El Estado de Israel quiere que pienses que los israelíes llevan milenios viviendo en la tierra que ocupan.
Sin embargo, el origen auténtico de muchos israelíes refleja una realidad geopolítica que Tel-Aviv trata de maquillar desesperadamente.
Un número importante de israelíes tiene de semita lo que Michael Jackson (que en paz descanse) de caucásico. Y la comparación elegida no es nada gratuita, al contrario
El padre de Benjamín Netanyahu, por ejemplo, no se apellidaba de esa forma. Benzion Mileikowsky nació en Polonia. Al migrar al mandato británico de Palestina modificó su apellido para que sonara más judío.
Netanyahu significa ‘don de Dios’ en hebreo, lo que sin duda es bastante más grandioso que apropiado, dada la fama merecidamente adquirida por el primer ministro israelí
Esta práctica de cambiarse nombres o apellidos es muy común entre los migrantes, en su mayoría europeos, que han nutrido la población israelí en los últimos 75 años
David Ben Gurión, quien fuera, con perdón por la redundancia, el primer primer ministro del Estado de Israel, también nacido en Polonia, se apellidaba en realidad Grün
Golda Meir, también con perdón por redundar en la redundancia, en su tiempo la primera primera ministra israelí, había nacido en la actual capital de Ucrania, Kiev, y se apellidaba originalmente Mabovich
La lista de altos funcionarios es larga: por ejemplo, Ariel Sharon se apellidaba Scheinerman y Simon Peres era en realidad Simon Persky
Y no se crean que es un asunto circunscrito exclusivamente al pasado, no
En el actual Gabinete de Gobierno israelí, quien no es directamente hijo de alemanes, polacos, rumanos, ucranianos o irlandeses, es nieto de rusos, húngaros o británicos
Eso por no hablar del ministro de Turismo Haim Katz, nacido en Alemania o el de Asuntos Estratégicos, Ron Dermer, que es estadounidense
Y esta realidad, más que una nota curiosa, colorida o multicultural, tiene un profundo significado histórico y geopolítico
Así, dicho muy por encimita, el Estado de Israel es una creación artificial en la que la gran mayoría de sus habitantes se dicen ‘ancestralmente originarios’ de esas tierras…
…porque o bien “tengo antepasados que vivieron aquí hace 3.000 años”(aunque después se fueran y no volvieran por cientos de generaciones)...
… o bien “el tatarabuelo del tatarabuelo de mi tatarabuelo decidió convertirse al judaísmo en algún lugar indeterminado del Este de Europa” (aunque jamás en su vida estuviera a menos de 2.000 km de Jerusalén)
Hoy, a 75 años de la admisión del Estado de Israel en la ONU, bastantes israelíes pueden argumentar que tienen padres e incluso abuelos nacidos en los territorios actualmente controlados por Tel Aviv, ...
...pero la población con bisabuelos o más allá nacidos en lo que era el Mandato Británico de Palestina, Imperio otomano, etc., es sensiblemente menor
En otras palabras, es difícil encontrar un israelí de dos o tres generaciones sin, digamos, toparse con ‘importados’ en su árbol genealógico
Desde mediados del siglo XX, el Estado de Israel ha hecho ingentes esfuerzos, por decirlo de alguna manera, para encontrar o, mejor dicho, crear israelíes
Y lo hizo de dos maneras principalmente: una, flexibilizando la definición formal de judío y dos, animando a la población con ese perfil flexibilizado a inmigrar
Desde un punto de vista formal, en su enfoque religioso, el judaísmo se transmite por el vientre materno. Dicho de otra forma, la única manera de ser judío por nacimiento es teniendo una madre judía
Lo que ocurre es que, paulatinamente primero y decididamente desde 1970, el Estado de Israel amplió esa definición también a las parejas de un hombre o mujer judía, sus hijos e hijas y nietos y nietas...
… sin importar si se identificaban mucho, poco o nada con el judaísmo, como una estratagema para facilitar una inmigración que poblara los territorios ocupados
Así, un hombre con apellido judío nacido en EE.UU., Polonia o donde fuera, tanto si practica el judaísmo como religión o no, casado con una no judía con la que tuviera dos hijos y estos a su vez otros dos hijos... serían considerados una familia compuesta por un judío y siete no judíos desde un punto de vista formal o religioso, pero desde un punto de vista de papeles, para Tel Aviv serían considerados como 8 potenciales israelíes si aplicaran a ese pasaporte
Con esas consideraciones legales y siguiendo la proporción del ejemplo, de 1.000.000 de personas formalmente judías nacidas en Europa o América pueden ‘crearse’ 7.000.000 de israelíes, formalmente no judíos…
…sin que ni uno solo de ese total de 8.000.000 de personas con futuro pasaporte israelí hubiera nacido ni puesto un pie en su vida en los territorios que el Estado de Israel considera ‘ancestralmente propios’
Pero ampliar la definición de ‘judío’ más allá de su acepción religiosa con un objetivo demográfico no basta para cumplir los deseos de Tel Aviv si esas personas en efecto no migran
Al fin y al cabo, muchos Estados conceden el pasaporte a hijos y nietos de sus ciudadanos
Y es aquí donde entra el segundo objetivo israelí que comentábamos antes: animar a la población potencialmente israelí a inmigrar
Cuando una persona califica como potencial ciudadano israelí y decide hacer la llamada Aliá o migración a lo que Tel Aviv denomina “Tierras de Israel”, las arcas del Estado hebreo (o, como hemos visto, no del todo hebreo ) le pagan el vuelo. Y no solo eso