
Vincit qui patitur
( El que persevera gana ).
Lucio Séneca.
The New York Times en la edición del domingo 26 de abril de 1931 publicó [1] un extenso artículo de unas 2,700 palabras titulado: “Nicaragua: cacería de bandidos”, escrito por Everett H. Clark, de quien el diario afirma: “es un exteniente de la infantería de marina que los ha combatido en sus bastiones”.
Clark, del Cuerpo de Marines de los Estados Unidos, formó parte de los oficiales de las fuerzas de intervención militar en Nicaragua entre 1927 y 1929. The New York Times (p. 27) publicó, dos años antes, el viernes 29 de junio de 1928 [2] con el título: “Al teniente Clark de la infantería de marina se le atribuyó a rebeldes en emboscada”, dice que: “había sido recomendado para recibir la Cruz Naval por su extraordinario heroísmo contra las fuerzas del general Sandino cerca de Buena Vista”, el diario agrega: “el teniente Clark, cuando comandaba parte de una columna de marines, descubrió una emboscada y, bajo un intenso fuego, avanzó cuesta arriba hacia la posición enemiga y disparó y mató al único bandido que no estaba oculto a la vista”; refiere que “los periódicos de Managua han comentado extensamente sobre el heroísmo del teniente Clark y la prensa local lo llama héroe…”.
l artículo publicado en uno de los periódicos de mayor circulación en EE.UU, fiel representante de la narrativa imperialista, ilustra la condicionada, sesgada y limitada percepción de los invasores americanos a través de un oficial de la marina que muestra la posición arrogante, autoritaria y de superioridad de los artífices de la política norteamericana y de los mandos militares, descalifica la naturaleza de la lucha de resistencia de los sandinistas del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua. (EDSNN), los agresores directos e indirectos son incapaces de comprender el heroísmo y la dignidad patriótica de los rebeldes así como la justeza de su lucha por defender la soberanía del país ocupado por fuerzas extranjeras –que representa la defensa de la soberanía latinoamericana-, en contra de la intervención militar, quienes actúan contrarios al derechos internacionales a partir de intereses egoístas, expansionistas e imperialistas, con la complicidad de los traidores y vende patria locales.
En la introducción al artículo el editor afirma: “Han muerto estadounidenses y el Departamento de Estado ha advertido a los supervivientes que buscan protección en los puertos nicaragüenses, donde hay buques de guerra estadounidenses vigilando, porque no hay tropas disponibles para patrullar la densa jungla donde operan los bandidos”. Clark dice que están “protegidos por un terreno salvaje y subdesarrollado”. El invasor se reconoce impotente, sobrepasado, ante la heroicidad persistente de los guerrilleros que no se doblegan a pesar de las dificultades y el despliegue militar terrestre y aéreo que los agresores imponen. El desgaste moral, político, material y humano que el poderío norteamericano asume les obliga a decidir la próxima salida del territorio ocupado de Nicaragua.
La incomprensión norteamericana de la lucha popular en defensa de la soberanía de Nicaragua es absoluta. No les cabe en la cabeza que existe tanta fortaleza, tanta dignidad y coraje para enfrentarlos militar y políticamente, incluso en el ámbito internacional y mediático, y en esos escenarios, vencer. El autor no se explica cómo esa resistencia es férrea, a pesar del poderío bélico de los americanos con su arrogante Doctrina Monroe. Recurre, según la narrativa oficial mediática de los gobernantes norteamericanos, del Departamento de Estado y del Cuerpo de Marines, a la descalificación, señalando a los rebeldes revolucionarios como “bandidos”, “forajidos”, “proscritos” o “al margen de la ley” y reconoce que “La erradicación rápida y completa de los proscritos de Nicaragua es imposible”, que permanece “alentado por condiciones generales de seguridad pública comparables a las de los días toscos contemporáneos de Robin Hood…”.
En realidad, al pretendiente descalificarlos usando la figura de la leyenda medieval inglesa de Robin Hood , lo que hace es evidenciar el arquetipo del héroe popular que lucha en contra de la injusticia y la opresión, que encarna la resistencia contra la tiranía, y que, en el contexto histórico de Nicaragua 1927-1933, está representada por la intervención militar norteamericana y los cómplices libero-conservadores.
También identifica la extraordinaria ubicación geopolítica y natural del país que despierta el insaciable apetito imperialista al que no le basta el canal en Panamá: “Este país de revoluciones, terremotos y una excelente ubicación para canales se abre paso a través de una cuenca hidrográfica selvática tan formidable como la ruta habitual para los viajeros de costa a costa en el Canal de Panamá”, lo que revela las verdaderas intenciones de la intervención.
Reconoce la amplia base social y la presencia de los patriotas rebeldes dispersa en cualquier rincón del país, principalmente en el centro y norte de Nicaragua: “nadie sabe cuántos bandidos hay en Nicaragua, pues un hombre al que un día se ve cultivando tranquilamente su huerto puede haber recuperado un rifle escondido al día siguiente y haberse unido a una banda de delincuentes. Pero el porcentaje de hombres bandidos que habitan la zona centro-norte de Nicaragua y que han participado en actos de bandidaje en algún momento debe ser muy alto”.
Diversos informes de las incursiones de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos en Nicaragua, recopilados en la publicación: “Air war. La criminal guerra aérea contra el pueblo de Nicaragua 1927 – 1932”,[3] dan cuenta de las observaciones de los pilotos durante las misiones áreas sobre el territorio nacional, donde más de un tercio estaba bajo control del ejército de Sandino.
A manera de ejemplo cito algunos reportes que ilustran las operaciones en el campo y en las comunidades rurales nicaragüenses, la percepción de los pilotos, la arbitraria y despiadada brutalidad de los bombardeos:
– Del escuadrón aéreo de la 2da. Brigada, el 5 de abril de 1928, desde Jinotega, el mayor Rowell[4] y el Tnte. Williamson reportan: “Naranjo: Se observaron varios caballos y un pequeño grupo de ganado en el centro del pueblo.
La gente en el extremo oeste del pueblo se detuvo y observó los aviones rondar. Nadie fue observado en el centro de la ciudad. Se disparó una ráfaga contra la colina desde el cañón fijo y aun así nadie apareció en el centro del pueblo. La gente del borde oeste del poblado todavía permanecía frente a sus casas y no parecían excitadas.
El área en las cercanías de Jocomico no lucía normal. Se observó un gran número de caballos y casas del rancho parecían estar llenas de gente. El pueblo de Naranjo no lucía normal también, debido a la falta de gente en el centro del poblado” (p. 88).
La sencilla gente del campo era siempre sospechosa para los agresores, desconfiaban de todos, porque en cada poblador tenían a un potencial guerrillero, colaborador o simpatizante que se mimetizaba entre los campesinos porque era un campesino, permanecía en la cotidianidad de sus labores agrícolas y en la vida común.
Ellos eran la fortaleza inexpugnable que se extendía por cada caserío, cerro, sendero y quebrada de las montañas de las Segovias, muchos conformaban, además de ser parte de la capacidad combativa, la amplia y efectiva red de información, eran la base de la cadena para el suministro de alimentos, avituallamiento y material bélico para continuar en la prolongada resistencia que el Ejército Defensor de la Soberanía Nacional bajo el liderazgo carismático de Sandino sostuvo durante más de seis años fuera de cualquier pronóstico.
– En otro “Informe de Misión Aérea” del 10 de abril de 1928 el mayor Rowell y el Tnte. Williamson indican (p. 90): “Jocomico: Setenta y cinco caballos fueron observados en un rancho grande.
Dos hombres estaban en el patio, pero no prestaron atención a los aviones. Una mujer con un bebé y dos niños salieron y se pararon delante de la casa.
El avión voló bajo junto a la casa… Varias detonaciones se realizaron en el patio de la casa, pero nadie les prestó atención a éstas. Se dejó caer una bomba a unos 200 metros de la casa, la cual también fue ignorada por los dos hombres… Hay buenas razones para creer que hay un grupo de bandidos en el Rancho Jocomico.
Las acciones de las personas allí parecían anormales dadas las circunstancias y estos no fueron atacados por las mujeres y los niños…”.
Las acciones aéreas e incursiones terrestres de los marines y del escuadrón aéreo fueron despiadadas e indiscriminadas en contra de la población civil y campesina. En cada casa había un patriota que se oponía y resistía a los invasores, de cada comunidad salían decenas de campesinos, hombres, mujeres y niños que constituían el bastión heroico e inexpugnable de la lucha sandinista.
– El 15 de abril de 1928, el mayor Ross E. Rowell informó (p.92): “Estelí: aterrizaje. Tuve una charla con el mayor Pierce. Teniente McHenry quien había regresado con su patrulla desde Colón. No hicieron contactos y expresaron al mejor de su saber que los bandidos son un grupo local que se reúne a intervalos. Un mensaje del nuevo Jefe de Policía de Trinidad llegó diciendo que un grupo de bandidos estaban ayer en el rancho de Vílchez, el antiguo Jefe de Policía.
El rancho se encuentra cerca de San Lorenzo…”. Mencionan: “un grupo local que se reúne a intervalos”.
El amplio despliegue de las columnas y contingentes EDSSN dispersos en pequeños grupos, con capacidad de movilizarse, golpear y retirarse, fue para los marines una táctica guerrillera difícil de detectar y vencer. Clark reconoce: “En su propia localidad, el forajido se mueve con confianza.
Su telégrafo le ha proporcionado un conocimiento perfecto del paradero de cualquier tropa… En territorio desconocido, es más cauteloso”. En la localidad los combatientes populares conocen el terreno y a la gente que lo habita, son parte de ellos, se entienden y comunican con facilidad desde la memoria colectiva, sus necesidades y aspiraciones.
– El 24 de abril del mismo año el Cptan. Archibald informó (p. 94): “Plantación de café a tres millas al oeste de San Juan de Telpaneca: Alrededor de 30 hombres fueron vistos en el patio y alrededor de seis animales de carga y cuatro caballos ensillados”.
En la misma fecha (p. 99) se dice: “Siguiendo el rastro desde San Juan de Telpaneca, se encontró un grupo muy sospechoso cerca de Pericón. Este grupo estaba compuesto enteramente de hombres, cuando los aviones se acercaron estaban cortando hierba y malezas y recortando árboles con machetes de una manera que era notablemente teatral” …/…” Cada hombre tenía un machete, pero no se podían ver otras armas. Armas y animales de carga fácilmente podrían haber sido ocultados cerca…”.
– El 15 de octubre de 1928 (p. 102), el mayor Bourne, Tntes. Britt, Manley y Weir, Sgto. Ewalt, reportan: “El área de Murra-Tamis fue inspeccionada. Varios lugares sospechosos fueron ametrallados por tierra, pero nada se desarrolló. Señas de cultivo se observaron en toda la zona, pero no se vio nadie.”
– El 24 de octubre el Tnte. Williamson y el sargento Frith informan (p. 104): Santa Amelia (Honduras, borde oeste de San Lucas y Somoto) … Se envió mensaje que fue retirado. Paneles “abran fuego” … Reconocimiento del área norte…
Alrededor de una milla al norte, había unos 30 caballos en un pastizal. Ningún hombre fue visto en área cerca de los caballos. Las casas parecían desiertas… Las familias estaban en los patios, y en dos casos, los hombres llevaban a un bebé en sus brazos. Se disparó una ráfaga de fuego de ametralladora cerca de varias casas, pero nada se desarrollaba”.
– El 31 de octubre (p. 106) el Tnte. Towner y Cptan. Howard, reportaron lo observado en el valle del Cuá, “desde la unión de las Guasaneras con el Bocacito”: “En cada una de estas cabañas ondeaba una bandera blanca… La comida cultivada en estos dos valles es mucho más de lo que normalmente sería utilizado por los habitantes” … “La conclusión normal es que los alimentos que se cultivan todavía están en el área, probablemente almacenada por los bandidos en refugios u otras formas en el bosque, ya que la mayoría de los senderos no son lo suficientemente anchos para permitir que grandes carretas de carga viajen allí…”.
– El 14 de noviembre de 1928 el informe de la Misión Aérea (p. 109) indica: “Un mensaje especial dirigido al “General A. C. Sandino” fue enviado en los siguientes lugares: Las Flores (Río Guasanera) – boca de Río Rica – rancho de café Río Cuá – Murra y dos casas al sureste de Murra cerca de las cabeceras del río Guiguili. Los folletos se dejaron caer en toda el área que cubre el norte del río Tuma. A lo largo del camino de carretera a Guapinol parece que los habitantes han sido perturbados por rumores o actividades de bandidos”.
Los medios aéreo norteamericanos, además de usarse para transportar personal, avituallamiento y material bélico, a partir de febrero de 1927 (Chinandega) y julio de 1927 (Ocotal) fueron para bombardear ciudades, comunidades rurales y el campo, también sirvió para lanzar desde el aire mensajes o amenazas escritas contra los guerrilleros y para desinformar-confundir a la población.
– El informe semanal de operaciones del 21 de junio de 1930 (p. 123) indica: “El jueves 19 de junio de 1930 fue vista por los pilotos y jefes de escuadrones aéreos, Segunda Brigada, una gran fiesta sorpresa en honor a Sandino…” … “El avión del Capitán Johnson fue literalmente rastrillado con fuego desde los matorrales” …
El general Sandino, para sorpresa de los imperialistas y lacayos locales, se había incorporado con éxito a Las Segovias después de su ausencia durante once meses en México, una vez más sobrevivió, fue perseverante y la resistencia del EDSNN nunca fue suspendida.
Más adelante el informe señala que “fueron enviados seis aviones en dos formaciones de tres cada una”, participaron: Cptan. Johnson, cabo Saylor, mayor Mitchell, sargento Kyle, tenientes Hart, Megee y Fike, cabo Brown, artillero Punders y sargento Van: “Llegando a Yucapuca se pusieron en combate con los bandidos durante una hora y veinte minutos.
Durante el combate, cada casa de la cima de la montaña fue arrasada con fuego hasta que nadie pudo haber sobrevivido. Todas las parcelas de tierra boscosa fueron arrasadas con el fuego de las armas de los aviones y las bombas cayeron hasta que la cima de la montaña tomó la apariencia de un campo de Flandes. Después de apenas una hora y media de este bombardeo, ninguna cosa viva aparte del asustado ganado de arado y caballos, se podía ver sobre la cima de la montaña” (p. 126).
La imagen que se usa el informe: “campo de Flandes”[5], ilustra la terrible destrucción provocada por los aviones que dejaron gran daño material y humano comparable con las trágicas escenas de la Primera Guerra Mundial en las zonas de Bélgica y Francia provocadas por los bombardeos alemanes. A eso el autor asemeja lo provocado por los bombardeos norteamericanos en el campo nicaragüense.
El reporte semanal agrega: “Informes posteriores indican que Yucapuca, escenario del encuentro del jueves, fue el refugio de Sandino. Durante las últimas tres semanas este líder bandido ha sido reportado en Nicaragua, pero no se pudo obtener información definitiva sobre su ubicación exacta” (p. 127).
El informe de R. J. Mitchell concluye: “De las bombas sacadas, cincuenta y ocho fueron utilizadas y aproximadamente cuatrocientas treinta balas de municiones. Esta vez, cuatro golpes más fueron anotados por los bandidos en dos de los aviones” (p. 129).
A pesar de los prejuicios y el menosprecio a los sencillos pobladores del campo y a los rebeldes comprometidos con la defensa de la soberanía nacional en contra de la intervención norteamericana, así como la descalificación-incomprensión de la naturaleza de la lucha popular sandinista, se trasluce en el contenido de la publicación la impotencia de los invasores para doblegar y vencer a los patriotas revolucionarios a pesar de sus excesos y superioridad militar. Sus métodos han sido infructuosos, el terror que han impuesto no ha doblegado la voluntad de lucha.
El refugio y escenario que controlan los guerrilleros se vuelven invulnerable a pesar de las agresivas e inhumanas incursiones áreas que bombardean sin discriminación para destruirlo y arrasarlo todo.

“Es en las montañas selváticas del norte de Nicaragua, lejos de los centros poblados, donde los grupos de bandidos operan principalmente.
Sin embargo, ocasionalmente, una banda inusualmente grande, que se afianza, realiza una incursión rápida en un asentamiento, arriesgándose a un conflicto con la Guardia Nacional, liderada por la marina por el saqueo de tiendas y viviendas. Cuando están suficientemente organizados, incluso han amenazado comunidades tan importantes como Matagalpa, capital de la región cafetalera del norte, como lo hizo Sandino en 1928, …”.
No pudieron vencerlos a pesar del incremento significativo de las fuerzas interventoras a inicio de 1928, la resistencia continuó firme: “Los bandidos, por supuesto, podrían ser aniquilados eventualmente por las tropas, pero una fuerza lo suficientemente grande como para vigilar adecuadamente varios miles de kilómetros cuadrados de condado rural sería un suicidio económico, y cualquier medida temporal no es una solución, ya que el forajido, cuando se ve en apuros, cruzará la frontera. Incluso la cooperación internacional solo lo llevaría a territorio inexplorado o lo obligaría a ocultar sus armas por un corto tiempo”.
El ex marine norteamericano reconoce en la publicación de abril de 1931 la imposibilidad de someter y rendir a los aguerridos y dignos guerrilleros sandinistas, lo que no solo fue la percepción vivida de los oficiales y soldados en el escurridizo, impreciso y extendido campo de batalla sino también la de los líderes políticos, diplomáticos y militares norteamericanos que se vieron obligados a sacar las tropas invasoras de Nicaragua en enero de 1933 sin vencer a Sandino y a su heroico Ejército Defensor de la Soberanía Nacional.
Aquella gesta heroica quedó esculpida en la conciencia histórica colectiva nicaragüense e hispanoamericana de manera indeleble, es el sustento de la victoriosa Revolución Popular Sandinista y de la persistente e innegociable defensa digna y patriótica de la soberanía, la independencia y autodeterminación de Nicaragua y de los pueblos de Nuestra América.
[1] The New York Times, edición del domingo 26 de abril de 1931, p. 119, vol. LXXX, No. 26,755. Artículo: By Everett H. Clark, U.S.A.
[2] The New York Times, edición del viernes 29 de junio de 1928, p. 27, vol. LXXVII, No. 25,724. Artículo: By Tropical Radio, Managua, Nicaragua, del 28 de junio de 1928.
[3] 2da. edición, 6 de mayo de 2022, Alcaldía del Poder Ciudadano de Managua, Nicaragua. Compilación documental del Dr. Michael J. Schroeder tomadas de US National Archives y publicadas en el portal “The Sandino Rebellion, Nicaragua 1927 – 1934”.
[4] Ross Erastus Rowell (1884 – 1947) a principios de 1927 fue comandante del escuadrón aéreo que se desplegó en Nicaragua como parte de las fuerzas de ocupación norteamericanas, fue el que dirigió el bombardeo contra la ciudad de Ocotal el 16 de julio de 1927 y muchos otros, fue condecorado con la Cruz de Vuelo Distinguido y la Medalla al Servicio
Distinguido por su participación en la intervención militar en Nicaragua. Fue uno de los aviadores norteamericanos más condecorados del Cuerpo de Marines de los Estados Unidos, fue uno de los tres oficiales superiores de la Aviación del Cuerpo de Marines la Segunda Guerra Mundial, alcanzó el grado de teniente general durante cuarenta años de servicio desde 1906.
[5] El término también está asociado al famoso poema “In Flanders Fields” del poeta
https://franciscobautista.com/2025/10/14/arrogancia-brutal-e-incapacidad-imperial-de-comprender-y-vencer-la-digna-lucha-popular-y-patriotica-sandinista/