Finalmente, el invierno ha llegado a su fin y la esperada ofensiva arrasadora rusa nunca llegó.
Sí, hemos podido presenciar un avance lento, pero firme en el área más fortificada del Donbass, prácticamente apoderándose de Bajmut (Artemovsk en ruso) y amenazando con cercar Avdíivka.
La ofensiva rusa se basa en el empleo de las tropas de Wagner como ariete, sin apelar a las tropas regulares rusas y a los famosos chechenos de Kadirov, quienes no tienen un papel estelar como en las primeras etapas.
Rusia ha determinado el uso de una táctica de avances pausados con un doble objetivo, disminuir las bajas propias y aumentar el daño a las de las tropas de la OTAN bajo la bandera de Ucrania.
La Inteligencia Británica, extraña fuente que orgullosamente utiliza con suma frecuencia la prensa occidental, repite cíclicamente que Rusia está agotada, que su ejército es ineficiente, que las armas rusas son obsoletas y demás hechos que no se sostienen cuando vemos la realidad.
Rusia se enfrenta a los 28 países de la OTAN, más los que se intentan sumarse y países amigos, cerca de 40 naciones.
A pesar de ello, Rusia ha tenido siempre la iniciativa militar y luego de trece meses sigue marcando el paso de la contienda. Tal vez la pregunta más adecuada sería si Rusia quiere realmente ganar la guerra contra Ucrania, porque su enfrentamiento en verdad es con Occidente, es decir, el mundo anglosajón, más su periferia, y es vital.
Rusia ha venido enfrentando las ciudades fortificadas ucranianas desde Mariúpol hasta las mencionadas Bajmut y Avdíivka.
Luego del avance inicial, las tropas retrocedieron y se concentraron en los territorios rusoparlantes y desde allí han infligido enormes daños a las tropas enemigas. Moscú bien podría haber realizado una ofensiva con todo su poderío arrasando al régimen de Kiev, pero además de las posibilidades de choque con la OTAN, hay un punto que es el que queremos plantear para tratar de entender la estrategia rusa.
Putin sabe que en realidad está enfrentando a todo el Occidente Colectivo, que en su conjunto tiene un enorme potencial militar, además de contar con armas nucleares.
La decisión de la OTAN de desmembrar a Rusia no es un secreto, se multiplican los indicios, desde el avance sobre las fronteras rusas hasta el estímulo de los procesos de decolonización actuales para dividir a la Federación, en al menos 35 estados menores.
Enfrentar ese monstruo militar y económico requería tiempo y una estrategia clara.
Las sanciones efectuadas han sido esperadas y resueltas de forma tal que Rusia ha conseguido un superávit récord desde el inicio del choque armado.
Económicamente, Rusia tiene posibilidades de autosostenerse y además cuenta con el apoyo de países como China. Por ese lado está blindada.
El segundo aspecto a considerar es que Occidente en su derrumbe busca la guerra como forma de detener el proceso de pérdida de hegemonía. No podemos desconocer las distintas corrientes políticas internas, como sucede con el trumpismo en EE. UU., que se oponen al choque con Rusia.
Convencer al establishment en su conjunto y a las propias fuerzas armadas de la necesidad de una guerra con Rusia, no es algo menor y debe contar con justificativos válidos para quienes se oponen.
Rusia tiene la oportunidad de agudizar esas contradicciones mientras se sigue fortaleciendo y debilitar paralelamente al aparato militar e industrial asociado, de sus enemigos atlantistas.
La estrategia parece ser involucrar en forma dosificada a la OTAN al conflicto en Ucrania en un terreno y condiciones sumamente adversa. Las fuerzas navales, su mayor desarrollo militar, están muy limitadas para actuar y carece de la oportunidad de enviar sus tropas directamente, al menos.
Las propias desavenencias internas, los problemas económicos y las sociedades deconstruidas de Occidente presentan una gran oportunidad para que Rusia genere un caldero, un crisol donde fundir las potencialidades de ese mundo atlantista.
Un avance demoledor cerraría el conflicto, sin embargo, un avance provocador, pero a la vez con pequeñas fisuras que la propaganda del enemigo agiganta naturalmente, le permiten a Putin conseguir que la OTAN vaya enviando equipos, armas y municiones a Kiev.
La propia escalada en el tipo de armamentos y la cantidad y alcance ha sido gradual, permitiendo que el Ejército ruso vaya destruyendo metódicamente el arsenal y debilitando las estructuras militares de la organización.
Vemos sin esfuerzo las advertencias de militares de estadounidenses sobre los problemas que se presentan y que la prensa trata de ocultar.
La OTAN se ha quedado con escasas municiones, ha perdido todo el arsenal en Europa del Este de la época soviética, pero lo más grave es que ha demostrado que su capacidad de producción de insumos militares es menor a la de Rusia en soledad, quien cuenta además con la posibilidad de apoyos de Irán, Corea del Norte y China.
Paralelamente, Moscú ha generado tensiones en el bloque enemigo, naturalmente surgen diferencias y la actitud de Washington de subordinar a países como Alemania a sus necesidades son una bomba de relojería a punto de estallar.
Las presiones internas son un escenario de sanciones económicas que se han comportado como un bumerán, la pérdida de mercados y poder adquisitivo, sumados a los países petroleros que no se pliegan a las órdenes anglosajonas, crean un entorno que emplaza a la estrategia de utilizar a Ucrania como ariete.
El Occidente Colectivo no puede sostener indefinidamente el esfuerzo militar en Ucrania y el económico, sin debilitarse y agrietarse.
Rusia sabe que el territorio es secundario en su estrategia y llegará como consecuencia de su triunfo final, mientras tanto, lo usará según sus necesidades para destrozar las fuerzas enemigas.
Los retiros parciales de Moscú pueden responder no a un error de cálculo, sino en realidad una planificada estrategia.
No es esto un consuelo de tontos como los propagandistas de la OTAN esgrimen cuando se explica esta posibilidad, si Rusia ha sido capaz de tener planes de contingencia para ridiculizar las sanciones y hasta haber comprado una flota de 300 petroleros a armadores griegos.
Esta flota le permitió burlar el bloqueo petrolero, haciendo fracasar la estrategia atlantista.
Esto lo hizo subrepticiamente mientras Occidente anunciaba sanciones que no serían efectiva simplemente porque Putin se anticipó, debemos pensar que existe una gran posibilidad de que lo que vemos está cuidadosamente planificado.
Rusia en su historia ha sabido siempre utilizar las guerras de desgaste, aun en condiciones de ataques relativamente sorpresivos. Putin ya había comenzado a advertir a Occidente sobre su política en el 2007, por lo que ha contado al menos con 15 años de anticipación para el choque.
Si se preparó en todo los terrenos para ello, es llamativo que en el militar solo sea improvisación como nos dice la prensa occidental.
Rusia ha creado calderos donde funde las armas y equipos de Occidente mientras emplea las sanciones en su beneficio al bloquear la entrega de materias primas claves para la industria militar como el titanio o el antimonio, entre decenas de componentes claves.
Un Occidente que se había dedicado a la especulación financiera y a construir un mundo de papeles que eran muy útiles mientras las naciones obedecían sus órdenes. Pero fue suficiente que Rusia dijera basta para que se viera qué en realidad el Rey estaba desnudo.
Tras la brecha que abre Rusia, se suman otras naciones incómodas con la situación de hegemonía de EE. UU.
China ha comenzado a demostrar públicamente que sus amores están en Moscú, Arabia Saudí llega a un acuerdo impensado con Irán y se constituye en una tormenta para Israel, el aliado occidental que prefirió seguir en esa posición a sumarse a las huestes multipolares.
Asimismo, conforma una base sobre la cual China va a desplazar al dólar del comercio petrolero de Medio Oriente.
La India sigue haciendo negocios extraordinarios con el petróleo ruso, pese a los deseos de Occidente, Turquía vacila y si Erdoğan ratifica su liderazgo en las próximas elecciones podemos ver sorpresas. El mundo no Occidental comienza a rebelarse.
El Gobierno de Chad ha declarado la nacionalización de todos los activos y derechos, incluidos los permisos de explotación y producción de hidrocarburos, que pertenecían a una filial de la petrolera estadounidense ExxonMobil, quien intentó a las apuradas vender su parte, algo que la nación africana rechazó.
¿Se necesita mucho más que esta noticia para comprender el derrumbe de Occidente?
Evidentemente no, Rusia con su política de desgaste está erosionando a su verdadero enemigo anglosajón. La creencia inicial de que Occidente iba a ganar la guerra por el desgaste a que sometía a Rusia se ha marchitado en apenas 13 meses.
Las ideas occidentales de acuerdos de paz solo evidencia que al igual que un boxeador que ha recibido un golpe demoledor, busca una tregua para recuperarse.
Sería muy extraño que Rusia cediera en estos momentos, seguirá seguramente a fondo lentamente. Putin no puede acelerar los tiempos porque la caída anglosajona se debe dar de forma tal de no arrastrar al mundo a una guerra nuclear.
Las presiones sobre China no tuvieron resultado, el plan de paz es bastante justo, y por ello inaceptable para Occidente que se vería derrotado públicamente.
Por ello Putin dice sí, pero el problema no soy yo, es Zelensky, mientras funcionarios de los EE. UU. dan declaraciones de apoyos militares a Ucrania. Los dos bandos quieren parecer los pacificadores, pero en sus propias condiciones, Putin quiere ir a fondo contra las estructuras atlantistas, ese es su objetivo.
Si ahora hace un alto debe ser en condiciones suficientemente claras para que el mundo entienda que la OTAN fue derrotada.
Eso aceleraría un efecto cascada con la salida del dólar y precipitaría la caída final. Occidente quiere dar una imagen de paz, pero a la vez demostrar que aplastó a Rusia, para evitar ese efecto mencionado.
Mientras se mantiene esta situación, Rusia sigue su acción demoledora, sabe que el tiempo juega a su favor.
Lula, luego de comunicarse con Biden y los principales líderes de Occidente, anuncia un viaje a China con un mensaje de crear un “Club por la Paz”, donde Beijing se mantenga neutral.
Las cartas quedan claras, entonces, Lula es el portavoz de la propuesta occidental de alejar a China de Rusia.
El mandatario brasileño ha rechazado la presidencia del BRICS este año, mientras aceptó la del G20, el hecho habla por sí solo.
Brasil sigue perteneciendo a la órbita de EE. UU. y la salida de prisión de Lula solo se pudo haber dado con la aprobación de Washington, lo mismo que la victoria en una elección con un escrutinio inexistente ante las denuncias de fraude.
Probablemente, la respuesta de China seguramente sería un agradecimiento seguido por invocaciones a los deseos de paz, pero su política ha sido sellada con el viaje a Moscú de Xi.
Sin embargo, algo parece haber cambiado y el discurso de Beijing se ha venido endureciendo en los últimos días.
En esta oportunidad, algo pasó porque Lula suspendió el viaje indefinidamente aduciendo problemas de salud. Debemos tener en cuenta que su ministro Haddad también canceló su viaje a China y la agenda del presidente brasileño parece que se enfocará a cuestiones internas de Brasil.
El viaje incluía además una serie de acuerdos comerciales y tecnológicos, y la explicación de una neumonía, que, sin embargo, permite continuar con su actividad política, parece en realidad responder a una negativa de China a desempeñar el papel esperado.
Habitualmente ese tipo de iniciativas se consensúan entre las Cancillerías de ambos países para que luego no haya diferencias entre presidentes. En este caso es bastante probable que el anuncio de Lula fuera unilateral y eso causó malestar en el país asiático.
Existe la posibilidad de que la cancelación haya sido por la presión de Washington, pero si consideramos todo el contexto, no parece probable.
EL BRICS es en realidad el RICS, la posición de Brasil hoy es de subordinación a Washington y sus políticas globalistas, Rusia lo sabe y por eso, pese a la victoria de Lula y su progresismo, las apuestas de Moscú bajaron de tono.
Putin ha trabajado largamente con Turquía para tenerla en una posición cercana, hará lo mismo con Brasil, pero el eje de sus intenciones no pasarán por el BRICS, al menos hasta que en ese país se produzca un cambio profundo.
En Rusia hay esperanzas en que la guerra termine antes de fin de año.
Algo que bien ese país puede hacer si realmente quisiera, pero hoy la mejor opción parece ser seguir creando esos calderos ucranianos que consumen las capacidades de Occidente.
Para ello, Moscú debe mantener una apariencia de debilidad que incite a la OTAN a enviar más y más armas, sin embargo, con cuidado de que esto no dañe su población.
La respuesta está implícita, Londres, que se encuentra totalmente alineado a diferencia de los EE. UU. detrás de su objetivo, sospecha que Rusia está jugando al juego de desgaste en una posición de comodidad.
Si esas municiones se utilizan en el campo de batalla, contaminarán territorios que hoy Rusia ha incorporado a su soberanía y afectará a sus ciudadanos.
¿Podrá, si eso sucede, seguir el plan de destrucción lenta y sistemática de Putin o debería dar respuestas internas ante el reclamo de actuar?
Las palabras de Medvédev son una guía que debemos seguir porque es quien dice lo que Putin piensa pero no verbaliza.
Ante los dichos de Annabel Goldie, ministra de Defensa británica, de que enviará los tanques con esa municiones, el ruso respondió que “Ucrania necesita evaluar las consecuencias del uso de uranio empobrecido y considerar si abrir la ‘Caja de Pandora’ y permitir que Occidente proporcione tales municiones”.
A propósito, Annika Klose, diputada alemana, visitó a la Argentina en la semana de los festejos por el 8M y dijo «Los partidos progresistas necesitan más participación de mujeres».
¿Será ese el problema?
Por Marcelo Ramírez
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