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El umbral de la tercera guerra nuclear se amplía

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***Mientras el mundo observa impotente o permisivo como en la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas el tema de los resultados electorales venezolanos monopoliza la atención de gran parte de los delegados (haciendo eco de la agenda de la política exterior intervencionista de los yanquis), los acontecimientos verdaderamente cruciales para el mantenimiento de la paz global (como la guerra de la OTAN en Ucrania contra la Federación de Rusia, el genocidio sionista en contra del pueblo palestino y su agresión en contra del Líbano que desatará una mortífero conflicto regional en Medio Oriente y la explosiva situación en el norte de África) pareciera que no son relevantes para las élites que gobiernan el llamado Occidente colectivo.

Otra parte importante de la comunidad internacional (India, China, Brasil y muchas naciones del llamado Sur global), aunque claros en la necesidad de un cambio de paradigma político en las relaciones internacionales que conduzca a la multipolaridad, en realidad ven tal cambio desde los intereses de sus propias naciones y pareciera que su énfasis está en una evolución de las relaciones económicas, con un involucramiento balanceado que no cree fractura y que les garantice beneficios donde otros se están jugando su propia existencia,

Esto, como es obvio, no sucede con Rusia, que -hoy por hoy- se enfrenta casi en solitario al mayor poder político, económico y militar del mundo, encabezado por los Estados Unidos y conformado por los países que más se han beneficiado del colonialismo y el capitalismo y que, organizados en poderosas alianzas militares y asociaciones económicas basadas en sus principios políticos e ideológicos comunes, pretenden continuar viviendo y desarrollándose a costa de la explotación de la población y de los recursos del planeta.

A Rusia, occidente quiere ponerla de rodillas, hacerla volver al redil en el cual (gracias a una neo-oligarquía vende-patria, heredera de los liquidadores de la Unión Soviética) la mantuvo a lo largo de tres décadas y si esto no fuera posible, derrotarla, desmembrarla y liquidarla como Estado y civilización.

Ucrania no es más que un polígono donde la OTAN pretende hacer realidad sus planes, para lo cual con su financiamiento, sus recursos y medios tecnológicos y militares compromete más la seguridad nacional y la vida de los ciudadanos de la Federación de Rusia, cuyo gobierno ha sido hasta hoy muy paciente y cuidadoso de no escalar el conflicto hasta una guerra mundial termonuclear.

Pero todo tiene un límite y mientras en la ONU se pronuncian discursos vacíos, el presidente Putin ha marcado la última línea roja. Rusia revisa y actualiza su doctrina de disuasión nuclear, precisando que también serán sujetos de ella, aquellos estados o grupos de estados (no poseedores del arma nuclear o de exterminio masivo) que bajo el amparo o asociación con una potencia nuclear vulnere suelo ruso (o de Bielorrusia) mediante ataques masivos con medios aeroespaciales (misiles, bombas, aviones, drones) provocará automáticamente que todos los involucrados en la agresión reciban una respuesta contundente.

Dicho más claramente y contextualizando, si desde Ucrania se agrede a Rusia con tales medios, vulnerando la soberanía y la seguridad de Rusia, las Fuerzas armadas rusas contestarán disparando, si así lo considera el mando supremo, el arma atómica, tanto al agresor directo como a su aliado, ya sea este Estados Unidos, el Reino Unido, Francia o todos juntos.

El umbral de la tercera guerra nuclear se amplía y se acerca más que en cualquier momento de la historia contemporánea.

Edelberto Matus.

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