Jinotepe es una ciudad tranquila, no obstante su población a lo largo de los dos siglos de vida republicana de Nicaragua ha vivido tiempos convulsos, a veces tristes pero siempre heroicos que de alguna manera han dejado huellas indelebles en la historia local y de toda nuestra patria.
Sin embargo hay hechos importantes de su historia contemporánea, especialmente que competen al del periodo de la lucha clandestina y posteriormente popular e insurreccional del Frente Sandinista de Liberación Nacional poco alumbrados, tanto por la historiografía somocista, burguesa e increíblemente hasta por nuestros propios historiadores y compiladores sandinistas.
Este es el caso de tres chavalos que en una mañana del dieciocho de noviembre de mil novecientos setenta y ocho, se convirtieron en gigantes.
En la mañana del sábado 18 de noviembre de 1978, un joven delgado, alto y de pelo crespo salió de la hermosa casa solariega, ubicada en el centro de la ciudad, sector habitado por lo que se podría llamar entonces “la élite social” de Jinotepe, a tan sólo cuadra y media de la imponente casona de dos plantas con vitrales de la rica familia del alcalde somocista.
Tal vez por ese detalle el desconocido y desapercibido joven había escogido como casa de seguridad la casa de la familia Narváez, entonces secretos colaboradores de la guerrilla sandinista.
Jinotepe es una ciudad construida por terratenientes llegados de la Granada colonial, con mano de obra de albañiles y artesanos originarios de León, la otra metrópoli de Nicaragua. Por eso las casas de los que pudientes, también eran construidas con filas de salas y cuartos en cuadro, con corredores de altos techos de tejas rodeando un gran patio que con el tiempo y a falta de bestias y carretas que albergar, fueron convertidos en jardines.
Durante un poco más de un mes, el joven conocido solamente como “Ismael” cohabito discretamente -junto a otra jovencita compañera de clandestina- como si fuera un miembro más de la familia.
Incluso en alguna ocasión jugó alegremente volibol con Juan José y los otros chavalos hijos de los Narváez. Después de todo aún era un joven alegre, lleno de vida y de sueños.
Sin embargo este muchacho que apenas había cumplido 17 años de edad seis meses atrás, escondía detrás de su apariencia de estudiante o de joven obrero a un revolucionario valiente y de profundas convicciones, a un jefe firme probado en su corta pero consistente trayectoria y a un conspirador nato.
Esa misma mañana, dos chavalos escolares salieron del barrio Veracruz de la vecina ciudad de Masatepe y cómo pudieron enrumbaron hacia Jinotepe.
Antes de tomar el bus sin retorno, el de catorce años de edad se excusó con la maestra “por un dolor de estómago repentino” y el más matacán de dieciséis, le mintió piadosamente a sus viejos, don Chico y doña Plácida y les prometió no tardarse en el mandado.
El Secreto era que Ángel Amador Sánchez y el casi-niño Benjamín Antonio Mercado Guevara, a pesar de ser aun imberbes poseían ya para entonces alguna experiencia dentro del Frente Sandinista desde que fueron reclutados por una combatiente muy valiente de la zona, Zaida González y organizados en la célula sandinista comandada por “Federico”, Freddy García Gutiérrez.
Las Oficinas de Rentas, de la Dirección de General de Ingresos del Estado de Nicaragua fueron convertidas por la dictadura somocistas en lugares donde se vendía el guaro “pelón” producido en sus ingenios azucareros. A la par de la caja de cobro de impuestos, otras obligaciones y venta de timbres fiscales se ubicaban enormes tanques de madera de donde se despachaba a granel el aguardiente que sin ningún tipo de impuestos la familia Somoza vendía a dueños de cantinas y borrachitos.
Un millonario negocio familiar a escala nacional.
Fue precisamente una de estas oficinas, concretamente la del Departamento de Carazo, ubicada en Jinotepe el objetivo de la operación de recuperación económica de un comando guerrillero del FSLN.
Una operación minuciosamente planificada, para lo cual- días antes- un compañero miembro de la célula sandinista de El Rosario fue asignado para realizar el levantamiento previo de la situación operativa, croquis y rutas de escape del comando.
El edificio de la Renta era una casa esquinera ubicada frente al Club Social de la burguesía cafetalera jinotepina, la escuela de primaria anexa y a una cuadra al norte, la Escuela Normal. Una posición ventajosa para el comando sandinista, alejada del cuartel de la guardia nacional y muy cercano a los cafetales, que cien metros al Este rodeaban la iglesia del Calvario y que se extendían hasta la ciudades de San Marcos y Masatepe y por el Sur -a tres cuadras- por los cuales se podía llegar hasta los municipios de El Rosario y Santa Teresa. Todos lugares donde había redes de colaboradores y casas de seguridad sandinista de la tendencia a la cual pertenecían los comandos revolucionarios que ejecutarían la acción. Otro punto importante era la adyacente y transitada carretera panamericana que conectaba Jinotepe con todo el país.
Ismael era un cuadro militar de los Comandos Revolucionarios del Pueblo que desde su traslado en abril de mil novecientos setenta y ocho a Carazo, había iniciado la construcción de células sandinistas en Jinotepe, El Rosario y Santa Teresa, misión confiada a él por no ser un cuadro “quemado” en la zona y por su grandes cualidades y entrega demostradas en la lucha, tanto en el “Open Tres” (hoy Ciudad Sandino) como en los barrios orientales de Managua, especialmente en el barrio Meneses (hoy Venezuela) y su natal Colonia Nicarao donde ya era conocido como “Comandante Chepe”.
En El Rosario, donde también tenía casas de seguridad, a través del compañero Félix Téllez, contactó a otro compañero de esa ciudad de nombre Wilfredo Mena, quien afirma haber levantado previamente ,la información operativa de la Renta por órdenes del Comandante “Ismael” (aunque esta versión no fue confirmada ni negada por el compañero Félix Téllez, quien ya había salido de la zona a causa de la explosión accidental de un buzón de bombas y armas a su cargo), además de otros jóvenes lugareños y de la vecina Santa Teresa los cuales eran atendidos políticamente y abastecidos por el mismo “Ismael” de bombas de contacto y volantes para el hostigamiento a la guardia y a los somocistas y la distribución de propaganda sandinista.
Al compañero “Ismael”, como apoyo, le fue asignado por el mando un cuadro político-militar de la zona, pero con el rápido dominio del trabajo, pronto este compañero fue reasignado. Además se le orientó al segundo al mando del “Silvio González Mena”, Moisés Tikay (caído en combate posteriormente en la toma de San Marcos) contactar con “Ismael” a los dos chavalos de los CRP de Masatepe que finalmente lo acompañarían en la acción de la Renta.
Caminando hacia el punto de encuentro con los dos combatientes sandinistas -casi niños- que llegaron desde su Masatepe umbilical, es posible que después de repasar el plan por última vez, revisar sus tres armas cortas y la dotación de bombas de contacto de cada uno, de ponerse en la cara su pañuelo rojinegro que siempre andaba amarrado en la pierna derecha debajo del pantalón, “Ismael”, el antiguo “Comandante Chepe” o simplemente como lo bautizó su madrecita, María del Socorro (que aún lo sobrevive a la estoica edad de ochenta y nueve años a pesar del incurable dolor por sus hijos caídos y las enfermedades), José Emilio Jonathan Amador Cisneros, se acordó de las calles de su combativa Colonia Nicarao, en cuyos callejones aprendió a enfrentar a la guardia o jugar “janbol”, de la inicua muerte de su padre José Leonardo a manos de delincuentes comunes; de su estadía en Solentiname de donde regresó cambiado, dispuesto a luchar por el pueblo al lado del FSLN hasta la victoria o hasta la muerte, de los pleitos con su hermanita menor, Cela Patricia “Mercedes”, para que abandonara la idea de también integrarse a la edad de 13 años a las organizaciones de combatientes populares del Frente Sandinista y que después de la muerte del propio Jonathan, ella también moriría combatiendo en el Repliegue táctico a Masaya…
O tal vez no pensó en más que en esas patrullas que repentinamente pululaban en las calles adyacentes al edificio de las oficinas de renta de Jinotepe. Nadie lo puede ya saber.
Local donde funcionaba la Renta, hoy oficinas de la DGI
Tres muchacho entraron con calma a la renta ya con sus pañuelos rojinegros cubriéndoles la cara, despojaron de su arma y redujeron al vigilante e inmediatamente gritaron consignas y “¡Somos del frente Sandinista!”, El Comandante “Ismael” les explicó a los usuarios y empleados –sucintamente pero firmemente- la razón del operativo como una forma de lucha contra la tiranía somocista, les pidió que no se opusieran porque también eran pueblo y que se encerraran en una oficina y no salieran hasta dentro de un tiempo prudencial.
Comandante “Ismael”
Algunas empleadas, entre ella la joven secretaria Vilma Acevedo, rosario en mano rezaron al ver a esos muchachos tan jóvenes, casi niños luchando contra Somoza y la posibilidad de que algo saliera mal y apareciera la guardia, mientras el comando salía habiendo cumplido su arriesgada misión por el portón sur, corriendo hacia el barrio San Felipe, hacia el cafetal cercano o algún transporte previsto. Pero ese día estaba signado para que los tres chavalos, los tres valientes guerrilleros pasaran a la inmortalidad.
El combatiente encargado de la vigilancia y contención oteando desde una ventana, dejó pasar a la primera patrulla de la GN que repentinamente transitó por el lugar sin notar nada sospechoso.
El muchacho estaba informado de que las patrullas (que normalmente eran dos) se daban cien metros de intervalo entre ellas.
Espero ver pasar al segundo vehículo del enemigo, que nunca llegó y tal vez pensando que ya no pasaría. dio la señal para la salida. Repentinamente una de las personas de la administración salió a la calle y alertó del operativo, dijo que eran tres “los asaltantes sandinistas” y señaló la dirección sur a la segunda patrulla repleta de guardias bien armados que en ese momento apareció por la esquina.
Bajo una lluvia de balas el aguerrido Comandante “Chepe”, “Ismael” giró sobre su cuerpo y disparó su pistola contra la patrulla tratando de contenerla y darle chance a los muchachos de alcanzaran el cafetal, para lo cual ya no hubo tiempo.
Los dos CRP, los dos chavalos combatientes sandinistas entraron corriendo al callejón que encontraron a su derecha para pronto darse cuenta que en el patio abierto a la calle del fondo, la genocida ya estaba ahí tomando posiciones y regresaron sobre el mismo callejón a donde habían quedado combatiendo su jefe.
La guardia entró al callejón disparando, golpearon, encañonaron y pusieron pecho a tierra a la dueña de la casa, doña Ángela Pérez y a su hija Angélica Narváez Pérez (ahí nunca hubo ninguna familia “Aragón”, ese fue otro invento de la guardia y los plumíferos de “Novedades”) y al llegar la ambulancia de la Cruz Roja, los socorristas miraron el cadáver de un joven alto, delgado y crespo tirado en el pavimento, con dos tiros visibles en el cuerpo en medio de un charco de sangre y también vieron a dos chavalos amarrados, con vida y gritando consignas revolucionarias en la parte de atrás de una de los varios jeep militares que ya estaban en la escena.
El callejón donde entraron los combatientes Sandinistas
La guardia ordenó alejarse a la ambulancia y al poco rato se oyeron más disparos. Ambos combatientes no murieron en combate…Fueron ejecutados por los esbirros somocistas a sangre fría fuera de la vista de la asustada gente que estaba dentro de sus casas.
Al día siguiente “Novedades”, el diario mentiroso de la dictadura inventó “un asalto perpetrado por criminales comunes, incluido secuestro y resistencia a la autoridad”.
Pocos entonces se dieron cuenta que una calle arrabalera de una pequeña ciudad del país, se habían plantado tres semillas que en menos de un año germinarían en una Revolución que arrasaría con la dictadura somocista y su guardia pretoriana y empezaría a construir una nueva Sociedad en Nicaragua.
GLORIA ETERNA A NUESTROS HÉROES Y MARTIRES
GLORIA ETERNA A JONATHAN, ÁNGEL Y BENJAMÍN.
Nota de reconocimiento: Esta investigación sobre los tres compañeros del operativo a la Oficina de Renta de Jinotepe ejecutado el 18 de Noviembre de 1978, no hubiese sido posible sin el indispensable acompañamiento y testimonios de los compañeros combatientes históricos de Carazo, Allan Arsenio Zuniga, Julio Vega, Félix Téllez, Marco Tulio Navarro, Wilfredo Mena, Juan José Narváez (Testigo presencial, hijo de los dueños de la última casa de seguridad de “Ismael” en Carazo) y Nubia peinado Umaña, combatiente sandinista de los barrios orientales de Managua. Sin la oportuna y desinteresada colaboración de nuestro hermano periodista y miembro del Sandinismo Histórico, Manuel Álvarez Calero, de la compañera Giselle de los Ángeles Ebanks Amador, sobrina del Comandante “Ismael”, de la señora Angélica Narváez (testigo presencial, hija de la dueña de la casa frente a la cual asesinaron y capturaron a nuestros tres héroes y mártires); también de la señora Vilma Acevedo, testigo presencial, entonces empleada de la Oficina de Rentas y al señor Carlos Matus, testigo presencial, entonces jefe de la ambulancia de la Cruz Roja que fue llamada al lugar de los hechos.
Edelberto Matus.