Salvo en algunas ocasiones puntuales (como en los primeros años de la restauración del capitalismo en Rusia luego de la traicionera destrucción de la URSS, y el evento pandémico del Covid-19), la celebración anual del Día de la Victoria sobre el fascismo -acaecida un 9 de mayo de 1945 acorde al calendario ruso- ha sido una constante, una fecha icónica muy esperada.
La formidable organización del desfile militar, la demostración del poderío técnico bélico, la presencia masiva de la ciudadanía y de altos dignatarios extranjeros invitados a la tribuna y el esperado discurso del líder de la nación (todo con un despliegue mediático global impresionante), además de conmemorar con agradecimiento y respeto a los más de 25 millones de víctimas soviéticas de la Gran Guerra Patria contra la Alemania nazi y sus secuaces, patentiza y advierte al mundo del gran peligro que encierra el neofascismo, el racismo, la intolerancia y la imposición.
Este año la conmemoración del 9 de mayo sobre el milenario empedrado de la Plaza Roja de Moscú, aunque siempre con el mismo alto grado de organización y ejecución, gran entusiasmo y patriotismo, fue más corto en el tiempo, exhibiendo menor cantidad soldados marchando (unos ocho mil, que a mi ver siempre resulta un número impresionante de hombres marchando concentradamente), menos vehículos y equipo militar rodando o volando.
Hubo un único discurso -corto y conciso- del presidente y jefe supremo de las FF. AA. de Rusia, V.I. Putin, quien junto a la importante presencia de siete jefes de Estado y gobierno de los países aliados en la Comunidad de Estados Independientes, finalizado el desfile se encaminó sobre sus propios pasos a brindar su respetuoso silencio y sus flores a la memoria de los caídos, frente a la llama eterna del Soldado desconocido.
Sin embargo, a pesar de que a los críticos, adversarios y enemigos de Rusia les parecieron muy pequeños los números de está celebración (que se apuraron a calificar peyorativamente y a sacar conclusiones en las que avizoran la derrota, aislamiento y decadencia de la gran potencia euroasiática), el mundo se percató de la verdadera e intrínseca importancia de la celebración del 78 aniversario de la Victoria sobre el nazismo.
La solitaria y orgullosa marcha sobre sus propias orugas del T-34 (verdugo de los blindados e infantería nazi), la ausencia de artillería y aviación en el desfile, no se debió a que Rusia no tenga más "novedades" tecnológicas o equipos y armamento modernos que mostrar, sino a que se encuentran combatiendo en el terreno en la última fase de la Operación Militar Especial (OME) o se guardan por miles, en sus abrigos, hangares, en los patios y bodegas de las fábricas donde se producen sin cesar, listos para la nueva etapa de la guerra contra Ucrania, contra la OTAN o contra quien sea.
El presidente apeló desde una perspectiva histórica a la unidad de su nación como clave para la victoria sobre cualquier enemigo. Sin embargo, sugirió valorar la colaboración de los pueblos y naciones durante la II GM para derrotar al fascismo y que hoy también podría ser fundamental para hacerlo de nuevo y preservar la paz.
La guerra, en la dimensión que se se avizora si no se habren caminos de diálogo, por primera vez ha sido mencionada como tal por el presidente Putin. Una guerra en la que todo el Occidente colectivo ( más de cincuenta países del rebaño de los yanquis) ya no oculta que están luchando militarmente en tierras ucranianas y en el plano económico y financiero a nivel global contra la Federación rusa, con el objetivo de derrotar, desmembrar y desaparecer a Rusia como potencia global y como país civilizado.
Y acá viene la otra clave: Rusia está preparada para el combate, para defender a su soberanía, a sus pueblos e integridad territorial.
No le asusta una guerra de suma cero contra el potencial nuclear liderado por el odio y la ambición anglosajona. Por eso detrás de aquel tanque de museo, este 9 de mayo, frente a las murallas del Kremlin han rodado demostrativamente las poderosas armas “del Juicio final”, los misiles balísticos, vectores nucleares que hoy no tienen parangón en el mundo por su efectividad letal y su velocidad que avergüenza a la del sonido y aflige y apura a los fabricantes del complejo industrial militar occidental.
Fue algo así como recordar que una potencia nuclear es imposible que sea derrotada por ningún país, mucho menos que pueda ser golpeada sin sufrir una respuesta de igual o mayor contundencia por otra potencia o alianza militar. Al final, el enemigo debe " de recordar quién fue el vencedor de la Gran Guerra Patria".
Debemos de tener presente que el golpe de Estado en Ucrania, los combates del 2014 y sobre todo las reales amenazas a la seguridad nacional de Rusia que dieron inicio a la OME, despertaron al gobierno ruso y a sus élites políticas y económicas del sueño capitalista y de la luna de miel con sus milenarios enemigos europeos, británicos y gringos.
El letargo económico, social y político de casi tres décadas inducido desde el Estado profundo occidental, sus tanques de pensamiento, organizaciones no-gubernamentales, sistema financiero, comunidad de inteligencia y la ambición de las neo-oligarquía rusa se manifestó muy efectiva y profundamente tanto en una entrega total al consumismo del “libre mercado”, a la cultura del individualismo, de la ambición, del culto al dinero y las cosas.
El ciudadano ruso, bombardeado desde el márquetin y el poder mediático pasó a ser un empleado de las transnacionales, abandonó su cultura, su historia y su orgullo nacionalista, mientras las élites se enriquecieron vendiendo toda la riqueza nacional a los extranjeros, ayudando a consolidar la industria y el alto nivel de vida de otros Estados como Alemania, Francia, Países bajos, los escandinavia y de todos sus vecinos, dejándole al país migajas, desempleo, desindustrialización y empobrecimiento.
El liberalismo y el capitalismo convirtieron a Rusia en un país de segunda categoría, proveedor de materias primas (la “gasolinera de Europa” le llamaban hasta hace poco) a la vez que su balanza comercial negativa en productos de primera necesidad, alimentos, tecnología, incluso en muchos rubros de la industria ligera y pesada se convertía en una constante.
La industria automovilística y de equipos pasó a manos de las compañías extranjeras como muchas otras.
La industria militar (principalmente en manos privadas) se desbalanceó, dedicándose a productos de mayor demanda en el extranjero, lo que también se manifestó en un atraso muy notorio en la modernización de las Fuerzas Armadas que también se vieron reducidas en número y calidad por bajos presupuestos de Defensa, las leyes que favorecieron la creación de un Ejército pequeño, “profesional” y sin servicio militar obligatorio.
Se degradó conscientemente el estatus de potencia militar, mientras los enemigos agazapados pero atentos se frotaban las manos.
En la euforia capitalista, "paneuropeista" y de " pipencia" con los halcones de la OTAN y las agencias de inteligencia occidentales.
Los traidores al legado ruso y soviético no se percataron que seguía siendo cautelosamente rodeada en un círculo agresor, que países viceralmente enemigos como el Reino Unido, Polonia y Alemania iban siendo preparados para la agresión abierta, que la población -principalmente del norte global- estaba siendo intoxicado de rusofobia y que Ucrania era carcomida intencionalmente por el neofascismo y afilada por la OTAN como su punta de lanza contra Rusia.
Putin y un círculo muy importante de miembros de la elite política se dieron cuenta del peligro, alertados por voces de patriotas que desde la sociedad nunca dejaron de advertir que Occidente afilaba sus cuchillos contra Rusia.
El asunto, ha dicho él, no es salirse del mercado, ni abandonar el liberalismo y volver a “viejas ideologías”, sino reencontrar a Rusia con su nacionalismo ancestral, su forma de ser, su cultura, su espíritu de pueblos unidos y amables y la unidad de toda la nación frente a los enemigos y retos.
El gobierno fue tomando importantes medidas como la modernización de las FF AA y la revisión del poderío económico nacional, a la vez que trataba de involucrar a la ciudadanía en este esfuerzo por salvar a la patria y volver a ser una gran nación.
Para recobrar el orgullo por los logros históricos, por ser hijos de un Estado vencedor, Putin recurrió a la épica, a las victorias de las armas rusas a través de los siglos, principalmente la mayor de todas: La Victoria de la FF AA y los pueblos de la URSS sobre el fascismo alemán y la liberación de media Europa por los soldados soviéticos.
Hoy, el 9 de mayo vuelve a ser una fecha más que mítica y heroica, inspiradora, como lo fue aquel 9 de mayo de 1942, el cual se celebró bajo bombardeo y cerco enemigo a Moscú por las hordas hitlerianas. Entonces desde la Plaza Roja los soldados y la técnica marchaban directamente a defender su amada capital.
En la celebración del 78 aniversario de la Victoria sobre el fascismo, Putin reconoció que el país está en guerra no solo contra el neofascismo ucraniano y europeo, sino en contra de la OTAN, de los Estados Unidos y muchos otros gobiernos títeres del imperio, por eso no hay tiempo para discursos largos, para desfiles kilométricos ni para enseñar la técnica militar más moderna y letal del mundo. No. La cosa es más seria.
Pese a “las viejas ideologías”, mencionadas alguna vez con cierto desdén por el presidente Putin, todos nos alegramos por escuchar de nuevo desde la más alta tribuna de Rusia el poderoso himno de la URSS, del resurgir a lo largo y ancho de Rusia de estatuas y grandes fotos del más grande líder que han tenido los pueblos de Rusia: Iósif Vissariónovich Dzhugasvily, mejor conocido como STALIN.
De alguna manera la guerra ha salvado a Rusia de su debacle y ojalá ayude a encontrar verdaderos caminos de paz en la multipolaridad y quién sabe si talvez ( ya que Stalin y el símbolo de la hoz y el martillo están siendo reivindicado por los pueblos) reoriente el desarrollo de la Gran Rusia de nuevo hacia un proyecto sociopolitico y económico nacional menos "liberal".
Rusia vencerá.
Edelberto Matus.