Colegio San José: La Enseñanza del Terrorismo

- Colegio San José: La Enseñanza del Terrorismo- Nicaragua

¿Debemos aceptar que los genocidas dicten normas sobre derechos humanos?

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***Uno de los colmos de la mentalidad neocolonizada es que a uno le parezca aceptable que las élites de países perpetradores de los peores crímenes —de la historia y del presente— sean jueces nuestros en materia de derechos humanos, democracia y libertad. ¡Válgame dios, señor!

El sujeto neocolonizado está conforme con que asesinos, genocidas y belicistas nos den lecciones de paz, moral y buenas costumbres ciudadanas. ¿Tiene eso alguna racionalidad?

Esta clase de personas puede encontrarse en todo el espectro social.

 Aparecen como grandes catedráticos y referentes académicos, autores de papers enjundiosos, con gordas y actualizadas bibliografías, todo ello para sostener, para hacer normal, para cohonestar que una pandilla de exterminadores de gente tenga alguna autoridad moral para dictarles normas al resto del mundo en torno al respeto a la ley y a la tolerancia con el que piensa diferente.

 ¡¿Qué les pasa a estos doctores?!

También menudean las mentes colonizadas entre los líderes políticos y figuras mediáticas de la derecha en toda su gama.

 Estos dan declaraciones lastimeras en las que los genocidas son elevados a la categoría de apóstoles o prohombres y, como tales, se les pide que intervengan para poner fin a nuestra barbarie. Claro, son caimanes del mismo pozo.

Igualmente hay muchos neocolonizados entre la gente común, lo cual es triste, pero también comprensible porque los personajes señalados antes son sus líderes políticos, de opinión o espirituales. 

A los especímenes silvestres se les oye hablar y da escalofrío porque justifican cualquier cosa que hagan los pranes del norte global y sus secuaces locales.

 Para este sector poblacional, los integrantes de las camarillas gobernantes de Estados Unidos y Europa tienen pleno derecho a hacer lo que se les venga en gana, en nombre de la libertad. Y nosotros hasta debemos darles las gracias.

Orígenes del despropósito

Hay explicaciones seculares a ese comportamiento. Desde tiempos de la invasión europea, se impuso la tesis de que los dueños originarios de estas tierras eran subhumanos, hasta el punto de que una de las grandes discusiones de esos tiempos fue si tenían alma o no. Esa convicción fue clave para despojarlos de todo sin mayores conflictos morales.

Paradójicamente, mientras debatían eso, los conquistadores actuaron como los peores desalmados y borraron del mapa a todos los pueblos que no se sometieron a sus designios, que eran sangrientos, pero iban cubiertos por el paraguas de un dios europeo y buenmozo.

Esa concepción no se sembró profundamente sólo en la mente de los opresores, sino también en la de los oprimidos. 

Han pasado más de dos siglos desde la liberación política de casi todos los actuales países nuestroamericanos, pero el endorracismo, la vergüenza étnica y, en consecuencia, la legitimación del supremacismo racial de los habitantes del norte global siguen tan campantes.

Teniendo ese apoyo en las élites del sur y en una porción considerable de los pueblos, los dirigentes políticos, económicos y mediáticos del imperio y sus derivados actúan con total impunidad y desparpajo. 

Llevan adelante uno de los peores genocidios de la historia universal (lo que es bastante decir porque ha habido muchos) y, sin ningún rubor, están prestos a armar un gran escándalo con las denuncias de nuestros “perseguidos políticos”, como que los activistas de la ultraderecha que estuvieron autoencerrados en la casa de la embajada de Argentina en Caracas, no tenían agua para llenar la pileta y darse un chapuzón. ¡Huy, qué crimen tan feo!

¿En qué cabeza cabe que los jefes de una cacería humana contra los migrantes pobres pueden tener alguna catadura moral para hablar críticamente sobre el autoritarismo y la arbitrariedad? Pues, en las cabezas neocolonizadas.

El derecho a ser metiches

La asimetría permitida por esta manera de estar en el mundo se enrolla como un bucle. Es decir, a las camarillas imperiales o de la vieja Europa se les permite la injerencia, el intervencionismo, ser metiches. 

Todos los días hablan de algún gobernante del sur; opinan sobre las medidas que toman las autoridades de países soberanos de lejanas latitudes; exigen que los dejen dirigir las elecciones en esas naciones atrasadas (para que las ganen sus vasallos); financian conspiraciones y sugieren atajos extraconstitucionales disfrazados de primaveras y revoluciones de colores. 

Pero si alguien del sur o de las potencias emergentes de oriente osa criticar algún asunto interno de EEUU o Europa, se arma la grande. Y la protesta de los ofendidos tiene apoyo en nuestro vecindario.

Por ejemplo, he escuchado y leído opiniones de venezolanas y venezolanos según las cuales no tenemos ningún derecho a cuestionar a Donald Trump por las acusaciones muy vergonzosas que han surgido en su contra respecto a las andanzas de los ricos y famosos en la isla de Epstein. 

“Es un rollo interno de los gringos”, dicen algunos, naturalizando el hecho de que EEUU, como policía del mundo, puede intervenir en cualquier asunto nuestro, pero nosotros no debemos actuar recíprocamente.

Sólo como ejercicio, imaginemos lo que estarían haciendo los gobiernos de EEUU, sus satélites de Europa y los lacayos latinoamericanos si el que hubiese viajado en el “Lolita express” fuese Nicolás Maduro, Miguel Díaz-Canel o el mismo Lula Da Silva, que —dicho sea de paso— acaba de desempolvar su antiimperialismo, obligado por las circunstancias.

El derecho a erigirse en jueces se lo han atribuido las clases dominantes europeas desde su condición de imperios coloniales. 

Mataron millones de hombres, mujeres, niñas y niños en América, Asia y África, desde tiempos remotos y han seguido haciéndolo de diversas formas hasta el sol de hoy, pero dicen ser la vanguardia de la humanidad y, por ello proclaman: “¡Sean como nosotros, salvajes!”

En el caso de EEUU, su postura etnocéntrica deriva de la doctrina del Destino Manifiesto, según la que son la raza superior que debe dominar a todas las otras. Están tan seguros de eso que le ponen alfombra roja al carnicero Netanyahu y luego siguen predicando sobre derechos humanos. Como si nada.

En las declaraciones habituales del Departamento de Estado manifiestan preocupación por la falta de separación de poderes en cualquier país al que hayan tachado como dictadura. Pero Trump desconoce sentencias judiciales, manda a la policía a borrar listas comprometedoras y destituye a fiscales.

Es despreciable que esos personajes con crímenes comunes y de lesa humanidad en sus obesos expedientes se crean dotados de autoridad moral para juzgar a otros. 

Pero peor aún es que gente de nuestros países los apoyen. Y eso pasa a cada rato. Si alguien va a revisar nuestra conducta, ¿sería mucho pedir que, al menos, no sea un maldito forajido?

https://www.laiguana.tv/articulos/1384784-debemos-aceptar-que-los-genocidas-dicten-normas-sobre-derechos-humanos-clodovaldo/

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