Colegio San José: La Enseñanza del Terrorismo

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Nicaragua: La toma de la casa de la UNO por el "Comando Soberanía y Dignidad”


En agosto de 1993, luego de un poco más de tres años y medio en el poder, el gobierno encabezado por Violeta Barrios y la coalición de partidos y micro organizaciones derechistas agrupadas en la Unión Nacional Opositora (UNO), se aprestaban a entregar completamente nuestro país al control yanqui, tal cual lo hizo Adolfo Díaz ochenta y dos años antes.

El poder ejecutivo (realmente dirigido por el yerno de la presidenta, empleado del gran capital nacional) se diluía en un enfrentamiento contra su reciente aliado, la UNO por asuntos de poder y por contradicciones que no iban más allá de quién era más servil al Imperio o más enemigo del FSLN y de las conquistas alcanzadas por el pueblo trabajador durante la Revolución Popular Sandinista.

Pero todos ellos estaban claros de que para instaurar en Nicaragua una economía neoliberal plena (privatizarlo todo), no solamente era necesario arrebatar todas esas conquistas sociales y políticas, construir unas Fuerzas Armadas en el espíritu somocista de obediencia a los EE UU, retomar el control social, desempoderar y dispersar a las fuerzas sociales progresistas, sino también destruir a su vanguardia política y a sus dirigentes de cualquier manera, ya fuera dividiéndolos o desapareciéndolos.

El FSLN seguía entonces siendo esa vanguardia en la que millones de ciudadanos (ya para entonces desencantados con las promesas neoliberales) seguían confiando y por la que los militantes y simpatizantes más fieles seguían luchando.

Sin embargo, el Frente Sandinista atravesaba un difícil periodo de lucha interna que amenazaba su unidad, debido a la ambición y oportunismo de algunos de sus dirigentes y cuadros intermedios, que creyeron que el liderazgo del comandante Daniel Ortega (unánimemente nombrado Secretario General del FSLN por el Congreso ordinario sandinista de 1991) era débil y podía ser apartado de la dirección del partido rojinegro. Grave error de percepción, tanto de la derecha como de los traidores al sandinismo, que los llevaría a ambos a tomar acciones extremas.

Los hechos son conocidos y son ya parte de nuestra historia. Sin embargo, para conocimiento de los más jóvenes, señalaremos brevemente los hechos.

La coalición opositora exige celeridad en la destitución del jefe del Ejército Popular Sandinista y mandos principales ( y si se pudiera, liquidar la institución), apurar un cambio de Constitución por otra que sepultara por siempre a la RPS y sus conquistas; la entrega de la economía y las finanzas del país al FMI y al BM a través del endeudamiento y firma del ESAF que garantizaba la entronización del neoliberalismo al estilo chileno y por supuesto, el aislamiento político del FSLN, entre otras medidas.

Para ello, el 19 de agosto de 1993, la UNO ordena a los remanentes armados de la “contra “secuestrar en Cailatú, Quilalí, a un grupo de más de cuarenta funcionarios de gobierno y diputados, entre ellos los sandinistas, Doris Tijerino y Carlos Gallo y miembros de las Fuerzas Armadas que desarrollaban tareas de acompañamiento a la comisión de paz y desarme.

Por iniciativa propia, un grupo de militares en retiro al mando del mayor (r) Donald Ignacio Mendoza, muy claros de la difícil situación a la que estaban conduciendo al país la derecha y la oligarquía gobernante, por la tarde del día siguiente, 20 de agosto, toman por asalto la casa sede de la UNO en Managua, donde retienen a importantes dirigentes de esa coalición y del Estado nicaragüense, principalmente al vicepresidente de la república y al presidente del Poder legislativo.

Rechazando la auto-propuesta como mediadores de algunos dirigentes sandinistas (que hoy en día están en el campo de los traidores al FSLN), el jefe del “Comando Soberanía y Dignidad” solicita al comandante Daniel Ortega su mediación con el gobierno, a lo que el comandante Ortega accede, evitando un asalto armado por parte de las Fuerzas Armadas u otros elementos de la “contra” y asegurando que -algunos días después- los detenidos sean liberados y el comando se retire sin contratiempos.

La historia o sus protagonistas nos dirán si esta acción político-militar del comando dirigido por el comandante Donald Mendoza y sus nueve integrantes coadyuvaron a que los cuarenta secuestrados por el “contra” conocido entonces como “el chacal”, hayan sido liberados a pesar de no lograr sus exigencias (destitución inmediata del general Ortega, el coronel Lenin Cerna y Antonio Lacayo), sin embargo, el propio Antonio Lacayo, años después escribió en su libro, “ La difícil transición nicaragüense”, que esta acción del comando de los retirados del EPS a la casa sede de la UNO motivó la urgente reunión del gobierno con el comandante Daniel Ortega, en la cual no sólo se resolvió pacíficamente esa acción, sino que motivó una serie de encuentros políticos que involucran al gobierno, a la UNO y al FSLN, que de algún modo frenaron el accionar de los vendepatrias agrupados en ese gobierno y su coalición política.

A lo interno del FSLN, el liderazgo del comandante Daniel Ortega siguió creciendo a pesar de la separación de los traidores de las filas sandinistas (jefeados por Sergio Ramírez y la Dora Téllez) a finales de ese mismo mes de agosto, esta no causó la debacle y desbandada de la militancia leal y verdadera que los traidores esperaban.

El Frente Sandinista, su militancia fiel y el liderazgo del comandante Daniel, enfrentaron muchos retos en el tiempo que restaba gobernar a la Violeta y durante los dos gobiernos neoliberales y vendepatrias siguientes, sino que logró mediante una lucha constante conquistar nuevamente el poder para beneficio del pueblo trabajador nicaragüense, lucha que pletórica de grandes y pequeños esfuerzos, como el que llevó a cabo el “Comando Soberanía y Dignidad” aquel 20 de agosto de 1993, y que nos dan la pauta para seguir enfrentando a nuestros adversarios siempre con valentía y lealtad.

Edelberto Matus.

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