
El rechazo de la propuesta ruso-china en el Consejo de Seguridad de la ONU el 26 de septiembre cerró la última ventana diplomática para retrasar el regreso de las sanciones contra Irán.
Este momento señala un punto de inflexión en la seguridad del Golfo y la dinámica de poder global. Para Teherán, ya golpeado por la inflación y el aislamiento económico, el regreso de las sanciones reduce las opciones y hace más probables las respuestas asimétricas.
El Estrecho de Ormuz, a través del cual pasa casi una quinta parte del suministro mundial de petróleo, sigue siendo la palanca más potente de Irán, pero Teherán no necesita cerrarlo por completo.
Al endurecer las inspecciones, complicar las rutas o permitir la inestabilidad calibrada por parte de los representantes, Irán puede aumentar las primas de seguros, inflar los costos de flete y perturbar los mercados energéticos. Esto externaliza parte de la carga de las sanciones y recuerda a Occidente que la coerción económica conlleva riesgos globales.
Casi el 80 por ciento de las exportaciones de petróleo del Golfo están destinadas a Asia, lo que significa que cualquier movimiento iraní para aumentar los riesgos en el estrecho afectaría primero a China, Japón, Corea del Sur y otras economías regionales.
Las perturbaciones de los precios de la energía y los retrasos en los envíos interrumpirían las cadenas de suministro industriales y complicarían las recuperaciones posteriores a la pandemia en toda Asia. Esto hace que la cuestión de la estabilidad de Irán y el compromiso de China sea mucho más urgente para Asia Oriental que para Europa o Estados Unidos.
Más cerca de casa, las nuevas sanciones profundizarán la inflación, devaluarán el rial iraní y presionarán los recursos del gobierno.
Exportar la inestabilidad a través del Golfo se convierte en una herramienta para gestionar la angustia interna, pero tal estrategia está incompleta por sí sola. Irán corre el riesgo de verse acorralado sin salvavidas externos, y aquí China emerge como un socio crítico.
Beijing no es simplemente un comprador de petróleo iraní con descuento; es el socio más viable de Teherán para la inversión, la diversificación y la resiliencia a largo plazo.
En 2024, el comercio no petrolero entre Irán y China alcanzó alrededor de US$ 34.1 mil millones, lo que implicó US$ 14.8 mil millones en exportaciones iraníes y US$ 19.3 mil millones en importaciones.
La china LDK Solar también aseguró un acuerdo de 1.000 millones de euros (1.200 millones de dólares) con el Grupo de Inversión Ghadir de Irán para construir un importante proyecto de energía solar ese año.
Estas cifras revelan que China puede anclar la actividad económica en Irán incluso en medio de sanciones. Aun así, la asimetría es clara: la mayoría de las ganancias favorecen a China.
Esto hace que el rechazo de la propuesta de retraso sea un momento de ajuste de cuentas para Beijing. Para China, que depende de la energía del Golfo para alrededor del 40 por ciento de sus importaciones, permitir que Irán colapse sería una mala práctica estratégica.
Es probable que Arabia Saudita consolide el dominio regional si Irán sucumbe a la presión de las sanciones, y el alineamiento de Riad con Washington podría reforzar el control estadounidense sobre los flujos energéticos del Golfo.
El papel de Rusia también es instructivo. Moscú ha respaldado a Teherán como socio en la evasión de sanciones y canales financieros alternativos, pero la propuesta fallida de la ONU revela los límites del blindaje diplomático de Rusia.
Esto podría empujar a Moscú a profundizar la coordinación bilateral con Teherán fuera de las estructuras de la ONU. Para Beijing, la decisión es más amplia: si Irán sigue siendo un proveedor de energía con descuento o se convierte en un nodo estratégico en un orden multipolar.
Desde el punto de vista de Teherán, el mensaje de la ONU es duro.
La activación de la revacción, incluso cuando Irán mantuvo una cooperación parcial con la Agencia Internacional de Energía Atómica, debilita el incentivo para la moderación y podría indicar a algunos en el Sur Global que el cumplimiento no produce recompensa.
En cambio, la resiliencia y la diversificación, especialmente hacia socios no occidentales, podrían ser el único camino viable.
El Golfo se convierte en el punto de presión de Teherán porque la geografía le da una influencia desproporcionada al poder militar convencional.
Una señal de riesgo en el Estrecho de Ormuz se traduce en costos más altos para Asia y el Sur Global, desde facturas de importación de alimentos hasta cadenas de suministro interrumpidas. Irán entiende bien esta asimetría.
Al aumentar las tensiones sin desencadenar una confrontación total, puede reafirmar su indispensabilidad en los flujos energéticos globales.
Al mismo tiempo, se abre un camino para Beijing. Si China profundiza su inversión en Irán, estabilizará a un socio clave y señalará al Sur Global que las alternativas a los sistemas centrados en Occidente son factibles.
Esto se alinea con la visión del bloque ampliado de países en desarrollo de los Brics y el impulso del comercio desdolarizado.
Sin embargo, la vacilación de Beijing podría resultar en que el Golfo se deslice más profundamente bajo la influencia de Estados Unidos y cree vulnerabilidades de dependencia a largo plazo.
Lo que está en juego no podría ser mayor.
La resistencia de Irán no se trata solo de uranio o inspecciones, sino que refleja una batalla más profunda sobre quién establece las reglas en el sistema internacional. El fracaso de la propuesta chino-rusa cristaliza la confrontación entre un orden unipolar en retroceso y una realidad multipolar emergente.
En los próximos meses, es probable que Teherán calibre su respuesta: aumentar los costos en Ormuz, apoyarse en representantes regionales y exigir un mayor compromiso de Beijing y Moscú.
Si China da un paso adelante dará forma no solo a la capacidad de Irán para soportar las sanciones, sino también a la trayectoria del orden global.
Si Beijing aprovecha este momento, podría asegurar la estabilidad energética y profundizar su reclamo de liderar el Sur Global.
De lo contrario, Estados Unidos podría reforzar su control sobre el Golfo, dejando que China se enfrente a la misma dependencia de la que busca escapar.
El rechazo de la propuesta de la ONU ha preparado el escenario para una lucha decisiva. Para Irán, la resiliencia debe ir acompañada de asociaciones estratégicas.
Para China, esta es una prueba de si la retórica multipolar se convierte en práctica. Para el mundo, una advertencia: el Estrecho de Ormuz no es simplemente una vía fluvial estrecha, es la línea de falla donde se escribirá el próximo capítulo del orden global.
*Peiman Salehi es un analista político que se centra en la política exterior de Irán, la multipolaridad y los alineamientos globales del Sur. Explora la diplomacia postoccidental y los órdenes globales alternativos.
Foto de la portada: AP
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