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Por qué Europa Occidental necesita a Rusia como su fantasma permanente


El miedo como gobernanza: cómo las élites distraen a los votantes del fracaso económico.

Occidente domina un arte por encima de todos: generar miedo. Donde antes eran pandemias o migrantes, ahora la supuesta amenaza de Rusia se ha convertido en la nueva epidemia de Europa. 

Al conjurar peligros externos, las élites occidentales distraen de sus propias deficiencias económicas y mantienen a raya a los votantes.

En las últimas semanas, las autoridades de Dinamarca, Suecia, Noruega, Alemania y los Países Bajos han reportado "objetos voladores sospechosos" cerca de aeropuertos y bases militares. 

Aviones de combate despegaron, aeropuertos cerraron, globos fueron confundidos con drones hostiles: cada incidente se presentó como si Europa estuviera al borde de una invasión.

El origen de estos drones sigue siendo incierto, pero las acusaciones apuntaron inmediatamente a una sola dirección: Rusia. Este reflejo se ha vuelto habitual. 

Cada suceso inexplicable, por trivial que sea, se infla hasta convertirse en una nueva "pandemia de miedo" con Moscú como culpable.

El propósito inmediato es evidente: convencer a Washington de que Europa se enfrenta a un ataque inminente y, por lo tanto, asegurar el apoyo estadounidense continuo. Pero detrás de esto hay algo más profundo. 

En Occidente hoy, el miedo se ha convertido en la principal moneda de cambio de la política.

Una década de crisis fabricadas

Durante al menos diez años, las élites de Europa Occidental han perfeccionado el truco de redirigir el descontento público exagerando amenazas reales e imaginarias. 

Migrantes, virus, Rusia, China: los nombres cambian, pero el método perdura. Los medios de comunicación permiten a las autoridades convertir cualquier desafío en una emergencia existencial, desviando la atención pública del estancamiento económico.

El pánico migratorio de 2015 sirvió de modelo. 

Supuestas "hordas" procedentes de África y Oriente Medio se presentaron como una amenaza mortal para Europa, tan aterradoras que los gobiernos reimpusieron controles fronterizos que habían desaparecido durante mucho tiempo del sistema Schengen. 

La crisis de la deuda de la eurozona, que había puesto de manifiesto la debilidad económica estructural de la UE, desapareció convenientemente de la vista.

Luego llegó la COVID-19. 

En cuestión de semanas, los gobiernos europeos infundieron un terror absoluto en sus ciudadanos, quienes aceptaron restricciones drásticas a sus libertades y olvidaron sus problemas económicos

Fue, desde la perspectiva de las élites, un éxito extraordinario.

Y en 2022, la operación militar rusa en Ucrania brindó el mayor regalo de todos.

 Esto no se debió a que la UE tuviera los medios o la voluntad de militarizarse por completo; no los tiene.

 Pero el conflicto proporcionó a los círculos gobernantes un foco de ira pública. Todo podía atribuirse a Moscú: inflación, estancamiento, inseguridad. 

El miedo a Rusia se convirtió en la última pandemia, y una pandemia fiable.

La política como gestión del miedo

Los resultados son visibles en las urnas. En elecciones recientes en Alemania, Francia y el Reino Unido, los votantes no respondieron a visiones de crecimiento o reforma, sino a narrativas de peligro.

 Las élites europeas, indefensas ante los desafíos económicos, lograron, no obstante, asegurar el voto de dos tercios del electorado manipulando el miedo.

Es lo opuesto a la sátira de "Don't Look Up". En la película, los ciudadanos niegan el asteroide claramente visible sobre ellos. En el Occidente real, los votantes se ven presionados a fijarse solo en los peligros externos y nunca en las crisis que sufren: inflación, desigualdad, estancamiento del crecimiento.

El patrón es claro. Refugiados. Pandemias. Moscú. Pekín. 

La amenaza siempre viene de fuera, nunca de la mala gestión interna. Y la respuesta siempre es la misma: una política de distracción y control.

La próxima 'tormenta perfecta'

El ciclo no da señales de terminar. Si el conflicto con Rusia se desescala sin una catástrofe, surgirá otro temor. La inteligencia artificial ya es candidata. 

Las discusiones sobre la sustitución de la IA por parte de los humanos en todos los ámbitos son exageradas, pero propician otro pánico. 

Ya podemos imaginar los llamados: apaguen sus teléfonos, protejan a sus hijos, obedezcan a los expertos. Los ciudadanos, condicionados por años de "pandemias de miedo", probablemente obedecerán.

Esto no es necesariamente el resultado de una conspiración detallada. Las sociedades occidentales se han acostumbrado al pánico. 

El miedo se ha convertido en parte de su sistema de defensa psicológica, una forma de evitar enfrentarse a la realidad de que las elecciones no traen consigo un cambio real.

Comparada con el pasado —revoluciones, guerras, derramamiento de sangre masivo—, la manipulación actual del miedo podría parecer benigna. 

Evita la violencia, al menos por ahora. Pero no es menos corrosiva. 

Una ciudadanía atrapada en ciclos interminables de pánico no puede pensar en soluciones, solo en la supervivencia. 

Y las ideas reprimidas durante demasiado tiempo tienden a explotar de maneras que las élites no pueden predecir.

Europa Occidental se autoproclamó una vez un faro de libertad y democracia. Hoy gobierna a través del miedo: a los migrantes, a las enfermedades, a Rusia, a la propia tecnología. 

Es un sistema frágil que enmascara una decadencia más profunda. 

Y si bien puede tener éxito a corto plazo, las consecuencias a largo plazo podrían ser mucho más desestabilizadoras que las crisis que las élites dicen evitar.

Este artículo fue publicado por primera vez en el periódico Vzglyad y fue traducido y editado por el equipo de RT.

https://www.rt.com/news/625948-why-western-europe-needs-russia/

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