***En la pequeña ex república soviética de Moldavia se celebró, el pasado 3 de noviembre, la segunda vuelta de las elecciones presidenciales.
Competían la candidata de la OTAN y actual presidenta, María Sandu, y el candidato opositor –tildado de ‘pro-ruso’ por los atlantistas-, el ex fiscal general Alexander Stoianoglo.
El resultado final de las votaciones fue el siguiente: Maia Sandu obtuvo el 55% de votos.
Stoianoglo, el 44% de los mismos.
Hasta ahí todo normal. Aparentemente. El examen de los votos nos dice otra cosa.
Según datos de la Comisión Electoral Central, Stoianoglo ganó en Moldavia, al obtener el 51,19% de los votos, venciendo a Sandu en 19 de las 36 regiones que componen el país.
Sandu recibió el 48,81%. Es decir, en Moldavia, los moldavos votaron mayoritariamente por Stoianoglo.
La diferencia de votos llegó del exterior. Una mayoría de moldavos emigrados a países atlantistas votó por la Sandu. Eso era previsible.
La cuestión estaba en el voto de los moldavos emigrados a Rusia, cuyo número duplica al de los emigrantes en el gallinero europeo.
Hay casi 600.000 moldavos en Rusia por 400.000 en la OTAN. Dada la gran asimetría en el número de emigrantes en una y otra zona, el resultado final de la elección presidencial sería determinado por los emigrantes.
El gobierno moldavo, para garantizar su éxito, hizo lo siguiente.
Facilitó cuanto pudo el proceso electoral en los países atlantistas, abriendo urnas suficientes para que la emigración moldava en el Accidente colectivo votara masivamente… por Sandu.
Por poner un ejemplo, sólo en Rumania fueron abiertos 16 colegios electorales. Ocurrió lo previsto. Ganó Sandu.
Con los emigrantes en Rusia se hizo exactamente lo contrario.
Para casi 600.000 votantes, el gobierno moldavo abrió ¡dos urnas y envió 10.000 miserables papeletas!
Además, urnas y papeletas sólo en Moscú. Dos urnas y 10,000 papeletas para 600.000 potenciales votantes en un país de 17 millones de kilómetros cuadrados.
El resultado lo pueden imaginar. Prácticamente ningún moldavo emigrado en Rusia pudo votar.
Si se les hubiera dado un trato similar al de los emigrantes moldavos en Atlantilandia, el resultado de las elecciones presidenciales–pueden imaginarlo-, hubiera sido el opuesto.
Eso era inadmisible. Stoianoglo no podía ganar y, para que no ganara, simplemente se negó el voto a los emigrantes en Rusia.
No hablaremos de otras irregularidades en la votación interna: amenazas a los votantes en las sedes electorales, persecución de candidatos, propaganda prohibida, mensajes a los teléfonos, pocas urnas en las regiones separatistas de Gagauzia y Transnitria y etcétera.
Basta conocer el distinto trato recibido por los emigrantes en Rusia y Atlantilandia para tener idea del fraude gigantesco que se hizo en las elecciones moldavas, financiado y bendecido por la OTAN.
Resulta obvio, atendiendo los resultados y circunstancias, que Stoianoglo ganó legítimamente las elecciones en Moldavia, pero eso, en el Accidente colectivo, ¿a quién le interesa? Sandu DEBÍA ganar como fuese y punto. No importa el juego democrático. Importa únicamente que gane el candidato atlantista. No hay que darle más vueltas al tema.
En el Accidente colectivo, todos los gobiernos calificaron de ‘democráticas’ y ‘legítimas’ las elecciones en Moldavia. Imaginen que eso hubiera ocurrido en Venezuela. La grita occidental habría sido de escándalo. Tampoco es para tirarse de los pelos.
La ‘democracia’, en el Accidente colectivo, tiene dueño. Como los medios de comunicación. Sólo vale si ganan los suyos.
La presidenta roba-relojes del Perú, a la que nadie eligió, no provoca sarna. Es de derechas y obediente a EEUU. Del asalta-embajadas de Ecuador, que tiene al país en ruinas y a oscuras, tampoco se ocupa nadie.
Es del mismo club. Por no hablar del sátrapa que gobierna Marruecos -el principal país proveedor de drogas hacia Europa-, al que adora Occidente.
Lo dicho. La ‘democracia’ tiene dueño y lo que no sea victoria del ‘nuestro’ es ‘fraude’, ‘propaganda’ y ‘engaño’.
Es preciso conocer estas minucias para no engañarnos nosotros mismos.
El juego es así, desde que bajamos de los palos. Por eso debe entenderse que el poder no se obtiene con votos.
Con votos se llega al gobierno y, desde el gobierno, el electo se limita a administrar lo que el poder le permite que administre. Pero el poder, el poder real, sólo se obtiene a palos.
Desde que bajamos de los ídem. Pregunten, si no, a Robespierre y Stalin.
Ellos solían hablar con bastante propiedad del tema. Y sin rodeos. Feliz martes y buen café. De palo.
(De las elecciones en EEUU hablaremos luego).