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EEUU: El mundo contiene la respiración

05 de noviembre de 2024, día de elecciones en Roma. Un nuevo punto de inflexión en la caída del imperio del dólar. 

El mundo contiene la respiración, mucha gente por lo que pueda pasar hoy y mucha otra gente por lo que predeciblemente ocurra luego, independientemente de lo que hoy suceda.

Trump y Harris no son accidentes, son síntomas de la irresoluble crisis del mayor imperio que la tierra haya visto y se reducen, a simple vista, a la disyuntiva entre fortalecer las bases productivas propias (Trump) o retomar el control sobre un mundo que ya no obedece (Harris)

En la práctica, ambas se circunscriben a la doctrina del Destino Manifiesto y, en el caso de nuestra región, a la Doctrina Monroe.

 Qué prometen Trump y Harris

En lo económico, mientras Harris promete controlar los “precios abusivos”, bajar los impuestos a los trabajadores y subir los de las empresas, Trump promete tarifas para proteger a las empresas nacionales y bajar los impuestos. Ambos juran que no aumentarán la edad de jubilación.

Uno de los temas más importantes del debate electoral ha sido la cuestión migratoria, con Trump prometiendo acabar con la inmigración ilegal y acusando a Harris y los demócratas de incluso fomentarla. 

Hay que decir que ambos proponen políticas restrictivas: Trump, reactivando su viejo muro en la frontera con México, realizando la mayor deportación interna de sin papeles en la historia y condenando a la pena de muerte a los inmigrantes que asesinen a ciudadanos estadounidenses. 

Por otro lado, Harris también propone una política más restrictiva, pero ampliando las vías de inmigración legal.

El aborto es una de las cuestiones más álgidas del debate, con Harris como defensora de establecer el derecho este en toda la Unión y con Trump como opositor a esa medida, con el argumento de que ese tema debe ser competencia de los estados. 

Este debate se enmarca dentro de otro debate más amplio, que es la oposición de grandes sectores de la población estadounidense a políticas demócratas como el apoyo de la diversidad sexual, etcétera.

La política exterior es otro de los temas más contenciosos entre Harris y Trump.

 Mientras la primera promete ganar la guerra en Ucrania y seguir armando a Kiev, Trump promete una salida negociada con Rusia y una política que de alguna manera debilite la alianza estratégica de esta última con China. 

Harris promete más OTAN, mientras que Trump promete dejar de subvencionar a los demás “socios” de la Alianza Atlántica. 

En cuanto al Oriente Medio, ambos candidatos apoyan “el derecho a existir” (y de “defenderse”) de Israel pero, a pesar de usar retóricas muy diferentes, ambos parecen irritados por el genocidio israelí en Gaza y proponen, de una forma u otra, acabarlo.

Estados Unidos y América Latina

La futura política exterior de Estados Unidos es uno de los temas que más preocupa en América Latina. Especialmente Cuba, Venezuela y Nicaragua tienen toda la razón de preocuparse de que ante una eventual victoria de Trump, la política exterior de Estados Unidos quede en manos de figuras como el senador Marco Rubio, uno de los principales exponentes de la mafia anticubana de Miami, o de un eventual regreso de Mike Pompeo al frente del Departamento de Estado.

Sin embargo, la política de Estados Unidos hacia América Latina ha tenido una remarcable continuidad durante loa últimos 16 años, más allá de los intentos de Obama por “normalizar” las relaciones con Cuba, que nunca se concretaron y que en realidad endurecieron las posiciones de Washington. 

A pesar de retóricas distintas, de una mujer al frente del Comando Sur (y ahora, un negro), lo cierto es que lo que guía la política exterior de Washington en esta región que considera su patio trasero es la Doctrina Monroe (”América para los Estados Unidos”).

Ya sea en su versión “globalista” o en su versión “nacionalista”, el imperio estadounidense no puede darse el lujo de perder América Latina, ni por su posición geopolítica, ni por sus enormes recursos naturales. 

El movimiento de integración e independencia de Nuestra América lleva ya unos 10 años de retrocesos (con algunos avances relativos y resistencias heroicas), tanto bajo administraciones demócratas como republicanas.

Un eventual triunfo de Trump seguramente le dará viento en popa a los Mileis y los Bolsonaros de nuestra región, pero un triunfo demócrata puede fortalecer perturbadores procesos que ya están teniendo lugar, como la creciente sumisión del Brasil de Lula a las presiones estadounidenses y el establecimiento de luchas de poder a lo interno de los movimientos emancipatorios, como se ve en los casos de Bolivia y Argentina.

## …pero esta no es una elección normal

Todo lo que hemos analizado hasta el momento se basa en una elección entre dos candidatos con agendas políticas diferentes, pero la realidad es que estas no son unas elecciones normales. Ya han visto de todo: un Presidente obligado a no intentar reelegirse por incapacidad mental, una vicepresidenta nombrada como candidata de útlima hora y un ex presidente expuesto a atentados contra su vida.

Decíamos al inicio que Trump y Harris no son accidentes, sino síntomas de una crisis imperial terminal, como la que atravesó Roma, que llevó siglos, pero que hoy la estamos viendo en un lapso de décadas y años. Es una crisis producto de la agudizada lucha de poder entre las élites, la pérdida de dinamismo económico y cultural, la pérdida de legitimidad social y la pérdida de hegemonía global. 

Es un imperio que está sucumbiendo ante sus propias contradicciones.

Por un lado, la mayoría de los monopolios financiero-tecnológicos apoyan a Harris.

 Elon Musk y otros megacapitalistas apoyan a Trump.

 La industria de armamentos apoya a ambos, en la esperanza de obtener jugosos contratos gane quien gane. Por otro lado, se acumula la rabia de los excluidos del “sueño americano”, que los excluye por ser negros o por ser blancos, por ser “verdaderos estadounidenses” o por ser inmigrantes, por ser hombres o por ser mujeres. 

Se acumulan las contradicciones entre personas y entre estados, entre los que se beben toda el agua y los que la poluyen, entre los que concentran toda la riqueza y los que concentran toda la pobreza.

## Al borde de la guerra civil

Estados Unidos hoy son una olla a presión, en el país que tiene los niveles más altos de armamento en manos de civiles y uno de los niveles más altos de población viviendo en las cárceles.

Según las últimas encuestas divulgadas el día de ayer, Harris lideraría en votos totales, pero Trump lo haría en votos electorales. En ambos casos las diferencias serían dentro de los márgenes de error. 

En esta elección podría llegar a ganar el candidato que saque menos votos, pero lo que es seguro es que ninguno concederá la derrota. 

Al mismo tiempo, y a pesar de lo que Harris o Trump hagan o dejen de hacer, hay demasiada gente armada de un bando y del otro.

Podría ser que el desarrollo de brotes de violencia entre civiles sea visto por el “Estado Profundo”, es decir, la oligarquía financiera que controla la Reserva Federal y la burocracia del Estado, como una via para hacer frente al desgaste y la falta de credibilidad en el sistema político estadounidense. Sería el pretexto perfecto para militarizar el país y “poner disciplina” en una sociedad - y un mundo - que se está descarrilando.

## Consecuencias impredecibles

Las consecuencias de lo que ocurra hoy en Estados Unidos son impredecibles. No se avizora una “normalidad” después de estas elecciones, en todo caso, una continuidad y profundización de las tensiones y los conflictos. El escenario de un desenlace violento de la crisis imperial en curso es el más probable.

Si los Estados Unidos entran en una guerra civil, seguramente cada una de las partes querrá que el resto del mundo tome partido por una u otra. 

Eso sería especialmente peligroso en nuestra región, que se puede convertir en uno de los escenarios de esa guerra. 

La combinación de la derecha terrorista de Miami con nuestros Mileis y Bolsonaros es muy peligrosa, pero no lo es menos que las redes corrosivas de Soros y los “revolucionarios de colores” que entrena el magnate experto en destruir países.

Si en los Estados Unidos se impone algún tipo de dictadura militar para salvar al imperio, la influencia de Estados Unidos en el mundo caerá en picada, como pasó tras las guerras de Afganistán e Irak. 

Probablemente se acelere el proceso de articulación de los BRICS+, aunque la amenaza de un conflicto termonuclear aumente.

 En nuestra región, es muy probable que veamos intentos de intervención militar directa en zonas que los Estados Unidos consideren “de interés nacional”.

En todo caso, pensando en Nuestra América, es fundamental mantener la unidad y la visión de nuestra región como un todo geopolítico y civilizatorio. 

Pensar en los estrechos marcos del “interés nacional” de unos estados nacidos de un proceso incompleto de independencia sería suicida. No se pueden arriar las banderas de Bolívar, Sandino, el Che y Chávez.

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