Tengo que discrepar de inicio con quienes sostienen que la indigencia de puchilandia no sirve para nada.
Es cierto que son la expresión más concentrada del fracaso, que son la basura que son porque expiden tufos que desprendidos desde la putrefacción del odio contaminan todo espacio que habitan porque en ese proceso de podredumbre ya ni siquiera se les puede decir miserias humanas porque pasaron a ser oficialmente indigentes, de esos a los que en el imperio y sus satélites esconden porque causan una muy mala impresión.
Pero bueno, el asunto es que pese a toda la cochinada que son, lo cierto es que sí sirven para algo y es para hacer reír, para sacarnos esas carcajadas que son tan sabrosas que se hacen acompañar con lágrimas, pero no de dolor, ni de tristeza, sino de asombro porque nos la causa la inmensa ridiculez que solo estos indigentes son capaces de producir.
Estos payasos, a los que se les ocurrió un día que eran nuestros “salvadores y libertadores” si algo de expertis tienen es en brutalidad y en eso nadie les mete las manos porque día tras día compiten entre ellos, a cual más, quien es más bruto que el otro y cuando hablo de brutalidad no me quedo en la falta de cacumen que coloquialmente es la agudeza, la perspicacia o inteligencia, sino que me refiero al torpe, al estúpido, al imbécil, al machetón que se cree poderoso porque habla con la fuerza barbárica de la crueldad y que descontrolado por las emociones desbordadas solo sabe escupir miércoles cada vez que abre las fauces, para colmo, con la intención de venderse como analista de temas que no sabe con qué se comen y todo para caer gracioso o llamar la atención de aquel que un día los financió y ahora los deja solos o los vomita porque resultó estafado, porque se dio cuenta que los que se vestían de filetes ante los propósitos del Tío Sam resultaron ser en realidad, ni siquiera pellejos, sino tripas para rellenar chorizos de mentiras, infamias y calumnias que la indigencia terrorista creyó serían los medios a través de los cuales arrebatarían el poder al pueblo nicaragüense.
Lo que afirmo se origina y fundamenta por supuesto en las cómicas historietas de la indigencia terrorista, no hay duda, pero en lo contextual en las filtraciones que entre Caines se hacen aquellos mareros que están condenados a vivir hablando miércoles desde afuera, por lo que les pueda quedar de vida, pero concentrando sus venenosos ataques entre los de su especie animal y bastó el salto de una sola infidencia, una sola, de una tumba pinguinísticamente abierta, para que como un alud, un deslave, se vinieran en secuencia otras dónde todos se exponen, se sacan las entrañas y quedan al desnudo como lo que siempre fueron y serán, una gleba de morfinómanos o consumidores de fentanilo que los dejó en condición de zombies, de muertos vivientes, que están pero no existen, que son pero no viven y que políticamente son buscados por Caronte que busca cómo meterlos a todos en un ataúd redondo para llevarlos a patadas al cementerio porque son carnes podridas que por donde andan tiran los tucos putrefactos que hay que enterrar por la sanidad colectiva de quienes habitando la misma puchilandia no soportan a esos indeseables que son peores que los yeta.
Producto de las infidencias cada pucho, cada indigente que se cree más “líder” que el otro, que se vende como Mecías, afila en estos momentos su más grande puñal para clavarlo en la espalda de quien supone es su competencia y el primero que dio el paso al frente es el atiplado, amanerado y delicado de Félix Maradiaga, que siempre pretendió ser Dios en medio de los diablos y jamás entendió que la estafa de sus títulos hechos en Publisher por él mismo, chocarían y nunca serían reconocidos -cómo si son falsos- por los rosaditos de sangre azul como los Chamorro de los que dijo, en el caso específico Juan Sebastián Chamorro (Juancho), que este no se aceptaba como segundo de nadie y que había que ponerle alfombra roja.
Pero este villano de Felix Maradiaga que anda trotando el mundo, sacrificándose al lado de la también estafadora de su mujer, la Bertha Valle, no solo habló de la casta oligárquica del también amanerado Juancho Chamorro, sino que facturó al asesino de Medardo Mairena, de quien dijo que además de analfabestia, era un palmado cualquiera que no tenía ni para una patineta.
“El Negrito del Batey”, así conocen a Felix Maradiaga en el bajo mundo de puchilandia se fue también en contra de quienes humean la Cannabis Sativa y se lanzó contra los del llamado grupo de Monte Verde, que nombre más exótico y relajante para quienes así se la fuman y se llevó en el alma a sus componentes sobre los que dijo cosas muy ciertas como por ejemplo que no representan a nadie, que no tienen nada en la pelota, que no hacen nada más que extender la mano, que no tienen capacidad ni para organizar ni la quema de una llanta de bicicleta, que es un reducto cuya amalgama es totalmente rara y que junto a otras siglas, igualmente falsas, prefieren mantenerse al margen de lo que pueda existir en la cucarachera de Miami porque se sienten relegados porque no les llega nada de nada y cuando dicen nada de nada, es que ni el tufo de los colones devaluados de Costa Rica reciben y eso es más que cierto porque la realidad que lo confirma es que hasta los mercenarios mediáticos como la Lucia Pineda, la maniática depresiva de la Jennifer Ortiz, el ladrón de Sergio Marín Cornavaca y otras especies raras que juegan a ser Joseph Pulitzer, pero que ya piden limosnas.
Las pasadas de cuenta en Puchilandia no quedaron expuestas en un solo capítulo sino que ya fue un asunto al estilo de “La Rosa de Guadalupe” porque después vino una segunda entrega, no como en ráfaga como la inicial, sino que la cadencia fue tiro a tiro, pero claro igualmente letal porque el “Negrito del Batey” Felix Maradiaga, actualizó el quehacer de algunos nombrecitos que suponíamos estaban calmaditos, pero que va, fueron expuestos por el hablantín como alacranes que bajo las piedras de todas maneras están en las mismas y se llevó en el alma a Norman Caldera, a Salvador Stadthagen y al Chano, me imagino que Aguerri, porque el otro el Chanito el conservador de diversos colores y conveniencias, siempre ha estado activo como mosca sobre la pupu.
Además de los anteriores , como si se tratara del cuartel de las feas, mencionó a la Violeta Granera, a la Tamara Dávila y a la costarricense Ana Quiroz a las que les cuestiona responder a un tal Humberto y de refilón, como escupitajo aguadito, se acuerda de Denis Martinez, a quien no le da mucha cancha seguramente por lo super vivián y agarrado que es porque ese solo encima de otros vive.
Pero hay otro tiro a tiro del “Negrito del Batey”, ahora con balines de escopeta doce y a quemarropa, que define totalmente el origen de la frustración de estas pichurrias y es que en una tercera entrega de este chorizo de lamentos la desgracia esta dice que hay una buena y mala noticia, que la buena es que él es centro de la atención internacional, que tanto gusta su trabajo en los repetidos periplos continentales que realiza, él y su mujer por supuesto, que está empapado de tantas llamadas que le llueven porque quieren oírlo, pero acto seguido, el reverendísimo y arrogante burro, da como mala de que los europeos quieren rescatar el espacio latinoamericano a toda costa y que decisión tomada al más alto nivel significa reparar las relaciones con Cuba, Nicaragua y Venezuela a las que flexibilizarán sanciones y que no tocaran a nuestro ejército ni nada que tenga que ver con los aspectos comerciales de Nicaragua y si a la situación con el imperio se refiere dice que aún hay algunos márgenes de maniobra pero muy reducidos de manera que el asunto de Nicaragua para el imperio y sus perros de pelea en Europa es ya un asunto irrelevante.
De esta infidencia que expone a Felix Maradiaga como “mala bichucha”, expresión que señala a una persona poco confiable que puede traicionar o sacar provecho de toda situación, aún en detrimento de parientes o amigos, se desprenderán muchísimas otras cosas de las que por supuesto estaremos tan pendientes porque nos interesa reafirmar lo que siempre hemos sabido sobre cada uno de estos indigentes de la politiquería, que están errados sin ser caballos si piensan que no estamos enterados de cada detalle de lo que hicieron y pretenden seguir haciendo porque son las contradicciones y confrontaciones entre ellos mismos las que nos indican por dónde andan, con quienes se reúnen, dónde exactamente están, quien se apiada de ellos y les tira alguna migaja.
Por eso en la rebelión que hay en la granja, donde como decía su autor George Orwell, “hay chanchos que son más iguales que otros”, no se puede hablar solo del “Negrito del Batey” como el más bruto de todos los brutos, sino que hay otros, con apellidos tal vez más sangrientos como el que tiene Alvaro Somoza, que destapó venados grandes y cachudos.
En este aspecto, que ya no es una infidencia, sino una acusación seria y directa, Álvaro Somoza, que pretende excluirse de la infamia de su abuelo y de su tío, el fundador y el último de la dinastía respectivamente, se fue a la yugular de una de los más categóricas gargantas profundas de la indigencia terrorista de la cucarachera, Santiago Aburto, aniquilador de su misma especie, a quien señala como mal agradecido porque por mucho tiempo le sobó la mano y como traidor después porque se le fue arriba, no solo le quitó el negocio, sino que lo sacó del negocio y para sus efectos recordó también que apuñaleó a todo aquel al que se le ha acercado y para muestra a Arnoldo Alemán, a Enrique Bolaños, a Eduardo Montealegre, a Fabio Gadea y a otros no tan visibles que dejaron de tragarse el cuento de quien se vende como gran comunicador en la cucarachera de miami y quien no es la única serpiente en el desierto sino que tiene que competir con otros bichos que aquí se pintaban raramente los labios de rojo, que apuñaleó a quien fuera director de 100% mentiras y además al que un día le abrieron en Masaya un proceso por apaleador de mujeres, ese de café con cipermetrina.
¿Por que hablamos con tanto aplomo?
¿Acaso las inmaduras y nunca calculadas novatadas del “Negrito del Batey” nos convencieron de cosas que al final son públicas porque se originan de tumbas abiertas?
Francamente no es solo por lo que dicen los indigentes de la politiquería, es lo que hacen, son los resultados que obtienen, es el abandono en el que se encuentran por parte de un financista que antes les tiró millones y millones de dólares y los magos, que se dijeron los “líderes” del fallido golpe de estado de 2018 los desaparecieron o es que se olvida aquella romería del “Negrito del Batey” en Canal 10, Canal 12, Radio Corporación y La PrenCIA para justificar la distribución de las migajas que entregaba a colaboradores que se preguntaban dónde estaba realmente la marmaja, como de la misma manera lo hacían con la Cristiana Chamorro que recibió millonadas para la desaparecida Fundación de su madre y que después de ser descubierta no pudo justificar y menos sacar los siete millones de dólares que en tres cuentas del Banpro tenía en calidad de super huaca.
Aquí amigos estamos frente a un escenario donde no hay cómo perderse.
Estas pichurrias, miserias humanas, indigentes de la politiquería que come lo que come el pollo, perdieron la oportunidad de convertirse en una propuesta política que los insertara en los mecanismos civilizados que la constitución de la república les concedía para alcanzar espacios de poder, pero en vez de unirse, organizarse y competir se les ocurrió arrebatar lo que dejaron de merecer desde el 2007 que fueron desalojados de la cosa pública, después de 16 años de desgobierno del que salieron como ladrones, oportunistas, caníbales, vende patria, arrastrados del imperio y enemigos del pueblo al que empobrecieron, le negaron salud, educación, trabajo, vivienda, paz y dignidad y quienes lo hicieron son los mismos asaltantes y traidores que hoy nos quieren decir que son nuestros salvadores y libertadores y me detengo aquí un momento para preguntar;
¿Cómo salvar a los que estamos salvos, cómo liberar a los que somos libres?, por favor que alguien me explique porque quienes intentaron ponernos otra vez los grilletes de la esclavitud están fuera y ahí se quedaran.
Por: Moisés Absalón Pastora.