincent de Nueva York. En el ejemplar de abril de 1996 de la revista norteamericana «Ladies Home Journal», dijo que quería morir como los pobres, en Nirmal Hriday, su casa de los muertos en Kalighat. Pero para entonces, ya solía recibir tratamientos en algunos de los lugares más costosos, como la clínica Scripps en La Jolla, California, o el hospital Gemelli en Roma. 

En Calcuta, frecuentaba las clínicas Woodlands y Belle Vue (fuera del alcance del 99% de la población de la India), así como el Instituto del Corazón Birla.

 Y cuando murió, lo hizo rodeada de costoso y avanzado equipo cardiológico, adaptado a sus exactas necesidades.

Pero el costoso estilo de vida de Teresa, al margen de darnos una idea de su verdadera relación de cercanía con el supuesto objeto de su labor, no es lo más importante.

 Sí lo es concentrarse en datos puntuales de su trabajo social en Calcuta, ciudad supuestamente abanderada de su labor, y en donde operan unas 200 instituciones de caridad.

 Revisando la profusa documentación de Chatterjee, descubrimos que los albergues de las MDC de Madre Teresa no fueron ni los primeros en operar, ni son los más prestigiosos, y están muy lejos de los primeros lugares en asistencia efectiva ejecutada en favor de los más necesitados.

 La institución de caridad más grande en Calcuta es sin dudas la hinduista Misión Ramakrishna.

 Fundada en 1897 por Swami Vivekananda, no sólo supera enormemente en labor social a las MDC, sino que se le considera la principal razón por la cual una gran cantidad de personas en la India no se convirtió al cristianismo.

 La segunda organización más importante es la Bharat Sevashram Sangha (BSS, «Sociedad Asistencial de la India»), también hinduista y fundada en 1917. Su infraestructura humilde contrasta con la de la Misión Ramakrishna y se parece a la de Madre Teresa, pero sus resultados son muy buenos, y sus monjes siempre han estado en primera línea para ayudar a los damnificados en desastres naturales. 

Incluso, en 1994 las MDC decidieron cerrar su leprosario de Sidgora, en Bihar, y solicitaron formalmente a la BSS que se hiciera cargo.

 En otro plano, la Nari Seva Sangha («Organización para el Bienestar de la Mujer»), fundada en 1944, es la institución con mayor alcance en políticas de asistencia, capacitación y empoderamiento de las mujeres en situación de pobreza o abandono. Compite con la Saroj Nalini Dutt Memorial Association (SNDMA), fundada en 1925, y la All Bengal Women’s Union (ABWU), fundada en 1932.

 Todas estas instituciones, vale la pena recalcarlo, muestran, al margen de problemas ocasionales, resultados positivos y crecientes, y ofrecen transparencia en su financiamiento y operaciones.

Por su parte, el Child in Need Institute (CINI) es indiscutiblemente la mayor organización benéfica infantil de Calcuta. Iniciada en 1974 por el doctor S.N. Chaudhuri en una humilde habitación, creció enormemente en menos de un cuarto de siglo, con resultados impresionantes incluso para sus propios funcionarios. Sin embargo, en toda la India, CRY (Child Relief and You), iniciada en Bombay en 1979, cuenta con la mayor red organizacional y el mayor presupuesto infantil anual. 

En contraste, el trabajo infantil de las MDC ofrece como su principal joya el Monidyne. Esta leche en polvo es fabricada y empacada por la compañía belga Belgomilk, exclusivamente para la orden de Madre Teresa, como figura impreso en cada lata (impresa, además, en blanco con bordes azules). 

Ello, sin duda, le valió a la compañía muchos elogios dentro y fuera de su país. Pero las buenas noticias terminaban en la etiqueta informativa del producto.

 El contenido de grasa de la leche enlatada suele estar entre el 22% y el 23%, mientras el Monidyne apenas llega al 7,25%.

 En toda leche estándar para bebés, el contenido de carbohidratos (alrededor del 23%) debe ser casi enteramente lactosa sin azúcar, pero el Monidyne contiene un 25% de sucrosa (azúcar), y apenas un 9,6% de lactosa. Cualquier leche estándar suele contener más de una docena de vitaminas, pero el Monidyne sólo tiene cuatro, y prescinde de la K, la B12, la C, la D y el ácido fólico.

 ¿Qué resultados nutritivos puede esa leche tener sobre un bebé abandonado y desnutrido? En cambio, los demás albergues de Calcuta usan el producto indio Lactogen, que tiene más de 20 vitaminas, y lo administran con cuidado. Además, el Monidyne tiene un 38% de almidón, lo que lo hace difícil de digerir y puede agudizar las diarreas. Si el Monidyne fuera ofrecido a los bebés de un país occidental, ello causaría un escándalo nacional y provocaría acciones inmediatas. 

Pero al parecer, Madre Teresa y su organización están por encima de cualquier escrutinio oficial.

Por su parte, quienes han experimentado de primera mano la realidad de los niños en los albergues de Madre Teresa no han permanecido en silencio.

 Desgarradores testimonios textuales y gráficos repletan, por ejemplo, el blog de Sally Warner, voluntaria por más de diez años e impotente testigo de innumerables casos de completa negligencia en el cuidado, la alimentación y el tratamiento infantil en diversos locales de las MDC: comida magra y deplorable que las propias monjas no se atrevían a probar (aunque ellas sí comían buena comida en otros ambientes), juguetes que se colocaban en vitrinas para que los niños sólo los vieran (y así evitar que los rompieran), niños amarrados a sus cunas, negativas tajantes a brindar tratamientos médicos externos, bloqueo de adopciones por parte de voluntarias europeas que querían llevarse a algún niño, y demás episodios que parecen más propios de un argumento kafkiano que de una institución de caridad.

En cuanto al trabajo social propiamente dicho, las MDC no recogen gente de las calles de Calcuta, aunque Teresa siempre decía lo contrario. En realidad, ella instruía a las monjas para que todas las solicitudes de ese servicio fueran derivadas al 102 (el número de emergencias), de modo que los necesitados llegaban en ambulancias de otras entidades. 

Y no es que la orden no cuente con ambulancias, porque varios vehículos le han sido donados, sino que las usan principalmente para transportar a las monjas entre los diversos centros de oración.

 Lo cual nos lleva a entender que muchos de sus locales no son ni albergues ni hospicios ni orfanatos, sino centros administrativos o alojamientos para las monjas.

 Hay países en los que la presencia de la orden sólo se da en centros de entrenamiento de monjas y monjes, no en centros de ayuda a los pobres. Otra de sus políticas era que las personas que llevaban a un necesitado no debían tener vínculos con él. 

En el caso de los niños, no eran admitidos sin que los padres firmaran un formulario de renuncia de patria potestad. 

Y en cuanto a las raciones servidas, Teresa decía que su orden alimentaba de 4000 a 9000 personas al día, pero en realidad sus dos o tres comedores en Calcuta no pasan de 300 raciones diarias, que sólo son servidas a quienes cuentan con unas tarjetas de comida. Dichas tarjetas, no hay que sorprenderse, son distribuidas casi todas entre los cristianos, lo cual desmiente las afirmaciones de Madre Teresa cuando decía que atendía a todos los pobres por igual.

 Obviamente, esas restricciones no quieren decir que aquellos que logran ser atendidos entran a un paraíso: son obligados a permanecer en sus estrechas camillas, se les prohíben las visitas y deben defecar comunalmente, al margen de las deficiencias en atención médica ya señaladas.

Tampoco olvidemos otro detalle fundamental de los pobres de Teresa. Ya se ha mencionado que un ingrediente básico de la propaganda alrededor de ella es la demonización del lugar en que operan sus albergues.

 Ello se dio desde un primer momento, en el mismísimo documental de Muggeridge que la lanzó al estrellato. 

Desde entonces, la imagen de Calcuta en Occidente es la de un muladar, donde sólo la santa Madre Teresa se preocupaba por los desamparados. 

Pero esa fórmula no es exclusiva para la India. En la página oficial del voluntariado de su organización, se puede leer en la sección dedicada al Perú, en particular el local de Lima: «La mayoría de la gente cambia de cara cuando se habla de La Victoria, ya que tiene una mala reputación, pero no se desanime a ir como voluntario. 

Tome estas precauciones: no usar joyas, incluyendo relojes y no tomar los objetos de valor, tales como el teléfono móvil, cámara, cartera u otros objetos que puedan atraer la atención particular en una situación de extrema pobreza. …

 Algunos taxistas pueden negarse a aventurarse en La Victoria, debido a su reputación, pero podrían aceptar, cuando se enteren de dónde va a ser voluntario».

A estas alturas, el tridente propagandístico de Teresa está claro: apelar a la compasión de la caridad mediante

 a) un lugar insoportablemente inhabitable,

 b) ausencia total de otro tipo de ayuda,

 y c) frases, fotos y poses para la galería. 

Ya hemos visto esos tres componentes expuestos y refutados a lo largo de este artículo, pero conviene reproducir un testimonio de refuerzo respecto del tercero. 

Lo comparte el Dr. Reeti Biswas, director de la pequeña organización de caridad cristiana Cathedral Relief Service (CRS), que también opera en Calcuta. En palabras de Biswas: «Respeto a Madre Teresa como persona, pero no como trabajadora de caridad. Toda su agenda era espectáculo y propaganda para su trabajo. 

Tenía una fascinación por la gente haciendo cola por mendrugos fuera de su albergue, y lo mantenía para que otros, especialmente extranjeros, pudieran verlo y maravillarse. …

 Adoraba esa imagen del mendigo con un tazón, que resulta tan deshumanizante para los pobres. Pienso que desean que la gente siga siendo pobre y desvalida para que sigan llegando, les lancen unos mendrugos y reciban crédito por ello. …

Es muy triste. Con sus recursos, la Madre pudo haber transformado las vidas de los pobres de Calcuta, pero en vez de ello eligió los gestos».

Después de conocer cuál era en realidad el trato que Madre Teresa prodigaba a los pobres, quizás no sorprenda del todo la vara con la que medía a los ricos.

 El 3 de diciembre de 1984, una fuga producida en una fábrica de pesticidas llevó en pocos días a la muerte de decenas de miles personas en la ciudad india de Bhopal.

 Fue el peor accidente industrial del mundo, pues los efectos no se limitaron a los muertos, sino al más de medio millón de sobrevivientes que quedó con problemas de salud de largo plazo, y los subsiguientes efectos en las futuras generaciones.

 Madre Teresa se apresuró en volar hacia la ciudad, y mientras caminaba entre algunas de las víctimas, la prensa le preguntó en nombre de los afectados qué acción debería tomarse. Ensayando su mirada más digna, pronunció: «Perdonar». 

Tras instantes de silencio entre los incrédulos testigos, volvió a asentir con la cabeza: «Perdonar, perdonar». 

Y luego se alejó rápidamente. ¿Cómo sabía que había algo que perdonar? Quizás no habría dicho eso si la fábrica no hubiera pertenecido a la trasnacional Union Carbide. 

Esta no respondió por los daños causados y alargó como pudo todos los procesos legales hasta ser comprada por Dow Chemical en 2010, con lo cual el problema pasó a otras manos. Los damnificados siguen exigiendo justicia.

En 1995, la República de Irlanda celebró un referéndum acerca de si su constitución debería seguir prohibiendo el divorcio.

 La madre Teresa tomó un avión desde Calcuta para apoyar la campaña en favor del «sí», junto a la Iglesia y sus partidarios de la línea más dura.

 Pero sus rezos de nada valieron, pues el referéndum reformó finalmente la constitución, y aprobó el divorcio. 

Al año siguiente, cuando la princesa Diana se divorció de Carlos, la madre Teresa dijo en una entrevista que confiaba en que su amiga Diana fuera más feliz una vez que se hubiera librado de lo que evidentemente era un matrimonio desafortunado. 

O sea, una irlandesa casada con un borracho maltratador jamás debería esperar nada mejor para su vida, pero a una princesa recién divorciada se le deseaba lo mejor. 

En estos dos casos, podemos apreciar la típica praxis católica: aplicar criterios más severos a los pobres y ofrecer indulgencias a los ricos.

Camino a la santidad

En setiembre de 1998, Monica Besra se convirtió en una celebridad cuando afirmó haberse curado de un tumor luego de rezarle a la Madre Teresa mientras sujetaba un medallón con la imagen de la religiosa.

 Este «milagro» fue considerado el primer acto póstumo de curación de la Madre Teresa, y mencionado en la ceremonia del 19 de octubre de 2003, en la cual el Vaticano beatificó a la albanesa. 

Besra fue incluso escoltada a Roma por monjas de la congregación para ser mostrada como prueba viviente de los poderes curativos de su madre superiora.

 Sin embargo, cuatro años después, Besra denunció que las misioneras de la caridad frecuentaban su casa y le hacían promesas de apoyo financiero, pero luego la abandonaron por completo. 

Selku Murmu, el esposo, declaró inicialmente que el milagro no existía y que su esposa se curó gracias a los doctores, pero luego de algunos regalos, cambió sus declaraciones y convirtió a su familia al cristianismo. Las misioneras de la caridad, sin embargo, dejaron de aparecerse por allí una vez Teresa fue beatificada.

Por otro lado, para algunos de los doctores que trataron a Monica Besra, no hay evidencia de milagro alguno.

 Por ejemplo, para el Dr. Ranjan Kumar Mustafi, del hospital Balurghat en Bengala Occidental, «esta declaración de milagro es una tontería completa y debería ser condenada por todos.

 Ella tenía un tumor de tamaño mediano en la parte baja de su abdomen, causado por la tuberculosis. 

Los fármacos que se le administraron eventualmente redujeron la masa cística y el tumor desapareció luego de un año de tratamiento». Sin embargo, dispuesto a seguir explotando a su gran figura mediática, el Vaticano está en espera de la confirmación de un segundo milagro para proceder a la santificación.

 Ello, por supuesto, ignorando los lapidarios testimonios dados a las instancias pertinentes de la iglesia por Chatterjee en Londres y luego Hitchens en Washington, DC, ambos en 2001.

La celeridad de este proceso se debe básicamente a que Juan Pablo II abolió la figura del «abogado del diablo» como parte de las averiguaciones en los procesos de santificación. 

Al margen de ello, algunos podrán pensar que el Vaticano debería dar marcha atrás en el proceso de Madre Teresa, porque es evidente que no cuenta con mérito para ello. Sin embargo, es sólo cuestión de tomar un poco de distancia y entender la receta: hipocresía, codicia, corrupción, encubrimiento de pederastia y mucho marketing. 

Sin duda alguna, Madre Teresa sería una santa a la perfecta medida del catolicismo.

El asunto de la caridad

Si este texto se ha elaborado intencionalmente largo, es por dos razones principales. La primera es simplemente editorial: hay muchos artículos sobre el tema fácilmente ubicables en la red, de breve extensión y usualmente centrados en los aspectos tratados en el libro de Hitchens. Algunos artículos aportan algún dato adicional en especial, y por ello se les ha hecho referencia dentro del texto, o se les ha puesto como recomendaciones al final.

 Pero la gran mayoría del material está en otros idiomas, de preferencia inglés. De modo que ha sido la primera intención efectuar, para el público lector en nuestro idioma, una recopilación mínima de las fuentes y los temas para acercarse a este complejo personaje que fue Teresa de Calcuta. No será la mejor investigación, pero sí un buen primer paso.

La segunda razón es más sutil. A algunos podrá parecerles muy repetitivo el recuento de los viajes de Teresa alrededor del mundo para promover la versión más rancia del catolicismo. Europa, EUA, Latinoamérica y Asia han sido mencionados constantemente en sus periplos.

 No sería muy exagerado decir que Teresa se pasó la quinta parte de su vida subida en aviones. 

Obviamente, en las fuentes consultadas el registro de esos viajes es muchísimo mayor, pero son los ejemplos más ilustrativos los que hemos presentado. A pesar de ello, es bastante información. 

Todo ello nos debería llevar a plantearnos algunas preguntas básicas. Si Teresa se pasaba tanto tiempo viajando, ¿en qué momento se ocupaba de los pobres? Se podría decir que tenía toda una organización detrás, y que ella era la cabeza visible para conseguir donaciones y financiamiento. Puede ser. 

Pero entonces, ¿qué tiene eso que ver con volar de emergencia a Bhopal para decirle a los miles de damnificados que «perdonen», o con ir a Irlanda a hacer campaña por el divorcio, o con desvirtuar cualquier clase de activismo porque el aborto es lo peor? 

Esta clase de desconexión es lo que nos lleva a concluir que para la clase de caridad que hacía Teresa, los pobres sólo son un pretexto. Cuando los requerimientos de su dogma chocaban con las necesidades de los pobres, dejaba las segundas de lado.

Ha quedado claro también que Teresa podía recibir dinero de cualquier personaje de obrar turbio y nefasto, y lavarle la conciencia en público a cambio de un jugoso cheque. Sin duda, aquí sus defensores recurrirán a su repetida frase: «Cualquiera merece una oportunidad de demostrar compasión». Se podría entender eso como que lo importante no es si el dinero recibido es mal habido, sino si se harán buenas obras con él.

 El mercadeo de la caridad es difícil, y después de todo, el dinero no tiene olor. 

Pero entonces, ¿se usaba el dinero recaudado para aliviar la situación de «los más pobres de los pobres» (como le gustaba decir)? Cuando recibió un buen donativo de la dinastía Duvalier, ¿compartió algo de eso con el sufrido pueblo haitiano, al que ese dinero había sido robado? Claro que no, lo suyo no era jugar a Robin Hood.

La revista alemana Stern determinó que en un período de un año, el mejor ratio de inversión de las MDC en los pobres no pasaba del 7% de lo recibido.

 Todo lo demás se quedaba en las cuentas del Vaticano, que controla desde hace 50 años los asuntos monetarios de las MDC (quizás mucho de ese dinero se haya ido en pagar las millonarias indemnizaciones a víctimas de pederastia a las que el catolicismo ha sido forzado en tantos juicios recientes, sobre todo en los EUA). El hecho es que la inversión que hacía Madre Teresa en infraestructura no era para mejorar la ya existente y proveer de mejores servicios a los pobres que atendía, con el fin de elevar su calidad de vida. No.

 Básicamente, lo que hacía era abrir centros administrativos, alojamientos para su personal, y más albergues donde las condiciones eran igual de míseras que en los demás.

 La idea es fácil de entender: mientras los pobres siguieran agolpándose en la puerta de sus albergues, Madre Teresa podía seguir tomándose fotos y transmitir al mundo la imagen de desamparo total necesaria para inspirar la compasión que mantenía constante el flujo de los cheques de donación. 

Acciones como aliviar de verdad la situación de los pobres, curar a un enfermo o darle comida realmente nutritiva a un hambriento no entraban en ese esquema, simplemente porque acababan con la materia prima de su marketing de la caridad. Sin víctima, no hay victimización posible.

Todo esto nos debería llevar a plantearnos seriamente una cuestión. En otros artículos publicados en esta sección, ha quedado establecido que la moral es un producto evolutivo biológico y social, que no depende de ninguna clase de revelación sobrenatural, y por lo tanto no se origina en su autoproclamada intermediaria, la religión. Sin embargo, aún encontramos como una recurrente línea de propaganda la insinuación de que sin religión no puede haber moral. Lo mismo parece ocurrir en el asunto de la caridad.

El caso de Madre Teresa es la sublimación de la imagen de la monjita sacrificada por los pobres. Como si para ejercer la caridad hicieran falta crucifijos o símbolos religiosos en general. Nada más lejos de la verdad: el trabajo social en nuestros días se ha desarrollado tanto que existen talleres, centros de investigación y hasta especialidades universitarias donde, sin el requisito de pertenecer a una religión, cualquiera puede aprender métodos y procedimientos para realizar labores de proyección social efectivas, tangibles y medibles. Y ejemplos de que puede hacerse caridad sin religión abundan. 

Hoy por hoy, personas sin religión trabajan en diversas ONG e incluso han formado organizaciones caritativas seculares, que no niegan ayuda a una persona si tiene otra manera de pensar (como sí hacía Madre Teresa, y lo hacen las MDC hasta hoy). A estas alturas, el monopolio religioso de la moral es simplemente insostenible. Eso mismo debe aplicarse al monopolio religioso de la caridad. Ya es tiempo de acabar también con ese mito, y entender que dos manos que trabajan por el prójimo hacen mucho más que dos manos rezando.

*Para los lectores de otros países, «cutra» en el Perú se emplea en el sentido de trafa, corruptela o arreglo por lo bajo.

En este enlace puedes descargar los libros (en inglés) de Christopher Hitchens y Aroup Chatterjee sobre Madre Teresa.

Otros sitios de interés:


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MAS SOBRE EL TEMA:

https://cazadebunkers.wordpress.com/2015/10/30/la-madre-teresa-de-calcuta-el-mayor-falso-idolo-de-la-historia/

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