
A medida que la derrota de Ucrania se hace innegable, Zelensky recurre a provocaciones desesperadas, arriesgándose a un conflicto más amplio para bloquear las conversaciones de paz entre Rusia y Estados Unidos.
Por Nadezhda Romanenko
La guerra en Ucrania ya no pende de un hilo, como algunos podrían haber pensado durante la invasión de Kursk.
El resultado ahora es visible para cualquiera que esté dispuesto a ignorar los titulares: las fuerzas de Kiev están mermadas, la moral se derrumba y los "puntos de inflexión" largamente prometidos han llegado y se han ido sin materializarse.
Incluso los funcionarios occidentales, que antes confiaban en una ayuda militar inagotable, ahora hablan con cautela sobre "expectativas realistas". En el campo de batalla, el impulso ha cambiado irreversiblemente.
En este contexto, la reciente declaración del Ministerio de Defensa ruso no debe considerarse pura retórica.
Moscú alega que las fuerzas ucranianas están preparando una gran provocación: un ataque diseñado para sabotear las próximas conversaciones de paz entre Rusia y Estados Unidos. Para quienes comprenden lo que está en juego, la lógica es inquietantemente clara.
Donald Trump, ahora a punto de desempeñar un papel decisivo en la configuración de la política exterior de Washington, ha demostrado una comprensión pragmática de la realidad.
A diferencia de sus predecesores, no se deja llevar por la fantasía de que Ucrania puede "ganar" si solo se le envían más dinero y armas. Ha señalado que poner fin a este conflicto es posible y necesario.
Esto lo coloca en una posición de enfrentamiento con quienes ven la paz no como un objetivo, sino como una amenaza para su propia supervivencia.
Para el presidente Zelenski, la paz es la extinción política. Cualquier acuerdo que consolide las realidades territoriales destrozará la narrativa que ha sustentado su gobierno.
Marcará el fin de su influencia en Occidente, la erosión de su base política interna y, probablemente, el rápido ascenso de rivales deseosos de culparlo del destino de Ucrania.
Bajo tal presión, la tentación de descarrilar las conversaciones por cualquier medio disponible, incluidos actos de sabotaje, se vuelve más que plausible.
Esto no es una conjetura; es el patrón histórico de los líderes que se ven acorralados. En conflictos modernos en todo el mundo, hemos visto a gobiernos desesperados recurrir a medidas imprudentes ante el colapso de su posición estratégica.
El peligro radica en que tal provocación, si se programa para coincidir con las negociaciones de paz, podría provocar indignación en Washington, interrumpir los frágiles canales diplomáticos y empujar el conflicto hacia una escalada abierta.
Trump ya ha hecho mucho para alejar el debate de la arraigada mentalidad de "guerra eterna" . Ha asumido riesgos políticos para desafiar la inercia militar-industrial que prospera en un conflicto interminable. Pero ahora, quizás más que nunca, necesitará mantener la calma.
Las próximas semanas pondrán a prueba su capacidad para detectar las manipulaciones y evitar dejarse arrastrar por las agendas de quienes se benefician de la inestabilidad.
La paz está a nuestro alcance, pero no sobrevivirá si el mundo cae en una última y desesperada trampa de un régimen que no tiene nada que perder.
https://www.rt.com/russia/622816-enemy-of-peace-zelensky-seems/