La guerra en Siria comenzó en 2011, simultáneamente con numerosas revueltas en el Medio Oriente, en lo que se denominó la Primavera Árabe. La diferencia en el caso de Siria es que las potencias occidentales, encabezadas por Estados Unidos, intervinieron y se propusieron desde el comienzo derrocar a Bashar el Assad, presidente constitucional de uno de los países más desarrollados, laicos y civilistas de esa región.
Casi 10 años después, la guerra está a punto de terminar con la victoria del gobierno sirio y se libran en estos momentos las últimas batallas de ella, que tienen una peligrosidad que podrían fácilmente incendiar toda la región.
En toda la región proliferaron diversos grupos terroristas, la mayor parte de ellos apoyados en el fundamentalismo islámico y con diversos nombres: Isis, Al Qaeda, Al Nusra y varias decenas más.
En la primera parte de la guerra, todas las potencias occidentales apoyaron la acción de estos grupos, identificados en combatir a Bashar Al Assad. En particular, Estados Unido fue muy activo, pues consideraba de vital importancia apoderarse de Siria, para defender a Israel, neutralizar a Irán y seguir con el control del mercado mundial del petróleo. Aparentemente, la intervención de todas las potencias occidentales tenía como objetivo combatir el terrorismo, pero luchaban más contra Assad y por la destrucción de Siria como Estado viable, que contra los grupos fundamentalistas.
Los resultados de esta intervención fueron 5 millones de refugiados, centenares de miles de muertos y el país destruido. En la creación y expansión del Estado Islámico jugó un papel fundamental Estados Unidos pues la invasión a Irak destruyó el ejercito de ese país y además EEUU asesoró y armo a numerosos grupos instrumentalizándolos para lograr sus fines estratégicos de reorganizar el mapa del Medio Oriente.
Sin embargo, el ejército sirio libró una larga batalla y, con el apoyo de Rusia, a partir de 2015, logró liberar la mayor parte del territorio, restándole la región de Idlib, en la cual hoy se libra feroces combates.
Turquía ha jugado un papel peligrosísimo en este periodo, pues inicialmente apoyó a los grupos islámicos, posteriormente se distanció de Estados Unidos, que le negó apoyo militar, y se acercó a Rusia a la cual compró los poderosos misiles S 400, en contra de la presión de EEUU, el cual decidió salir con el rabo entre las piernas y desplazar sus tropas a Irak, pasando a ser Rusia un actor decisivo en el logro de la paz, al servir de mediador entre Turquía y Siria.
Ante las victorias diarias del ejército sirio, Turquía mantiene sus tropas en el territorio sirio, argumentando que ha sido invitado por el pueblo de ese país a permanecer allí y, con su ejército confundido entre los grupos terroristas, ha ocasionado duros enfrentamientos con Siria y centenares de muertos. Turquía no ha dejado de pertenecer a la OTAN y tiene el mayor ejército de esa organización, tiene aspiraciones de hegemonía regional y una vieja enemistad con el gobierno sirio. La Unión Europea le había ofrecido a Turquía un apoyo de seis mil millones de euros, para que contuviera la oleada de refugiados de toda la región que aspiraban llegar a Europa y ahora Turquía, cuando tiene que enfrentar a Siria que cuenta con el apoyo ruso, está amenazando con no contener más esos refugiados y permitir que vayan a Europa, lo cual se convierte en un chantaje para pedir apoyo a sus propósitos regionales.
Rusia ha participado en esta guerra por invitación del gobierno sirio y con la consigna de resguardar la integridad de ese país, respaldar el gobierno legítimo y golpear al terrorismo que amenaza no solo a Siria sino que constituye un factor desestabilizador en todo el centro de Asia. Su enorme poderío militar es un factor de disuasión de las aspiraciones expansionistas de Turquía, pero también de las aspiraciones de las potencias occidentales de intervenir nuevamente en Siria.
Estados Unidos que comenzó queriendo destruir al gobierno sirio, sufrió una humillante derrota y tuvo que retirar la mayor parte de sus ejércitos, aunque con su apoyo durante un tiempo a los Kurdos, que sobre el terreno cargaron una parte importante de la responsabilidad de la guerra contra el Estado Islámico, pudo lograr apoderarse de una buena parte del petróleo sirio, en diciembre de 2019, Trump afirmó “tenemos el control total sobre el petróleo que pretendía el Estado Islámico en Siria y podemos hacer con él lo que queramos”. Sin embargo ya no tiene la iniciativa y habiendo perdido siria, lucha por mantener la alianza con Turquía, ofreciéndole la venta de los misiles Patriot que Obama no quiso venderle.
Hay toda clase de mercenarios de países occidentales en la frontera entre Turquía y Siria, justamente en la región de Idlib y están intentando amainar la derrota de las milicias rebeldes que aún subsisten. Ante el recrudecimiento de la intervención Turca en Siria, por instancias de Rusia, se logró un alto al fuego, el compromiso turco de diferenciar sus tropas de las de los terroristas y la OTAN y Estados Unidos, tuvieron que adoptar una actitud prudente y no apoyar el régimen turco. En estas condiciones parece que el desenlace triunfante para Assad es inevitable.
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