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Ana Belen Montes, la súper espía que amaba a los sandinistas


Después de 20 años en prisión, este mes de enero fue liberada la norteamericana Ana Montes, una espía cubana que se infiltró en las más altas esferas de seguridad de Estados Unidos para servir a los sandinistas en los años 80. “Es la espía que más daño le ha hecho a Estados Unidos desde la Segunda Guerra Mundial”, dice un experto.

Ana Belén Montes, la espía cubana que se infiltró en la inteligencia estadounidense y ayudó a los sandinistas en la guerra de los ochenta.

En Estados Unidos le apodaron “La reina de Cuba”. Y en la isla hizo valer el apodo con su trabajo de espionaje. Ana Belén Montes se convirtió en la principal analista de temas políticos y militares dentro de la Agencia de Inteligencia de Defensa de Estados Unidos (DIA, por sus siglas en inglés), entre 1985 y 2001, y a su vez espiaba para la inteligencia cubana.

Cuando fue descubierta, reveló que una de sus principales tareas había sido ayudar a los sandinistas en la guerra civil de los ochenta recogiendo información sobre la Contrarrevolución, que era financiada por Estados Unidos, además de los planes militares de ese país con respecto a Nicaragua.

Montes fue detenida el 21 de septiembre de 2001, 10 días después del ataque a las torres gemelas en Estados Unidos, y ella misma negoció con las autoridades estadounidenses un acuerdo en el cual colaboraría con los investigadores con la condición de no recibir una pena superior a 25 años de cárcel.

El pasado siete de enero, Montes fue liberada después de 20 años de prisión. Sin embargo, permanecerá bajo supervisión durante cinco años más.

En su carrera como analista de la DIA, Montes recibió al menos 10 reconocimientos especiales por su trabajo incluyendo un Certificado de Distinción de Inteligencia Nacional, uno de los más importantes que se otorga en Estados Unidos.

En la DIA, tuvo acceso a los archivos más clasificados de Estados Unidos durante 16 años, y todo eso se lo dio a conocer a La Habana. “Ella está entre los espías más importantes que el gobierno de Estados Unidos ha arrestado desde la Segunda Guerra Mundial y es una de las que más daño ha causado en la historia moderna de este país”, dijo Peter Lapp a BBC Mundo, uno de los agentes del FBI que la investigó.

Ana Belén Montes siendo condecorada por el exdirector de la CIA, George Tenet.

Ana Montes es hija de padres puertorriqueños. Nació en 1957 en una base militar estadounidense en Alemania, donde su padre trabajaba como médico. Años después, la familia se mudó a Maryland en donde ella terminó su secundaria, según narra el periodista Jim Popkin en su libro “Nombre en clave Blue Wren: la historia de la espía cubana Ana Montes”.

La mujer entró a la Universidad de Virginia para estudiar Relaciones Internacionales y en 1977 viajó a España como parte de un intercambio. Ahí, se hizo amiga de una mujer llamada Ana Colón y con ella participaría en manifestaciones antigubernamentales casi todas las semanas. Esas protestas, en parte, eran contra el gobierno de Estados Unidos que había apoyado a la dictadura franquista.

“Había un sentimiento muy (cargado) contra Estados Unidos. Era la primera vez que estaba expuesta a tantos sentimientos contra Estados Unidos. Y despuésde cada protesta, Ana me explicaba las atrocidades que el gobierno de los Estados Unidos solía hacer a otros países”, contó Colón años después.

En España, Montes también conoció al argentino Ricardo Fernández Eiriz. “Se enamoró profundamente de Ricardo y aprendió de primera mano cómo Estados Unidos maltrataba a sus vecinos latinoamericanos y frecuentemente apoyaba a dictadores brutales que asesinaban, torturaban y secuestraba a izquierdistas y otros activistas a favor de la democracia”, narra Popkin en su libro.

La pareja solía discutir mucho sobre política y Montes cada vez se juntaba más con personas que odiaban a Estados Unidos. Una investigación de la CIA sobre el caso de Montes indica que “ella veía a varios partidos comunistas europeos como los más capaces de responder a las necesidades sociales de la población. 

Sus primeras simpatías pueden haber aumentado su deseo posterior de ayudar a un gobierno comunista, como el de Cuba”.

Ana Montes tiene 65 años y permanece en Puerto Rico bajo estricta vigilancia de Estados Unidos.

Primera misión: Nicaragua

La primera misión que La Habana le encargó a Montes en 1984 fue averiguar todo lo relacionado a la guerra en Nicaragua desde la óptica norteamericana. Todo empezó después de que llegó de España.

Montes trabajó unos meses en Puerto Rico como recepcionista de una firma de abogados y pronto un conocido le habló sobre un puesto como mecanógrafa que había disponible en el Departamento de Justicia, en Washington.

Para entrar a trabajar en el gobierno, Montes debía pasar por una evaluación previa del FBI. Según Popkin, el FBI no se dio cuenta de la relación que la mujer tuvo con el izquierdista argentino, y mucho menos se percataron de su odio naciente por Estados Unidos.

Montes, más que por espiar, entró a trabajar en el gobierno norteamericano porque necesitaba un empleo. Su faceta de espía llegaría después.

Mientras trabajaba en el Departamento de Justicia, Montes empezó a estudiar una maestría en la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados (SAIS, por sus siglas en inglés) de la Universidad John Hopkins. Era inicios de los ochenta, y la guerra en Nicaragua entre sandinistas y Contras estaba comenzando.

“Fueron las políticas de Reagan en Nicaragua la mayor afrenta para la mayoría de los estudiantes de SAIS en la década de 1980. Ana y muchos de sus compañeros de clase estaban cautivados por los sandinistas (…) Esos mismos estudiantes de SAIS sentían igualmente repulsión por el apoyo de la administración Reagan a la Contra, los rebeldes contrarrevolucionarios respaldados por la CIA que intentan derrocar a los sandinistas. Los violentos excesos de los Contras de Reagan en Nicaragua, en lo que se convirtió en una guerra de poder entre Cuba y Estados Unidos, solidificaron la mentalidad de Ana”, explica Popkin.

En SAIS, Montes conoció a Marta Velásquez, quien era otra puertorriqueña que ayudaba a los cubanos a “detectar, evaluar y reclutar ciudadanos estadounidenses que ocupaban puestos sensibles de seguridad nacional o tenían el potencial de ocupar tales puestos en el futuro, para servir como agentes del servicio de inteligencia cubano”, dice una investigación del Departamento de Justicia.

Velásquez y Montes eran compañeras de clases, y cuando la recluta escuchó a la joven criticando abiertamente la política exterior de Estados Unidos, además de su simpatía por los sandinistas, y sobre todo, que tenía un puesto en el Departamento de Justicia, Montes se convirtió en el blanco perfecto.

Marta Rita Velásquez Hernández actualmente es prófuga de la justicia en Estados Unidos. Vive en Suecia desde que Montes fue descubierta en 2001.

Las dos se hicieron muy cercanas y en 1984, Velásquez lanzó el anzuelo mientras cenaban en un restaurante. “Tengo amigos que pueden ayudarte a asistir al pueblo nicaragüense desesperado. Necesitan a alguien que traduzca artículos de noticias en español sobre Nicaragua al inglés, y les encantaría conocerte”, le dijo.

“Ana no fue tonta. Debía de tener una idea de que así era como funcionaba, cómo uno se convierte en agente de una potencia extranjera”, apunta Popkin en su libro. El 16 de diciembre de 1984 fue el día en que Montes se reunió por primera vez con un agente cubano en un restaurante en Manhattan, a plena luz del día.

Velásquez la llevó y después de un intercambio de palabras, el cubano la aprobó y Montes “aceptó sin vacilar trabajar con los cubanos para ayudar a Nicaragua”, informó en otra investigación el Departamento de Defensa de Estados Unidos.

El 29 de marzo de 1985, Montes y Velásquez viajaron a España para unas “vacaciones”, pero cuando aterrizaron en Madrid, un agente cubano les dio pasaportes falsos con los que se movieron a la desaparecida Checoslovaquia y con otro par de pasaportes falsos, viajaron a Cuba.

Estuvieron dos semanas en la isla en un curso de espionaje que les dio la Dirección de Inteligencia de Cuba, en donde aprendieron a comunicarse de manera encubierta con sus superiores y a recibir mensajes encriptados por radio de onda corta. También, practicaron a ser seguidas y a perder el rastro de sus perseguidores.

Incluso, les enseñaron una técnica con la cual podían mentir sin ser detectadas por un detector de mentiras.

Las mujeres regresaron a Estados Unidos por la misma ruta que llegaron, y Montes, a pesar de que ya tenía acceso a archivos clasificados del Departamento de Justicia, llevaba una nueva misión: infiltrarse en una de las agencias que le permitiera conseguir información particularmente sobre la guerra en Nicaragua.

Montes tenía claves para descifrar los mensajes que le llegaban de La Habana. Estaban escrito en un papel especial que se destruía fácilmente con el agua.

El 30 de septiembre de 1985, Montes comenzó a trabajar como analista para la DIA, el principal órgano de inteligencia militar extranjera de Estados Unidos. Su trabajo consistía en presentar informes sobre los Ejércitos de los países centroamericanos y sus capacidades de inteligencia política.

Para la administración de Ronald Reagan era una tarea crucial, debido a las guerras que había particularmente en Nicaragua y El Salvador. Dos días después de entrar a la DIA, sus superiores le otorgaron una autorización de alto secreto con la cual Montes tendría acceso a varios archivos clasificados.

Pero eso no fue todo. “Los nuevos jefes de Ana solicitaron formalmente que se le otorgara autorización de SCI, incluso más alta que “alto secreto”, lo que le daba acceso a algunos de los secretos mejor guardados del Departamento de Defensa. Sorprendentemente, solo cuatro meses después de poner un pie en DIA, a Ana se le otorgó una exención y se le permitió leer documentos de SCI sobre El Salvador, Nicaragua y las operaciones militares de EE. UU. en esos países”, relata Popkin.

En la DIA fue escalando de puesto muy rápido y en 1988, Montes se convirtió en la analista principal de la agencia para El Salvador, y posteriormente para Nicaragua. Mientras más ascendía, a mayor información clasificada tenía acceso.

Mientras trabajaba en la agencia, Montes se reunía con los agentes cubanos en ciertos momentos de la semana. Tenía que viajar a Nueva York para verlos, lo cual significaba un riesgo porque esos agentes eran miembros de misiones diplomáticas en Naciones Unidas, a los cuales el FBI mantenía vigilados. 

Por ello, Montes solicitó que las reuniones fueran en Washington y con nadie vinculado a la diplomacia cubana.

Los cubanos aceptaron y Montes se veía con una persona en un restaurante chino cada dos o tres semanas.

En las primeras reuniones, Montes entregó una guía telefónica de la DIA y fotografías clasificadas, pero sacar documentos de la agencia representaba un riesgo porque los guardas revisaban bolsos aleatoriamente y podían descubrirla, de manera que, se le ocurrió una ingeniosa idea.

Montes empezó a leer los documentos y memorizó toda la información importante al pie de la letra, para después transmitírsela a los cubanos. Incluso compró un libro sobre técnicas de memoria que enfatizaba en el uso de mnemónicos, visualización y repetición de frases clave. “Se cree que Ana leyó decenas de miles de documentos altamente clasificados en su carrera”, apunta Popkin.

Montes fue detenida en septiembre de 2001 y el juicio en su contra se llevó a cabo en 2002. 

Ella misma confesó haber espiado para los cubanos y colaboró con la investigación.

Marta Velásquez había logrado infiltrarse como abogada en la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés). 

En 1988, USAID la envió a trabajar a la embajada estadounidense en Managua.

Pero antes de irse a Nicaragua, Velásquez y Montes rompieron su amistad de manera pública. 

Según la investigación del Departamento de Justicia, esta ruptura fue “falsa” debido a que las dos iban a estar vinculadas con el espionaje cubano y la guerra en Nicaragua, y no querían levantar sospechas.

Dos años más tarde, en 1990, Montes fue asignada para trabajar a tiempo completo como analista de larga duración en Nicaragua. “Había desarrollado un conocimiento casi enciclopédico de las fuerzas militares nicaragüenses dirigidas por los sandinistas Ana también tenía una comprensión igualmente impresionante de las capacidades militares de los Contras”, relata Popkin.

Sin embargo, la guerra en Nicaragua terminó ese año con la derrota electoral de Daniel Ortega frente a Violeta Barrios de Chamorro, y la DIA envió a Montes a reunirse con Barrios en dos ocasiones para “informarle sobre las capacidades militares de su propio país”, según Popkin.

Montes habría informado primero a Barrios sobre las tropas, armamento y el estado en que se encontraba el Ejército incluso antes que lo hiciera el general Humberto Ortega. “Naturalmente, Ana transmitió cada detalle de sus conversaciones privadas con Chamorro directamente a La Habana”, narra el periodista.

Revista DOMINGO consultó al general en retiro Humberto Ortega si conoció a Montes durante sus visitas a Nicaragua, sin embargo, no respondió a nuestra solicitud de comentarios.

Cuando regresó a Estados Unidos, los supervisores de la DIA le entregaron una distinción por “su meritorio servicio como Líder del Equipo de Capacidades Militares de Nicaragua. Un ejemplo de su destacada actuación fue su muy bien recibida sesión informativa de mayo de 1990 ante la jefa de Estado de Nicaragua”, dice el premio.

Con el final de la guerra en Nicaragua, y posteriormente, la de El Salvador, las principales motivaciones de Montes por las cuales informaba a Cuba se habían esfumado, sin embargo, la mujer siguió sirviendo como espía.

En febrero de 1993, Montes fue asignada como analista para Cuba lo cual le dio “acceso sin precedentes a secretos clasificados sobre el rival pequeño de Estados Unidos”, detalla Popkin. Este nuevo nombramiento le permitió identificar a varios infiltrados norteamericanos en la dictadura cubana, además de sabotear planes y estrategias contra la isla.

“Cada uno de los individuos que ella conoció y que trabajaban para el gobierno de Estados Unidos, independientemente de si lo hacían de forma abierta o encubierta, fueron identificados por ella ante La Habana, con lo que los cubanos conocían a todos los que estaban trabajando en la isla para el gobierno de EE.UU”, dijo Peter Lapp a BBC Mundo.

Tanto en Estados Unidos como en Cuba, la llamaron “la reina de Cuba”, y fue considerada una mujer muy hábil en técnicas de espionaje.

Cuando fue detenida en 2001, se supo que la mujer jamás recibió dinero de Cuba por su labor de espionaje, lo que llevó a los estadounidenses a concluir que lo hacía por razones ideológicas

Poco antes de ser detenida, Montes estaba encaminada a ascender a una posición en la que podría haber hecho más daño a Estados Unidos. Iba a tener acceso a los planes militares para la guerra en Afganistán.

Ahora, Montes tiene 65 años y se encuentra recién salida de la cárcel en su natal Puerto Rico. Las autoridades de Estados Unidos mantienen controlado su acceso a internet y tiene prohibido trabajar para el gobierno estadounidense y ponerse en contacto con agentes extranjeros sin permiso.

Por su parte, Marta Velásquez es prófuga de la justica en Estados Unidos. Cuando Montes fue descubierta, Velásquez trabajaba en Guatemala para USAID y huyó a Suecia con su esposo.

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