Decía Julio Anguita que los trabajadores, o muchos trabajadores, han asumido lo que se llama la moral del esclavo. Pensamos que si al patrón le va bien a nosotros nos irá también bien, porque habrá más obras, más mejoras, más empleo.
Es como si alguien está comiendo en la mesa y, si tiene mucha comida, le dejará más sobras al perro que si no tiene tanta comida, pero el problema es que eso no va así. No es comida ni las sobras lo que se suele repartir, es un error tremendo pensar así.
El que tiene más, más quiere.
La prueba es que cuando vienen tiempos de crisis las grandes empresas siguen teniendo beneficios multimillonarios que no reparten con los trabajadores ni con la sociedad.
Pero cuando vienen malas, le piden rescates a los gobiernos, como le pidió la banca al gobierno de España, lo mismo que en otros muchos países, y se rescató a todas esas empresas, a todos esos empresarios depredadores con el dinero de todos nosotros.
Sin embargo, en el caso contrario, el sector privado jamás se dedica a rescatar a los trabajadores y sus familias, ni a mejorar sus condiciones de vida porque, aunque las empresas ganen más no van a pagar más a los trabajadores, ni estos van a tener mejores condiciones de vida.
La prueba la tenemos en que, esas empresas que han tenido resultados multimillonarios han firmado convenios a la baja, tanto económicamente como en derechos, y ¿sabéis por qué? porque ellos, los empresarios, no están para repartir riqueza, sino que están para acapararla, para obtener los máximos beneficios económicos, influencia y poder.
Es algo que ya deberíamos haber aprendido, porque el sistema lleva funcionando así y funciona así desde hace cientos de años.
O sea, no es nada nuevo que el que más tiene no reparte con el que tiene menos, porque considera que no tiene por qué hacerlo, y considera que sus privilegios son derechos y no privilegios y, por tanto, no tiene por qué darle una vida más cómoda ni más digna al trabajador.
Con los esclavistas sucedía algo parecido, consideraban que el hecho de dar la libertad a los esclavos sería un desastre para su economía y que eso no podía pasar de ninguna manera.
Los empresarios en el siglo XIX consideraban que era imposible que un trabajador tuviese vacaciones, ni que un niño, hijo de un obrero no fuese a trabajar y, en su lugar, fuese a estudiar.
Ni tampoco que una mujer, después de parir, no fuese a trabajar inmediatamente, porque el sistema se iba al carajo.
Para el patrón, para el poder, siempre cualquier mejora para la clase trabajadora significa que todo se va a ir al carajo, siempre es lo mismo, ¡no, no se puede, no, no, no, es imposible! Siempre adoptan una actitud catastrofista, como si se fuera a acaba el mundo.
Sin embargo, ellos siguen acaparando más y más riqueza. La prueba, es que, tanto en la crisis durante la pandemia como ahora, los más ricos se han hecho más ricos.
Si indagáis un poco comprobaréis que no ha bajado la venta de artículos de lujo, todo lo contrario, ha subido, y las grandes empresas han seguido teniendo beneficios multimillonarios, mientras que los que hemos pagado las crisis somos los trabajadores, los pueblos.
No entiendo cómo alguien que sea un poquito inteligente puede creer que apoyar y dar más poder a los partidos (fundamentalmente los de derechas en sentido amplio) que defienden los intereses de esta clase empresarial vampira, vamos a vivir mejor, como si en algún momento de la historia ellos hayan decidido por motu proprio, sin tenernos miedo, repartir sus beneficios.
“El que no conoce su historia está condenado a repetirla”, decía marco Tulio Cicerón y, está claro que no la conocemos, que es muy fácil engañarnos y, como decía Mark Twain, “es más fácil engañar a una persona que convencerla de que ha sido engañada”.
¡Y así nos va!, nos dejamos convencer de que le debemos un favor al patrón, y los lame botas, crecen como setas. Y en ese contexto las cosas van a ir muy mal.
Es más, las nuevas generaciones van a perder todos los derechos y el bienestar que conseguimos generaciones anteriores, esta nueva va a ser una de esas generaciones que dejen a la siguiente un mundo peor, una generación de fracasados.
Porque, normalmente lo que ha intentado siempre una generación, es dejar a la siguiente, dejarles a sus hijos y nietos, un mundo mejor, como muchos hicimos con mucho esfuerzo y sacrificios durante y después de las luchas para acabar y superar el franquismo y sus secuelas criminales.
Pero quienes vinieron después de nosotros no, estos están haciendo justo lo contrario, perder derechos y condiciones de vida y dejar a la siguiente generación un mundo peor, un mundo donde vuelve a surgir el monstruo del fascismo y, encima, vemos a la gente trabajadora votando a los que mueven los hilos para que esto siga así, votando por los partidos políticos que representan y defienden los intereses de los ricos, de los amos.
Pero sigo teniendo esperanzas en que la gente joven despertará, resurgirá de su letargo y volverá a luchar para conseguir un mundo mejor.
Cuando eso suceda, los más mayores volveremos a las luchas para echar una mano, no nos importará morir con las botas puestas. ¡VAMOS JUNTOS A CAMBIAR EL MUNDO!
agosto de 2024.
J.L.