Ahora que nos encontramos en un ambiente preelectoral, donde algunos suspirantes candidaturales se sacan la lengua unos a otros, pero cada quien pretendiendo ofrecer, no solo lo que nunca fueron capaces de dar cuando pudieron, sino que lo evitaron echándose a la bolsa los recursos que jamás se destinaron para tal fin, los escuchamos muy serios, pero con una inmensa desfachatez, hablar de que cuando ellos estén en el poder darán a Nicaragua, la salud y la educación, amen de otros beneficios, que jamás tuvo en su historia.
Los que así hablan son oposicionistas que te ofrecen un puente donde no hay río, pero si no hay te lo hacen y todo para que el que los escucha crea que superarán lo que el gobierno actual ha hecho con notas super sobresalientes en tantos campos que han catapultado el desarrollo y prosperidad del país y sus ciudadanos, lo que viniendo de politiqueros es falso porque solo el mismo sandinismo es capaz de superarse así mismo.
En los últimos 40 años Nicaragua ha vivido en tres tiempos distintos una guerra de la que todos fuimos parte desde un conflicto ideológico entre el Este y Oeste en el contexto de la revolución de 1979; 16 años de gobiernos neoliberales que robaron a manos llenas y vendieron lo que nunca les perteneció y de donde se originan rostros que nos quieren seguir remangando y la etapa del 2007 a nuestros días que yo creo es un parte aguas para decir que desde entonces tenemos un antes de y un después en el país que habitamos.
Yo que fui un crítico acérrimo del líder sandinista y del partido que lo tiene en el poder y puedo decir que efectivamente el 2007 es un parte aguas para nuestra nación y que nunca como ahora Nicaragua tuvo lo que ahora tiene desde un desarrollo integral porque su crecimiento no es que privilegió un tema por encima de otro si la verdad es que aquí no había nada de nada que no fuera la fachada mediática que llegamos a crear, porque si de cimientos que sostuvieran socialmente la paz de la nación se trata, nunca existieron y me viene a la mente lo que un alcalde, que después fue presidente, cuando decía que había que pavimentar las calles sin importar lo de abajo.
Este concepto es interesante porque ese personaje burlonamente afirmaba que al populacho únicamente le interesa lo cosmético, es decir gusta de una calle bonita, bien pavimentada y pintadita y que si debajo de ella no había cañerías de agua potable o aguas negras o cableados de fibra óptica o de electricidad no importaba porque la pinta de arriba bastaba para justificar presupuestos super millonarios e inflados que terminaban en la bolsa de la camarilla corrupta que lo rodeaba.
Yo recuerdo cómo varios ministros de salud de aquellos tiempos de los 90s hasta el 2007, se llenaban la boca en las conferencias de prensa para presentar las nuevas y acogedoras salas privadas en los hospitales públicos, hasta ganas de enfermarse daban aquellas piezas que se cobraban como habitaciones de hotel, pero el resto, donde estaban los comunes, era tragado por miles de cucarachas y ratas que se chiqueaban por doquier mientras por añadidura solo se medio diagnosticaba pero no se medicaba porque mucha medicina que no llegaba al paciente se robaba junto a los camiones que la transportaba y de eso hay ejemplos que podríamos refrescar con nombres y apellidos.
Esto de los hospitales es solo una muestra porque lo que se robó en otras instituciones del estado, que no solo fueron las gubernamentales, sino que también en otros poderes del estado y en la inmensa mayoría de las alcaldías fue tal que en un momento dado, y esto porque un ministro me lo comentó como conclusión de tanta corrupción que se denunciaba, que era comprensible aquello porque sabiendo algunos altos funcionarios públicos que los cargos eran efímeros, esa era una forma de “defenderse”.
Aquella Nicaragua era un divieso y por esas mismas razones fui un opositor de la Violeta Barrios a la que yo había ayudado a llegar al poder y por esa misma razón solo acompañé a Arnoldo Alemán en los primeros tres meses de su gobierno como parte de su gabinete original porque después regresé a mi periodismo y por esa misma razón fui tan crítico de Enrique Bolaños que el ingrato este me declaró la muerte civil cuando conminó a los radiodifusores privados a no venderme espacios so pena de quitarles la publicidad una vez que rompí con los Gadea en Radio Corporación porque me quisieron imponer plegarme a la línea editorial que defendía a quien nos remangó a todos.
¿Es posible creer entonces en las promesas originadas en el oposicionismo cuando su componente fue depredador y asaltante del presupuesto general de la república durante los 16 años de neoliberalismo?
¿Qué parte del ya los conocemos no entiende este oposicionismo que siendo los mismos rostros de ayer se nos quieren reinventar hoy con el cuento que nos traen propuestas nuevas cuando la verdad es que no han dejado de hacer lo mismo de siempre, solo trastadas?
¿Pueden ellos entonces venir, después de tanta historia oscura que los delata, a presentarse ante un pueblo que sufrió aquella corrupción como la “autoridad moral” personificada?
La autoridad moral no tiene que ver con lo que vendemos de nosotros hacia afuera, sino más bien es una distinción que desde afuera otros perciben por lo que hacemos en conexión ineludible con lo que predicamos. La autoridad moral es un bien y valor en toda persona que convence a los demás de lo que es, únicamente en la medida que esté lo más cerca posible de la verdad y de la transparencia.
La autoridad moral es una especie de licencia en el ser humano para plantear y cuestionar, para predicar y convencer, para reclamar y ser oído, porque si se carece de ella no es posible someter temas que nos van a rebotar, no vamos a poder criticar porque estaremos siendo lo que pretendemos aborrecer, no vamos a poder demandar porque seremos la negación de lo que queremos y no vamos a ser oídos porque estamos faltos de credibilidad. Es decir, nadie de la boca al labio puede ponerse, solo porque se le ocurrió, el traje de la autoridad moral porque, por requerir medidas especiales, no lo viste todo el mundo.
Hay personas que son especialmente respetadas porque mantienen un comportamiento ejemplar que irradian el deseo en otros de ser como ellos y que destacan por la conexión indisoluble entre lo que dicen y lo que hacen.
Este tipo de gente se convierten en paradigma y en referentes de bien para las personas que le rodean en la familia, en el hogar, en el trabajo o en el conjunto de la sociedad y en consecuencia son personas de alta integridad que actúan mejor cuando nadie los está viendo.
La autoridad moral no se impone por el hecho de tener poder, tampoco se hace efectiva porque seas jefe y bajo el organigrama se tenga cualquier cantidad de subordinados que deban obedecerte, tampoco se logra a través del refinamiento mediático que periodistas pagados para ese fin hagan con el objetivo de construir algún perfil político sobre alguien, porque la autoridad moral no depende de ninguna escala jerárquica o de nada que se le parezca, pero sí emana de las cualidades humanas del individuo donde los ingredientes válidos son el don de gente, la humildad, la solidaridad, la franqueza, las actitudes, la sinceridad en el servicio, la solidaridad con los demás y por supuesto una visión cristiana de la vida.
La fuerza de la autoridad está en la moral y eso es un poder que se conquista o se obtiene no por decretos o investiduras externas, ni mucho menos por imposiciones o castigos, sino por la coherencia que hay entre el decir y el hacer y entre el hacer y el ser.
La autoridad moral no se fabricada y tampoco la puedes exigir porque ella es el resultado de un proceso interior donde habitan los valores que se desea transmitir y que fluyen de una manera transparente y bajo un halo que muchas veces es tan irradiante que llegas a verlo y que tiene como fin encarnar un ideal que, por supuesto está obligado a ser noble porque cuando tiene, aunque sea una micro partícula de maldad, de mentira o de hipocresía, ya se evidenció totalmente falto de autoridad moral.
Alguien con autoridad moral es quien compromete sus ideas y valores hasta las últimas consecuencias en procura de lo que es correcto para la inmensa mayoría y significa asumir ante los demás todo lo que derive de sus acciones pues tejer la auténtica autoridad moral representa riesgos y sacrificios que son los que no todo el mundo asume.
La autoridad moral es un estatus que alguien posee por su trayectoria ética y por sus valores. Este rango se consigue siendo justos en las decisiones tomadas, adoptando conductas honorables y realizando acciones orientadas al bien común y no el personal.
Un individuo corrupto, hipócrita y sin principios puede llegar a tener éxito en su vida personal y profesional, seguramente estafando a la gente que no lo conoce, pero jamás tendría sentido que fuera considerado un referente moral y precisamente por eso quise editorializar sobre este tema de la autoridad moral porque el oposicionismo está lleno de un montón de estafadores, criticones de profesión, jueces del quehacer de los demás y cada uno de ellos con colas dinosáuricas que se hacen notar en algunos medios de comunicación abiertos y redes sociales donde actúan como lombrices digitales.
Aquí el que se quiera engañar que se chupe el dedo porque siendo éste un país pequeño, donde el que menos corre laza un venado, nadie nos puede venir a decir que ahora los diablos son dioses o que los murciélagos son angelitos o simplemente que la guerra tiene el mismo valor que la paz.
Con este asunto de la pandemia del COVID-19 últimamente he visto a algunos medios de comunicación abiertos, manipulados por supuesto por las lombrices digitales de las llamadas redes sociales, rostros que desde el ejercicio de sus cargos públicos en la década de los ochentas y en los gobiernos de Arnoldo Alemán y del ingrato de Enrique Bolaños, se distinguieron no por lo bueno que hicieron, sino por la inmensa estela de corrupción que dejaron sus colas de raptores.
Esos que nunca hicieron nada nos quieren decir cómo hacer las cosas y Gracias a Dios, que es tan misericordioso, nos tocó un gobierno sandinista al frente de esta pandemia porque de no haber sido así aquí todos estuviéramos bajo tierra y esta es una situación tan clara que el derecho que ahora todos tenemos a la salud y a la atención médica también les cubre a ellos, los oposicionistas, a los que se beben la leche y maldicen la vaca, porque el gobierno sandinista sabe que es su obligación garantizar la vida hasta para sus enemigos aunque estos no paguen los impuestos que antes se echaban a la bolsa.
Por eso afirmo que aquí hay unas gentecitas que no saben que quedándose calladas se hacen un gran favor y créanme que podría pasar horas hablando de sus andadas porque los expedientes están ahí. Seguramente el momento de desempolvar los baúles del recuerdo llegarán porque lo peor que le puede pasar a la lengua suelta, que para colmo te sostiene que tiene autoridad moral para hacerlo, es creer que porque el tiempo pasó la gente olvidó. Hoy todo se sabe porque desde que la era digital entró en acción todo se archiva y solo hace falta un clic para refrescar situaciones que fueron públicas décadas atrás.
Por: Moisés Absalón Pastora.