Ya en todos los estados de Estados Unidos los gobiernos han dado pasos para, cada cual a su manera, reanudar las actividades de producción y servicios que habían sido en gran medida paralizadas desde mediados del pasado mes de marzo.
Sin embargo, se calcula que en unos catorce estados no se cumplen los índices para reabrir establecidos por las directivas del Centro para el Control de Enfermedades (CDC, por sus siglas en ingles).
De ahí las advertencias de destacados especialistas acerca del inminente peligro de que se incrementen de manera sensible los contagios del SARS CoV 2 y los enfermos de COVID 19.
El 18 de mayo, los casos positivos en todo el país alcanzaron la cifra de algo más de 1,53 millones, mientras la de fallecidos se elevó a más de 91,260. Un incremento de más de 403,4 mil y de 25,5 mil, respectivamente, con respecto al final de abril.
En un enfoque más detallado, un documento circulado por el Departamento de Seguridad Interna, obtenido por Yahoo News, con cifras actualizadas al 15 de mayo, apuntaba a tres condados considerados como puntos críticos por los altos incrementos en contagiados y fallecidos ocurridos en los 7 días precedentes: West Palm Beach, Florida (donde Trump posee una de sus residencias de descanso) con 263 nuevos casos (71%); San Bernardino, California 782 casos (100%); y Marshall, Alabama, 217 casos (517%).
El 15 de mayo, Robert Redfield, director del Centro para el Control y de Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés), máximo organismo del gobierno federal en la materia, dio a conocer que Estados Unidos está en camino de sobrepasar para el 2 de junio próximo las 100 mil muertes causadas por la COVID-19.
En tuit del 11 de mayo, Redfield dio a conocer que 12 diferentes modelos elaborados por destacadas instituciones del país, entre ellas Columbia University y Massachusetts Institute of Technology pronostican todos un incremento en las muertes en las próximas semanas y un acumulado total de más de 100,000 para el 1º de junio.
Por su parte, Anthony Fauci, director del Instituto para la Prevención y Control de Enfermedades Infecciosas e integrantes del equipo de trabajo de la Casa Blanca sobre el enfrentamiento a la pandemia, en una presentación remita por video a una comisión de Senado celebrada el 12 de mayo, expresó: “Hay el riesgo real de que disparen un brote que no puedan ser capaces de controlar, lo que de hecho, paradójicamente, no solo los haga retroceder, provocando algún sufrimiento y muertes que pudieran ser evitados pero hasta pudieran hacerlos retroceder en el camino de tratar de lograr la recuperación económica”. (En sus palabras ante la Comisión, Fauci expresó que no tenía “una relación de confrontación” con el presidente Trump).
Es notorio el empeño de Trump y sus colaboradores cercanos, especialmente el Secretario de Estado Michael Pompeo, en descargar en terceros, tales como las autoridades de China, o la dirección de la Organización Mundial de la Salud o el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades la responsabilidad por las deficiencias habidas en Estados Unidos en el enfrentamiento a la pandemia, que a ojos vista recae principalmente sobre el propio Trump.
Una última maniobra ha sido su declaración de que para fin de 2020 o comienzos del próximo estará lista una vacuna contra el SRS CoV/2.
En conferencia de prensa en la Casa Blanca el 15 de mayo, Trump anunció un programa por 10 mil millones de dólares que bautizó como “Operation Warp Speed” y tiene como objetivo central la investigación, desarrollo y producción de dicha vacuna como parte de un programa (“Warp speed” es un término de ciencia ficción, acuñado para “Star Trek”, que se refiere a velocidades superiores a la de la luz).
Los actores principales serán los Departamentos de Defensa y de Salud y Servicios Humanos. Se pretende tenerla lista y en capacidad de producir cientos de millones de dosis para fines de este año.
La medida tiene todos los visos de ser otra de las “triquiñuelas” de Trump con un triple propósito: asumir el protagonismo en un frente de batalla en que no existe ninguna otra autoridad o institución que esté fuera de su control; desentenderse de los efectos negativos que pudieran derivarse de la reapertura desordenada de la economía; fijar nuevas metas ante la clara evidencia de que la crisis de la COVID-19 mantendrá su vigencia en el tiempo que resta hasta las elecciones del 3 de noviembre y más allá, por último transmitir total confianza en su reelección.
Independientemente de lo “fantasioso” del programa, si diese la casualidad de que fuese medianamente exitoso serviría de piedra angular de su campaña electoral, aunque todo no parece ser más que un malogrado “sueño de una noche de verano”.
La economía y las personas siguen sufriendo
Desde el punto de vista de la actividad económica, el PIB nacional sufrió una contracción de – 4,8% en el primer trimestre y para abril éste se fijaba en -5,9%. La esperanza es que en las próximas semanas pueda revertirse esta tendencia, aunque no hay un criterio común sobre el grado de crecimiento que se experimentaría.
La economía ha sido apuntalada por tres acciones del Congreso que para fines de abril totalizaban cerca de 3 trillones de dólares ($ 2,876,000,000,000), en sendas leyes aprobadas o firmadas el 18 de marzo, el 27 de marzo y el 24 de abril.
En estos momentos, la Cámara de Representantes ha aprobado un proyecto de ley para apuntalar la economía por un total de cerca 3 trillones de dólares que el Senado, controlado por los republicanos, se ha negado a considerar cerrando con esa actitud la posibilidad de aliviar la difícil situación de la economía del país.
Según Nancy Pelosi, la demócrata presidenta de la Cámara de Representantes en breve comenzarán las negociaciones preliminares entre demócratas y republicanos a fin de aprobar dicho proyecto de ley, a más tardar a mediados de junio. (Aunque no haya una relación funcional u operacional directa entre esta inyección de recursos financieros a la economía y el PIB de Estados Unidos y solo para dar una idea de la cuantía a que nos referimos, la cifra de seis trillones de dólares equivale al 25% del PIB anual nacional del país)
El 17 de mayo, el presidente de la Junta de la Reserva Federal, Jerome Powell expresó en una entrevista que la recuperación económica plena posterior a la pandemia del coronavirus, pudiera no ocurrir hasta finales de 2021 y dependería de disponer de una vacuna. Opinó que habrá otros dos meses de caída en el empleo.
“La Reserva Federal o el Congreso tendrán que hacer más, dijo, para evitar daños de mayor envergadura a la economía”.
Según se ha pronosticado por espectadores y protagonistas en las próximas cuatro semanas habrá algún tipo de desarrollo o desenlace a esta dicotomía inestable entre la situación de salud de la nación y el desarrollo de la recesión económica nacional.
En todo caso, los datos y elementos de juicio disponibles apuntan a que, en los escasos cinco meses y medio que restan hasta las elecciones del 3 de noviembre, mantendrán su vigencia las acciones encaminadas a controlar la pandemia y las dirigidas a reactivar la economía, ya que ambas son de tal magnitud que será muy difícil resolverlas simultáneamente.
Se requeriría la voluntad política común de republicanos y demócratas, los dos componentes del “bipartidismo” político que domina la sociedad estadounidense. Es una situación sin precedentes y que puede encaminarse por rutas inexploradas.
Encuestas favorecen a Biden, pero el consenso demócrata no cuaja
Desde el punto de vista electoral, las encuestas de opinión pública más relevantes como RealClearPolitics, 270 To WIN y FiveThirtyEight sitúan a Trump a la zaga de Biden, incluyendo en estados pendulares como Michigan, Wisconsin y Pennsylvania, los cuales Trump ganó en 2016 por 77,744 votos (0,06%) de 13,232,373 votos depositados y le dieron 46 votos electorales a Trump, imprescindibles para alcanzar los 304 votos electorales que lo llevaron a la presidencia.
Por estados, en 2016 la diferencia fue en Pennsylvania (20 votos electorales), por 54,292 votos, un 0,72%; en Michigan (16 votos electorales) por 10,704, un 0,23%; y en Wisconsin (10 votos electorales) por 12, 748, un 0,77%.
Las encuestas recientes, incluso las realizadas por el equipo de campaña electoral de Trump, muestran fuertes pérdidas de apoyo a Trump entre la población mayor de 45 años de edad, que fue su principal sostén en las elecciones de 2016.
En esta campaña Biden aventaja a Trump en un 1,4% en la faja etaria 45 – 64, en la cual Trump lo aventajaba en 4% y de 1% en la de 65 en adelante en la que Trump tenía una superioridad de 13,3%.
En el campo demócrata la situación se presenta bien complicada para Biden, especialmente en lo difícil que resulta alcanzar un consenso con los jóvenes y las tendencias progresistas.
El 13 de mayo Biden finalmente anunció en compañía de Sanders la creación de un conjunto de grupos de trabajo para elaborar las políticas que sirvieron de sustento a la decisión de Sanders de respaldar la nominación de Biden como candidato a la presidencia por el Partido Demócrata.
Entre los temas a tratar están la atención a la salud, la eliminación de las deudas por estudios superiores, política migratoria y cambio climático. Biden expresó que dentro de unas semanas presentará “un plan detallado del tipo correcto de recuperación económica.
En la práctica se trata de una manera de llevar a la opinión pública una serie de nuevas definiciones de políticas a seguir que tienen como objetivo satisfacer, al máximo de las posibilidades determinadas por el liderazgo demócrata, las reclamaciones y demandas del sector de los jóvenes y de los progresistas, sin cuyo apoyo no sería posible para Biden alcanzar la victoria el 3 de noviembre.
En gran medida es la misma situación, pero de signo contrario, a la que tiene que enfrentar Trump con los votantes de mayor edad y los elementos republicanos más extremistas.
A pesar de los meses que aún faltan para el acto electoral del 3 de noviembre, el factor de los “estados pendulares (swing states) en los cuales la votación favorece indistintamente al candidato presidencial republicano o al demócrata, por razones fundamentalmente locales, pudiera ser determinante en este 2020.
Una selección de seis estados con tradición “pendular” da una suma de cien votos electorales equivalente al 37% de los 279 votos electorales para ser electo presidente. Más arriba hemos escrito la experiencia de 2016 con respecto a Pennsylvania, Michigan y Wisconsin. Los otros tres estados que componen este grupo son Florida (29 votos electorales), North Carolina (15) y Minnesota (10), para un total de 54 votos electorales.
Otros seis estados que pueden calificarse como “pendulares” suman 52 votos electorales; Arizona, 11; Colorado, 9; Iowa, 6; Nevada, 6, Ohio, 18; y Virginia, 13.
En resumen, doce estados suman un total de 152 votos electorales equivalentes al 56% de los necesarios para ganar la elección presidencial.
Pero, como ya hemos señalado, esta es una elección sui generis que se desarrolla en circunstancias novedosas y por un sendero escabroso. Las incógnitas se irán despejando una a una.
Tomado de Cubadebate
*Fue nombrado jefe de la sección de Intereses de Cuba en Estados Unidos, entre septiembre de 1977 y abril de 1989. Luego ocupó el cargo de viceministro de Relaciones Exteriores de Cuba, hasta 1994. Y a partir de entonces se desempeñó como embajador cubano en Brasil, hasta el año 2000.
Además de sus actividades como funcionario del gobierno cubano, Sánchez Parodi es periodista y escritor.
https://zonafrank.wordpress.com/2020/05/20/elecciones-entre-la-espada-de-la-pandemia-y-el-muro-de-la-contraccion-economica/