El 14 de 1979: En Nueva Guinea, durante las acciones desarrolladas por la Columna “Jacinto Hernández”, cayeron heroicamente los compañeros: Martha Cruz “Susana” y Juan de Dios Jorge.
Homenaje a los compañeros de la Columna “Jacinto Hernández” Honor y gloria a nuestros héroes y mártires
Por: Jossy Alemán (1980)
Partimos alegres, a liberar Orión,
enviados a cubrir de estrellas el valle.
Entre el silencio de la noche y la luna
pasaban nuestras sombras, una por una
vestidos de verde olivo y armaduras al talle,
nosotros, los felices hijos del gran Sión.
¡Qué orgullo, dijo Ernesto, somos noticia!
¡El pueblo, verdaderamente nos necesita!
Decía el Comandante, con el hambre en los labios
y Rosendo asistía con porras, las palabras del sabio.
Más a lo lejos, la música estrépita de la metralla
marcaba las notas, de la macabra noche de ofrenda.
¡El cerco hay que pasar! Domingo inquiría.
despliéguense sin parar y a los lados no deben mirar.
Esperemos los morteros, que Coco va a detonar,
¡Pum Pum Pum!
Con golpe de tambor, el enemigo va a morir
Pero esa noche, la victoria nos vio vivir.
Fuimos obligados a beber un amargo vino
Mientras cansados, bailábamos en la pista del amor,
fue allí, donde hubo el rítmico tableteo
también el tronar del duro zapateo
y el rugir de la terrible música del terror.
Eran los 15 años de la niña héroe y la noche,
se llenó de sangre de los hijos de Sandino.
Dije: ¡Vámonos muchachas, no podemos continuar!,
“iré con los Comandantes” dijo Verónica, con ingenua hermosura.
Susana se fue triste, quedo atrás vacía y desesperada.
Verónica partió con los Comandantes, con orgullo y sin ternura,
Y Susana, cruelmente asesinada, mortalmente humillada
y no la pude ayudar a ninguna, no pude hacer nada.
Así fueron cayendo las sombras, una tras una,
De los hijos de Sandino en la tierra de Orión,
Aquellos que fueron a llenar el valle de estrellas
y volvieron con el corazón y las almas llenas
con las duras balas, en la noche de la decepción.
Nueva Guinea era la sombra del hastío,
la muerte y el odio en comunión.
Donde los recuerdos pasan, pero quizás, no pasan
porque son una hoguera, a la que siempre le queda brasa,
por culpa de la cruel y mortal ambición.
Adiós a todos mis compañeros del alma,
nunca jamás los he de olvidar.
Portando sus ropajes verdes y sus armaduras
con sus ojos en la tierra llenos de estrellas,
y sus cuerpos inertes, brotando raíces, por los que ayer lloré,
hoy me hacen decir, nos volveremos otra vez a encontrar.