El 31 de enero se reunió en el Parlamento Europeo el Foro Post-Rusia de Naciones Libres para celebrar su quinta sesión. El grupo presentó en Bruselas su proyecto de “descolonización y reconstrucción” de Rusia, patrocinado por los miembros polacos del Partido de los Conservadores y Reformistas Europeos.
Anna Fotyga, eurodiputada y antigua ministra polaca de Asuntos Exteriores, que ha participado en los trabajos del Foro desde su creación, recordó su misión fundacional: “Como en el caso del Tercer Reich alemán, la Federación Rusa, como amenaza existencial para la humanidad y el orden internacional, debe sufrir cambios drásticos.
Es ingenuo pensar que Rusia, definitivamente derrotada, permanecerá en el mismo marco constitucional y territorial.
La comunidad internacional no puede adoptar una postura cómoda a la espera de acontecimientos, sino que debe emprender una […] refederalización del Estado ruso, teniendo en cuenta la historia de su imperialismo y respetando los derechos y deseos de las naciones que lo componen”.
Pocos días antes de comenzar la reunión, para calentar el ambiente, la polaca publicó un artículo titulado “La disolución de la Federación Rusa es mucho menos peligrosa que dejar que la gobiernen los criminales” (*).
Entre los ponentes del último foro se encontraba el polaco-estadounidense Janusz Bugajski, antiguo asesor de los Departamentos de Estado y Defensa, a quien se ha llamado sin razón “el nuevo Brzezinski”. Su último libro, “Failed State.
A guide to Russia’s Rupture” se ha encontrado en el punto de mira de la prensa rusa, presentado como un breviario de los planes estadounidenses para desmembrar Rusia fomentando el separatismo.
Desde su inauguración el 8 de mayo en Varsovia, el Foro ha ganado notoriedad y miembros.
El primer mapa elaborado por el grupo, publicado el 22 de septiembre por una revista italiana, proponía una implosión de Rusia de la que surgirían más de treinta Estados diferentes, delineados según líneas étnicas y culturales dispares.
El cambio más importante es la reducción del tamaño de la región de Moscú en favor de nuevos proyectos étnico-nacionales.
Por ejemplo, algunos representantes de las regiones de Pskov y Tver (antiguos principados no representados en la versión anterior), así como de la región de Smolensk/Smaland, anunciaron el nacimiento de la “Plataforma de Kryvy Oriental”, una agrupación creada con el objetivo de “integrar a los pueblos del Gran Báltico” e inclinarse “hacia la variante europea oriental de la vía euroatlántica, que implica la preservación de la identidad y los fundamentos culturales y demográficos de los países y pueblos”.
En la nueva versión del mapa, las repúblicas caucásicas de Ingusetia, Osetia y Kabardino-Balkaria también ganan espacio y fronteras específicas.
Según sus propios autores, este mapa matriz está abierto a variaciones potencialmente infinitas. Siempre y cuando sirvan a un único propósito: idear “estrategias para un desmantelamiento controlado, constructivo y no violento del último imperio colonial en Europa”.
Los separatistas rusos y sus portavoces euroatlánticos no son los únicos que realizan este tipo de ejercicios cartográficos.
En una pared del despacho del jefe de la inteligencia militar ucraniana, Kyrylo Budanov, fotografiado por los periodistas durante una entrevista, se encuentra un mapa en color y, dibujadas con rotulador, las líneas divisorias de Rusia imaginadas por Kiev sustituyen a las actuales fronteras: Japón se queda con las islas Kuriles, Alemania con Kaliningrado (Königsberg), Finlandia con Carelia, y parte del noroeste ruso. China incluye toda Siberia y el Lejano Oriente.
En la parte central de la actual Federación Rusa debería surgir una “República de Asia Central”, con el nombre de Char. Rusia propiamente dicha, decapitada de su cabeza oriental, se queda con el territorio marcado por las letras РФ (RF).
En correspondencia con el Cáucaso, se lee “Ichkeria”, nombre de la república separatista chechena proclamada en 1991, así como el territorio que el parlamento ucraniano reconoció recientemente como “ocupado temporalmente” por los rusos, lo que Zelensky ya había hecho con las islas Kuriles.
Las fronteras ucranianas incluyen no sólo Donbass y Crimea, sino también las regiones de Kursk, Belgorod y Kuban. A Budanov le preguntaron si el mapa representaba los planes de expansión territorial de Kiev una vez restablecidas las fronteras de 1991.
Su respuesta fue críptica: “Cada uno ve lo que quiere ver. Quizá sea un indicador aproximado. O quizá no”.
Si el primer mapa divide el cuerpo de Rusia a lo largo de líneas étnicas y según el criterio “indígena” de los derechos históricos, el segundo recuerda los proyectos de partición de Eurasia en esferas de influencia elaborados por cierta corriente estratégica del imperialismo estadounidense.
Unos y otros (polacos, ucranianos, estadounidenses y separatistas étnicos) imaginan diferentes geometrías de desintegración, en función de sus respectivas proyecciones geopolíticas.
Lo más importante a destacar, aparte de la verosimilitud de los escenarios previstos, es precisamente la creciente resonancia de cartografías similares, signo de la recuperación de la dimensión espacial en los planes de los imperialistas.
(*) https://www.euractiv.com/section/politics/opinion/the-dissolution-of-the-russian-federation-is-a-far-less-dangerous-than-leaving-it-ruled-by-criminals/
https://mpr21.info/los-planes-imperialistas-para-desmembrar-rusia/