**Autorizar a la camarilla ucraniana el uso de misiles occidentales de largo alcance contra Rusia por parte del desesperado gobierno yanqui y sus títeres europeos, es quizá (dependiendo de la respuesta rusa) un paso seguro al infierno de una guerra entre la OTAN y el gran país euroasiático.
Una provocación muy bien calculada que persigue varios objetivos entre los que destacan el evitar la toma de posesión del gobierno republicano de Trump (o por lo menos heredarle un conflicto militar de grandes proporciones que descarrile su programa y sus intenciones de “resetear”, reiniciar, la política gringa.
Los intereses del “estado profundo” del capitalismo global se han dividido y entran en lucha como consecuencia de la decadencia del modelo y quizá el sistema y cada uno busca -a cualquier costo- el statu quo o un paradigma económico y político que les garantice permanencia. La paz mundial pasa a segundo plano.
El tiempo se acaba para los ultra- globalistas y el sacrificio total de Ucrania y de la población de Europa parece no importarles. Moscú y las principales ciudades dentro del rango de ataque de los misiles “ucranianos” están en peligro con esta irresponsable decisión de los gringos, británicos y franceses y la posible adhesión a esta “locura calculada” de Alemania, Polonia, Rumania, los países del Báltico, los escandinavos y quien sabe si también los suicidas finlandeses. Por lo menos eso parece ser el plan.
Rusia estará siendo puesta a prueba y la respuesta a la provocación no es fácil, pues el presidente Vladimir Putin declaró anteriormente que el uso de tales armas sobre territorio histórico de la Federación será considerado una declaración de guerra contra Rusia por parte del país que las haya proporcionado a Ucrania.
El liderazgo ruso sabe que los halcones del gobierno de Biden al servicio de sus patrones buscan la escalada y el uso del arma atómica para desatar un conflicto, al menos a escala europea, reservándose su entrada en la guerra, pero asegurándose el control demócrata del gobierno estadounidense, “matando de entrada” al gobierno trumpista, debilitando a Rusia y a Europa misma y restándole un aliado a China. Un asunto de negocios.
La prudencia ha acompañado durante el conflicto ucraniano a Rusia ante todas las provocaciones de la OTAN, pero no es temor, sino la conciencia de su propia fuerza y los alcances que para la paz mundial puede tener una decisión precipitada; sin embargo, hay límites para todo, especialmente cuando se trata de los intereses vitales de los ciudadanos y el Estado ruso.
El 7 de noviembre de 1941, en su discurso ante las tropas combatientes que marchaban directamente al frente de guerra (situado a 20 kilómetros de la Plaza Roja en ese momento) a combatir a las poderosas fuerzas hitlerianas que atacaban la capital de los Soviets, el gran líder José V. Stalin, impertérrito y sereno ante el peligro de muerte que acechaba a su patria, dijo que “el diablo no es tan terrible como lo pintan”, recordando que ya en 1918 el país de Lenin se hallaba inmerso en una guerra civil, enfrentando a los poderosos ejércitos contrarrevolucionarios zaristas y a la intervención de 14 estados enemigos que controlaban 3 cuartas partes del territorio nacional y el pueblo y su ejército los había vencido. “Todo el mundo os contempla como una fuerza capaz de destruir a las hordas alemanas…” y así lo hicieron.
Rusia no es la Unión Soviética, ni Putin es Stalin, pero en las condiciones actuales, ante la encrucijada que vive la humanidad de continuar sufriendo el dominio de un sistema de explotación y control global caduco, tan fascista y nocivo como en su tiempo lo fue el nazismo o emprender el camino hacia cambios civilizatorios que traigan paz y desarrollo a todos los países del mundo, la esperanza está puesta en las fuerzas que propugnan un mundo multipolar, aunque el diablo está herido de muerte y quiere arrastrar al mundo a la catástrofe.
Edelberto Matus.